La islamofobia ante la historia

RAYMOND IBRAHIM





El 12 de diciembre [2024], la Casa Blanca anunció la publicación de la primera «Estrategia nacional de Estados Unidos para contrarrestar la islamofobia y el odio contra los árabes».


Este documento afirma que la «islamofobia» en Estados Unidos es un subproducto del «odio» y el «racismo» contra los musulmanes. Así, la primera de las cuatro estrategias del documento para contrarrestar la islamofobia consiste en:


«Aumentar la concienciación sobre el odio contra musulmanes y árabes y ampliar el reconocimiento del patrimonio de estas comunidades. Los musulmanes y los árabes estadounidenses han contribuido a la construcción de nuestro país desde su fundación, pero también han sufrido habitualmente odio, discriminación y prejuicios debido a los estereotipos infundados, el alarmismo y los prejuicios.»


Ignoremos por ahora la afirmación, manifiestamente falsa, de que los musulmanes «han contribuido a la construcción de nuestro país desde su fundación» (en realidad, los musulmanes fueron los primeros en aterrorizar a nuestro país desde su fundación), y centrémonos en la afirmación de que «también han sufrido habitualmente odio, discriminación y prejuicios debido a los estereotipos, el alarmismo y los prejuicios carentes de fundamento».


Centrémonos especialmente en las frases en cursiva. Los musulmanes, según esta formulación, «han sufrido habitualmente» odio –es decir, siempre y desde hace mucho tiempo–, pero este odio no tiene otra base que «los estereotipos, el alarmismo y los prejuicios carentes de fundamento».


Solo hay dos maneras de entender esto: o bien los estadounidenses son extremadamente tontos o malvados, que se creen cualquier estereotipo sin sentido que se les lance y actúan conforme a él para expresar su odio; o bien lo que los musulmanes «sufren habitualmente» no se basa en «estereotipos carentes de fundamento», sino en otra cosa, tal vez la realidad.


La administración Biden-Harris, por no hablar de los llamados medios de comunicación «dominantes», defienden, aunque sea implícitamente, la primera interpretación. Sugieren que acontecimientos como los atentados del 11 de septiembre y del 7 de octubre contra Estados Unidos e Israel, respectivamente, incitaron a los estadounidenses a «estereotipar sin fundamento» a los musulmanes como terroristas violentos.


Por otro lado, la historia aboga por la segunda interpretación: que los musulmanes «sufren habitualmente» aversión por parte de los no musulmanes, no a causa de «estereotipos infundados», sino porque los no musulmanes saben, a menudo por experiencia propia, en qué consiste el islam.



Profeta poseído por el demonio


El hecho es que, desde el principio, las gentes de Occidente, incluidas muchas de sus mentes más lúcidas, retrataron al islam como una fuerza hostil y violenta, a menudo en términos que harían sonrojar al «islamófobo» de hoy. Y hay una razón para ello.


En el año 628 d.C., Mahoma emplazó al emperador romano cristiano Heraclio a someterse al islam. Cuando el emperador se negó, se desató una virulenta yihad contra el mundo occidental. Menos de 100 años después, el islam había conquistado violentamente más de dos tercios de la cristiandad y se adentraba en Francia.


Aunque en los libros de texto de hoy día estas conquistas de gran alcance se resumen a menudo en una frase aséptica, si acaso, los cronistas de la época dejaron claro que se trataba de acontecimientos cataclísmicos que tenían un impacto traumático en Europa.


Pero no fue solo lo que sufrieron personalmente a manos de los musulmanes lo que desarrolló esta antigua «fobia» hacia el islam. Ya en el siglo VII, las escrituras del islam llegaron a manos de cristianos cercanos, como Juan Damasceno (n. 675), uno de los primeros «islamófobos» de la historia. Basándose únicamente en esas fuentes primarias del islam, los cristianos llegaron a la conclusión de que Mahoma era un falso profeta (posiblemente poseído por el demonio) que había urdido de forma muy evidente un credo para justificar las peores depravaciones del hombre: el dominio, el saqueo, la crueldad y la carnalidad.


Esta opinión prevaleció durante más de un milenio en toda Europa; y se vio aumentada por el hecho de que los musulmanes seguían –mucho más de un milenio después de Mahoma– invadiendo territorios cristianos, saqueándolos y secuestrando a sus mujeres y niños. Como he mencionado, el primer conflicto de Estados Unidos con el islam –de hecho, su primera guerra como nación– no se produjo después del 11 de septiembre de 2001, sino en 1801, como respuesta a los ataques yihadistas contra barcos estadounidenses en busca de botín y esclavos.



Un tema recurrente


A continuación se ofrece una minúscula muestra de lo que los europeos han pensado del islam a lo largo de los siglos:



Teófanes, importante cronista romano de Oriente (m. 818)


«Él [Mahoma] enseñó a quienes le prestaron oídos que el que mataba al enemigo –o era matado por el enemigo– entraba en el paraíso [véase Corán 9,111]. Y dijo que el paraíso era carnal y sensual: orgías de comida, bebida y mujeres. Además, había un río de vino... y las mujeres eran de otro tipo [huríes], y la duración del sexo se prolongaba enormemente y su placer era duradero [por ejemplo, Corán 56,7-40; 78,31; 55,70-77]. Y todo tipo de insensateces.»



