Turquía venera los gloriosos y crueles días de violaciones y masacres de la yihad

RAYMOND IBRAHIM




Es oficial: Turquía planea convertir el museo de Santa Sofía, durante siglos una de las más grandes basílicas de la cristiandad, en mezquita.


El presidente Erdogan suele decir a los medios de comunicación occidentales y laicos que su decisión es una especie de quid pro quo, ya sea una respuesta al trato que da Israel a la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, ya una respuesta a la resistencia europea frente a la entrada de más migrantes musulmanes, pero el verdadero significado oculto tras su deseo de transformación de Santa Sofía salió a la luz el 31 de marzo de 2019.


Después de informar que "el presidente de Turquía había realizado el rezo islámico en la Santa Sofía, un hito histórico de Estambul que se ha convertido en símbolo de las tensiones interreligiosas y diplomáticas", AP agrega que Erdogan también ofreció su oración a las "almas de todos aquellos que nos dejaron esta obra como herencia, especialmente el conquistador de Estambul".


No es el único que desea convertir Santa Sofía en mezquita para venerar a los conquistadores yihadistas. Más del 97 por ciento de los turcos encuestados dijeron que quieren ver Santa Sofía convertida en mezquita, no porque haya escasez de lugares donde rezar (pues en 2010, había 3.000 mezquitas activas solo en Estambul), sino para deleitarse con la gloria de los días sangrientos de la yihad y honrar a sus protagonistas.


Por citar a Salih Turhan, jefe de la Asociación de Jóvenes de Anatolia, un grupo que cada año organiza manifestaciones masivas alrededor de Santa Sofía: "Como nietos de Mehmet el Conquistador, conseguir la reapertura de Santa Sofía como mezquita es nuestro legítimo derecho".


En lo que sigue, rememoramos exactamente lo que hizo Mehmet (traducción turca de "Mahoma") el Conquistador, para estimular a tantos turcos modernos, incluido su presidente, a que lo honren, transformando Santa Sofía en mezquita. (Todas las citas de la siguiente narración están tomadas de fuentes primarias, en su mayoría de testigos oculares, y están documentadas en mi reciente libro La espada y la cimitarra. Catorce siglos de guerra entre el islam y Occidente).


Haguía Sophia, que en griego significa "Sagrada Sabiduría" [en referencia a Cristo], se construyó alrededor del año 537 DC en Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, que durante casi un milenio fue símbolo fiel de desafío contra un islam siempre invasor desde oriente.


Después de resistir durante siglos los embates yihadistas, Constantinopla cayó en manos de Mehmet, el 29 de mayo de 1453, y él convirtió Santa Sofía en mezquita (hasta que una Turquía con una orientación laica la convirtió en museo en 1935).


Tan pronto como entraron en la ciudad, "Los soldados turcos enfurecidos... no dieron cuartel ", escribía un testigo ocular:


"Cuando acabaron la masacre y ya no había más resistencia, se dedicaron al pillaje y vagaron por la ciudad robando, desnudando, saqueando, matando, violando, capturando cautivos a hombres, mujeres, niños, ancianos, jóvenes, monjes, sacerdotes, personas de todo tipo y condición... Hubo vírgenes que despertaron en una espantosa pesadilla al encontrar a aquellos bandidos con las manos ensangrentadas y los rostros llenos de abyecta furia... [Los yihadistas turcos] las arrastraron, las rasgaron, las forzaron, las deshonraron, las violaron por doquier y las sometieron a los más terribles ultrajes... Niños tiernos fueron brutalmente arrebatados de los pechos de sus madres, y las niñas las entregaron sin piedad a uniones extrañas y horripilantes, y perpetraron miles de otras cosas terribles ..."


Dado que miles de ciudadanos, al huir, se habían refugiado en Santa Sofía, esto proporcionó una enorme cosecha de esclavos, una vez que derribaron sus puertas.


"Un turco buscaba al cautivo con aspecto de más rico, un segundo prefería una cara bonita entre las monjas... Cada turco en su rapacidad estaba ansioso por llevarse su cautivo a un lugar seguro, y regresar en seguida para apoderarse de un segundo y un tercer premio... Entonces se podían ver largas colas de cautivos saliendo de la iglesia y sus recintos santos, llevados como ganado o rebaños de ovejas."


