Las palabras de Trump –y el silencio de los demás– sobre la persecución de los cristianos
RAYMOND IBRAHIM
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El 1 de junio, el presidente Donald Trump emitió una declaración para conmemorar el Día Mundial Copto. Entre otras cosas, dijo:
«Hoy me uno a la comunidad cristiana ortodoxa
copta para celebrar el Día Mundial Copto... Con raíces que se remontan
a San Marcos, apóstol de Jesucristo y evangelista que llevó la fe
cristiana a Egipto en el siglo I, la Iglesia copta ha sido un faro de
la cristiandad en África durante casi 2000 años. La comunidad copta ha
dejado una huella indeleble en los corazones de millones de cristianos,
lo que se refleja de manera evidente en sus contribuciones atemporales
a la teología y la cultura cristianas. En este Día Mundial Copto,
también hacemos una pausa para reflexionar sobre la cruel y continua
persecución de los cristianos ortodoxos coptos en África y en todo
Oriente Medio. En 2015, 21 trabajadores de la construcción coptos
fueron brutalmente ejecutados por terroristas del ISIS en Libia. Al
igual que los cristianos perseguidos en todo el mundo, estos heroicos
mártires se negaron a renunciar a su fe. Fueron un ejemplo de amor
sacrificial y devoción inquebrantable a Dios, incluso ante una muerte
segura. La persistencia de los coptos en medio de una persecución
implacable es un testimonio vivo de su inquebrantable determinación y
su intrépida dedicación a difundir el Evangelio de Jesucristo.»
La declaración de Trump es obviamente poderosa,
pero es más que eso: es poco común. A diferencia de sus predecesores,
Trump ha reconocido sistemáticamente la brutal y continua persecución
de los cristianos en el mundo musulmán, especialmente en Egipto, donde
los coptos han soportado durante mucho tiempo la violencia sistémica,
la discriminación y el abandono.
Y esa persecución continúa hasta el día de hoy.
Una semana después de la declaración de Trump, la iglesia de la Virgen
María en Luxor, Egipto, se convirtió en la última en arder en llamas.
Los llamados incendios «accidentales» de iglesias se han convertido en
algo inquietantemente habitual en Egipto, y las autoridades suelen
descartar de forma automática la posibilidad de que se trate de
incendios provocados, a menudo incluso antes de que comience la
investigación.
Pero esperen... hay algo peor
Aún más inquietantes son las desapariciones
habituales de mujeres y niñas coptas. El último caso de gran
repercusión es el de Mariam Medhat Ramzy, que desapareció el 25 de mayo. Secuestros como el suyo son tan comunes como poco investigados, si es que se investigan.
A esto se suman los frecuentes castigos
colectivos infligidos a las comunidades cristianas cuando se considera
que uno de sus miembros se ha extralimitado de su «lugar». La semana
pasada, en Minya, multitudes de musulmanes se amotinaron gritando
«Alahú Akbar» mientras prendían fuego a decenas de casas cristianas. ¿El detonante? Un copto tuvo la osadía de instalar un amplificador móvil en su propio tejado.
En este contexto, las palabras de Trump son
importantes. Contrastan radicalmente con el silencio estudiado –o peor
aún, la equivalencia moral– de sus predecesores, Barack Obama y Joe
Biden. Trump es, sin duda, el único presidente de Estados Unidos en la
historia moderna que ha confrontado directa y repetidamente la
persecución de los cristianos en el mundo musulmán.
Tampoco es una postura nueva para Trump. Durante
su primer mandato, abordó el tema sin rodeos. En 2020, se refirió a los
«retos a los que se enfrenta el grupo cristiano más numeroso [los
coptos] en Oriente Medio», haciendo hincapié en la necesidad de
«reconocer la importancia de la libertad religiosa» y «reafirmar
nuestro compromiso con la promoción y la defensa de este principio
fundamental de una sociedad libre».
Ese año, también calificó
el trato que reciben los cristianos en la región de «más que
vergonzoso», afirmando que el cristianismo estaba siendo «tratado de
forma horrible y muy injusta, es algo criminal».
Quizás lo más memorable fue que, tras la masacre de 28 coptos –entre ellos 10 niños– a manos de hombres armados islámicos en Egipto en 2017. Trump declaró:
«Esta matanza despiadada de cristianos en Egipto
nos desgarra el corazón y aflige nuestras almas... Estados Unidos deja
claro a sus amigos, aliados y socios que las preciadas e históricas
comunidades cristianas de Oriente Medio deben ser defendidas y
protegidas. El derramamiento de sangre de los cristianos debe terminar,
y todos los que ayuden a sus asesinos deben ser castigados».
