¡Silencio! Los musulmanes radicales y los izquierdistas irritados son gemelos siameses en su ofensiva

RAYMOND IBRAHIM






A pesar de sus muchas diferencias externas, el autoritarismo islámico y el "progresismo" de izquierdas son muy similares.


Por ejemplo, los musulmanes radicales y los progresistas infatuados no toleran la disensión, es decir, no toleran la "blasfemia" contra sus cosas e ideas sagradas.


En su comentario al Corán, sura 5,33, que llama a la crucifixión o mutilación de "los que hacen la guerra contra Alá y su enviado [Mahoma] y propagan el mal por la tierra", el muy venerado Ibn Taimiya (1263-1328), el "Jeque del islam", escribió en una ocasión:


"La muharaba [hacer la guerra] es de dos tipos: física y verbal. Librar una guerra verbal contra el islam puede ser peor que librar una guerra física, de ahí que el profeta (la paz y las bendiciones de Alá desciendan sobre él) solía matar a los que libraban una guerra verbal contra el islam, mientras que dejaba en libertad a algunos de los que libraban una guerra física contra el islam. Esta regla se aplica más estrictamente después de la muerte del Profeta (la paz y las bendiciones de Alá desciendan sobre él). El mal puede ser causado por la acción física o por las palabras, pero el daño causado por las palabras es muchas veces mayor que el causado por la acción física... Está demostrado que hacer la guerra contra Alá y su enviado (la paz y las bendiciones de Alá sean con él) verbalmente es peor y que los esfuerzos en la tierra para socavar la religión por medios verbales son más eficaces" (Crucified again, p. 100).


Este autorizado clérigo musulmán hace una afirmación aparentemente sorprendente: la crítica –las meras palabras– es más perjudicial para el islam que la propia guerra. ¿Por qué? Porque de todas las grandes religiones del mundo, el islam es, con diferencia, la más fácil de desmantelar mediante el pensamiento crítico (de ahí que los debates entre cristianos y musulmanes acaben a menudo con musulmanes frustrados golpeando e incluso masacrando a sus oponentes).


Construido como un castillo de naipes fácil de derrumbar –a saber, las muy interesadas y oportunistas palabras y acciones de su fundador–, silenciar cualquier crítica contra Mahoma ha sido siempre esencial para la supervivencia del islam. Si no se controla, esta "guerra verbal" tendrá un efecto de bola de nieve: otros musulmanes, expuestos a ese pensamiento crítico, también empezarán a pensar de forma crítica y, en última instancia, se rebelarán contra el orden islámico y lo derrocarán.


Consideremos ahora cómo se aplica esto a la llamada "izquierda". Cada día, desde prácticamente todas las instituciones y canales oficiales –universidad, medios de comunicación, gobierno, etc.– se nos bombardea con mentiras muy obvias y ridículas, por ejemplo, que las mujeres pueden convertirse en hombres, que los hombres pueden quedarse embarazados, etc., etc. ¿Significa esto que la mayoría de las gente se lo cree? No. Pero conseguir que crean lo que es increíble nunca ha sido realmente el objetivo.


Más bien, el objetivo final es condicionarte para que nunca desafíes públicamente el relato oficial –que nunca blasfemes abiertamente contra el culto oficial, y así animes a otros a blasfemar y apostatar–, el temido efecto bola de nieve que todo régimen teme.


A la izquierda le importa poco si en la tranquilidad de tu propia mente te niegas a seguirle el juego. Lo único que le importa es que le sigas la corriente formalmente, que te avengas formalmente, aunque sea mediante un consentimiento silencioso e implícito.


En resumen, la izquierda quiere que temas las consecuencias de desafiar abiertamente su relato, que, como el islam, también está construido como un castillo de naipes fácil de derrumbar.


Esto es lo que muchos pasan por alto. Se dicen a sí mismos: "Bueno, no voy a decir abiertamente nada en contra de esas afirmaciones sin sentido sobre el género, los pronombres, etc. –después de todo, no necesito ser cancelado ni perder mi trabajo–. Dicho esto, desde luego sé lo que hago y no me trago estas imbecilidades".


Puede que sea cierto, pero allí donde estos nuevos dogmas no se rechazan abierta y vehementemente –incluso a través de esa potente herramienta que es el ridículo– la izquierda establece un monopolio sobre el relato, que es lo único que les importa.


Volviendo al islam, vemos que, debido a que ha sido y sigue siendo rápido en silenciar cualquier disidencia pública –la saría, la ley islámica, exige la ejecución de los blasfemos–, ha perseverado durante catorce siglos, y continúa. Tampoco importa que muchos musulmanes (conocidos en la jerga moderna como "moderados") abriguen serias reservas en lo más recóndito de su mente, si es que no una franca apostasía en sus corazones. Mientras no puedan expresar abiertamente sus críticas o sus dudas, el islam seguirá subyugando sus sociedades.


¿Cuánto tiempo pasará antes de que se promulguen en Occidente leyes similares a la saría –no me refiero a ser "cancelado", sino a ser encarcelado y posiblemente ejecutado por desafiar abiertamente el relato de la izquierda–?


¿Crees que eso no puede ocurrir aquí? Piénsalo otra vez. Las generaciones anteriores nunca ni en sus peores pesadillas habrían imaginado que llegaría un día en que la gente sería despedida o detenida por resistirse a negar la realidad y decir que un hombre es una mujer, o por utilizar el pronombre correcto; pero ese día ya está aquí.


Si la trayectoria actual continúa sin cambios, ¿dónde estará Occidente dentro de unos años y cuáles serán los castigos impuestos a los disidentes?


Es como el apuro de la rana que hierve lentamente.


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