Los esclavistas a veces se peleaban entre ellos hasta matarse por "cualquier chica de buen cuerpo", aun cuando muchas de estas últimas "prefirieron arrojarse a los pozos y ahogarse antes que caer en manos de los turcos".


Después de tomar posesión de una de las basílicas más grandes y antiguas de la cristiandad, con casi mil años de antigüedad en el momento de su captura, los invasores "cometieron todo tipo de vilezas en su interior, haciendo de ella un burdel público". Sobre "sus altares sagrados" cometieron "perversiones con nuestras mujeres, vírgenes y niñas", incluyendo a "la hija del Gran Duque, que era muy hermosa". La forzaron a "tenderse en el altar mayor de Santa Sofía, con un crucifijo bajo la cabeza, y luego la violaron".


A continuación "desfilaron con el crucifijo [principal de Santa Sofía] en una procesión burlesca, a través de su campamento, tocando tambores ante él, crucificando de nuevo a Cristo con escupitajos, blasfemias y maldiciones. Le colocaron una gorro turco... sobre la cabeza, y se mofaban a gritos, ​​'¡Mirad el dios de los cristianos!'." "Arrancaron los ojos a los santos" [momificados] y arrojaron sus cadáveres "en mitad de las calles para que los cerdos y los perros los trituraran... y las imágenes de nuestro Señor Jesucristo y sus santos las quemaron o las destrozaron".


Muchas otras iglesias de la antigua ciudad sufrieron el mismo destino. "Las cruces que estaban colocadas en los techos o en los muros de las iglesias las derribaron y pisotearon". La eucaristía la esparcieron por el suelo. A los iconos sagrados les arrancaron el oro, "los tiraron al suelo y los patearon". A las Biblias les arrancaron sus ilustraciones de oro o plata antes de quemarlas. "Los iconos sin excepción acabaron arrojados a las llamas". Las vestiduras del Patriarca las pusieron en ancas de perros. Los ornamentos sacerdotales se los pusieron a caballos.


"La desgracia cundía por todas partes, a todos los afligía el dolor", cuando finalmente el sultán Mehmet hizo su triunfal entrada a la ciudad. "Hubo lamentaciones y llantos en todas las casas, gritos en las encrucijadas y angustia en todas las iglesias. El gemido de los hombres y el chillido de las mujeres acompañaban al saqueo, la esclavitud, la separación y la violación".


El sultán cabalgó hasta Santa Sofía, desmontó y entró "maravillado ante la vista" de la gran basílica. Al igual que otras iglesias que quedaron bajo el dominio musulmán —como la basílica de san Juan Bautista, ahora gran mezquita de Damasco—, la suerte de Santa Sofía fue que no la destruyeron, sino que la transformaron en mezquita. Después hacer limpieza de sus cruces, estatuas e iconos —el propio sultán se encaramó sobre el altar y lo pisoteó—, Mehmet ordenó a un muecín que subiera al púlpito y salmodiara "sus detestables rezos. Entonces, este hijo de la iniquidad [el sultán], este precursor del Anticristo, montado sobre la mesa santa, pronuncó sus propias rezos", convirtiendo así a la iglesia mayor en un templo pagano para su dios y su Mahoma".


Pues bien, de esto es de lo que los musulmanes y el presidente de Turquía están orgullosos: la conquista violenta del antiguo territorio cristiano y la transformación cargada de atrocidades de su mayor catedral en mezquita. Esto es lo que están ansiosos por honrar, convirtiendo otra vez Santa Sofía en mezquita. No nos engañemos: si el occidental promedio no tiene ni idea de la historia de Santa Sofía, a todos los turcos se les enseña desde jóvenes.


Haciendo un ídolo de Mehmet, a pesar de lo que hizo —transformar Santa Sofía en mezquita para honrar a las "almas de todos aquellos que nos dejaron esta obra como herencia, especialmente el conquistador de Estambul", lo que Erdogan ha decretado, para regocijo de muchos turcos, es tanto como decir: "Estamos orgullosos de nuestros antepasados ​​que masacraron, decapitaron, esclavizaron y violaron a aquella gente y les robaron sus tierras simplemente porque eran infieles cristianos".



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