Viena escupe a la cara de Polonia, insulta a sus salvadores históricos para apaciguar a sus perseguidores históricos
RAYMOND IBRAHIM
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Cualquier cristiano que se atreva a oponerse al
islam –incluso simplemente oponiéndose a la agresión y el terror
islámicos– es un monstruo que debe ser rechazado.
¿Les parece una locura? Pues fíjense en la siguiente noticia: el
ayuntamiento de Viena se niega a honrar con una estatua a Juan III
Sobieski, el rey polaco que salvó la capital austriaca de los turcos en
1683, debido –en palabras de un informe– a «preocupaciones relacionadas con la islamofobia».
He aquí un breve resumen del asedio musulmán a Viena en 1683, de lejos
uno de los enfrentamientos más importantes entre el Islam y Occidente
(tanto que le dediqué un capítulo entero en mi libro de 2018, La espada y la cimitarra).
En el verano de 1683, unos 200.000 musulmanes procedentes de Turquía
invadieron Austria, masacrando a más de 30.000 cristianos cautivos, y
sitiaron Viena. Durante más de dos meses, los vieneses, atrincherados y
en inferioridad numérica, sufrieron peste, disentería, hambre y muchas
bajas, sobre todo de mujeres y niños.
Entonces, el 12 de septiembre, cuando la ciudad había llegado a su
extremo final y los musulmanes estaban a punto de irrumpir, un testigo
ocular anónimo inglés escribió lo siguiente:
«Después de un asedio de sesenta días, acompañado de mil dificultades,
enfermedades, falta de provisiones y gran efusión de sangre, después de
un millón de disparos de cañón y mosquete, bombas y todo tipo de
pirotecnia, que han cambiado la faz de la ciudad más bella y
floreciente del mundo, desfigurándola y arruinándola... el cielo
escuchó favorablemente las plegarias y las lágrimas de un pueblo
abatido y acongojado.»
El formidable rey de Polonia, Juan Sobieski, había acaudillado a 65.000
jinetes para vengar a la asediada Viena. «No es solo una ciudad lo que
tenemos que salvar, sino toda la cristiandad, de la que Viena es el
baluarte», había dicho Sobieski a sus hombres desde lo alto de una
colina que dominaba la ciudad, antes de dirigir cuesta abajo una
atronadora carga de caballería, la mayor de la historia, contra los
musulmanes, y aniquilarlos.
Muchos polacos y austriacos, entonces y ahora, apreciaron el heroico
socorro de Sobieski a Viena, hasta el punto de que, al menos desde
2013, han estado clamando por un monumento a Sobieski en la colina
donde se reunió su ejército. Aunque Viena accedió inicialmente a ello
hace 12 años, los planes para un monumento a Sobieski se han cancelado
recientemente.
Un bastión islámico
¿Por qué? Porque, y citando a la concejala Veronica Kaup-Hasler, «Viena
no erigirá un escenario del que se pueda abusar para la agitación
xenófoba y para fomentar la islamofobia y el sentimiento antiturco».
Curiosamente, y a pesar de su nombre, esta Verónica parece mucho más
turca que austriaca. Esto tendría sentido porque, después de que los
polacos salvaran a los vieneses del islam en 1683, los vieneses han
pasado a acoger al islam en nombre de la tolerancia, el
multiculturalismo, la diversidad y todo eso. Como resultado, Viena es
ahora un bastión del islam dentro de Europa.
Sí, así es. Aunque en su día fue una ciudad católica y sede del Sacro
Imperio Romano Germánico (de ahí que los turcos estuvieran tan ansiosos
por conquistarla), hoy hay más estudiantes musulmanes que católicos en Viena. No lo dudemos. Y las mezquitas a las que acuden ellos y sus padres tienden a la «radicalización». Cuando dos jóvenes musulmanes fueron detenidos antes de lanzar un ataque terrorista contra su escuela en 2023, confesaron que «¡Queríamos disparar a todos los cristianos de la clase!» ¿Por qué? Porque «Matar cristianos nos lleva al paraíso».
La delincuencia, como era de esperar, también hace estragos en Viena, gracias precisamente a esta afluencia del islam. Según un informe titulado «Los austriacos viven atemorizados por los ataques diarios de bandas de inmigrantes violentos en Viena»:
«Los atracos y las palizas se están convirtiendo en moneda corriente en
la capital histórica, con ataques casi diarios a transeúntes... La zona
de Praterstern, a las afueras del centro de Viena, está ahora
controlada por norteafricanos y se considera la peor de la ciudad en
cuanto a delincuencia. A pesar de que la policía ha aumentado su
presencia en la zona, está plagada de delincuencia. En el otro extremo
de la ciudad, los afganos se han apoderado de los alrededores de la
estación de ferrocarril del Oeste, y han saltado a los titulares por
motivos detestables... Los delitos cometidos por inmigrantes en Austria
han aumentado rápidamente en el último año a medida que llegan más al
país. ... Las agresiones sexuales perpetradas por solicitantes de asilo
se han convertido en un grave problema en Austria, con un aumento del
133% de las agresiones sexuales cometidas por inmigrantes solo en el
último año, desde que estalló la crisis migratoria.»
De hecho, al igual que en otros países europeos, los delitos sexuales –incluidos los cometidos contra chicos jóvenes– se han disparado
en Austria. Según un informe, «apenas pasa un día sin que se denuncien
agresiones sexuales» a manos de inmigrantes. Después de que unos
inmigrantes afganos intentaran violar y agredir a una mujer rubia, la
policía respondió aconsejándole que se tiñera el pelo de negro.
Por cierto, todos estos informes y cifras que estoy transmitiendo son
de 2016 y 2017. Desde entonces, la población musulmana de la ciudad no
ha dejado de crecer, al igual que la delincuencia.
Cancelarse a sí mismos
Mientras tanto, lo único que ha hecho el Gobierno austriaco ante este
cambio demográfico y la agresión musulmana es fingir que no ocurre. Los
libros de texto escolares encubren la historia islámica –incluido el mencionado asedio de Viena–
mientras demonizan la «intolerante» herencia cristiana de Austria. Se
espera que los austriacos se cancelen a sí mismos para apaciguar a los
musulmanes.
Las fiestas navideñas se «restringen» en Viena y otras regiones de gran
densidad musulmana, mientras que se obliga a los niños católicos a
aprender y recitar versos islámicos en el ramadán. En una ocasión,
tras recoger a su hijo en el colegio, una madre católica se sorprendió
al oírle cantar en voz alta y repetidamente «¡Alá, Alá!», hasta que se
enteró de que durante dos meses toda la clase había sido obligada, so
pena de castigo, a memorizar y recitar conjuros islámicos. «Lo sentí
como una bofetada en la cara», dijo la madre en una entrevista.
No es de extrañar que un monumento a Sobieski, el archienemigo de los
que ahora gobiernan Viena, no se permita en la capital austriaca que
tan magníficamente salvó.
Por un lado, los masoquistas vieneses –al menos sus cargos electos– no
quieren ofender a los descendientes de aquellos turcos musulmanes que
en su día aterrorizaron, masacraron y esclavizaron a los vieneses, y
que son los mismos que en la actualidad delinquen contra ellos. Por
otro lado, no tienen ningún problema en escupir a la cara de los
descendientes de aquellos polacos que dieron su vida para salvar a
Viena del islam.
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