Los
cristianos occidentales experimentaron el estilo de guerra musulmán
RAYMOND IBRAHIM
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A primeros de julio de 1097, los caballeros
fuertemente armados de Europa y la caballería ligera yihadista del
islam tuvieron su primera gran batalla campal, en Dorilea, en Asia
Menor.
Habían pasado dos años desde que se convocó la Primera Cruzada, y los
cristianos de Europa, capitaneados por los francos y los normandos,
habían avanzado hasta lo más profundo de Asia Menor. Ya habían logrado
su primera victoria, al liberar a Nicea (donde se formulara en 325 el
credo de Nicea, que profesan todavía hoy la mayoría de los cristianos).
Los musulmanes, mucho más numerosos, encabezados por los turcos, se
indignaron por haber perdido la antigua ciudad. Así, una vez que los
cruzados emprendieron el largo camino hacia Jerusalén, sus enemigos
buscaban tenderles una emboscada.
Tuvieron su oportunidad en Dorilea, donde el ejército cruzado dividió
sus fuerzas para buscar mejor alimento durante su marcha. El 1 de julio
de 1097, uno de los contingentes más pequeños vio a unos treinta mil
musulmanes montados que volaban hacia ellos mientras "gritaban Dios
sabe qué barbaridades a grandes voces", escribe un contemporáneo. Junto
con estos gritos histéricos de "Alahú Akbar", que "parecían elevarse
hasta los cielos", estaba el "chasquido de las armaduras, el relincho
de los caballos, el toque de las trompetas" y "el impresionante redoble
de los tambores": todo lo cual "llenó de terror los corazones de los
ejércitos [cristianos], que no estaban acostumbradas a semejante
escena".
Con la intención de aniquilar a los insolentes "infieles", los turcos
lanzaron un torrente de flechas, matando a cientos. Al acercarse,
apuntaron a los débiles e incluso "asesinaron a las madres con sus
hijos". Bohemundo, el señor de la guerra normando que encabezaba este
contingente sitiado, envió en seguida a un jinete rápido para informar
a los otros jefes de que "lo que deseaban está aquí ya: venid rápido".
El duque Godofredo de Bouillón y sus hombres fueron los primeros en
acudir al rescate; "se preguntaban de qué lugar del mundo habría salido
tal número infinito de gente. Turcos, árabes y sarracenos destacaban
entre los demás".
El duque y otros jefes exhortaron a sus hombres a temer solo a Dios, no
a "este montón de farfolla", por lo que "los cristianos con inusitada
energía lanzaron un ataque furioso al enemigo con sus espadas".
Entonces, mientras "presionaban y perseguían la línea de batalla
turca", y a pesar de la "carnicería" infligida a los musulmanes, "como
las cabezas regeneradoras de la hidra, donde caían unos pocos, otros
incontables ocupaban su lugar". Después de mucho derramamiento de
sangre en ambos bandos, las cargas de la caballería pesada cristiana
consiguieron "romper las líneas de batalla de los infieles y los
pusieron en fuga con terribles matanzas".
Fue una costosa victoria de los cruzados. Como sangrienta consecuencia,
fueron masacrados cuatro mil cristianos. En cuanto a los musulmanes,
unos tres mil fueron abatidos, "incluidos árabes, turcos [y] persas",
antes de que se retiraran.
Dorilea no solo fue la primera batalla en campo abierto entre los
cruzados y los turcos; también fue donde los europeos experimentaron
verdaderamente por primera vez el estilo de guerra turco. A diferencia
de sus contrapartes cristianas pesadamente armadas, el ejército turco
estaba formado sobre todo por caballería ligera. Galopaban de un lado a
otro, evitando siempre lo que los cruzados buscaban y en lo que eran
expertos (las cargas de caballería y el combate cuerpo a cuerpo) y
disparaban flechas una descarga tras otra (las fuentes musulmanas y las
cristianas suelen decir que tapaban el sol) capaces de matar o
incapacitar a sus enemigos (las fuentes hablan de que los cruzados
parecen "erizos" o que se encontraban muertos con cuarenta flechas
clavadas). Finalmente, cuando fuera el momento oportuno, los jinetes
turcos irían a matar, es decir, cuando el ejército enemigo estuviera
desunido.
El cronista Guillermo de Tiro (1130-1185) ofrece un breve resumen del
estilo de guerra turco que dominó la mayoría de los enfrentamientos
entre turcos y europeos, incluso antes y después de la Primera Cruzada
(por ejemplo, en Manzikert, 1071; Hattin, 1187). Los turcos, escribe,
"lanzaban una lluvia de flechas que llenaban el aire como granizo...
Apenas había cesado el primer chaparrón, cuando le seguía otro no menos
denso. De esto nadie que hubiera escapado del ataque anterior salía
ileso". Luego, cada vez que los cruzados cargaban, los turcos "abrían
deliberadamente sus filas para evitar el choque, y los cristianos, al
no encontrar a nadie que se les opusiera, tenían que retroceder
decepcionados. Entonces... los turcos volvían a cerrar sus filas y
lanzaban otra vez andanadas de flechas como una lluvia".
Después de Dorilea, los cruzados marcharon sin gran oposición durante
tres meses. En lugar de enfrentarse de nuevo, los turcos recurrieron a
tácticas más innobles. "Hemos derrotado a los ejércitos cristianos y
los hemos privado de todo deseo de combate", dijeron a las otras
fortalezas dominadas por musulmanes en la ruta de los cruzados: "Así
pues, dejadnos entrar en vuestras ciudades y recibid con gratitud a
quienes se esfuerzan tanto por protegeros". Una vez dentro,
"desvalijaban las iglesias", saqueaban todo lo valioso, y "secuestraban
a los hijos de los cristianos como esclavos, y arrojaron a las llamas
otras cosas menos útiles, temiendo constantemente que nuestros
[hombres] llegaran tras ellos".
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