¿Hablará alguna vez honestamente el Papa Francisco sobre la persecución musulmana de los cristianos?

RAYMOND IBRAHIM






El papa Francisco ha reconocido recientemente un tema que, de otro modo, se habría suprimido ampliamente: la persecución de los cristianos, especialmente en Oriente Medio. El 27 de junio de 2024, durante una reunión celebrada en el Vaticano con miembros de la Reunión de Organismos de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), Francisco hizo algunas observaciones novedosas, por ser ciertas:


"Muchas Iglesias orientales llevan una pesada cruz y se han convertido en 'Iglesias mártires'. Llevan las marcas de las heridas de Cristo. Al igual que la carne del Señor fue atravesada por clavos y una lanza, muchas comunidades orientales sufren y sangran a causa de los conflictos y la violencia que padecen."


Para remediar la situación, instó a quienes ya están implicados en aliviar el sufrimiento de la Iglesia oriental –es decir, la propia ROACO– a mantener el rumbo:


"Hermanos y hermanas, no podemos permanecer indiferentes. El apóstol Pablo dejó clara la instrucción que recibió de los demás apóstoles de tener presentes a los miembros más necesitados de la comunidad cristiana (cf. Gálatas 2,10), y llamó a la solidaridad con ellos (cf. 2 Corintios 8-9). Este es el mensaje del mismo Dios, y vosotros, los miembros de ROACO, sois las manos que lo hacen carne, las manos que ayudan y levantan a los que sufren. Por eso os habéis reunido en estos días: no para hacer discursos y desarrollar teorías, no para entrar en análisis geopolíticos, sino para discernir las mejores maneras de acercarnos a nuestros hermanos de Oriente y aliviar sus sufrimientos."


Sin duda, todo esto son buenas palabras y consejos. Dicho esto, es evidente que el primer paso para resolver un problema –en este caso, «aliviar el sufrimiento» de los cristianos– es identificar su origen. Desgraciadamente, Francisco nunca lo hace. Sin embargo, para los que sepan discernir, las naciones que nombró durante la reunión por albergar las peores formas de persecución cristiana indican en cierto modo su origen colectivo: aparte de «Tierra Santa y Ucrania», nombró Siria, Líbano, Karabaj (territorio armenio controlado por Azerbaiyán) y Tigray (Etiopía). También nombró «todo Oriente Próximo», un enorme término general que, junto con Siria y Líbano, incluye Egipto, Irak, Arabia Saudí, Turquía, Jordania, Yemen, Irán, los Estados del Golfo, los territorios de la Autoridad Palestina y posiblemente más (para la mayoría de la gente, incluso el lejano Marruecos forma parte de «Oriente Próximo»). 


Lo que todas estas naciones tienen en común es el islam: o bien son de mayoría musulmana, o bien son aproximadamente mitad musulmanas, mitad cristianas (como en el caso de Líbano y Etiopía). Además, a diferencia de Ucrania, la mayoría de estas naciones aparecen regularmente en los informes anuales sobre las naciones en las que los cristianos son más perseguidos. Cada año, 37 o 38 de las 50 peores naciones de la Lista de Vigilancia Mundial de Puertas Abiertas son islámicas o tienen una gran población musulmana.


Nada de esto debería sorprender. Después de todo, siglos de predecesores de Francisco sabían de qué iba el islam, incluida su mala costumbre de perseguir a los cristianos y destruir sus iglesias, y no tuvieron reparos en explicárselo a su rebaño. Eso fue lo que provocó las Cruzadas. He aquí, a continuación, una pequeña muestra de las observaciones papales sobre el perenne ataque del islam contra el cristianismo y sus seguidores:


– El papa Gregorio VII publicó una encíclica «a todos los que estén dispuestos a defender la fe cristiana» contra «una raza de paganos» –en otros lugares llamados «sarracenos»– que «ha masacrado como ganado a muchos miles de cristianos» en Asia Menor (año 1074).


