Proyecto de falsa historia de la Unión Europea: el Islam, Europa y 10 millones de euros en revisionismo

RAYMOND IBRAHIM





La Unión Europea ha decidido que lo que el continente realmente necesita en este momento —en medio del estancamiento económico, la inmigración ilegal masiva, el aumento de la delincuencia y la desintegración cultural— es destinar 10 millones de euros de los contribuyentes para propagar una historia falsa.


Y no el tipo usual o normal de historia falsa que emplean muchas naciones, destinada a ensalzar el legado de su propia civilización. No, la Unión Europea ha tomado una dirección más osada: financiar un revisionismo histórico que debilita deliberadamente la confianza cultural y la memoria histórica de Europa en nombre de la «diversidad», la misma que actualmente está matando al continente.


El programa, titulado de forma oximorónica «El Corán europeo», tiene un objetivo general: convencer a los europeos de que el islam y el Corán fueron de alguna manera pilares fundamentales de la civilización europea. Como proclama con orgullo la página web del proyecto, la idea es «desafiar las percepciones tradicionales del texto coránico y las ideas preestablecidas sobre las identidades religiosas y culturales europeas» a través de exposiciones, conferencias y libros, es decir, a través de la propaganda masiva. Porque ¿qué mejor uso se le puede dar a 10 millones de euros que reeducar a los europeos para que crean que el islam siempre ha pertenecido a Europa, que el Corán nunca fue el manual de instrucciones de un invasor extranjero, sino más bien un hermano incomprendido del canon europeo?



Lo que afirman y la verdad


Según el sitio web, el proyecto abarca 700 años de historia europea (1150-1850), abarcando desde la Península Ibérica hasta Hungría, e insiste en que «la influencia del islam en la cultura europea está muy subestimada».


¿Hay algo de verdad en esta afirmación?


Bueno, sí, si por «influencia» se incluyen siglos de guerra, conquista, esclavitud y terror. Como escribió una vez el historiador Bernard Lewis, a quien nadie consideraría un fanático de derechas:


«Hoy día tendemos a olvidar que, durante aproximadamente mil años, desde la llegada del islam en el siglo VII hasta el segundo asedio de Viena en 1683, la Europa cristiana estuvo bajo la amenaza constante del islam, la doble amenaza de la conquista y la conversión. La mayoría de los nuevos dominios musulmanes fueron arrebatados a la cristiandad. Siria, Palestina, Egipto y el norte de África eran países cristianos, no menos, sino más bien más, que España y Sicilia. Todo ello dejó una profunda sensación de pérdida y un profundo temor.»


Otro historiador, Franco Cardini, lo expresó de forma aún más contundente en su libro, acertadamente titulado Europa y el Islam:


«Si nos preguntamos cómo y cuándo nació la noción moderna de Europa y la identidad europea, nos damos cuenta de hasta qué punto el Islam fue un factor (si bien negativo) en su creación. La repetida agresión musulmana contra Europa... fue una «comadrona violenta» para Europa.»


Así que sí, el islam ciertamente ha «influido» en Europa, pero no de la forma en que el proyecto «El Corán europeo» quiere hacernos creer. Ni contribuyó al arte del Renacimiento, ni a la filosofía de la Ilustración, sino que planteó un desafío implacable, a menudo existencial, a la propia supervivencia de Europa.



Extrañas contribuciones


Pero, al parecer, para «El Corán europeo» no hay diferencia entre influencia e intrusión, ni entre contribución y conquista.


Lo que el islam «aportó» a Europa fue un sistema religioso que, desde el mismo texto fundacional que «El Corán europeo» se dedica a «celebrar», solo ha ofrecido tres opciones a los no musulmanes: la conversión, la sumisión, o la muerte (Corán 9,5; 9,29, entre otros). Difícilmente se trata de una fusión cultural.


Pero ahora, gracias a la generosidad de la Unión Europea, se nos dice que el Corán —que en su día fue considerado acertadamente por la Europa cristiana como el manual ideológico que impulsaba la yihad y la conquista— era supuestamente parte integrante de la identidad europea desde siempre.


La verdad es todo lo contrario. Desde el principio, los europeos solo han mostrado desprecio por las enseñanzas del Corán, ese «librito lamentable y del todo inepto del árabe Mahoma», en palabras de Nicetas Bizantino, del siglo IX. Tras estudiar el libro sagrado del islam, concluyó que estaba «lleno de blasfemias contra el Altísimo, con toda su fea y vulgar inmundicia», en particular su afirmación de que el cielo consiste en un «burdel sexual».


Y no era el único. Durante siglos, los eruditos europeos tradujeron el Corán no para admirarlo, sino para comprender al enemigo. La única razón por la que los cristianos lo estudiaron fue para proteger su civilización contra la ideología que había conquistado tantas tierras que antes eran cristianas.



¿Qué está pasando aquí?


Entonces, ¿qué está haciendo exactamente el proyecto «El Corán europeo»? En su propia página web aparece una pequeña confesión:


«nuestro proyecto aborda cuestiones urgentes y actuales en Europa, y promete abrir nuevas perspectivas sobre nuestras sociedades multirreligiosas.»


Traducción: No se trata solo de historia, se trata de dar forma al presente. Se trata de ingeniería social. Se trata de convencer a los europeos de que el islam siempre ha pertenecido aquí, y si alguien piensa lo contrario, es evidente que no ha leído el Corán a través de nuestras exposiciones cuidadosamente escogidas.


