Los orígenes del islam (parte 1)

HÉLIOS D'ALEXANDRIE




Los orígenes del islam: lejos de falsificaciones históricas


¿Qué diría usted si la historia de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas se conociera solo por rumores de dos siglos después del desarrollo de los acontecimientos y en ausencia de documentos escritos y pruebas materiales? ¿Cómo juzgaría tal historia, si se basara exclusivamente en los relatos contradictorios de los descendientes de los testigos oculares dos siglos después de los hechos? ¿Cuál sería su reacción si le dijeran que la historia en cuestión se ha erigido en verdad absoluta, que más de mil millones de personas creen en ella acérrimamente y que la menor duda sobre su veracidad constituye un delito punible con pena de muerte? