Mansur Ibn Saryun, alias Juan Damasceno, primer crítico del islam (siglo VII-VIII)

ABBÉ ALAIN ARBEZ





Mansur Ibn Saryun (Víctor hijo de Sergio), llamado más tarde Juan Damasceno, nació en 676 en Damasco en una familia cristiana siríaca. Su abuelo fue un famoso administrador fiscal al servicio del emperador de Bizancio Heraclio.


Cuando los ejércitos arabomusulmanes se apoderaron de la región en 635, el ocupante exigió que este alto funcionario continuara asumiendo sus funciones, pero al servicio del nuevo poder islámico. Muchos cristianos fueron reclutados de la misma manera, sea para la administración, sea para las traducciones de obras a partir del griego.


El padre de Juan Damasceno también estuvo al servicio de los califas en el conjunto de la Gran Siria, para la recaudación obligatoria de impuestos y de la yizia. Juan Damasceno se convirtió en Yuhanna al-Dimasqi, recibió una educación muy completa sobre una base bicultural, pero donde el griego era el elemento esencial. Vivió la transición de la cultura helenística a la cultura árabe en Oriente. Su preceptor, Cosmas, era un monje bizantino de Sicilia que su padre había rescatado a un alto precio del cautiverio por los árabes durante una razia. Formado en diversas disciplinas, Juan Damasceno llegó a ser erudito en aritmética, astronomía, geometría, así como en música y teología.


Con las mismas competencias que su abuelo y su padre, Juan recibió el cargo de recaudador de impuestos para toda la región de Damasco, en una época en que se estaba estableciendo el sistema de la dimmitud. Los cristianos estaban divididos entre iglesias con opciones opuestas, lo que hacía el juego al avance islámico en todo el Oriente Próximo ocupado. Los pesadísimos impuestos incitaron a las familias cristianas a convertirse al islam. Poco a poco, los cristianos fueron expulsados ​​de  la administración controlada por el poder musulmán.


Juan abandonó sus cargos y se hizo monje en el monasterio de San Saba en Jerusalén. Allí mismo fue ordenado sacerdote en 735.


El interés de su testimonio es que él fue el primero en reaccionar desde el interior de la sociedad islámica y de las mutaciones en curso. Escribió varios tratados, siempre en griego. Su análisis del islamismo está contenido en unas veinte páginas que lo enfrentan con coraje.


Así, Juan ofrece la primera descripción cristiana del islam y la refutación de esta doctrina que él califica de herejía. Este término no debe interpretarse como una desviación a partir de la posición cristiana, sino como un movimiento sectario errático. Él impugna radicalmente la validez de la "revelación" de Mahoma.


Citemos algunos pasajes clave de su panfleto:


"¡Hay entre los ismaelitas (= árabes) una superstición engañosa siempre activa, ¡y que sirve de precursora al Anticristo!"

"Un falso profeta surgió en medio de ellos, se llamaba Mahoma. Él mismo creó su propia herejía."

"Hizo creer a la gente que él era un temeroso de Dios y propagó el rumor de que se le había traído del cielo una sagrada Escritura. Y puso por escrito sentencias de las que uno solo puede burlarse."

"Afirma que los judíos querían crucificar a Jesús, y después de haberlo arrestado, crucificaron su figura, pero Cristo mismo no fue crucificado y no murió."

"Él introdujo en esa escritura muchos otros absurdos de los que uno solo puede reírse, ¡pero él insiste en que eso le ha sido traído del cielo por Dios!"

"Además, nos llaman "asociadores", porque, según afirman, introducimos a un asociado junto a Dios, al decir que Cristo es el Hijo de Dios."

"¿Vosotros nos llamáis "asociadores"? Nosotros os llamamos "mutiladores" de Dios."

"Nos acusan injustamente de ser idólatras porque veneramos la cruz y porque ellos la desprecian. A esto respondemos: ¿y qué es lo que hacéis vosotros, que frotáis una piedra, a la que le expresáis vuestra veneración besándola?"

Juan Damasceno redactó también algunas reflexiones que permiten a los cristianos responder a las objeciones corrientes de los musulmanes. A diferencia de la tendencia actual propicia al relativismo y la confusión, él no se presta a un "diálogo" con el islam, que conoce bien desde dentro. Su objetivo no es que el cristiano se abra a otra religión, que considera perniciosa. Él expone, a partir de sus convicciones, que considera que son  verdades principales, no refuta el islam porque a sus ojos sea inferior, sino porque sus fundamentos le parecen inadmisibles y falsos.

Juan trata la cuestión determinante de la libertad humana ante Dios. Para el islam, el libre albedrío no existe, todo está predestinado por Alá, tanto el bien como el mal. Juan pone de manifiesto la contradicción entre esta visión y la justicia de Dios. Si el hombre no es responsable, no puede ser culpable. Nada de culpa, nada de redención, nada de misericordia divina, nada de proyecto humano. Juan insiste en la diferencia entre el engendramiento natural y el engendramiento espiritual, una realidad desconocida para los musulmanes.

Aparte de estos comentarios reactivos y apologéticos, adaptados a una situación específica, Juan Damasceno redactó un importante tratado titulado Una presentación exacta de la fe ortodoxa. En su época, la Iglesia cristiana no estaba dividida, aunque las interpretaciones teológicas daban lugar a serios conflictos internos. Por eso Juan Damasceno es reconocido tanto en la Iglesia ortodoxa como en la Iglesia católica. Su memoria es festejada en ambas comunidades.


El testimonio estimulante de Juan Damasceno, surgido de una generación confrontada con el primer asentamiento del poder islámico en Oriente, puede aportarnos algunas luces para reflexionar sobre la situación de las ideas y las fuerzas presentes en Occidente a principios del siglo XXI.


Reproducción autorizada con la mención: © Abbé Alain René Arbez, sacerdote católico, Comisión judeo-católica de la Conferencia Episcopal Suiza y de la Federación Suiza de Comunidades Israelíes.



FUENTE




Controversias entre un sarraceno y un cristiano, de Juan Damasceno