– El papa Urbano II pidió la refortificación de Tarragona, cerca de los Pirineos entre España y Francia, «como barrera y baluarte del pueblo cristiano contra los sarracenos» (año 1089).


– El papa Adriano IV exhortó a los cristianos a someter a estos «pueblos bárbaros y naciones salvajes, es decir, la locura de los sarracenos, que son una pestilencia destructiva» (año 1157).


– El papa Inocencio III llamó a los cristianos de todo el mundo a levantarse «contra los enemigos de la cruz del Señor, que no solo aspiran a la destrucción de las Españas [donde los musulmanes estaban entonces haciendo profundas incursiones y cometiendo las atrocidades habituales], sino que también amenazan con descargar su ira sobre los fieles de Cristo en otras tierras» (año 1210).


– El papa Eugenio IV imploró a los cristianos de los Balcanes que mantuvieran la cruzada y «hicieran retroceder a la secta infiel de Mahoma a ultramar», desde donde ya no podría aterrorizar al Occidente cristiano (año 1443).


– El papa Calixto III deploró la «furia del salvaje turco», al que comparó con una «serpiente que ahora se esconde y ahora emerge para hacer daño al pueblo cristiano y seguir oprimiéndolo y torturándolo» (década de 1450).


– El papa Nicolás, poco después de la caída de Constantinopla en 1453, animó a los europeos a viajar por mar en busca de aliados en tierras lejanas «aún no infectadas por la plaga mahometana».


– El papa Pío II dijo: «¿Podemos esperar la paz de una nación [los turcos otomanos] sedienta de nuestra sangre, que ya se ha plantado en Hungría después de haber subyugado a Grecia? Dejad a un lado esas esperanzas fatuas. Mehmet [II] nunca depondrá las armas hasta que alcance la victoria total o sea completamente vencido. Cada éxito será solo un peldaño hacia el siguiente, hasta que haya dominado a todos los monarcas occidentales, haya derrocado la fe cristiana e impuesto la ley de su falso profeta en el mundo entero» (año 1459).


– Para el papa Sixto IV, «Los turcos han jurado extinguir el cristianismo. ¡Basta ya de sofismas! No es el momento de hablar, sino de actuar y luchar» (año 1470).


Huelga decir que no solo los papas comprendían como es el islam, sino toda la jerarquía cristiana. En 1433, el cardenal Juliano reprendió al resto de la cristiandad por sus divisiones internas y su indiferencia ante la yihad que se libraba contra sus correligionarios en Oriente:


"Mirad a vuestro alrededor y ved cómo el pueblo de Cristo es pisoteado y devorado por turcos, sarracenos y tártaros. ¿Por qué no os compadecéis de los muchos miles de vuestros hermanos, que año tras año son reducidos a la dura servidumbre del infiel?... Pero lo que es más lamentable es que muchos de los que son llevados al cautiverio, y no son capaces de soportar tan dura servidumbre, reniegan de la fe católica, y son conducidos a la aborrecible secta de Mahoma. ¿Cuántos reinos, provincias, ciudades y pueblos son diariamente tomados y despoblados? Ahora los han acorralado en una pequeña zona del oeste... La discordia entre los cristianos es la causa de todas estas calamidades. Si tan sólo crecieran en sabiduría y albergaran amor, este tipo de persecución terminaría pronto."


Incluso el predecesor de Francisco, Benedicto XVI, sabía de qué va el islam. En 2006, citó a un emperador romano oriental («bizantino») diciendo: «Muéstrenme qué trajo Mahoma de nuevo, y encontrarán solamente cosas malvadas e inhumanas, como su mandato de propagar por medio de la espada la fe que predicaba». (Como para darle la razón, los musulmanes de todo el mundo respondieron con violencia, entre otras cosas asesinando a una monja en Somalia e incendiando iglesias en varias otras naciones).


