Por qué algunos musulmanes las prefieren rubias

RAYMOND IBRAHIM





El fenómeno desvelado ahora de «bandas de seducción» musulmanas que captan a jóvenes blancas para explotarlas sexualmente en el Reino Unido es algo tan antiguo como el propio islam, e incluso se remonta a Mahoma.


Numerosas pruebas literarias así lo atestiguan en el contexto de las primeras depredaciones del islam sobre los europeos orientales y griegos. Según Ahmad M. H. Shboul (autor de Byzantium and the Arabs: The Image of the Byzantines as Mirrored in Arabic Literature) el Imperio Romano de Oriente («Bizancio») era el «ejemplo clásico de la casa de la guerra» o Dar al-Harb, es decir, el territorio por excelencia que hay que conquistar mediante la yihad. Además, se veía «como un símbolo de poder militar y político y como una sociedad de gran abundancia».


Las similitudes entre la visión islámica premoderna de la Roma Oriental y la visión islámica moderna de Occidente –poderoso, próspero, deseable, pero también el mayor de todos los infieles– deberían ser evidentes. Pero no acaban aquí. Para la mentalidad musulmana medieval, Bizancio era además representante de la «gente blanca», cristianos rubios de ojos claros o, como se les conocía en árabe, Banu al-Asfar, «hijos de amarillo» (en referencia al pelo rubio).


Continúa Shboul:


«Los bizantinos como pueblo eran considerados buenos ejemplos de belleza física, y los esclavos y esclavas jóvenes de origen bizantino eran muy apreciados... El aprecio de los árabes por la mujer bizantina tiene una larga historia. En el periodo islámico, el testimonio literario más antiguo que tenemos es un hadiz (dicho del profeta). Se dice que Mahoma se dirigió a un árabe recién convertido [al islam]: ‘¿Te gustan las muchachas de Banu al-Asfar?’. Las esclavas bizantinas no solo eran codiciadas para los palacios califales y otros (donde algunas llegaron a ser madres de futuros califas), sino que también se convirtieron en el paradigma de la belleza física, la economía doméstica y los logros refinados. La típica doncella bizantina que cautiva la imaginación de literatos y poetas tenía el pelo rubio, los ojos azules o verdes, un semblante puro y saludable, unos pechos encantadores, una cintura delicada y un cuerpo como el alcanfor o un torrente de luz deslumbrante.»


Aunque la esencia del fragmento anterior es cierta, el lector no debe dejarse engañar por su tono excesivamente «romántico». Escrito para una publicación académica occidental por un académico de origen musulmán, el ensayo es naturalmente eufemístico hasta el punto de dar a entender que ser una esclava sexual era deseable, como si sus dueños árabes fueran devotos enamorados que se limitaban a mimar y admirar su belleza desde lejos.



De cerca y muy personal


De hecho, Mahoma preguntó a un recién convertido si le gustarían las chicas de Banu al-Asfar, como una forma de atraerlo para unirse a la yihad y cosechar sus recompensas –que, en este caso, incluían la posibilidad de esclavizar y violar a mujeres hermosas–; no era un debate idealista sobre la belleza.


El tiro le salió por la culata a otro musulmán que rechazó la llamada de Mahoma para invadir territorio bizantino (la campaña de Tabuk). «Oh Abu Wahb –engatusó Mahoma–, ¿no te gustaría tener decenas de mujeres y hombres romanos como concubinas y sirvientes?». Wahb respondió: «Oh enviado de Alá, mi gente sabe que soy muy aficionado a las mujeres y, si veo a las mujeres de los romanos, temo que no podré contenerme. Así que no me tientes con ellas y permíteme que no me una y que, en cambio, te ayude con mi riqueza».


El profeta accedió, pero, al parecer, no se mostró extrañado (después de todo, Wahb podría tener todas las mujeres que deseara si la yihad triunfaba) y enseguida pronunció una nueva sura para el Corán (9,49), en la que se condenaba al hombre al infierno por su referida hipocresía y por no unirse a la yihad.


