‘Solo la verdad podrá salvar a los musulmanes’

SAMI ALDEEB





Después de los atentados que enlutaron París, el profesor Sami Aldeeb Abu-Sahlieh, especialista en derecho árabe y musulmán, concedió una entrevista en la que se pronuncia sobre el islam. Cuenta en su haber con un aluvión de publicaciones, docencia y conferencias en toda Europa, y una vida dedicada al estudio del derecho árabe y musulmán.


Nacido en 1949 en Zababida, cerca de Yenín (Cisjordania), Sami Aldeeb Abu-Sahlieh es un jurista que no teme exponer sus convicciones. En su opinión, el Corán, que ha traducido al francés ordenando las suras cronológicamente, contiene las semillas de la violencia. Este libro está disponible en Amazon.


Ante los actos terroristas, la mayor parte del discurso oficial tiende a exonerar al islam de esa violencia. Usted sostiene la tesis contraria. ¿Por qué lo hace?


Los fundamentos del derecho musulmán, cuya fuente principal es el Corán y que es la asignatura que yo imparto, son la clave para entender en qué se ha convertido el islam. El Corán fue revelado entre 610 y 622 en La Meca, y entre 622 y 632 en Medina. Mientras que el Corán de La Meca puede describirse como más o menos pacífico, el de Medina es un texto que acompaña al nuevo Estado islámico guerrero, que pretende expandirse por convicción o, en su defecto, por la espada. Mientras la gente acepte convertirse al islam, no hay problema. Pero quienes se nieguen a hacerlo de buen grado pueden elegir entre pagar tributo en estado de humillación o la espada si son monoteístas; o simplemente la espada si son politeístas (Corán 9,29). Esto es lo que aplica el ISIS en los territorios que domina, llegando incluso a enterrar vivos a cientos de yazidíes (niños, mujeres, hombres y ancianos) considerados politeístas por haberse negado a convertirse al islam. Esta doctrina es válida en todo tiempo y lugar mientras los musulmanes tengan poder para ponerla en práctica. El Corán dice a los musulmanes que no pidan la paz salvo en estado de debilidad (Corán 47,35). La doctrina del Estado Islámico se encuentra incluso en los libros jurídicos de Averroes, a quien los occidentales consideran erróneamente un filósofo ilustrado.


En Francia y en otros lugares, es más fácil burlarse del cristianismo que del islam. ¿Cómo explica usted esto?


Occidente ha incorporado la libertad de expresión a su sistema de pensamiento en respuesta a los excesos de la Iglesia y de las autoridades políticas a ella subordinadas. Frente al islam, Occidente prefiere callar, bien por miedo a la reacción de la comunidad musulmana, bien porque no es consciente del peligro que representa el islam. Existe, pues, una falta de discernimiento por parte de las autoridades políticas occidentales. Si te equivocas en el diagnóstico de un peligro, siempre pagarás la factura de tu error de diagnóstico sufriendo consecuencias que no habías previsto. Imagínense el coste de miles de soldados y policías persiguiendo a dos individuos tras los mortíferos tiroteos de Charlie Hebdo.


¿No cree en la posibilidad de vivir juntos?


La vida es una lucha constante y desesperada, por supuesto, pero me inclino a responderle que casi es demasiado tarde. No creo que tengamos el personal político capaz de tener el valor y las facultades de razonamiento que se necesitan en estas circunstancias. Tomemos de nuevo el ejemplo de Francia: desde hace varias semanas, se producen detenciones prácticamente todos los días, en todo el país, al parecer porque se ha tomado conciencia de que existía un peligro. Así que está justificado plantear a las autoridades una pregunta sencilla: ¿dónde estaban ustedes antes y qué hacían?


¿Cómo deberían comportarse nuestras democracias con los musulmanes que deciden vivir en ellas sin entenderlas?


Hay que explicarles que su forma de pensar no se corresponde con la nuestra. Pongo un ejemplo imaginario: si la Reina de Inglaterra viene en visita oficial a Francia, no se puede permitir que su chófer conduzca por la izquierda, por mucha simpatía y respeto que se le tenga a la monarca. Sería un grave peligro para ella y para los demás. El ejemplo de la calzada está elegido deliberadamente: en París, hay calles que se bloquean a la hora del rezo musulmán. ¿Cómo se puede tolerar esto? ¿Cómo se puede integrar a alguien que dice que nunca permitirá que su hija se case con un cristiano, a pesar de que los lazos de sangre son la mejor manera de lograr una verdadera integración? ¿Y cómo se puede integrar a alguien que se niega a ser enterrado con infieles, que quiere separarse de ellos hasta en la muerte?


