Por qué el islam fue, es y siempre será el ‘enemigo más formidable y persistente’ de Occidente

RAYMOND IBRAHIM




Hilaire Belloc

Hace casi un siglo, Hilaire Belloc, escritor franco-inglés, hizo una observación notablemente clarividente sobre el islam, que en su momento fue tachada de hiperbólica:


"Millones de personas modernas de la civilización blanca, es decir, la civilización de Europa y América, lo han olvidado todo sobre el Islam. Nunca han entrado en contacto con él. Dan por sentado que está en decadencia, y que, de todos modos, es solo una religión extranjera que no los concierne. En realidad, es el enemigo más formidable y persistente de cuantos ha tenido nuestra civilización, y en cualquier momento puede llegar a ser una amenaza tan grande en el futuro como lo ha sido en el pasado" (Las grandes herejías, 1938: 24-25).


Pocos hicieron caso al "alarmismo" de Belloc y, como resultado, el islam es ahora el azote de Europa, especialmente en las dos naciones de las que procedía la familia de Belloc: Francia (por parte paterna) e Inglaterra (por parte materna).


Cualquiera que dude de que tenía razón haría bien en familiarizarse con el largo historial de violencia del islam contra Occidente. A continuación, un resumen sucinto (tratamiento completo aquí).



Una sombra que crece en Oriente


Según la mitología islámica, en el año 628 d. C., el fundador árabe del islam, Mahoma, pidió al emperador romano de Oriente, Heraclio, cabeza simbólica de la cristiandad, que renegara del cristianismo y abrazara el islam. Como el emperador se negó, se declaró la yihad y –esto ya es histórico– los árabes invadieron la Siria cristiana, derrotando al ejército imperial en la crucial batalla de Yarmuk, el año 636.


Esto permitió a los musulmanes avanzar en todas direcciones, de modo que, menos de un siglo después, habían conquistado la parte más grande, antigua y rica de la cristiandad, incluyendo Siria, Egipto y el norte de África. Jerusalén fue sitiada en 637.


El avance musulmán hacia Europa desde oriente se vio frustrado en repetidas ocasiones por las murallas de Constantinopla. Tras el espectacular fracaso del asedio de 717-718, pasarían muchos siglos antes de que ninguna potencia musulmana pensara en capturar la ciudad imperial. Los árabes lograron invadir Europa y conquistaron España, pero fueron detenidos en la batalla de Tours en 732 y finalmente expulsados al sur de los Pirineos.


Durante más de dos siglos, las fuerzas islámicas siguieron asolando Europa por tierra y mar. Incontables miles de cristianos fueron esclavizados y todas las islas mediterráneas saqueadas en la continua búsqueda musulmana de botín y esclavos, mientras la denominada "Edad Oscura" se abatía sobre el continente.


Las vicisitudes de la guerra fueron yendo y viniendo, y el Imperio Romano de Oriente volvió a enfrentarse al islam en el siglo X, aunque la frontera permaneció prácticamente inalterada. Esto cambió cuando los turcos, bajo el liderazgo de la tribu selyúcida, se convirtieron en los nuevos abanderados de la yihad. En el siglo XI casi aniquilaron Anatolia oriental, sobre todo Armenia y Georgia, y tras la batalla de Manzikert, en 1071, invadieron Asia Menor.


Para entonces, sin embargo, el poderío militar de Europa Occidental había madurado tanto que, cuando el Papa hizo un llamamiento a los caballeros de la Cristiandad para que acudieran en ayuda del Oriente cristiano, nació la Primera Cruzada. Los cristianos occidentales, capitaneados por los francos, marcharon a la guarida de la bestia, derrotaron a sus adversarios en varios encuentros y consiguieron establecer una presencia firme en el Levante, incluyendo Jerusalén, que reconquistaron en 1099, solo para perderla menos de 100 años después, tras la fatídica batalla de Hattin en 1187. En 1297, la presencia de los cruzados había desaparecido de Oriente Próximo.


