Por qué es imposible lograr la ‘paz’ con el islam
RAYMOND IBRAHIM
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Justo cuando el mundo había aceptado la noción de
que la guerra de Israel contra los palestinos y sus partidarios era
totalmente injusta, un erudito musulmán ha anunciado, como tantos otros
antes que él, que son los musulmanes los que prosperan y deben librar
siempre guerras injustas contra Israel y todos los demás.
Durante un discurso pronunciado el 11 de septiembre 2024, Muhammad
Al-Dadow Al-Shantiqi, antiguo vicepresidente de la Unión Internacional
de Eruditos Musulmanes, declaró que el conflicto actual "es otro
capítulo de la guerra que se está librando desde 1948 [la creación del
moderno Israel] y hasta hoy. No es una guerra contra la entidad sionista, sino contra el mundo infiel en su totalidad".
En otras palabras, los musulmanes no se limitan a librar lo que en
general se considera una guerra defensiva contra un Israel agresivo –lo
que muchos en todo el mundo podrían entender–, sino que están en una
guerra de facto contra todo el mundo no musulmán.
Sin duda, se trata de una afirmación extraña. Después de todo, muchas
naciones no musulmanas de todo el mundo simpatizan con los palestinos y
critican duramente a Israel. Entonces, ¿por qué este erudito musulmán
los considera también enemigos a los que hay que combatir?
Aquí llegamos al punto crucial del problema con el islam. A diferencia
de todas las demás grandes religiones, tiene el mandato político de
conquistar todo el mundo no musulmán, que por defecto es su enemigo
mortal, por medio de la yihad.
Un deber religioso
La entrada correspondiente a la "yihad" en la Enciclopedia del islam
afirma que la "difusión del islam por las armas es un deber religioso
de los musulmanes en general... La yihad debe continuar hasta que el
mundo entero esté bajo el dominio del islam... El islam debe dominar
completamente antes de que la doctrina de la yihad pueda ser eliminada".
El erudito Majid Khadurri (1909-2007), tras definir la yihad como
guerra, escribe que la yihad "es considerada por todos los juristas,
casi sin excepción, como una obligación colectiva de toda la comunidad
musulmana".
Por tanto, no debería sorprender que, dondequiera y cuandoquiera que
los musulmanes convivan con no musulmanes, el conflicto, la violencia y
las guerras abiertas tiendan a ser la norma, o, como dijo
memorablemente el politólogo Samuel Huntington en su obra El choque de civilizaciones, "las fronteras del islam están ensangrentadas". Y continúa:
"Dondequiera que miremos a lo largo del
perímetro del islam, los
musulmanes tienen problemas para vivir en paz con sus vecinos. La
pregunta que surge naturalmente es si este patrón de conflicto de
finales del siglo XX entre grupos musulmanes y no musulmanes se da
igualmente en las relaciones entre grupos de otras
civilizaciones. En realidad, no ocurre así. Los musulmanes constituyen
aproximadamente una quinta parte de la población mundial, pero en la
década de 1990 han estado mucho más implicados en la violencia entre
grupos que los pueblos de cualquier otra civilización. Las pruebas
son abrumadoras" (p. 256).
Malos vecinos
Lo cierto es que las cosas no han hecho más que empeorar desde que se publicó
el libro de Huntington, hace casi 30 años. Tanto si nos fijamos en
África, donde los musulmanes masacran por doquier a sus vecinos
cristianos, llegando a cometer un genocidio en Nigeria, como en
Europa, donde los crímenes y otras formas de violencia "contra los infieles"
se han disparado en proporción directa a la inmigración musulmana, las
palabras de Huntington siguen siendo verdad: "Los musulmanes tienen
problemas para convivir pacíficamente con sus vecinos".
Por eso, los occidentales prudentes llevan siglos considerando la cuestión de lograr una paz permanente con el mundo
islámico como un problema irritante. El profesor de derecho James Lorimer (1818-1890) expuso
sucintamente este problema hace bastante más de un siglo:
"Mientras perdure el islam, la reconciliación de sus
seguidores, aun con los judíos y los cristianos, y todavía más con el resto de
la humanidad, seguirá siendo un problema insoluble... Mirando al futuro, aunque no nos guste, debemos circunscribir nuestro
reconocimiento político a quienes profesan religiones que ...
predican la doctrina de 'vive y deja vivir'" (Las instituciones del derecho de gentes, p. 124).
En otras palabras, el reconocimiento político, con todas las
negociaciones y la diplomacia que lleva consigo, debe concederse a todas las grandes
religiones y civilizaciones, excepto al islam, el cual no
reconoce la noción de "vivir y dejar vivir" y, por tanto, debe ser
suprimido siempre y en todas partes por aquellos que deseen la paz.
¿Obligados a ser terroristas?
Sin duda, en este contexto, la guerra de Israel resulta más lógica. Si
llega a extremos intransigentes, es porque el islam hace que sus
seguidores lleguen a extremos intransigentes.
Por si fuera necesaria alguna prueba más, hace solo unos días, İsmet
Özel, un conocido "poeta" de Turquía, se jactaba durante una conferencia
televisada de que:
"Los musulmanes son terroristas. El primer deber de
los musulmanes es ser terroristas. Los kafirs [infieles] deberían tener
miedo de los musulmanes. Si no inspira miedo, entonces un musulmán no es musulmán."
A la luz de todo esto, corresponde al lector decidir si es válida la
variante de un viejo adagio (atribuido en su día a los "hunos"), que dice: "El
musulmán siempre está o con el cuchillo en tu cuello, o a tus pies".
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