Cómo el islam
mutila a Cristo
RAYMOND IBRAHIM
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El islam no solo reclama a Abrahán, Moisés y
Jesús; al parecer, también reclama figuras posteriores a la Biblia,
como san Jorge. Así lo afirma un artículo reciente en My London,
cuyo verdadero objetivo es aparentemente afirmar los "puntos en común"
entre cristianos y musulmanes. Así, nos enteramos de que "en el día de
san Jorge, que en el cristianismo oriental se celebra el 6 de mayo, los
musulmanes de la zona [de Nazaret] se unen a los cristianos en su
veneración al santo".
El judaísmo también se abre paso en este artículo sobre el sincretismo
religioso: "Según algunas tradiciones sufíes, el profeta [hebreo]
Elías, Al-Khidr [un personaje del Corán] y san Jorge son la misma
persona. Creen que Elías reaparece en diferentes momentos de la
historia de la humanidad con diferentes nombres para ayudar a los
creyentes afligidos en tiempos de crisis".
El artículo completo es un testimonio de la convicción ampliamente
arraigada de que, debido a que el judaísmo, el cristianismo y el
islamismo comparten muchos de los mismos personajes, crear un
acercamiento entre las tres religiones no solo es fácil, sino que es lo
más natural que se puede hacer.
Queda fuera de esa fantasía el hecho importantísimo de que el islam no
trata a los personajes bíblicos como lo hace el cristianismo. Los
cristianos aceptan la Biblia hebrea, o "Antiguo Testamento", tal como
es. No agregan, quitan ni distorsionan los relatos de los patriarcas
tal como los aceptan los judíos.
Por el contrario, aunque también se basa en figuras del Antiguo y el
Nuevo Testamento –por el peso de la antigüedad y la autoridad que se
atribuye a sus nombres–, el islam los reformula por completo de tal
manera que se reafirma a sí mismo y descalifica al judaísmo y al
cristianismo. Esto más bien quema los puentes en vez de construirlos.
Consideremos, por ejemplo, el tratamiento que da el islam a Jesús (Isa
en el Corán). El islam no solo niega con vehemencia la filiación divina
de Cristo, sino que un libro reciente sobre las fuentes islámicas
destaca inadvertidamente el hecho de que Isa es la antítesis de
Jesús –su sustituto–.
El libro Fuentes islámicas del período de las cruzadas,
de los profesores James E. Lindsay y Suleiman Mourad, contiene
importantes documentos históricos de aquella época, incluidas las
primeras traducciones. Sin embargo, según un influyente erudito
islámico, autor del popular Cuarenta hadices que incitan a la yihad,
Ibn Asakir (1105-1175), cuyos escritos sobre Jesús, basados en los
hadices más reconocidos, guardan relación con nuestro tema. De
principio a fin, Ibn Asakir, como todos los demás eruditos musulmanes
antes y después de él, usa a Jesús para reafirmar el islam y
descalificar la fe realmente fundada por Cristo.
De acuerdo con esos relatos musulmanes, se afirma que Jesús
regresará (los cristianos "constructores de puentes" hacia el
islam se ponen muy contentos con esto), pero lo cierto es que vendrá
para "destruir las cruces, exterminar los cerdos, imponer la yizia
a los no musulmanes, llevar la guerra contra los las gentes del libro
(los judíos, los cristianos, los zoroástricos) y otras exacciones" (p.
158). En resumen, el Jesús del islam se comporta como un yihadista al
estilo del Estado Islámico.
He aquí unas citas de la "biografía" de Jesús/Isa según Ibn Asakir,
tomadas de la antología Fuentes islámicas del período de las
cruzadas.
Alude a Mahoma afirmando que quien esté dispuesto a convertirlo a
él, Mahoma, en igual a Cristo, además de contradecir el credo cristiano
más antiguo (1 Corintios 15,3-7), irá al cielo:
"Cualquiera que testifique que no hay más Dios que Dios, solo sin
ningún socio, y que Mahoma es su siervo y mensajero, y que Jesús es su
siervo y mensajero, el hijo de María, su palabra que él dio a María, y
un espíritu procedente de él, Alá lo admitirá en el paraíso por decir
eso" (p. 159).