Pero la Cruzada tuvo éxito en Occidente. Pocos años después de la invasión y conquista musulmana de España, en torno al año 711, los cristianos fugitivos refugiados en las montañas del norte de Asturias iniciaron la Reconquista. En 1085, había demostrado ser lo bastante eficaz como para provocar dos nuevas invasiones musulmanas desde África para contrarrestarla. Una vez más, el flujo y reflujo de la guerra dominó el paisaje, pero, en 1212, en Las Navas de Tolosa, los cristianos nativos de España dieron al islam su golpe de gracia, de modo que en 1252 estaba confinado en Granada, en el extremo sureste de la Península Ibérica.



Detener el azote


Por aquel entonces, una violenta pero relativamente efímera tormenta mongola arrasó gran parte de oriente. Tanto cristianos (sobre todo rusos) como musulmanes fueron apaleados. De las cenizas selyúcidas surgió una nueva dinastía turca: los otomanos, cuya identidad giraba en torno al concepto de yihad más que cualquiera de sus predecesores, reanudaron la perenne guerra del islam contra la cristiandad. Consiguieron entrar en Europa Oriental, derrotaron a un ejército combinado de cruzados en Nicópolis, en 1396, tomaron gran parte de los Balcanes y, en 1453, coronaron su hazaña cumpliendo el deseo de Mahoma de conquistar Constantinopla, esclavizando y violando a miles de sus habitantes de formas que el Estado Islámico trata hoy de imitar.


Pero el luto pronto se vio atenuado por la alegría: Al oeste, España conquistó finalmente Granada, en 1492, acabando así con el islam como potencia política. Al este, el capítulo más olvidado del conflicto entre musulmanes y cristianos también llegaba a su fin. Los rusos, que habían vivido bajo un dominio claramente islámico durante casi dos siglos, se deshicieron finalmente del "yugo tártaro" en 1480.


Aun así, los otomanos siguieron siendo el azote de la cristiandad. Hicieron incursiones en Europa, llegaron a Viena en 1529, pero no lograron tomarla, y patrocinaron la yihad marítima sostenida desde el norte de África. Mientras los musulmanes fracasaban en la conquista de nuevas tierras europeas, los piratas berberiscos y los esclavistas de Crimea capturaban y vendían a unos cinco millones de europeos.


En 1683, más de 200.000 yihadistas otomanos intentaron tomar Viena de nuevo. Aunque su fracaso marcó el lento declive del Imperio Otomano, los esclavistas musulmanes de los llamados Estados Berberiscos del norte de África siguieron causando estragos por todas las costas de Europa, llegando incluso hasta Islandia.



¡Hacia el Oeste!


La primera guerra de los Estados Unidos de América, que libraron incluso antes de poder elegir a su primer presidente, fue contra estos esclavistas islámicos. Cuando Thomas Jefferson y John Adams preguntaron al embajador de Berbería por qué sus compatriotas esclavizaban a los marineros estadounidenses...


"el embajador nos respondió que se basaba en las leyes de su profeta, que estaba escrito en su Corán que... era su derecho y su deber hacer la guerra [a los no musulmanes] dondequiera que se encontraran y convertir en esclavos a todos los que pudieran tomar como prisioneros."


El triunfo final de Europa sobre los Estados berberiscos a principios del siglo XIX marcó el comienzo de la era colonial. En 1900, la mayor parte del mundo musulmán estaba bajo control europeo. En 1924, el califato otomano, de más de 600 años de antigüedad, fue abolido, no por europeos, sino por turcos musulmanes, ya que estos últimos trataban de emular el éxito de los primeros. El islam fue considerado una fuerza agotada y prácticamente olvidada, hasta que en tiempos recientes resurgió de nuevo.


Tal ha sido la verdadera y más "general" historia entre el mundo islámico y el occidental.




