El evidente punto ciego de Occidente ante la locura musulmana y el desvarío islámico

RAYMOND IBRAHIM




Esta mujer entró en la iglesia Angel, de Islington, al norte de Londres, gritando «¡Alahú Akbar!» y afirmando que estaba allí «para matar al Dios de los judíos».

¿Cómo entender los crímenes violentos que se presentan como «sin motivo»? O mejor aún, ¿cómo entender los crímenes violentos si uno no puede ni siquiera empezar a comprender su motivo abiertamente declarado?


Por ejemplo, el Occidente secular y materialista cada vez más entiende únicamente los motivos impulsados por necesidades o deseos materiales. Así, el robo y la violación tienen perfecto sentido, ya que ambos son materialmente «gratificantes». Occidente también sigue entendiendo las «pasiones» humanas genéricas, como la violencia e incluso el asesinato por venganza personal, etcétera.


Pero, ¿qué pensar de un hombre que de repente decide apuñalar a un grupo aleatorio de personas o de niños? ¿Cuál podría ser su motivo? ¿O qué decir de una mujer que entra por casualidad en una iglesia durante un acto religioso y empieza a chillar de forma ininteligible?


Dado que Occidente es incapaz de comprender qué puede provocar un comportamiento tan ostensiblemente inexplicable, ni logra categorizarlo según sus propios paradigmas, con demasiada frecuencia se tacha de «locos» a quienes cometen estos crímenes «extraños». Parece que no tienen motivos y que, por tanto, necesitan atención médica o psiquiátrica.


La criminalidad musulmana en Occidente. No tengo palabras para describir los cientos de informes que he leído en las dos últimas décadas sobre actos de violencia e intolerancia cometidos por musulmanes que terminan con la conclusión de las autoridades de que los culpables actuaron sin ningún motivo y que, en consecuencia, deben padecer un trastorno mental y necesitan tratamiento.



La práctica habitual


He aquí algunos ejemplos recientes, en su mayoría procedentes de esos dos bastiones europeos de la inmigración musulmana que son Francia y Alemania:


■ Francia, 18 de octubre. Una mujer que había «dedicado su vida» al islam decapitó a su hija. Diagnóstico oficial: «problemas de salud mental».

■ Francia, 26 de septiembre. Tras señalar que un desconocido había arrojado excrementos contra dos iglesias –una antigua táctica islámica–, el informe concluye que el «hombre podría padecer problemas de salud mental».

■ Estados Unidos, 23 de septiembre. Aunque un jurado declaró culpable a un hombre musulmán que asesinó a 10 personas en un supermercado de Colorado, la agencia Associated Press lo describe como «un enfermo mental».

■ Alemania, 16 de septiembre. Después de que un inmigrante musulmán procedente de Siria, con un historial de conducta delictiva que se remonta a su llegada en 2017, divisara a un hombre alemán de 79 años que llevaba una cruz, se la arrancó y golpeó al septuagenario en la cara. Las noticias de entonces afirmaban que «el sirio está ahora en un centro psiquiátrico».

■ Alemania, 16 de agosto. Mursal Mohamed Seid, inmigrante musulmán somalí, asesinó salvajemente a un hombre alemán. Según las noticias, «apuñaló a su víctima 111 veces con un cuchillo antes de decapitarlo ... El ataque fue tan violento que los intestinos de la víctima se derramaron mientras aún estaba vivo ... Se dice que Seid cometió el crimen en un delirio esquizofrénico y por lo tanto fue colocado en la sala de alta seguridad del hospital de distrito en Mainkofen, Baviera».

■ Francia, 24 de julio. «Un individuo» entró en una iglesia, «arrojó agua sobre las velas, luego sobre el sacristán que se acercaba a él, realizó oraciones en árabe, recitó versículos del Corán y gritó 'Alá juzgará'». El informe concluye que el individuo «sufre trastornos psiquiátricos».


¿Por qué se considera que todos estos criminales musulmanes –que, de nuevo, representan solo una gota en el cúmulo de ejemplos similares que he encontrado en las dos últimas décadas– estaban locos?