Cuando una mujer le dice a Jesús: "Bendito el vientre que te engendró y
el pecho que te amamantó", un Jesús sorprendido responde: "No, más bien
es bendito quien lee el Corán y sigue lo que hay en él" (p. 159).
En varios de esos hadices, Mahoma aparece intentando hacerse igual a
Jesús. Así, cuando su novia niña, Aisha, pregunta al profeta: "Si yo te
sobrevivo, ¿permitirías que me entierren a tu lado?" "No", responde
Mahoma: "en ese sitio solo hay lugar para mi tumba, para la tumba de
Abu Bakr [compañero y sucesor de Mahoma, primer califa], para la tumba
de Omar [compañero de Mahoma y segundo califa], y para la tumba de
Jesús el hijo de María" (p. 160).
En otro relato, Mahoma dice: "Los profetas bíblicos son hermanos del
mismo linaje. Yo y Jesús también somos hermanos, porque él me profetizó
y no hay profetas entre él y yo" (p. 161).
En otro relato más, Ibn Asakir presenta a Jesús "orando detrás" de otro
califa (Muawiya I): entonces, "cuando Jesús termine su oración, tomará
su lanza, irá hacia el Anticristo y lo matará". Luego Jesús morirá y
los musulmanes lo lavarán y lo enterrarán" (p. 161).
Tal es la transformación –o mutilación– que Jesús ha sufrido en la
tradición musulmana. ¿Y se supone que los cristianos deben ver esto
como un posible "puente" hacia el islam, una fuente de "puntos en
común"?
Lo mismo ocurre, dicho sea de paso, con otros personajes bíblicos.
Consideremos a Abrahán (Ibrahim), de quien luego ha tomado su nombre
todo este movimiento "abrahánico". Aunque los judíos y los cristianos
se centran en diferentes aspectos de Abrahán –los primeros lo ven como
su patriarca según la carne, los segundos como su patriarca según la fe
o según el espíritu (p. ej., Gálatas 3,6)–, ambos se basan en el mismo
relato literal de la vida de Abrahán que se halla en el libro del
Génesis.
El relato musulmán, sin embargo, representa y ejemplifica el odio que
los musulmanes están obligados a tener hacia los no musulmanes: "Tenéis
un buen ejemplo en Abrahán y en quienes lo seguían", dice Dios a los
musulmanes según el Corán 60,4; "pues ellos dijeron a sus gentes:
'Renegamos de vosotros y de lo que adoráis aparte de Dios. No confiamos
en vosotros: la enemistad y el odio reinarán entre nosotros y vosotros
para siempre, hasta que creáis solo en Dios".
De hecho, este es el versículo fundamental que citan todos los
musulmanes "radicales", especialmente los del Estado Islámico,
como prueba de que los musulmanes deben odiar a todos los no
musulmanes. En otras palabras, lejos de servir de puente entre el
islamismo, el judaísmo y el cristianismo, el Abrahán musulmán enseña a
los musulmanes a odiar a los judíos y los cristianos.
Se puede seguir y seguir: de acuerdo con las tradiciones islámicas,
María, la madre de Cristo, es descrita como "esposa" de Mahoma en el cielo, otra
caracterización que difícilmente parecería construir "puentes",
especialmente para los católicos.
Resulta una cosa verdaderamente curiosa: cuando
alguna gente –es decir, los blancos– "se apropian", digamos, de la
manera de vestir o el traje de otra gente, ¡fatal !, eso es ¡fatal!
Pero cuando el islam se apropia de las figuras centrales de otras
religiones como el judaísmo y el cristianismo, y las pervierten por
completo, se supone que judíos y cristianos deben sentirse bien al
respecto, que hay que verlo como una oportunidad para la
"reconciliación" con el islam. Es muy raro cómo funciona eso.
Para ser claros, la apropiación musulmana de las figuras bíblicas y su
subsiguiente mutilación es una fuente de problemas, no de soluciones.
Solamente una mentalidad laicista, incapaz de elevarse más allá del
hecho superficial de que tres religiones evocan las mismas figuras,
puede imaginar que todas deberían "llevarse bien", cosa que no logran,
ni lograrán nunca. El artículo de san Jorge en el diario digital My
London, que pasa demasiado tiempo haciendo chistes sobre borrachos
en una taberna, es un ejemplo perfecto.
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