Tomás de Aquino, uno de los filósofos y escolásticos más influyentes de la cristiandad (m. 1274)


«Él [Mahoma] sedujo al pueblo con promesas de placeres carnales a los que nos empuja la concupiscencia de la carne ... y dio rienda suelta al placer carnal. En todo esto, como era de esperar, fue obedecido por hombres carnales. En cuanto a las pruebas de la verdad de su doctrina... Mahoma dijo que había sido enviado con el poder de sus armas –que son signos que no faltan ni siquiera a los ladrones y los tiranos [es decir, su «prueba» de que Dios estaba con él es que era capaz de conquistar y saquear a otros]... Mahoma obligó a otros a convertirse en seguidores suyos mediante la violencia de sus armas.»



Marco Polo, mercader y viajero por el mundo (m. 1324)


«De acuerdo con su doctrina [la de los musulmanes], todo lo que se roba o saquea a otros de una fe diferente, se toma correctamente, y el robo no es un crimen; mientras que aquellos que sufren la muerte o lesiones a manos de cristianos, son considerados mártires. De ahí que, si los poderes [mongoles] que ahora los gobiernan no lo prohibieran y restringieran, cometerían muchas atrocidades. Estos principios son comunes a todos los sarracenos.»


Cuando el kan mongol descubrió más tarde la depravada criminalidad de Achmath (o Ahmed), uno de sus gobernadores musulmanes, Polo escribe que el kan:


«fijó su atención en las doctrinas de la secta de los sarracenos [es decir, el islam], que excusan cualquier crimen, incluso el asesinato, cuando se comete contra quienes no son de su religión. Y al ver que esta doctrina había llevado al maldito Achmath y a sus hijos a actuar como lo hicieron sin ningún sentimiento de culpa, el kan sintió la mayor repugnancia y abominación hacia ella. Así que convocó a los sarracenos y les prohibió hacer muchas cosas que su religión ordenaba.»



Alexis de Tocqueville, pensador político y filósofo francés, conocido sobre todo por su obra La democracia en América (m. 1859)


«He estudiado el Corán muy a fondo. Y he concluido este estudio con la convicción de que en términos generales ha habido pocas religiones en el mundo tan mortíferas para los hombres como la de Mahoma. En lo que a mí respecta, es la principal causa de la decadencia tan visible hoy en el mundo musulmán y, aunque menos absurdo que el politeísmo de antaño, sus tendencias sociales y políticas son, en mi opinión, más de temer, por lo que lo considero una forma de decadencia más que de progreso en relación con el propio paganismo.»



Theodore Roosevelt, 26º presidente de Estados Unidos y consumado estudioso de la historia (m. 1919)


«El cristianismo se salvó en Europa únicamente porque los pueblos de Europa lucharon. Si los pueblos de Europa en los siglos VII y VIII, y en adelante hasta el siglo XVII inclusive, no hubieran poseído una igualdad militar con los mahometanos que invadieron Europa, y gradualmente una creciente superioridad sobre ellos, en este momento Europa sería mahometana y la religión cristiana habría sido exterminada. Dondequiera que los mahometanos han dominado por completo, dondequiera que los cristianos han sido incapaces de resistirles con la espada, el cristianismo ha acabado por desaparecer.»



El quid de la cuestión


Llegados a este punto, se podría argumentar que estas y otras acusaciones históricas contra el islam son meros subproductos de la xenofobia cristiana/occidental y de la intolerancia hacia el «otro». Pero si es así, ¿cómo se explica que muchos de los críticos occidentales del islam también alabaran a otras civilizaciones no occidentales, así como a lo que hoy se denomina «musulmanes moderados»?


Además de hablar bien de los mongoles, Marco Polo también elogió a los brahmanes de la India como «muy honorables», caracterizados por su «rechazo a hacer trampas o a apoderarse de los bienes de otras personas». Y a pesar de sus críticas a la «secta de los sarracenos», se refirió a un líder musulmán como gobernante «con justicia», y a otro que «se mostraba [como] muy buen señor, y que se hacía querer por todos».


El estadista británico Winston Churchill (fallecido en 1965) –que comparaba la religiosidad en los musulmanes con la rabia en los perros– resumió bien el asunto de la siguiente manera:


«Los musulmanes individualmente pueden mostrar cualidades espléndidas, pero la influencia de la religión paraliza el desarrollo social de quienes la siguen. No existe fuerza retrógrada más potente en el mundo.»


En resumen, la «islamofobia» ha sido la posición dominante entre los no musulmanes durante casi 1.400 años, desde que Mahoma empezó a atacar, matar y esclavizar a los no musulmanes (los «infieles») en nombre de su dios. Y dado que sus seguidores siguen atacando, matando y esclavizando a los «infieles» esta es la razón de que la «islamofobia» exista hoy en día.


Lo que los musulmanes «sufren habitualmente» –y que el documento de Biden desestima como producto de un comportamiento irracional– nunca se ha debido a «estereotipos infundados, alarmismo y prejuicios», sino a la realidad y a la autopreservación por parte del infiel.



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