Las palabras importan
Algunos pueden argumentar que las palabras de
Trump son solo eso, palabras. Pero las palabras importan. Y si alguien
lo duda, que piense en lo diferentes que han sido las palabras de sus
predecesores.
Cuando el ejército egipcio atropelló y disparó a decenas de manifestantes coptos pacíficos durante la masacre de Maspero en 2011 –el peor ataque sancionado por el Estado contra los cristianos en la historia moderna de Egipto–, Obama emitió lo que su administración denominó una «declaración deliberadamente imparcial», en la que instaba a ambas partes, cristianos y militares, a «mostrar moderación».
Sí, has leído bien. A los cristianos, abatidos
por tanques y balas por atreverse a protestar por la quema de sus
iglesias, se les pidió que «mostraran moderación».
Este tipo de equivalencia moral fue un sello
distintivo de la administración Obama. En su marco ideológico, los
cristianos son siempre los «opresores» y los no cristianos los
«oprimidos», independientemente de los hechos. Por eso, cuando
extremistas musulmanes bombardearon tres iglesias en Sri Lanka el
Domingo de Pascua de 2019, matando a casi 300 cristianos, tanto Obama
como Hillary Clinton emitieron declaraciones lamentando el ataque
contra los «fieles de Pascua». No contra los cristianos, sino contra los «fieles de Pascua».
No se atrevieron a nombrar a las víctimas, porque hacerlo habría alterado su relato ideológico.
Obama no solo no reconoció (y mucho menos hizo
nada al respecto) la persecución de los cristianos por parte de los
musulmanes, sino que la ayudó y la instigó (véanse numerosos artículos
antiguos e informes documentados que escribí, a partir de 2012, aquí, aquí, aquí y aquí). En otras palabras, hay una razón por la que Trump ha dicho repetidamente: «El presidente Obama es el fundador del ISIS».
El problema de Nigeria
Pero quizá sea en el contexto de Nigeria, donde se ha estado produciendo un auténtico genocidio
de cristianos desde que Obama entró en la Casa Blanca, donde se ponen
de manifiesto con mayor claridad las diferencias entre él y Biden, por
un lado, y Trump, por otro. Hay que tener en cuenta que, de media, cada
dos horas muere un cristiano nigeriano por su religión.
A pesar de ello, la administración Obama se negó
durante años a designar a Nigeria como «país de especial preocupación»,
a pesar de la matanza continua de cristianos que llevaban a cabo Boko
Haram y otros grupos yihadistas. El Departamento de Estado de Hillary
Clinton incluso se resistió
a calificar a Boko Haram como organización terrorista, a pesar de su
historial de asesinatos de cristianos y atentados contra iglesias a una
escala superior a la del ISIS.
Solo cuando Trump llegó al poder en 2020, Nigeria
fue finalmente designada «país de especial preocupación». Y, a
diferencia de sus predecesores, Trump no se anduvo con rodeos. Durante
una reunión con el presidente nigeriano Muhammadu Buhari –un hombre
que, según muchos nigerianos, Obama ayudó a instalar en el poder–,
Trump le preguntó directamente: «¿Por qué está matando a cristianos?».
Contrastemos eso con la administración Biden. En
2021, bajo el secretario de Estado Antony Blinken, Nigeria fue
discretamente eliminada de la lista de países de especial preocupación.
Los observadores de derechos humanos quedaron consternados. Como dijo el abogado Sean Nelson en aquel momento:
«No se han dado explicaciones que puedan
justificar esta decisión. En todo caso, la situación en Nigeria ha
empeorado durante el último año. Miles de cristianos son perseguidos,
asesinados y secuestrados, y el Gobierno simplemente no está dispuesto
a detener estas atrocidades... Eliminar la condición de país de
especial preocupación de Nigeria solo envalentonará al gobierno cada
vez más autoritario de ese país.»
En resumen, en un momento en el que la verdad se
ahoga bajo el peso de la política y la propaganda, son importantes las
palabras de Trump sobre los cristianos perseguidos. Son un infrecuente
reconocimiento de la realidad y un primer paso crucial hacia el cambio.
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