El eurodiputado francés Fabrice Leggeri ha denunciado públicamente el programa, calificándolo de «reescritura descarada de la historia religiosa y cultural de Europa». Y añade:


«Hacer creer a la gente que el islam siempre ha tenido una importancia considerable en Europa es una falsificación de la historia financiada con dinero público.»



Demasiada coincidencia


Y la cosa empeora. Leggeri también señala la preocupante proximidad entre el proyecto y el islam político, en particular la Hermandad Musulmana. Una de las investigadoras de «El Corán europeo», Naima Afif, escribió una biografía elogiosa del fundador de la Hermandad, Hassan al-Banna. Le Journal du Dimanche, un periódico francés, también descubrió que varios académicos que participan en el proyecto son «notoriamente cercanos» a la Hermandad.


También critica el proyecto Florence Bergeaud-Blackler, una académica francesa que ha dedicado su carrera a denunciar la infiltración gradual de la Hermandad Musulmana en las instituciones europeas, tanto académicas como políticas. ¿Su recompensa? La cancelación, por no decir la persecución. El mensaje está claro: si denuncias las raíces ideológicas de estos proyectos proislámicos, el problema eres tú.


Uno de los principales investigadores de «El Corán europeo», John Tolan (Université de Nantes), es particularmente ilustrativo. Afirma que «intentamos comprender el lugar que ocupan el islam y el Corán de una manera secular y científica», e insiste en que este trabajo es «contra el radicalismo de los wahabíes y los salafistas».


Si eso fuera cierto, ¿no debería su trabajo estar orientado a convencer a los musulmanes de que no lean el Corán como «wahabíes y salafistas»? En cambio, sus esfuerzos se dirigen a convencer a los europeos de que hay «múltiples formas de interpretar el Corán», un enfoque diseñado únicamente para desarmar a esos europeos.



Mentira sobre mentira


Pero esto no es sorprendente; hay un tema recurrente en la obra de Tolan: el blanqueo del islam y la demonización de los cristianos. Por ejemplo, en su libro Los sarracenos. El islam en la imaginación europea medieval, Tolan relata el martirio de unos 50 cristianos en la Córdoba gobernada por los musulmanes, encarcelados, torturados sádicamente y ejecutados brutalmente por negarse a convertirse o retractarse.


En lugar de condenar a los perseguidores musulmanes, Tolan dirige su ira, en primer lugar, contra los mártires por haberse pronunciado en contra del islam. En particular, ataca a san Eulogio, un cristiano reconocido por su humildad y caridad que también fue martirizado en Córdoba por insultar al profeta del islam al escribir: «No repetiré el sacrilegio que ese perro impuro [Mahoma] se atrevió a proferir sobre la Santísima Virgen [María]... cuando afirmó que en el otro mundo la desfloraría».


Este discurso «blasfemo» no le sienta nada bien a Tolan, quien explica:


«Esta afirmación escandalosa [de que Mahoma «desflorará» a María] parece ser una invención de Eulogio; no conozco a ningún otro polemista cristiano que haga esta acusación contra Mahoma. Eulogio inventa mentiras pensadas para escandalizar a sus lectores cristianos. De esta manera, incluso aquellos elementos del islam que se asemejan al cristianismo (como la veneración de Jesús y su madre virgen) se deforman y se difaman, con el fin de impedir que los cristianos admiren cualquier aspecto de los musulmanes. El objetivo es inspirar odio hacia los «opresores»... Eulogio se propone demostrar que el musulmán no es amigo, sino un potencial violador de las vírgenes de Cristo.»


Mientras tanto, y en realidad, no solo los musulmanes eran (y son) notorios violadores de cristianos y europeos, sino que, según un conocido hadiz, Mahoma declara que «Alá me casará en el paraíso con María, hija de Imrán» (a quien el islam identifica como la madre de Jesús). Así pues, fue el propio profeta —y no ningún «polemista cristiano»— quien «fabricó mentiras destinadas a escandalizar», a saber, que la madre de Cristo sería su concubina eterna. Pero como este hadiz no concuerda con los esfuerzos de los académicos modernos que tratan de presentar a Mahoma como un modelo de tolerancia, fingen que no existe, salvo en las mentes malvadas de los cristianos medievales.


El verdadero objetivo de «El Corán europeo» debería estar claro: sustituir la memoria europea de la conquista islámica por una fantasía de coexistencia pacífica. Quieren presentar el Corán no como una fuente de yihad, sino como una guía espiritual incomprendida. Quieren presentar el islam no como una amenaza a la que Europa tuvo que sobrevivir, sino como un hilo vital en el tejido de su civilización. Y así «demostrar» que los musulmanes tienen todo el derecho a estar en Europa y que los europeos tienen el deber de acogerlos.


Eso no es investigación. Es propaganda, reeducación histórica disfrazada de academia, comprada y pagada por burócratas de Bruselas que trabajan con subversivos musulmanes y blanqueada a través de universidades complacientes. El objetivo no es descubrir verdades olvidadas, sino fabricar un nuevo relato —una historia falsa— en la que el islam siempre ha sido una parte apreciada de la identidad europea, y en la que siglos de derramamiento de sangre, invasiones y persecuciones se rebautizan descaradamente como «intercambio cultural».


En resumen, la Unión Europea está pagando espléndidamente, no para preservar el patrimonio europeo, sino para desmantelarlo. Y no lo está haciendo con bombas o invasiones, sino con exposiciones y revistas revisadas por pares.


Si eso se percibe como una traición, es porque lo es ciertamente. Y, sin embargo, es solo la última de innumerables traiciones, lo que plantea una pregunta aún más apremiante: ¿Cuándo despertarán los europeos y se levantarán contra estos ataques cada vez más insolentes contra su propia esencia?



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