Entones, ¿qué le ha pasado a Francisco? Nada parece haber cambiado: los musulmanes siguen persiguiendo abiertamente a los cristianos, como el propio Francisco indicó (indirectamente) al nombrar recientemente a los peores perseguidores, casi todos países musulmanes. Sin embargo, ha insistido repetidamente en que «el islam, en verdad, es una religión de paz», argumentando que:


"No me gusta hablar de violencia islámica porque todos los días, cuando hojeo los periódicos, veo violencia, aquí en Italia... uno que ha asesinado a su novia, otro que ha asesinado a la suegra... ¡Y estos son católicos bautizados! ¡Hay católicos violentos! Si hablo de violencia islámica, debo hablar de violencia católica... y no, no todos los musulmanes son violentos, no todos los católicos son violentos. Es como una ensalada de frutas; hay de todo."


A diferencia de sus predecesores, por lo visto, Francisco es incapaz de distinguir entre la violencia cometida en conformidad con las enseñanzas de una religión (el islam), y la violencia cometida en contradicción con las enseñanzas de una religión (el cristianismo).


En resumen, lo único que parece haber cambiado es que Francisco, lejos de mantener su tradicional e histórico oficio de encabezar sin tapujos cualquier esfuerzo por proteger a los cristianos, ha sucumbido al espíritu de la época, dispuesto solo a decir lo que es «aceptable» y está de moda –de ahí su celebración del «multiculturalismo» y su compromiso con el (inútil) «diálogo» con los dirigentes musulmanes (de dos caras).


Para que quede claro, nadie está sugiriendo que Francisco deba menospreciar innecesariamente o declarar cruzadas violentas contra el islam. No es necesario. Papas anteriores sí recurrieron a las armas, porque era lo único que les quedaba a los pueblos cristianos: defenderse como pudieran frente a un enemigo imparable y pertinaz que aterrorizaba a la cristiandad. 


Hoy, las tornas han cambiado: El islam es débil y Occidente es fuerte (al menos por ahora). Como tal, y como muchos activistas de derechos humanos han sostenido durante años, todo lo que Occidente en general y Estados Unidos en particular necesitan hacer es condicionar su actual, y a menudo considerable, ayuda económica a las naciones musulmanas a que estas garanticen la libertad religiosa de los cristianos.


Irónicamente, algunas de las peores naciones musulmanas que persiguen a los cristianos –incluidas las que figuran en la lista de Francisco– son las que más ayuda económica reciben de Estados Unidos: Etiopía (1.950 millones de dólares), Egipto (1.430 millones de dólares), Afganistán (1.190 millones de dólares), Somalia (1.130 millones de dólares), Yemen (1.050 millones de dólares) y Siria (896 millones de dólares). Aunque los dirigentes de esas naciones compartan la misma aversión yihadista hacia los cristianos que alberga la población musulmana, ¿creen realmente que les importa tanto maltratar a los cristianos como para poner en peligro todos esos miles de millones?


Pero antes de llamar la atención a los musulmanes por perseguir a los cristianos, hay que reconocer el origen del problema: la saría, la ley islámica, que exige la discriminación y la persecución contra los cristianos y contra todos los no musulmanes; y el hecho de que muchas naciones musulmanas consagran al menos algunos elementos de la saría en sus constituciones. De lo contrario, la persecución seguirá atribuyéndose a «conflictos sectarios» y al «cambio climático», cosas que escapan a las manos de los gobernantes.


De todos los «dirigentes mundiales», Francisco es el más indicado para hacer esta afirmación honestamente –de nuevo, no con ira o desprecio, sino con verdad y sinceridad– y, sobre todo, con amor por aquellos que están siendo objeto de persecución.


Si ni siquiera él lo hace, siendo un hombre que ocupa el cargo que históricamente más se preocupó por el bienestar de los cristianos, y en vez de eso opta por una posición política, entonces ¿quién lo hará?



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