Las recientes elecciones en Francia y el nuevo yugo islámico

RAYMOND IBRAHIM





Francia es un auténtico caos. Después de dos rondas de elecciones –que fueron atajadas por los medios de comunicación franceses generando un sentimiento nacional de histeria contra el auge del partido populista de derecha de Marine le Pen– tres partidos comparten ahora el poder en el Parlamento, aunque ninguno de ellos tiene la mayoría.


¿Cuál es el resultado? El caos político y económico gobierna ahora la nación, y seguirá haciéndolo en un futuro previsible.


¿Cómo ha ocurrido? En respuesta a la histeria generada por los medios de comunicación en torno al partido de Le Pen, Agrupación Nacional, condenado rotundamente como «amenaza fascista», una coalición de partidos de izquierda se unió rápidamente para derrotarlo. Esa coalición, autodenominada «Nuevo Frente Popular», obtuvo el mayor número de escaños en el Parlamento tras la segunda vuelta de las elecciones. En segundo lugar quedó el partido «centrista» del presidente Emmanuel Macron, y en tercer lugar, la Agrupación Nacional.


Los resultados pueden haber sido sorprendentes incluso para la izquierda; el único punto de su plataforma era impedir que la derecha, la Agrupación Nacional, tomara el control. (¿Nos suena?)


(Para que conste, utilizo las etiquetas políticas «izquierdista», «centrista» y «derechista» sólo por convención. En realidad, y se mire por donde se mire, el llamado partido de derechas es, en el mejor de los casos, centrista, el centrista es de izquierdas, y el de izquierdas está loco).


Aunque hay mucho que decir sobre estos acontecimientos, el elefante en la habitación que ha estado alimentando todo esto es el islam en Francia. La Agrupación Nacional estaba en auge precisamente porque su punto principal del programa es una postura más dura contra la inmigración musulmana, así como contra prácticas de línea dura (como las mujeres que llevan el hiyab, trato cruel en el sacrificio halal de animales, etc.).


Y la única razón por la que ningún partido tiene ahora el poder en Francia es porque el partido de izquierdas se alió con las fuerzas islámicas para derrotar a la Agrupación Nacional.



Francia se está volviendo musulmana


Pero, en primer lugar, ¿por qué es tan popular un partido que se centra en la cuestión musulmana? Para los medios de información «dominantes» en Occidente, la respuesta es previsible: Es el partido que representa a los «deplorables» de Francia: islamófobos, xenófobos, homófobos, etc. (además se acusa al partido de misoginia, a pesar de estar dirigido por una mujer).


En realidad, la cuestión musulmana es tan popular en Francia porque el islam ha arruinado totalmente a la nación y ha minado su seguridad. Cabe recordar que Francia fue la primera nación europea que empezó a aceptar a un gran número de inmigrantes musulmanes. Ya en 1973, intelectuales franceses –como Jean Raspail, autor de El campo de los santos, una novela distópica sobre cómo Occidente será destruido por la inmigración masiva y descontrolada procedente del Tercer Mundo y, especialmente, del mundo musulmán– habían visto venir las cosas. Lejos de hacer caso a tales advertencias, Francia acogió aún a más inmigrantes musulmanes. Como resultado, Francia tiene ahora la mayor población musulmana de Europa, alrededor del 10%. Y se espera que esa cifra alcance el 17% en 2050.


¿Y cómo se ha comportado esta numerosa y creciente población musulmana? De acuerdo con la regla de los números del islam, según la cual, cuantos más musulmanes tenga una nación no musulmana, más fenómenos intrínsecos al mundo musulmán experimentará, Francia ha visto un aumento exponencial de la violencia, las violaciones y la delincuencia. (El islam enseña a los musulmanes a odiar y aprovecharse del «otro», el infiel). Basta decir que el 70% de la población carcelaria del país es musulmana (aunque solo representen el 10% de la población general... ¿Nos vuelve a sonar esto?).