Porque Occidente no puede entender los motivos de los musulmanes, en particular de los yihadistas. Y no puede entenderlos porque está impedido para entenderlos por los poderes establecidos, que han hecho todo lo posible por suprimir y censurar la verdad acerca del islam a fin de que no llegue al ciudadano medio de Occidente.



Guerra sin restricciones


La verdad es que el islam engendra odio hacia los no musulmanes. Llama a la intolerancia, a la violencia e incluso a la masacre de los no musulmanes, simplemente porque son no musulmanes. Como tales, en el pasado y en el presente, los musulmanes han hecho repetidamente lo que puede parecer ininteligible –y, por tanto, una «locura»– desde una perspectiva occidental laica, desde profanar cementerios cristianos y decapitar estatuas cristianas hasta apuñalar y masacrar al azar a no musulmanes (una característica habitual de las ciudades europeas occidentales con amplia población musulmana).


De hecho, basta considerar dos hechos interrelacionados para dar sentido a todo esto. En primer lugar, los grupos yihadistas mundiales emiten regularmente declaraciones en las que llaman a los musulmanes a agredir y matar a los no musulmanes, especialmente en Occidente. A principios de este año, por ejemplo, el Estado Islámico, en consonancia con el Corán 9,5, llamó a los musulmanes a matar a los no musulmanes en todas partes, incluyendo


«en las calles y carreteras de América, Europa y el mundo. Irrumpid en sus casas, matadlos y robadles su tranquilidad por cualquier medio que tengáis a mano. ... detonad explosivos, quemadlos con granadas y agentes incendiarios, disparadles con balas, degolladlos con cuchillos afilados y atropelladlos con vehículos. ... Asaltadlos por todas las puertas, matadlos con los peores medios, convertid sus reuniones y celebraciones en sangrientas masacres, no distingáis entre un kaffir [infiel] civil y uno militar, pues todos son kuffar [infieles] y la sentencia contra ellos es una sola... Buscad intencionadamente objetivos fáciles antes que difíciles, objetivos civiles antes que militares, objetivos religiosos como sinagogas e iglesias antes que otros, porque... nuestra batalla contra ellos es religiosa y los matamos dondequiera que nos topamos con ellos en respuesta a la orden de Alá Todopoderoso.»


Y ahora viene la parte realmente inquietante de esta ecuación: una encuesta de Pew ha revelado que, solo en 11 países, entre 63 y 287 millones de musulmanes apoyan al Estado Islámico. Del mismo modo, el 81% de los encuestados en un sondeo reciente de Al-Yazira dicen que apoyan al Estado Islámico.


Así pues, sumemos todos los datos: 1) grupos islámicos como el Estado Islámico llaman regularmente a la masacre de los no musulmanes. 2) Un porcentaje significativo de los 1.800 millones de musulmanes del mundo simpatizan con esos sentimientos porque –y aquí está el gran punto– la fuente de esos sentimientos no es el Estado Islámico, sino el Corán y los hadices. 3) Los musulmanes se involucran en ataques asesinos y otros comportamientos salvajes. Pero 4) debido a que el segundo punto se ha ocultado persistentemente a la gente de Occidente –que el odio y la violencia son un producto del islam– tal comportamiento se vuelve inexplicable, y por lo tanto tiene que atribuirse a «trastornos mentales».


Por cierto, parece que nos están preparando para que cualquier otro asesino musulmán se refugie tras el escudo de los «trastornos psiquiátricos». Según un informe reciente, Axel Rudakubana, el hijo africano de inmigrantes que apuñaló al azar a tres niñas pequeñas hasta la muerte, en Inglaterra, este verano, al parecer no está siendo acusado en virtud de la Ley de Terrorismo. «Para que un asunto sea declarado ataque terrorista, habría que establecer la motivación», declaró Serena Kennedy, jefa de la policía de Merseyside.


¿Significa eso que, en opinión de las autoridades, matar al azar a tres niñas inocentes puede no tener ningún motivo y, por tanto, tiene que ser un acto de locura?


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