Este mapa (© Sword and Scimitar) da una idea del alcance y la multiplicidad de esta perenne yihad. El sombreado verde más oscuro representa las naciones occidentales/cristianas que fueron conquistadas permanentemente por el islam. El sombreado verde más claro representa las naciones occidentales/ cristianas que fueron conquistadas temporalmente por el islam (a veces durante muchos siglos, como en España, Rusia y los Balcanes). Las rayas verdes representan las zonas que fueron asaltadas, a menudo repetidamente, aunque no necesariamente anexionadas por el islam. Las espadas cruzadas marcan los lugares de las ocho batallas más emblemáticas entre el islam y Occidente.


Desde una perspectiva macrocósmica, las consecuencias de la yihad histórica son aún más profundas de lo que parece a primera vista. Tras escribir: "Durante casi mil años, desde el primer desembarco moro en España [711] hasta el segundo asedio turco a Viena [1683], Europa estuvo bajo la amenaza constante del islam", Bernard Lewis subraya:


"Todas las provincias del reino islámico, salvo las más orientales, habían sido arrebatadas a gobernantes cristianos... El norte de África, Egipto, Siria, incluso el Irak bajo dominio persa, habían sido países cristianos, en los que el cristianismo era más antiguo y estaba más profundamente arraigado que en la mayor parte de Europa. Su pérdida fue muy sentida y aumentó el temor de que Europa corriera la misma suerte."


La "pérdida" del norte de África y Oriente Próximo "fue muy sentida" por los europeos premodernos porque pensaban más en términos religiosos y de civilización que nacionalistas. Y antes de que el islam irrumpiera en escena, la mayor parte de Europa, el norte de África y Oriente Próximo formaban parte de la misma civilización cristiana. Por tanto, el islam no se limitó a invadir Europa y acabar siendo rechazado, sino que "los ejércitos musulmanes conquistaron tres cuartas partes del mundo cristiano", en palabras del historiador Thomas Madden.


Así pues, lo que ahora se llama casualmente "Occidente" es en realidad el remanente más occidental de lo que fue un bloque civilizacional mucho más extenso, que el islam amputó definitivamente, alterando así el curso de la historia "occidental". Y, una vez que los musulmanes invadieron África y Oriente Medio, la mayor parte de sus súbditos cristianos, para eludir la opresión fiscal y social y unirse al equipo ganador, se convirtieron al islam, perpetuando así el ciclo, ya que se convirtieron en los nuevos abanderados de la yihad contra sus antiguos correligionarios al norte y al oeste del Mediterráneo.


Ésas son las ironías de la historia que rara vez se observan.



El pasado informa el futuro


Volviendo a Hilaire Belloc, también se puede ver cómo una comprensión precisa de la verdadera historia, en oposición al adoctrinamiento en las pseudohistorias dominantes, conduce a un pronóstico preciso del futuro. Belloc no sólo tenía razón sobre el pasado, sino también sobre el futuro:


"[El islam]en realidad, es el enemigo más formidable y persistente de cuantos ha tenido nuestra civilización, y en cualquier momento puede convertirse en una amenaza tan grande en el futuro como lo ha sido en el pasado. (...) Toda la fuerza espiritual del islam está presente todavía en las masas de Siria y Anatolia, de las montañas de Asia oriental, de Arabia, Egipto y el norte de África. El fruto final de esta tenacidad, el segundo período de poder islámico, puede retrasarse, pero dudo que pueda posponerse permanentemente."


No nos equivoquemos; estamos bien adentrados en este "segundo periodo de poder islámico". Y, contrariamente a lo que Belloc pensaba o esperaba, un Occidente suicida no sólo no ha hecho absolutamente nada por "retrasar", y mucho menos por "posponer permanentemente", este resurgimiento, sino que ha hecho todo lo posible por contribuir a potenciar el credo de Mahoma, que incide en su propio detrimento y desaparición.



FUENTE