Desenvainar las ‘dos espadas’ del cristianismo

RAYMOND IBRAHIM





Dondequiera que uno mire, considere lo que considere, el Eclesiastés 9,11, que describe la naturaleza cíclica de los acontecimientos humanos, que "no hay nada nuevo bajo el sol", vuelve a atormentarnos.


Tal fue mi reflexión al releer recientemente el siguiente fragmento de la importante historia de los tres primeros siglos del cristianismo escrita por Eusebio de Cesarea (263-339 d. C.):


"Como luces deslumbrantes brillaban ahora las Iglesias por todo el mundo, y hasta los límites del género humano la fe en nuestro Salvador y Señor Jesucristo estaba en su apogeo, cuando el demonio, que odia el bien, enemigo jurado de la verdad y enemigo inveterado de la salvación del hombre, volvió todas sus armas contra la Iglesia. Antes la había atacado con persecuciones desde fuera [bajo el emperador Nerón y otros]; pero ahora que ya no podía hacerlo, recurrió a impostores sin escrúpulos como instrumentos de corrupción espiritual y ministros de destrucción, y empleó nuevas tácticas, tramando por todos los medios posibles que los impostores y tramposos, cubriéndose con el mismo nombre que nuestra religión, llevaran al mismo tiempo al abismo de la destrucción a todos los creyentes que pudieran atrapar, y por sus propias acciones y esfuerzos apartaran a los ignorantes de la fe fuera del camino que conduce al mensaje de salvación" (4.7).


Eusebio se refería a la situación del cristianismo durante el reinado del emperador romano Adriano (117-138) y hasta bien entrado el siglo II de nuestra era.


Lo sorprendente de este pasaje es que el doble ataque que describe, la persecución física externa (bajo Nerón) y la subversión espiritual interna (bajo Adriano), se ajusta perfectamente al resto de la historia bimilenaria del cristianismo, y es especialmente aplicable hoy en día.


La lógica de este enfoque "satánico" parece ser la siguiente:


Donde sea posible servirse de no cristianos para perseguir y masacrar físicamente a los cristianos, ese se convierte en el método preferido porque es más directo. Cuando no es posible, lo siguiente mejor es infiltrarse y subvertir el sistema de creencias de los cristianos para que, en esencia, ellos mismos elijan la muerte.


El ejemplo más obvio y paradigmático de persecución física es el que menciona Eusebio: la salvaje persecución de los cristianos por parte de la Roma pagana, que estalló desde la época de los Apóstoles en el siglo I, bajo Nerón, y continuó esporádicamente hasta el ascenso de Constantino el Grande, que proscribió la persecución religiosa en el siglo IV (en concreto con el Edicto de Milán, el año 313 d. C.).


Pero la persecución física de los cristianos continuó durante más de un milenio tras la muerte de Eusebio en el siglo IV. Y su nuevo abanderado (que, si no necesariamente ha superado la calidad de la persecución de Roma, sin duda ha superado con creces su cantidad) fue y sigue siendo el islam.


Jacobo de Vitry, obispo de Acre, escribía hacia 1220 d. C., casi un milenio después de la época de Eusebio, que el cristianismo estaba "asediado por enemigos por todas partes". Y estos enemigos eran, por un lado, físicos y evidentes (los musulmanes) y, por otro, espirituales y subversivos (los falsos cristianos):


"Los sarracenos y los paganos minan la paz de la Cristiandad, tiranos y cristianos malvados atacan la libertad de la Iglesia, y falsos hermanos subvierten el amor."


Para Jacobo y la mayoría de los cristianos de la época, la respuesta era combatir el fuego con el fuego, o la espada con la espada, el espíritu con el espíritu:


"Contra la violencia de los paganos y los sarracenos [la Iglesia] utiliza la espada física [de ahí las Cruzadas]. Contra los tiranos y los falsos hermanos utiliza una espada espiritual...  Puesto que la Iglesia tiene dos espadas, que el Señor dijo "Basta" [Lucas 22,38], una debe ser ejercida en sentido espiritual por los prelados, la otra por los príncipes y los militares cristianos."


Como predijo el Eclesiastés, nada ha cambiado. Si el mismo doble ataque que describió por primera vez Eusebio seguía siendo evidente nueve siglos más tarde, cuando Jacobo de Vitry escribía, hoy, ocho siglos después de Jacobo, es peor que nunca. De hecho, la espada de doble filo de Satanás se tiñe de rojo con sangre cristiana, tanto física como espiritual, más ahora que en cualquier otro momento de la historia.


La principal diferencia es que los cristianos de hoy, especialmente en Occidente, no tienen ni idea de esto, y eso en sí mismo es un reflejo de su evidente debilitamiento espiritual. En general, no son conscientes de la persecución física que están sufriendo 365 millones de sus hermanos en este mismo momento, fuera del mundo occidental, y especialmente bajo el islam, y más aún de la subversión espiritual a la que ellos mismos han sucumbido. Les ha insensibilizado y cegado tanto ante la realidad que son como presas fáciles, bien alimentadas y entretenidas, preparadas para la gran matanza que se avecina.


Por lo tanto, sin duda, ya es la hora de que ambas espadas del cristianismo sean desenvainadas.



FUENTE