Arden las iglesias en Francia


Según las estadísticas recopiladas por el Dr. Guy Millière, profesor de la Universidad de París:


"Cada día se producen en Francia más de 120 agresiones con arma blanca, en cualquier momento y lugar. La mayoría de estos ataques son cometidos por hombres musulmanes que luego dicen a la policía que lo hicieron porque odian a los infieles y odian a Francia. En los periódicos solo aparecen las agresiones con arma blanca con resultado de muerte; las demás se pasan por alto en silencio. En las principales ciudades francesas, los atracos y las palizas se han convertido en moneda corriente. También hay más de doscientas violaciones diarias en Francia, la mayoría perpetradas por hombres musulmanes que entraron ilegalmente en Francia. Solo el 7% de los inmigrantes ilegales a los que se ordena abandonar Francia [por delitos cometidos] llegan a ser expulsados."


El odio del islam a los infieles va de la mano de su inherente tribalismo, que en Francia ha dado lugar al surgimiento de cientos de «zonas prohibidas» o enclaves musulmanes:


"Hay al menos 751 Zonas Urbanas Sensibles, donde mandan las bandas musulmanas y los imanes radicales. Los no musulmanes pueden seguir viviendo allí, a condición de que acepten el estatus de dimmíes (ciudadanos de segunda clase tolerados), inclinen la cabeza y admitan que viven en un territorio gobernado por el islam. Los miembros de las bandas musulmanas ya no respetan a la policía. Si estalla un incidente entre un policía y un miembro de una banda, se producen disturbios y la policía recibe órdenes de que, si la situación corre el riesgo de agravarse, no detengan a nadie.


Ni que decir tiene que el primer puesto en la quema de iglesias lo ocupa Francia, lo cual ya dice bastante. Por término medio, cada día se profanan o incendian dos iglesias. Se rompen crucifijos por doquier y se decapitan estatuas de Cristo y de María (pulse aquí para ver ejemplos típicos).


Otras estadísticas reveladoras sobre el islam en Francia se dieron a conocer a principios de este año en una detallada encuesta publicada por Le Journal du Dimanche. El 42% de los musulmanes franceses, y el 57% de los que tienen entre 18 y 25 años, prefieren la saría (la draconiana ley islámica) a la ley francesa. Esto equivale a decir que el 57% de los musulmanes franceses son más leales al islam –que es intrínsecamente divisivo y exige la subyugación de los no musulmanes– que a la nación. Del mismo modo, el 25% de los musulmanes de Francia rechaza incluso la palabra «Francia». Además, el 49% de los musulmanes quiere que los católicos se conviertan al islam, y el 36% quiere que todas las iglesias se transformen en mezquitas (como ya ha ocurrido con muchas de ellas).



Traición a los propios antepasados y al propio patrimonio


La ironía de todo esto es que, desde un punto de vista histórico, ninguna nación europea se opuso más firmemente al islam que Francia. Desde la batalla de Tours en el año 732, cuando los francos, capitaneados por Carlos Martel («el Martillo») salvaron a Europa de la islamización, hasta el periodo de la Ilustración, Francia encabezó todos los esfuerzos para mantener la línea contra la islamización. Esto incluyó a Carlomagno, que creó una zona tampón contra los ataques de España (que estaba totalmente conquistada por el islam en aquel momento) y durante todas las Cruzadas. Durante siglos, cuando los cristianos de Europa luchaban contra los musulmanes por el control de Tierra Santa, Francia se puso a la cabeza. (De hecho, el término coloquial árabe para llamar a un occidental hasta nuestros días es «franco» (ifrangi).


Pero entonces llegó la «Ilustración», seguida del laicismo y, por último, el ateísmo, y entonces todo aquello en lo que Francia creía y por lo que había luchado se echó por la borda, para dar paso al «multiculturalismo» y demás. Para «expiar» sus supuestos «pecados» históricos contra el islam, Francia ha pasado de ser la primera nación occidental en mantener a raya al islam (en Tours, hace casi trece siglos) a ser la primera en acoger a un enorme número de inmigrantes musulmanes.


Y el resto, incluida la propia Francia, es historia.


Ojalá sirva de lección para el resto de nosotros en Occidente, en el momento en que se aproximen nuestras propias elecciones.



FUENTE