Pero los musulmanes escrupulosamente ortodoxos también pueden ser ciudadanos leales de países mayoritariamente no musulmanes, ¿no es así?


El Corán impone al musulmán el deber de obedecer la ley de Dios, que en todos los casos considera superior a la ley del Estado. No puede elegir qué normas aplicar como se elige la comida a la carta (Corán 2,85). La ley musulmana es un todo: lo tomas o lo dejas. Se puede prescindir de un cierto número de normas en casos de debilidad o coacción, pero el musulmán siempre se sentirá culpable por no aplicar todas las normas islámicas. En cuanto se presenta la ocasión, vuelve a la totalidad del texto y de la práctica. A menos que abandone el islam por completo, para no vivir en una situación esquizofrénica. El resultado es un movimiento sin precedentes hacia el ateísmo entre los musulmanes. Obsérvese que incluso los musulmanes moderados solo cederán muy raramente en ciertos principios contrarios a los derechos humanos, como en el tema de los matrimonios mixtos o los cementerios. Esto es lo que impide el logro de la integración de los musulmanes en la sociedad occidental.


¿Considera entonces que el islam es incompatible con nuestras leyes?


Abdel Fattah Al-Sissi, presidente de Egipto, un país musulmán, no dice otra cosa cuando afirma que con las normas musulmanas es imposible construir una sociedad. El derecho musulmán, cuya fuente principal, repito, es el Corán, no es compatible con la modernidad, con la vida en común. En sentido estricto, es una religión de conflictos permanentes. Esta es la razón por la que el presidente Al-Sissi, en un discurso pronunciado en la mezquita de Al-Azhar, una de las universidades islámicas más antiguas, convocó a los imanes para revisar la enseñanza religiosa en su conjunto.


Usted recomienda también que se controle a los imanes y su predicación. ¿Por qué razón?


Porque en todos los países árabes se controla la predicación de los imanes, ¡pero aquí no! En Egipto, por ejemplo, los textos de los sermones de los imanes les son distribuidos por el Estado. Los musulmanes no tienen una autoridad principal, como los católicos, así que es el Estado quien debe vigilar. Además habría que formar a los imanes: hoy en día, hay tantos imanes como mezquitas, por lo que hay muchas opiniones diferentes que escapan a cualquier control. ¿Sabía que, en Francia, la mitad de los dispositivos de interferencia los compran las mezquitas, con el fin de impedir la grabación de lo que se dice en el interior?


En el cantón de Vaud se está debatiendo el reconocimiento de la comunidad musulmana como tal. ¿Cuál es su posición al respecto?


Me opongo al reconocimiento oficial de cualquier comunidad. Cada uno es libre de formar la comunidad que quiera, según las normas del Código Civil, y eso es suficiente. Al reconocer una comunidad, corremos el riesgo de tener que reconocer su derecho: ¿qué haremos si un día la comunidad musulmana exige que se separe a niños y niñas en las escuelas? Una sociedad moderna debe evitar el conceder un trato de privilegio.


¿El modelo laico es una solución?


No hay otra solución, aunque sólo sea porque todos los países con un componente religioso en su gobernanza son políticamente débiles y están expuestos a constantes conflictos.


Francia ha abolido el delito de blasfemia y Charlie Hebdo ha hecho de ello un negocio. ¿Comprende por qué los supervivientes de la masacre quisieran caricaturizar de nuevo a Mahoma en el primer número?


No era una caricatura propiamente tal, era solo un dibujo que representaba al Profeta. Si Charlie Hebdo hubiera hecho eso o cualquier otra cosa, el resultado habría sido el mismo. Recientemente, un periódico palestino puso una bombilla en su portada, y el presidente Abbas ordenó una investigación para determinar si la intención de los editores era representar a Mahoma.


Dadas las tesis que usted sustenta, ¿no teme por su vida?


A menudo me hacen esa pregunta, y siempre respondo que no siento odio por nadie. Meto a todos los profetas en el mismo saco, y todos los libros sagrados son libros sagrados para mí. Veo a los musulmanes como víctimas, como prisioneros, a los que les digo que solo deberían tener miedo de mí si les mintiera, porque únicamente la verdad los salvará. Es lo que siempre he explicado a mis alumnos: hay que amarse los unos a los otros, pero esto no quiere decir que haya que hacer lo mismo con las ideas.




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