‘Hay un deseo activo en las élites europeas de acabar con la Iglesia y con la religión’

RÉMI BRAGUE / INFOCATÓLICA





La Fundación NEOS contó con la participación del filósofo e historiador francés Rémi Brague en su ciclo de conferencias, celebrado en el auditorio de la Mutua Madrileña. El filósofo galo ofreció una profunda reflexión sobre la crisis global que atraviesa Occidente bajo el título ¿Por qué el hombre occidental se odia a sí mismo?.

Juan Miguel Palacios, profesor de Filosofía Moral de la Universidad Complutense de Madrid y gran conocedor de Rémi Brague, hizo una semblanza de la carrera del profesor francés, empezando como investigador antes de dar el salto a la enseñanza universitaria. Palacios afirmó que "toda la inmensa actividad investigadora, académica y editorial de historia de las ideas no tiene para Brague una finalidad histórica, sino que se encamina a la comprensión, desde una perspectiva metódica, de los problemas espirituales que tenemos hoy, que son, en último término, los que a él realmente le preocupan".


Rémi Brague inició su ponencia afirmando que son muchas las cosas que van al revés en nuestro mundo, pero que todas convergen en el odio a sí mismo. Citó fenómenos como la inmigración, la historia de Occidente reducida a una sucesión de crímenes, el odio al cristianismo, la visión de las instituciones como construcciones vacías, sin una base en la naturaleza y que, por tanto, pueden ser "deconstruibles", e incluso la percepción del hombre como un mero depredador del planeta.


Para Brague, "Quien se odia a sí mismo, rechaza aquello que lo define en lo más profundo. Un claro ejemplo de esto, señaló, es el odio al cristianismo que se percibe en ciertas élites occidentales. El profesor matiza que no se refiere solamente a un fenómeno pasivo como la desafección por la práctica religiosa, sino más bien "a un deseo activo de acabar con la Iglesia y con la religión, especialmente la religión católica". Brague sentenció que "el odio al cristianismo es una prueba de su importancia decisiva en la historia de la cultura europea".


El filósofo continuó afirmando que "lo que llamamos individuo es el resultado de eliminar todas las determinaciones que provienen del exterior" y aquí se incluyen tanto las determinaciones culturales como los padres y el entorno social, el país con su idioma, su cultura y su historia, como las determinaciones naturales, esto es, el sexo o la edad, e incluso el hecho fundamental de pertenecer a la especie humana.


Este odio a sí mismo se manifiesta como la envidia, un pecado que procura tristeza frente a los que procuran placer, continúa el profesor. "La persona que envidio no me ha quitado nada, no me ha privado de nada. Por eso, la envidia es un pecado abstracto, un pecado para puros espíritus, es decir, un pecado diabólico" afirma. En este aspecto, habla de diabólico en el sentido bíblico: "Satán no es enemigo de Dios, sino más bien del hombre".


En su análisis, el historiador no ha olvidado mencionar la Teoría de la Evolución, señalando que "si la especie humana es simplemente el resultado del azar, y nada más, tenemos que atrevernos a pensar el fenómeno paradójico de una envidia de sí mismo. Esa envidia de sí mismo acarrea el odio a sí mismo".


Brague avanzó en su razonamiento. Si pasamos de la envidia de sí mismo del hombre como especie a lo particular, encontramos de nuevo el odio a un tipo concreto de hombre: al hombre blanco, varón y, en términos culturales, cristiano. Así resulta claro que "Occidente ha hecho más daño en el mundo que las demás culturas, sobre todo porque era poderoso. Obviamente, el poderoso hará más daño que el malévolo. Occidente debe pedir perdón y esperar recibirlo", sin embargo, ha animado también a las demás culturas a hacer lo mismo.


El historiador lamentó que los éxitos de Occidente y especialmente su conquista del mundo sean vistos hoy con desdén porque parecen fruto del azar, cuando muy al contrario Europa pudo abrirse al exterior porque estaba más adelantada en el campo de la ciencia y la técnica y, sobre todo, de la navegación. No obstante, reconoce que esas hazañas trajeron consigo crímenes, como el anverso y el reverso de una misma moneda.


Rémi Brague concluyó afirmando que "sin un punto de referencia exterior, trascendente, el hombre no puede decir que valga más que un caracol, ni reclamar una dignidad especial". El filósofo se ha unido a varios pensadores al afirmar que la supuesta "muerte de Dios" tiene por consecuencia lógica inevitable la muerte del hombre. Sin embargo, Brague cerró su intervención con un mensaje de esperanza: "Lo bueno en la situación actual es que nos da la oportunidad de redescubrir la urgencia vital de la fe".



FUENTE