Los medios de comunicación utilizan una historia falsa para demonizar al ‘fanático de las cruzadas’ Pete Hegseth
RAYMOND IBRAHIM
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Otro ejemplo más que manifiesta los efectos nocivos de las falsas historias . Debido a que Pete Hegseth, elegido por Trump para dirigir el Departamento de Defensa en su próxima administración, es un «fanático de las cruzadas»,
los medios de comunicación alegan que, una vez en el cargo, podría,
como sus héroes, marcar el comienzo de una era de violencia religiosa.
Uno de los medios que sugieren esto es The New York Times, que recientemente publicó un artículo titulado «Pete Hegseth y su ‘grito de guerra’ por una nueva cruzada cristiana». Comienza así:
«Antes de que Donald J. Trump lo eligiera para dirigir el Departamento
de Defensa, Pete Hegseth hablaba a menudo de una campaña militar
medieval que él veía como un modelo para hoy: las Cruzadas, en las que
guerreros cristianos de Europa Occidental se embarcaron en misiones
implacables para arrebatar el control de Jerusalén y otras zonas bajo
dominio musulmán.»
El artículo de The New York Times nunca define correctamente las
Cruzadas; deja a los lectores pensando que los cristianos de Europa,
sin razón alguna, invadieron e intentaron conquistar a los musulmanes
de Tierra Santa, supuestamente pacíficos. En otras palabras, invoca la
versión popular de las Cruzadas, bien resumida por el profesor de la
Universidad de Georgetown, John Esposito:
«Transcurrieron cinco siglos de coexistencia pacífica [entre el islam y
Europa] antes de que los acontecimientos políticos y un juego de poder
imperial-papal condujeran a una serie de siglos de las llamadas guerras
santas que enfrentaron a la cristiandad con el islam y dejaron un
legado duradero de incomprensión y desconfianza» (Islam: The Straight Path, 58).
Partiendo de esta base, el artículo de The New York Times define
las Cruzadas como «campañas en las que se cometieron muchas
atrocidades» y «una mancha vergonzosa en la historia de la religión».
The New York Times no es el único que ataca a Hegseth al tratar el tema de las Cruzadas. Según New Lines Magazine, los tatuajes cruzados de Hegseth, que incluyen la frase en latín Deus vult
(«Dios lo quiere») son «una llamada a la violencia religiosa,
expresamente vinculada a un episodio bastante horrible de la historia
[las Cruzadas]. No hay otra forma de entenderlo que no sea esa». Ese
artículo también define las Cruzadas como «uno de los periodos más
sangrientos de la historia cristiana» –y «explícitamente islamófobo»–
sin mencionar ni una sola vez el contexto o los antecedentes.
La realidad de las Cruzadas
La verdad, por supuesto, es muy diferente de la falsa historia que difunden The New York Times
y sus amigos. Las Cruzadas fueron una respuesta militante a más de
cuatro siglos de agresión yihadista que vio cómo tres cuartas partes
del mundo cristiano eran devoradas por el islam. Hubo invasiones
musulmanas concretas (entre 1071 y 1095) que dieron lugar a la Primera
Cruzada, motivada realmente por sentimientos nobles –de hecho,
altruistas–. Durante aquel período y en las décadas anteriores, cientos de miles
de cristianos orientales (armenios, griegos, sirios, etc.) fueron
asesinados o esclavizados, y decenas de miles de iglesias fueron
ritualmente profanadas, incendiadas o convertidas en mezquitas.
Pensemos en lo que el Estado Islámico ha hecho recientemente a los
cristianos y otras minorías en Irak y Siria, en la década de 2010, pero
multiplicado por cien, y durante muchos decenios.
Las atrocidades tampoco se limitaron a Asia Menor o a sus cristianos
autóctonos: «Mientras los turcos gobernaban las tierras de Siria y
Palestina, atacaban a los cristianos [europeos] que iban en
peregrinación a rezar a Jerusalén, los golpeaban, los saqueaban [y] les
cobraban el impuesto de capitación [la yizia]», escribe Miguel
el Sirio, un contemporáneo. Además, «cada vez que veían una caravana de
cristianos, en particular de los procedentes de Roma y las tierras de
Italia, hacían todo lo posible por causarles la muerte de diversas
maneras». Ese mismo fue el destino de una peregrinación alemana a
Jerusalén, según uno de los peregrinos:
«Acompañaba este viaje una noble abadesa de cuerpo agraciado y de
mirada religiosa. Dejando de lado los cuidados de las hermanas a ella
encomendadas y en contra de sabios consejos, emprendió esta gran y
peligrosa peregrinación. Los paganos la capturaron y, a la vista de
todos, aquellos desvergonzados la violaron hasta que expiró, para
deshonra de todos los cristianos. Los enemigos de Cristo cometían tales
abusos y otros semejantes contra los cristianos.»
Causa y efecto
Debido a todos estos horrores fue por lo que el Papa Urbano II hizo su
famoso llamamiento a los caballeros de la Cristiandad durante el
concilio de Clermont, el 27 de noviembre de 1095:
«Ellos [los turcos musulmanes] han destruido completamente algunas de
las iglesias de Dios y han convertido otras a los usos de su propio
culto [como mezquitas]. Arruinan los altares con suciedad y
profanación. Circuncidan a los cristianos y untan los altares con la
sangre de la circuncisión o la arrojan a las pilas bautismales. Se
complacen en matar a otros abriéndoles el vientre, extrayendo el
extremo de sus intestinos y atándolo a una estaca. Luego, a latigazos,
obligan a sus víctimas a dar vueltas alrededor de la estaca hasta que,
cuando sus vísceras se han arrancado, caen muertas al suelo. A otros
los atan, también, a estacas y les disparan flechas. A otros los
agarran, les estiran el cuello e intentan ver si pueden cortarles la
cabeza de un solo tajo de espada desnuda. ¿Y qué diré de las
escandalosas violaciones de mujeres? ... ¿Quién reparará este daño si
vosotros no lo hacéis?... ¡Levantaos y recordad las varoniles hazañas
de vuestros antepasados!»
Cuando Urbano concluyó llamando a los cristianos occidentales a
emprender una peregrinación armada a Jerusalén, tanto para ayudar a sus
hermanos cristianos como para liberar Tierra Santa del poder y los
abusos musulmanes, todos los caballeros reunidos gritaron un sonoro Deus vult, ¡Dios lo quiere!
Esta es la verdadera historia de las Cruzadas. Trataban de enmendar
muchos errores. Si eso fuera más conocido, hombres como Hegseth, y su
tatuaje de Deus Vult, podrían ser más apreciados. Pero, tal
como están las cosas, ahora se presentan las Cruzadas como ejemplos por
excelencia de agresión no provocada, y quienes tienen una opinión
favorable de ellas son considerados fanáticos religiosos, desquiciados
e intolerantes. Tal ha sido el poder de décadas de adoctrinamiento en
una falsa historia.
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