Sobre muros y musulmanes: lección para el papa Francisco

RAYMOND IBRAHIM




"Apelo a no crear muros sino a construir puentes", viene siendo desde hace tiempo el mantra del papa Francisco.


Más recientemente, cuando se le planteó "una pregunta sobre la migración en general y sobre la amenaza del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de cerrar la frontera sur con Méjico", el papa pontificó con tópicos: "Los constructores de muros", afirmó, "ya sean de alambres cortantes o de ladrillos, terminarán convirtiéndose en prisioneros de los muros que construyen… Con miedo no avanzaremos, con muros permaneceremos en cerrados dentro de esos muros".


Menos de una semana antes, el papa Francisco había dado un discurso al alcalde de Roma sobre la necesidad de ser más acogedores con los inmigrantes musulmanes. "Roma", declaró, "ciudad hospitalaria, está llamada a afrontar este desafío de época [los migrantes musulmanes que demandan entrar] en la estela de su noble historia, a utilizar sus energías para acoger e integrar, para transformar las tensiones y los problemas en oportunidades para encontrarse y crecer".


"Roma", exultaba, "ciudad de puentes, ¡nunca de muros!"


La gran ironía de todo esto es que el papa Francisco vive en el único Estado rodeado de murallas, Ciudad del Vaticano, y la mayoría de estos bastiones se erigieron para defenderse de las incesantes invasiones islámicas.


Sobre todo, en 846, una flota musulmana del norte de África compuesta por 73 navíos y 11.000 musulmanes, desembarcó en Ostia cerca de Roma. Los mercaderes musulmanes que visitaban Italia con frecuencia les habían proporcionado información precisa que hizo posible el ataque con éxito. Aunque no fueron capaces de romper las murallas preexistentes de la Ciudad Eterna, saquearon y expoliaron los campos circundantes, incluyendo, para consternación de la cristiandad, las veneradas y centenarias basílicas de san Pedro y san Pablo. Los invasores musulmanes profanaron las tumbas de los venerados apóstoles y arrebataron todos sus tesoros.


El papa León IV (847-855) respondió construyendo muchas más murallas, incluyendo quince bastiones a lo largo de la orilla derecha del río Tíber, cuya embocadura se cerró de inmediato mediante una gran cadena para proteger los lugares sagrados frente a nuevas incursiones y profanaciones musulmanas. Completadas en 852, las murallas estaban emplazadas con 40 pies de altura y 12 pies de espesor.


Además de anticipar en más de dos siglos las cruzadas contra el islam, y mostrar así cómo tardaron mucho en llegar, el papa León (y tras él, el papa Juan VIII) ofreció la remisión de los pecados a aquellos cristianos que murieran luchando contra los invasores islámicos.


Tal era el peligro existencial e incesante que los musulmanes -a los que las fuentes contemporáneas se refieren como "hijos de Satanás"- suponían para Europa, más de dos siglos antes de que se lanzara la Primera Cruzada en 1095.


De hecho, solo tres años después de la indicada invasión musulmana de Roma, "en 849, los musulmanes intentaron un nuevo desembarco en Ostia. Luego, cada año, desde alrededor de 857, amenazaron la costa romana", explica el historiador medievalista francés C. E. Dufourcq:


"Para deshacerse de ellos, el papa Juan VIII decidió, en 878, prometerles un pago anual [o yizia] de varios miles de piezas de oro; pero este tributo de la Santa Sede al islam parece que solo se pagó durante dos años; y de vez en cuando hasta principios del siglo X, los musulmanes volvían a aparecer en la desembocadura del Tíber o en la costa cercana."


Hoy, muchos musulmanes, no solo del tipo Estado Islámico, continúan jactándose de que el islam conquistará Roma, la única de las cinco sedes apostólicas que nunca fue subyugada por la yihad (a diferencia de Antioquía, Alejandría, Jerusalén y Constantinopla).


De manera similar, por toda Europa los musulmanes siguen exhibiendo la misma hostilidad y desprecio hacia todas las cosas y las personas no islámicas, ya sea mediante el vandalismo contra iglesias o destrozando crucifijos, ya sea mediante la violación de mujeres "infieles", que consideran suyas por derecho. (En cuanto a Italia, donde el papa habló recientemente sobre la necesidad de absorber a más musulmanes, compruebe lo que ocurre, haciendo clic aquí, o aquí, o aquí, para tener una idea de cómo se comportan estos migrantes.)


El punto que el papa Francisco omite es este: los muros solo se derrumbarían y los puentes solo se tenderían cuando ambas partes estén dispuestas a vivir en una paz amistosa. De lo contrario, solo sirven para hacer mucho más fácil el trabajo destructivo de aquellos que llevan siglos tratando de subyugar a Europa en nombre del islam.


Nota. Para más información acerca de cómo las murallas salvaron a la Civilización Occidental del islam, véase el reciente libro de Ibrahim, La espada y la cimitarra. Catorce siglos de guerra entre el Islam y Occidente.


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