Qué está mal –y qué no– en el islam

RAYMOND IBRAHIM





¿Qué está mal –y qué no, en el islam? Esta es la cuestión que se nos plantea.


Desde finales de 2001, cuando el islam se convirtió en noticia de primera plana, se ha criticado casi todo sobre él. Se le ha presentado como hostil al progreso, antidemocrático, teocrático, patriarcal, misógino y draconiano en sus castigos.


¿Es eso lo que está mal en el islam? Aquí me propongo argumentar que no: ninguna de esas son las razones por las que los no musulmanes deberían estar recelosos con el islam.


¿Por qué? Porque son cosas que los musulmanes hacen entre ellos. No implican a los no musulmanes. ¿Qué nos importa si los musulmanes se ponen de acuerdo entre ellos para cortar las manos a los ladrones, azotar a los adúlteros o segregar estrictamente a los sexos?


Centrarse en las muchas cuestiones que podemos considerar ofensivas, pero que no afectan a los no musulmanes crea confusión respecto a los aspectos verdaderamente problemáticos del islam que afectan a los llamados infieles.



Los tres pilares oscuros del islam


Una vez que damos un paso atrás y distinguimos entre las (muchas) doctrinas que afectan únicamente a la sociedad musulmana y las que afectan a los pueblos occidentales o no musulmanes en general, salen a la luz tres doctrinas interrelacionadas.    


Son las siguientes:


1) El odio al «infiel», es decir, la constante hostilidad espiritual o metafísica contra todos los no musulmanes; ese odio se manifiesta naturalmente como yihad.


2) La yihad, es decir, la hostilidad física contra los no musulmanes y los intentos de subyugarlos en cualquier momento y en cualquier lugar donde sea posible. La yihad cuando triunfa engendran la dimmitud.


3) La dimmitud, esto es, la degradante posición en la que deben vivir en un Estado islámico todos los no musulmanes que se niegan a renunciar a su libertad religiosa y convertirse al credo del vencedor.



Odio hacia los no musulmanes


No cabe duda de que la corriente dominante del islam propugna la separación entre musulmanes y no musulmanes, creyentes e infieles, puros e impuros, de acuerdo con la doctrina de al-wala' w'al bara (que se puede traducir como «lealtad y enemistad», o más sencillamente, «amor y odio»).  El Corán 5,51 advierte a los musulmanes contra «tomar a los judíos y a los cristianos por amigos y aliados... Cualquiera de vosotros que los tome por amigos y aliados, es sin duda uno de ellos». Es decir, se convierte también en un infiel, o kafir, la peor clase de humanos en el islam. 


Los versículos del Corán 3,28, 4,89, 4,144, 5,54, 6.40 y 9,23 tienen todos el mismo mensaje de división. Corán 58.22 simplemente afirma que los verdaderos musulmanes no tienen amistad con los no musulmanes, «aunque sean sus padres, hijos, hermanos o parientes».   


Pero es aún peor. El Corán insta a los musulmanes a tener enemistad –odio– hacia los no musulmanes: «Nosotros [los musulmanes] renegamos de vosotros [los no musulmanes]. La enemistad y el odio reinarán para siempre entre nosotros, hasta que creáis solo en Alá» (Corán 60,4). Como explicó el Estado Islámico en un artículo titulado sin ambigüedades «Por qué os odiamos y por qué os combatimos», «os odiamos, ante todo, porque sois incrédulos».


Esa enemistad por los no musulmanes es la responsable fundamental del enfrentamiento metafísico o «espiritual» entre el islam y Occidente. Si a la enemistad se añade el hecho de que a los musulmanes se les permite mentir a los no musulmanes, incluso fingiendo lealtad o amistad, los peligros de la doctrina del «amor y el odio» se hacen evidentes.



Guerra contra los no musulmanes


La yihad –guerra contra los no musulmanes nada menos que por ser no musulmanes– es la manifestación física de la enemistad que los musulmanes deben sentir hacia los «infieles».


No solo es natural atacar y tratar de subyugar a aquellos a los que uno ha sido educado para odiar, sino que la doctrina de la yihad, que incluye propagar e imponer la ley islámica por todo el mundo, forma parte integrante del islam. No está menos codificada que los Cinco Pilares del islam, según reflejan muchos versículos del Corán, como el 9,29:  


«Combatid contra aquellos a los que se les dio el Libro, que no creen en Dios ni en el último día, no prohíben lo que Alá y su enviado han prohibido, y no profesan la religión de la verdad [el islam], hasta que paguen el tributo con su mano y en estado de humillación»


O, en palabras de la Enciclopedia del islam, en la entrada «yihad»:


«La difusión del islam por las armas es un deber religioso de los musulmanes en general... La yihad debe continuar hasta que el mundo entero esté bajo el dominio del islam... El islam tendría que ser completamente eliminado antes de que la doctrina de la yihad pueda ser suprimida.»



Esclavitud para los no musulmanes


Pero como a los infieles hay que odiarlos per se y no solo en el contexto de la yihad (la cual no siempre es posible), la hostilidad continúa incluso después del cese de las yihads victoriosas. A diferencia de otros conquistadores que, por lo general, permiten que los conquistados sigan sin ser molestados mientras no desafíen el nuevo orden –algunos incluso intentan apaciguar y ganarse a sus nuevos súbditos–, allí donde el islam conquista, permanece siempre esa vieja hostilidad metafísica que alimentó la yihad para maltratar a sus súbditos infieles. Así, estos últimos no solo deben pagar un tributo especial (la yizia), adoptar una posición subordinada y aceptar el estatus de ciudadanos de segunda clase, también hay que recordarles y hacerles sentir que son inferiores y despreciables, incluso como forma de «inspirarlos» para que se conviertan a la fe «verdadera».


Como explicaba el Estado Islámico en el artículo antes mencionado, independientemente de cualquier apaciguamiento ofrecido por el no musulmán:


«Seguiremos odiándoos porque nuestra principal razón para odiaros no dejará de existir hasta que abracéis el islam. Aunque pagarais la yizia y vivierais humillados bajo la autoridad del islam, os seguiríamos odiando.»


En cualquier caso, el islam sale ganando. Si el no musulmán continúa en su fe, la sociedad islámica sigue aprovechándose de él; si el no musulmán acaba «rindiéndose» al islam, la umma gana un nuevo recluta (con pena de muerte si más tarde se lo piensa mejor y apostata).


Así que ahí están: las tres (y yo diría que solo tres) doctrinas islámicas por las que los no musulmanes deberían preocuparse de verdad. Son, repito, el odio, la yihad y la dimmitud de los no musulmanes. Ninguna de ellas es producto de una «interpretación». Están inequívocamente fundamentadas en la ley islámica, no están abiertas a debate y son la forma en que los musulmanes siempre han hecho las cosas (al menos siempre que las circunstancias lo han permitido).  


Son estas tres doctrinas sobre lo que los no musulmanes deberían «dialogar» con los musulmanes en todas partes.


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