Así pues, una lectura más crítica del extracto de Shboul antes mencionado revela que las esclavas europeas no eran «altamente valoradas» o «apreciadas» como si fueran estatuas preciosas, sino que eran ofrecidas como trofeos sexuales para atraer a los musulmanes a la yihad.



La esclavitud es esclavitud


Además, la idea de que algunas esclavas sexuales se convirtieran en madres de futuros califas carece de sentido, ya que en la cultura patriarcal del islam, las madres –independientemente de si son musulmanas o no– eran irrelevantes en el linaje y no tenían ningún estatus político. Y hablar de «literatas y poetas» y de «un cuerpo que es como el alcanfor o un torrente de luz deslumbrante» es aún más anacrónico y dista mucho de la realidad. Estas mujeres eran –como siguen siendo– esclavas sexuales, tratadas de la misma manera que los otros muchos tipos de esclavos bajo el Estado Islámico.


Por ejemplo, durante una subasta de esclavas sexuales celebrada por el Estado Islámico, las niñas yazidíes de ojos azules y verdes eran muy codiciadas y alcanzaban los precios más altos. Aun así, estas concubinas eran cruelmente torturadas. En una ocasión, un musulmán golpeó salvajemente a la hija de un año de su esclava yazidí hasta que esta se sometió a sus exigencias sexuales.


Existe otro paralelismo relevante entre las opiniones islámicas medievales y las modernas: las mujeres blancas eran y siguen siendo vistas como sexualmente promiscuas por naturaleza, como si estuviera por esencia «provocando» a los hombres musulmanes para que las deseen y las violen.



Historia musulmana revisionista


De eso trata ampliamente Nadia Maria El Cheikh en Byzantium Viewed by the Arabs. Escribe:


«La fitna, [término islámico] que significa desorden y caos, se refiere también a la bella mujer fatal que hace perder el dominio de sí a los hombres. La fitna es un concepto clave para definir los peligros que las mujeres, y más concretamente sus cuerpos, eran capaces de provocar en el universo mental de los musulmanes árabes.»


Después de explicar cómo la mujer bizantina de pelo y ojos claros ejemplificaba la mujer fatal de la fitna en el islam, Cheikh escribe:


«En nuestros textos [musulmanes], las mujeres bizantinas están fuertemente asociadas a la inmoralidad sexual... Nuestras fuentes no muestran a las mujeres bizantinas, sino las imágenes que los escritores [musulmanes] tenían de estas mujeres, que servían como símbolos del eterno femenino, constantemente una amenaza potencial, en particular debido a las flagrantes exageraciones de su promiscuidad sexual...»


Cheikh documenta cómo los musulmanes afirmaban que estas mujeres cristianas blancas eran las «mujeres más desvergonzadas del mundo entero»; que, «como encuentran el sexo más placentero, son propensas al adulterio»; que «el adulterio es habitual en las ciudades y mercados de Bizancio», hasta el punto de que «las monjas de los conventos salían a las fortalezas para ofrecerse a los monjes».


Concluye Cheikh:


«Aunque la única cualidad que nuestras fuentes [musulmanas] nunca niegan es la belleza de las mujeres bizantinas, la imagen que crean al describir a estas mujeres es cualquier cosa menos bella. Sus descripciones son, en ocasiones, excesivas, prácticamente caricaturescas, abrumadoramente negativas... Tales anécdotas [de promiscuidad sexual] están claramente lejos de la realidad bizantina y deben ser reconocidas como lo que son: intentos de denigrar y difamar a una cultura rival a través de su exageración de la laxitud con la que la cultura bizantina trataba a sus mujeres... De hecho, en Bizancio, se esperaba que las mujeres fueran retraídas, tímidas, modestas y dedicadas a sus familias y a las observancias religiosas... El comportamiento de la mayoría de las mujeres en Bizancio distaba mucho de las descripciones que aparecen en las fuentes árabes.»



