‘¿Cómo os atrevéis?’ El verdadero origen del conflicto árabe-israelí es un complejo de superioridad
RAYMOND IBRAHIM
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El conflicto árabe-israelí nunca se entenderá
plenamente –un criterio esencial para resolverlo– hasta que se
reconozca su origen último: el supremacismo islámico.
La doctrina islámica, que enseña
que la sangre musulmana es superior y mucho más valiosa que la sangre
no musulmana (los no musulmanes están esencialmente al nivel de los perros y el ganado) imbuye a los musulmanes de un sentimiento de supremacismo sobre el resto de la humanidad. Y buena parte de la historia islámica lo refuerza aún más.
Este sentido de supremacismo islámico se vio dramáticamente humillado
después de que las potencias europeas derrotaran y colonizaran gran
parte del mundo musulmán. Crecidos en la noción de que "el poder hace
el derecho", los musulmanes, durante un tiempo, incluso empezaron a
emular a Occidente, entonces triunfante y sin disculpas. Turquía, por
ejemplo, pasó de ser el epítome de la supremacía islámica y la yihad
–el azote otomano de la Europa cristiana durante cinco siglos– a
parecerse a Europa en todos los sentidos, incluso renunciando a la
escritura árabe y adoptando el alfabeto romano, convirtiéndose así en
la nación "musulmana" más occidentalizada/ secularizada a mediados del
siglo XX.
Sin embargo, en la actualidad, a medida que los pueblos occidentales
capitulan voluntariamente ante las costumbres islámicas en nombre de la
tolerancia, el multiculturalismo, la corrección política o la simple
cobardía, los musulmanes se envalentonan y plantean más exigencias y
amenazas, al darse cuenta de que no necesitan derrotar militarmente a
Occidente para resucitar su derecho supremacista de nacimiento. (Más
apaciguamiento por parte del intimidado siempre trae más exigencias por parte del intimidador.)
Dos niveles de justicia
Consideremos el comportamiento musulmán allí donde es dominante y no
necesita pretensiones. Allí, las minorías no musulmanas son tratadas
habitualmente como inferiores. A principios de este año, por ejemplo,
los asesinos musulmanes de un cristiano copto se libraron de la pena de muerte,
aunque sin duda no habría sido el caso si hubieran sido cristianos y su
víctima musulmana. Pero, a diferencia de los muchos apaciguadores
occidentales que aceptan de buen grado un papel servil al islam, estas
minorías religiosas no tienen elección en este asunto.
Aparece la reacción "¿Cómo os atrevéis?", que describí por primera vez en un artículo de 2013.
Durante una Navidad en Pakistán, mientras unos niños cristianos cantaban villancicos
en su iglesia, unos musulmanes de una mezquita cercana irrumpieron con
un hacha, golpearon a los niños y destruyeron el altar y el mobiliario.
¿Su justificación para tal violencia? "Estáis perturbando nuestras
oraciones. ¿Cómo os atrevéis a utilizar el micrófono y los altavoces?".
Del mismo modo, cuando un musulmán abofeteó a un cristiano y este le correspondió, el musulmán exclamó: "¡¿Cómo se atreve un cristiano a abofetearme?!". E inmediatamente se produjo una violencia masiva anticristiana.
Recordemos el fenómeno "¿Cómo os atrevéis?" la próxima vez que oigamos
que la locura y el caos musulmanes son subproductos del agravio. Lo que
falta en ese razonamiento es la naturaleza supremacista de tales agravios.
Airear las Condiciones
Las Condiciones de Omar,
un texto musulmán fundacional que trata de cómo deben comportarse los
"infieles" sometidos, detalla su inferioridad respecto a los
musulmanes. Entre otras estipulaciones, ordena a los cristianos
conquistados que no levanten "la voz durante la oración o las lecturas
en iglesias cercanas a musulmanes" (de ahí el ataque con hachas en
Pakistán). También les ordena que no muestren ningún signo de
cristianismo, en concreto Biblias y cruces, y que no construyan
iglesias ni critiquen al profeta.
Si la naturaleza supremacista de la ley islámica aún no está suficientemente clara, las Condiciones ordenan literalmente a los cristianos que cedan sus asientos a los musulmanes como muestra de respeto.
Las Condiciones son esencialmente leyes
racistas de Jim Crow. Cuando Rosa Parks, una mujer negra, se negó a
ceder su asiento en el autobús a un hombre blanco, se armó un escándalo.
Cualquier supremacista blanco de la época tenía quejas sinceras: ¿Cómo se atrevía a considerarse igual?
Pero, ¿eran legítimos esos supuestos agravios? ¿Deberían haberse tenido en cuenta?
Del mismo modo, ¿son legítimos los interminables "agravios" de los
musulmanes y deberían ser atendidos? Estas son las preguntas que faltan
en el debate sobre las susceptibilidades musulmanas, tan fáciles de
herir.
Uno puede seguir y seguir con ejemplos de todo el mundo islámico. En mi serie mensual "La persecución musulmana contra los cristianos",
que se remonta a julio de 2011, cada mes se presenta una docena de
historias de musulmanes que persiguen y aterrorizan a los cristianos
porque estos últimos de alguna manera ofendieron la sensibilidad
musulmana al sobrepasar su estatus "inferior" designado por la ley
islámica y atreverse a estar al mismo nivel que los musulmanes.
Y a partir de aquí uno puede por fin empezar a entender el agravio definitivo de los musulmanes: Israel.
Israel es lo peor
Porque si las minorías cristianas "infieles" son consideradas
inferiores y atacadas por los musulmanes agraviados por ejercer sus
derechos humanos básicos, como la libertad de culto, ¿cómo deben
sentirse los musulmanes ante los judíos, que son descendientes de
cerdos y simios, según el Corán, que ejercen poder y autoridad sobre
los musulmanes, e incluso los matan, en lo que se percibe como tierra
musulmana?
¿Cómo se atreven?
Por eso, pocos musulmanes parecían lamentar el medio millón de vidas
musulmanas perdidas durante la guerra Irán-Irak. Cuando compañeros
musulmanes (aunque sean nominales) matan a musulmanes, es lamentable,
sí, pero no lo suficiente como para herir profundamente la sensibilidad
musulmana. Pero cuando son los asquerosos infieles –hijos de simios y
cerdos cuyo lugar apropiado está bajo los pies musulmanes– se producen
necesariamente paroxismos salvajes.
Dicho de otro modo, si los agravios contra Israel fueran realmente por
la justicia y los palestinos desplazados, tanto los musulmanes como sus
facilitadores occidentales se sentirían agraviados y denunciarían
regularmente el hecho de que millones de cristianos han sido y siguen siendo desplazados por invasores musulmanes, que solo en 2023 masacraron a casi 5.000 cristianos por "razones relacionadas con la fe".
Ni que decir tiene que no sienten ese agravio.
Así que la próxima vez que oigáis que la rabia y el terrorismo
musulmanes son producto de agravios, recordad que esto es absolutamente
cierto. Sin embargo, esos "agravios" no se basan en ninguna norma
humana universal de igualdad o justicia, sino en una visión
supremacista del mundo.
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