Los musulmanes quieren ‘vengar’ la batalla de Tours
RAYMOND IBRAHIM
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A las demás razones por las que los
musulmanes recurren al terrorismo, ahora podemos añadir otra: «para
vengar batallas perdidas de la historia». En serio. Un ejemplo del mes
pasado:
«Los servicios de inteligencia franceses acusaron a tres jóvenes, al
parecer radicalizados, de presunta conspiración terrorista...
Presuntamente inspirados por la ideología yihadista, los individuos son
sospechosos de planear al menos un acto violento en la ciudad
centrooriental de Poitier con «bombas caseras». «Uno de los sospechosos
era hijo de un imán de la mezquita de la ciudad de Saint-Brieuc y
antiguo capellán musulmán de la cárcel de la misma ciudad bretona...
Uno de 19 años y los otros de 20, los tres sospechosos eran estudiantes
de química, psicología e informática... Según la investigación de las
autoridades, los tres hombres querían supuestamente vengar a las tropas
árabo-bereberes derrotadas en 732 por Carlos Martel en la batalla de
Poitiers.»
Aunque se puede decir mucho sobre este suceso, consideremos lo que
revela sobre las dos civilizaciones en cuestión: la de los musulmanes y
la que en su día encabezaron hombres como Carlos Martel, «el Martillo».
La batalla de Tours, en 732 d.C., fue sin duda un momento decisivo (le he dedicado un capítulo entero en mi libro La espada y la cimitarra).
Un destacado historiador, Godefroid Kurth (fallecido en 1916), la
presentó como «uno de los grandes acontecimientos de la historia del
mundo, ya que de su resultado dependía que la civilización cristiana
continuara o que el islam se impusiera en toda Europa».
En tal sentido, ¿no es interesante que, por un lado, los musulmanes aún
recuerden y traten de vengarse de aquella batalla y, por otro, la
mayoría de los occidentales no sepan absolutamente nada de ella?
Bernard Lewis explicó en una ocasión esta extraña dicotomía: «la
mayoría de los musulmanes, a diferencia de la mayoría de los
estadounidenses, tienen una intensa conciencia histórica y ven los
acontecimientos actuales con una perspectiva mucho más profunda y
amplia que nosotros normalmente».
Sin duda, esto es decir poco. En cualquier caso, los musulmanes caminan
cada vez más en perfecta continuidad con su historia –una historia de
invasiones, terror y conquista de tierras no musulmanas– y los
occidentales caminan cada vez más en perfecta discontinuidad con su
historia –una historia en la que los europeos se defendieron de los musulmanes invasores–.
Mientras tanto, si los musulmanes son conscientes de su pasado
yihadista y lo celebran con regularidad, Occidente hace todo lo posible
por olvidar y blanquear más de un milenio de atrocidades musulmanas, al
tiempo que condena y saca de contexto las hazañas de sus propios
antepasados, siendo los cruzados un ejemplo paradigmático.
Esta incapacidad para apreciar la verdadera historia, incluida su inquebrantable continuidad, se ha trasladado naturalmente a la forma en que Occidente malinterpreta
por completo los acontecimientos actuales. Dicho de otro modo, dado que
Occidente se obceca en una mentira –que el islam era históricamente
pacífico y tolerante–, naturalmente no puede entender la ideología que
alimenta la agresión yihadista de hoy en día y, por tanto, siempre la
atribuye a otra cosa: «agravios», trastornos mentales, disputas territoriales, etcétera.
El zorro y el erizo
En cuanto a los muchos otros actos de violencia musulmana que son
demasiado difíciles de atribuir a «agravios» –como la persecución (a
veces genocidio) de los cristianos bajo el islam; los ataques
sistemáticos a iglesias europeas; y las agresiones sexuales a mujeres
infieles o su seducción– simplemente no se discuten porque, para los
occidentales históricamente amnésicos, son «inexplicables», por no
mencionar la forma en que caen en la trampa del «relato» que
supuestamente todos debemos aceptar sin cuestionarlo.
Esta es, por cierto, la razón por la que cada atentado terrorista
musulmán se presenta siempre como algo «nuevo», un fenómeno dispar que
debe entenderse por sí mismo, con una pandilla interminable de
tertulianos en los medios de comunicación «explicando» (en general
erróneamente) lo que debería ser de sentido común.
Gran parte de esta dicotomía queda expresada en un fragmento del
antiguo poeta griego Arquíloco: «El zorro sabe muchas cosas, pero el
erizo sabe una gran cosa». Comentando el significado de este oscuro
aforismo, Isaiah Berlin escribió en su obra El erizo y el zorro (1953):
«Existe un gran abismo entre aquellos, por un lado, [Erizos/Musulmanes]
que relacionan todo con una única visión central, un sistema, más o
menos coherente o articulado, en términos del cual entienden, piensan y
sienten –un principio organizador único y universal, en función del
cual tiene significado todo lo que son y lo que dicen–; y, por otro
lado, aquellos [Zorros/Occidentales] que persiguen muchos fines, a
menudo inconexos e incluso contradictorios, conectados, si acaso, solo de facto, por alguna causa psicológica o fisiológica, no relacionada con ningún principio moral o estético.»
Un artículo en Internet ofrece una explicación más simplista:
«Si adoptas el pensamiento del zorro, te basas en varios elementos de
información para formarte tu opinión sobre un tema y piensas en él
desde distintos ángulos. También estás dispuesto a admitir tus dudas.
Pero si tienes una mentalidad más propia de un erizo, desarrollas tus
visiones del mundo y tus predicciones teniendo en cuenta un principio
central y global, y hablas de tus puntos de vista con más confianza.»
Así pues, la fuerza del «erizo» musulmán reside en que ve el mundo y su
lugar en él de acuerdo con una gran idea, a saber, el islam, y la
manera como se ha comportado siempre el islam. En cuanto al «zorro»
occidental, nada está conectado; no hay una comprensión global de nada;
todo está «matizado» y a menudo se presenta en el vacío, nunca forma
parte de un continuo obvio. De ahí que todo sea «nuevo» y se presente
como noticia.
Por cierto, no hay más que mirar a Francia, donde se desbarató ese
último complot terrorista para «vengar Tours», para ver toda la
dinámica antes mencionada en plena acción. Históricamente, Francia
produjo más cruzados y encabezó más cruzadas contra el islam que
cualquier otra nación europea. Sin embargo, hoy en día es una de las
naciones más complacientes con los musulmanes y tiene posiblemente la
mayor población musulmana de Europa.
Así, los musulmanes siguen caminando tras los pasos de sus antepasados,
mientras que los occidentales han sido condicionados para hacer todo lo
contrario, en su propio detrimento.
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