Cotos de caza privilegiados


De todo lo anterior se desprenden algunos hechos históricos: el Imperio Romano de Oriente fue considerado durante mucho tiempo por los primeros musulmanes como el imperio «infiel» más poderoso, avanzado y rico, el más deseado, al igual que la visión islámica moderna de Occidente en la actualidad. Y las «mujeres blancas» fueron vistas durante mucho tiempo como la «mujer fatal» del islam: desde una perspectiva carnal, las más deseadas, y desde una perspectiva religiosa, las más despreciables de las mujeres.


Hoy en día, encontramos los mismos patrones, incluida la idea de que las «mujeres blancas» son promiscuas por naturaleza y provocan a los musulmanes piadosos para que las violen. Según un informe de hace una década, mientras un musulmán violaba a una mujer británica, le dijo que «las mujeres blancas sois buenas en esto», haciéndose eco así de ese antiguo motivo islámico relativo a la supuesta promiscuidad de las mujeres blancas.


En otras palabras, lo que está ocurriendo en Reino Unido no es nada nuevo, aunque se haya silenciado durante mucho tiempo.


De hecho, en toda Europa, especialmente en las naciones nórdicas, miles de mujeres «de tipo bizantino» han sido violentamente violadas y atrozmente golpeadas por musulmanes. En Noruega, Dinamarca y especialmente Suecia, donde predominan el pelo y los ojos claros, las violaciones han aumentado astronómicamente desde que esas naciones abrazaron la doctrina del multiculturalismo y abrieron sus puertas a decenas de miles de inmigrantes musulmanes.


Según Gatestone Institute, «Cuarenta años después de que el Parlamento sueco decidiera por unanimidad convertir la antes homogénea Suecia en un país multicultural, los delitos violentos han aumentado un 300% y las violaciones un 1.472%». La inmensa mayoría de los violadores son inmigrantes musulmanes. La epidemia es tan grave que algunas rubias escandinavas se están tiñendo el pelo de negro con la esperanza de ahuyentar a posibles depredadores musulmanes.


Una práctica islámica aprobada hoy


Este fenómeno no es fruto de la casualidad, sino que algunos musulmanes modernos abogan por él. Ya en 2011, una política y activista que intentaba combatir la inmoralidad sexual en Kuwait sugirió que los musulmanes importaran esclavas sexuales blancas. Tras explicar que una vez preguntó a clérigos islámicos que vivían en la ciudad de La Meca sobre la legalidad de la esclavitud sexual y que todos le confirmaron que era perfectamente legítima, explicó:


«Un Estado musulmán debe [primero] atacar a un Estado cristiano –perdón, me refiero a cualquier Estado no musulmán– y ellas [las mujeres, las futuras esclavas sexuales] deben ser capturadas en el ataque. ¿Está prohibido? En absoluto; según el islam, las esclavas sexuales no están prohibidas en absoluto.» [Véase aquí, aquí y aquí para más información sobre la ley islámica y la esclavitud sexual.]


En cuanto a qué tipo de mujeres «infieles» son ideales, el activista kuwaití sugería mujeres rusas (la mayoría de las cuales son rubias y de ojos claros. Irónicamente, a menudo se considera a Rusia como la sucesora de Bizancio):


«En la guerra de Chechenia, seguro que hay mujeres rusas cautivas. Pues vayan a comprarlas y véndanlas aquí en Kuwait; mejor eso y no que nuestros hombres mantengan relaciones sexuales prohibidas. No veo ningún problema en esto, ningún problema en absoluto.»


En resumen, la epidemia que se está produciendo en el Reino Unido y en muchas otras naciones europeas, en la que hombres musulmanes atacan sexualmente a mujeres blancas, es tan antigua como el islam, tiene precedentes en el profeta y sus compañeros y, hasta el día de hoy, está recomendada como práctica legítima por algunos en el mundo musulmán.



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