La ‘yizia’: el retorno de la extorsión musulmana

RAYMOND IBRAHIM





La yizia vuelve a ser noticia, impulsando a los musulmanes al asesinato.


El mes pasado, unos yihadistas atacaron un autobús de pasajeros en la provincia mozambiqueña de Cabo Delgado, asolada por el terror. El conductor fue secuestrado y posteriormente ejecutado. Los terroristas dejaron en el lugar del atentado dos notas manuscritas, una en inglés y otra en portugués.


A continuación se reproduce el contenido de la nota en inglés (gracias a Aymenn Jawad al-Tamimi por localizar el original; los fallos gramaticales son propios):


"Declaramos la guerra a todos los cristianos del mundo, que tienen tres opciones: o se hacen musulmanes, o pagan la yizia. Si no pagan la yizia es una guerra hasta la tierra final, el último día [en otras palabras, guerra hasta los confines de la tierra y hasta el Día de la Resurrección]. A los musulmanes les anunciamos la paz para todo el mundo. Trabajemos juntos para defender juntos la religión de Alá. Si vosotros [los cristianos] os negáis [a convertiros al islam] entonces pagaréis la yizia y si os negáis a pagar la yizia seréis asesinados."


Dos días después, los terroristas detuvieron otro autobús y obligaron a los pasajeros cristianos a entregar todo su dinero so pena de muerte.


Pero, ¿qué es exactamente la yizia?


La palabra yizia aparece en el Corán 9,29: "Combatid a quienes no crean en Alá ni en el último día, a quienes no prohíban lo que Alá y su enviado han prohibido, y no profesen la religión de la verdad, entre aquellos a  quienes se les dio el Libro [judíos y cristianos], hasta que paguen el tributo [la yizia] con su mano y en estado de humillación".


La etimología de esa palabra árabe es simplemente "devolver" o "recompensar", básicamente "compensar" por algo. Según el diccionario árabe-inglés estándar, Hans Wehr, "yizia" es algo que "toma el lugar" de otra cosa, o "sirve en su lugar".


En los hadices, Mahoma manda una y otra vez a los musulmanes que exijan la yizia a los no musulmanes: "Si se niegan a aceptar el islam, exigidles la yizia. Si aceptan pagarla, aceptadla de ellos y retened vuestras manos. Si se niegan a pagar la yizia, buscad la ayuda de Alá y combatid contra ellos".


Al segundo "califa bien guiado", Omar al-Jatab, se le atribuye haber dicho que todo "infiel" conquistado que se negara a convertirse al islam "debía pagar la yizia en situación de humillación e ignominia". Si se niega a ello, será pasado por la espada sin clemencia".


Este tema de la degradación de los no musulmanes aparece regularmente en los comentarios de las autoridades islámicas. Según la Enciclopedia de la Civilización Islámica Medieval, "los juristas musulmanes llegaron a considerar de rigor ciertos aspectos represivos y humillantes de la dimmitud. Los dimmíes [cristianos y judíos no musulmanes sometidos] debían pagar la yizia públicamente, a plena luz del día, con las manos vueltas con las palmas hacia arriba, y recibir una sonora bofetada en la frente o en la nuca por parte del funcionario encargado de la recaudación".


Algunos juristas islámicos ordenaban otros rituales humillantes en el momento del pago de la yizia, como que el funcionario musulmán que presidía el acto abofeteara, apretara el cuello y, en algunos casos, mesara la barba al dimmí que pagaba, a quien incluso se le podía exigir que se acercara al funcionario a cuatro patas, como un animal.


En pocas palabras, los cristianos y los judíos conquistados debían comprar con dinero sus vidas, que de otro modo perderían a manos de sus conquistadores musulmanes. En lugar de quitarles la vida, los musulmanes les quitaban el dinero. Como dijo sucintamente un jurista medieval, "sus vidas y sus posesiones solo están protegidas mediante el pago de la yizia".


Nada menos que el emperador romano de oriente Manuel II Paleólogo (1350-1425), que cuestionó en distintos momentos las enseñanzas de los musulmanes –en una ocasión dijo a un sabio muslímico: "Muéstrame lo que Mahoma ha aportado de nuevo, y ahí sólo encontrarás cosas malvadas e inhumanas, como su mandato de propagar por la espada la fe que predicaba"–, también se enfrentó a la lógica de la yizia.


Primero describió lo que el islam impone a los no musulmanes:


"[1] Deben someterse a esa ley [la saría, que significa convertirse en musulmanes], o [2] pagar tributo y, más aún, ser reducidos a esclavitud [una descripción exacta de la yizia y del estatuto de dimmitud], o, si no se avienen, [3] ser abatidos con la espada sin vacilación."


Con la intención de demostrar que las enseñanzas irracionales no pueden emanar de Dios, argumentó entonces que estas tres opciones son "extremadamente absurdas". Después de todo, si no ser musulmán es tan malo, ¿por qué debería la yizia permitir a uno "comprar la oportunidad de llevar una vida impía?", argumentaba el emperador.


En cualquier caso, en el pasado y cada vez más en el presente, los musulmanes se han aprovechado inmensamente al exigir la yizia a los pueblos conquistados. Además, muchos de los musulmanes actuales, si no la mayoría, son descendientes de cristianos y de otros dimmíes que prefirieron la conversión a tener que pagar.


Relacionada con la idea de la yizia institucionalizada está la noción de que los no musulmanes son presa fácil para el saqueo, siempre que sea posible. La entrada sobre la yizia en la Enciclopedia del islam afirma que "con o sin justificación doctrinal, a veces ocurrían exigencias arbitrarias [de dinero]". Incluso el viajero medieval Marco Polo (1254-1324), cuyas crónicas parecen imparciales, hizo una interesante observación acerca de los musulmanes de Tauris (actual Irak) en el siglo XIII:


"Según su doctrina [el islam], todo lo que se roba o saquea a otros de diferente fe, se toma correctamente, y el robo no es delito; mientras que los musulmanes que sufren la muerte o heridas a manos de cristianos [que se defienden en el curso de una incursión de saqueo] son considerados mártires ... Estos principios son comunes a todos los sarracenos [musulmanes]."


De todo esto se hace eco en tiempos modernos el clérigo egipcio Abu Ishaq Al-Huwaini (n. 1956) en relación con lo que debería hacer el mundo musulmán para superar sus problemas económicos:


"Si tan sólo pudiéramos llevar a cabo una invasión yihadista al menos una vez al año o, si fuera posible, dos o tres veces, muchos pueblos de la tierra se harían musulmanes. Y si alguien impide nuestra dawa [invitación a la conversión] o se interpone en nuestro camino, entonces debemos matarlo o tomarlo como rehén y confiscar sus riquezas, sus mujeres y niños. Estas batallas llenarán los bolsillos de los muyahidines [guerreros santos] que pueden volver a casa con 3 o 4 esclavos, 3 o 4 mujeres y 3 o 4 niños. Esto puede ser un negocio rentable si se multiplica cada cabeza por 300 o 400 dirhams. Esto puede ser como un refugio financiero por el que un yihadista, en tiempos de necesidad económica, siempre puede vender una de estas cabezas."


Y así fue durante más de un milenio. Los gobernantes musulmanes y las mafias extorsionaban a los "infieles" bajo su dominio como una forma legitimada de obtener beneficios.


Gran parte de este expolio financiero llegó a su fin gracias a la intervención directa de Europa. A partir de mediados del siglo XIX, una región musulmana tras otra abolieron la yizia y concedieron a los no musulmanes derechos sin precedentes, al principio para apaciguar a las potencias occidentales y más tarde para emular el gobierno occidental. El decreto Hatt-i Humayun del Imperio otomano, en 1856, abolió la yizia en muchos territorios gobernados por los otomanos. En el resto del mundo musulmán, la yizia se abolió gradualmente allí donde estuvieron presentes las potencias occidentales.


Hoy, sin embargo, a medida que los musulmanes reivindican su herencia islámica –a menudo con la aprobación y el aliento de dirigentes occidentales –, está de vuelta la yizia, ya sea institucionalizada como bajo el Estado Islámico y sus ramificaciones en Mozambique y otros lugares, ya sea como una reivindicación justiciera para saquear a los infieles.


Uno de los ejemplos más memorables tuvo lugar en 2013. Entonces, Anjem Choudary, un clérigo pakistaní nacido en Gran Bretaña que recibía más de 25.000 libras anuales en prestaciones sociales, se refirió a los contribuyentes británicos como "esclavos", y lo explicaba así:


"Nosotros cobramos la yizia, que es nuestro haq ['derecho' en árabe] en cualquier caso. La situación normal, por cierto, es quitarle el dinero al kafir [infiel], ¿no? Claro que esta es la situación normal. Ellos nos dan el dinero –vosotros trabajáis, dadnos el dinero, ¡Alahú Akbar!–. Nosotros cogemos el dinero."



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