‘Vuestra hora ha llegado, adoradores de la Cruz’

RAYMOND IBRAHIM




Ahmed Al-Sharaa: yihadista con traje y corbata


El 8 de diciembre, las fuerzas rebeldes yihadistas tomaron Damasco, y con ella toda Siria. Algunos medios de comunicación occidentales sugieren que, aunque de naturaleza yihadista, el nuevo régimen promete ser inclusivo con los cristianos y otras minorías religiosas de la nación. Sin embargo, a continuación se exponen algunos acontecimientos ocurridos desde el momento en que los yihadistas tomaron el poder hasta finales de diciembre de 2024 (tres semanas) que sugieren lo contrario:


Para empezar, y como si no pudieran contener su «entusiasmo», una de las primeras cosas que hicieron los yihadistas fue circular por Damasco mientras exhibían inquietantes mensajes en sus vehículos, entre ellos «Vuestra hora ha llegado, adoradores de la Cruz».


Incluso en los días previos a la caída de Damasco, se informó de que los yihadistas aspirantes a gobernar pretendían encontrar y decapitar al líder de la mayor comunidad cristiana de Siria, el metropolitano Efraín, de la Iglesia Ortodoxa Antioquena. En respuesta, el metropolitano trató de consolar a los cristianos de la nación en un sermón:


«Nuestros queridos hijos de Alepo, permanecemos aquí, en Alepo, con nuestro rebaño en todas las circunstancias, desde las más difíciles hasta las más alegres. Os aseguramos que las oraciones en nuestras iglesias continuarán según lo permitan las circunstancias y los medios disponibles. En la oración, queridos, echamos nuestras cargas sobre Dios y confiamos en Él. Por eso, os exhorto: ¡orad sin cesar! Sigamos pacientemente el camino de Cristo hasta la cruz, ¡hasta que resucitemos con Él en su resurrección!»


El informe añade que, «el metropolitano Efraín asumió la dirección de la metrópolis de Alepo el 17 de diciembre de 2021, tras el secuestro y martirio de su predecesor, el metropolitano Pablo (Yazigi), que fue asesinado por los islamistas en 2016».


El 10 de diciembre, «rebeldes yihadistas saquearon la tesorería y la caja de donativos de la iglesia siríaca ortodoxa de San Jorge en Damasco, interrumpiendo los servicios religiosos e impidiendo la celebración de la misa. Mandaron al sacerdote que abandonara el lugar».


El 11 de diciembre, un sacerdote cristiano denunció que los musulmanes atacaron a los campesinos de un pueblo cristiano de Homs: «Los cristianos fueron ridiculizados y golpeados por ser 'infieles'».


El 13 de diciembre, un matrimonio cristiano, Samaan Satme y Helena Khashouf, de la aldea Al-Jamasliyye, en la provincia de Homs, fue brutalmente asesinado en el interior de su casa. Según un informe, «aunque en un principio se informó del asesinato como un robo frustrado, más tarde se supo que Samaan había sido decapitado y Helena tiroteada, lo que indica que había otros motivos».


Sugiriendo que el asesinato se produce tras el desencadenamiento de la hostilidad yihadista contra los cristianos de la nación, el informe añade que, más o menos en la misma época de este doble homicidio, un hombre cristiano y su madre, que vivían en Latakia, fueron atacados por sus vecinos musulmanes de toda la vida, a la llegada de los rebeldes yihadistas: «Sois cristianos –les dijeron despectivamente– ¡fuera de casa, no os queremos aquí!».


El 18 de diciembre, los yihadistas abrieron fuego contra la catedral ortodoxa griega de Hama. Los pistoleros, utilizando armas automáticas, dispararon contra los muros de la iglesia e intentaron derribar la cruz del edificio.


Ese mismo día, los yihadistas también «violaron la santidad de los muertos» y «destrozaron los cementerios de las familias cristianas» en Mhardeh, al norte de Hama, dijo una fuente local.  Las imágenes de la profanación (aquí) muestran una estatua de la Virgen María decapitada y varias cruces y lápidas destrozadas esparcidas por el suelo.


El 11 de diciembre, los yihadistas destruyeron y vandalizaron el contenido de la iglesia de Santa Sofía en Suqaylabiyah, otra ciudad predominantemente cristiana, también en la provincia de Hama (imágenes de vídeo aquí).


Casi dos semanas después, y solo un par de días antes de Navidad, ocho yihadistas extranjeros, de origen uzbeko, prendieron fuego a un gran árbol de Navidad público en Suqaylabiyah (imagen aquí).  Según un informe, «los autores mantuvieron a raya a los observadores y los bomberos mientras el árbol artificial de varios pisos de altura ardía en la plaza principal».


Este acto incendiario, junto con la actual «serie de robos, profanaciones de iglesias y provocaciones anticristianas por parte de yihadistas del Cáucaso ruso y Asia Central», suscitó las protestas de los cristianos autóctonos de la región. Al grito de «¡Basta ya!», los manifestantes marcharon por su pueblo portando una gran cruz, «para mostrar a los yihadistas que son cristianos y no tienen miedo».


Hablando de todos estos flagrantes ataques, un informe observa que,


«A pesar de las declaraciones de tolerancia e inclusión del nuevo gobierno de Siria, este ataque contra lugares cristianos no es el último, porque los yihadistas siguen actuando tras haber luchado por el nuevo gobierno sirio. En particular, algunos, que están tan cerca como dos gotas de agua del Estado Islámico, con las mismas insignias en sus uniformes de combate. Aunque la Navidad para los católicos ha sido declarada fiesta para los funcionarios, nada cambia el hecho de que en Siria las bandas armadas islamistas, incluidas las más radicales, tienen total libertad.»


Incluso Ahmed Al-Sharaa, señor de la guerra yihadista y actual dirigente de Siria, confesó en una entrevista el 17 de diciembre que «cuando construyamos el califato islámico, los cristianos pagarán la yizia bajo la ley islámica». La palabra yizia, que suele traducirse como «tributo» o «impuesto», procede del Corán: 9: 29:


«Combatid a quienes no crean en Alá ni en el último día, a quienes no prohíban lo que Alá y su enviado han prohibido, y no profesen la religión de la verdad [el islam], entre aquellos a  quienes se les dio el Libro [judíos y cristianos], hasta que paguen el tributo [la yizia] con su mano y en estado de humillación» (Corán 9,29).


Como debería desprenderse de ese versículo, la yizia no se limita al tributo monetario de los «infieles», sino que es también un reflejo y un recordatorio de su condición inferior, de sumisión y humillación, dentro de un Estado islámico, en el que se ha convertido Siria.


A pesar de todo, y como de costumbre, cuando se trata de lo que le espera a Siria, las ilusiones parecen suplantar a la realidad. Aunque todo sobre Ahmed Al-Sharaa y sus secuaces yihadistas clama «radicalización», «terrorismo islámico» e «Estado Islámico», últimamente el señor de la guerra yihadista ha estado haciendo apariciones públicas con atuendo occidental –traje y corbata– y ha estado hablando como un diplomático occidental, haciendo hincapié en la «inclusión» de las minorías religiosas (desde su punto de vista, infieles, despreciables kuffar) y prometiendo «una nueva era alejada del sectarismo».


En nuestro mundo de credulidad, ese tipo de declaraciones suelen bastar para tranquilizarnos, incluso cuando el odio y la violencia bullen a fuego lento bajo las apariencias y se disparan sin control.



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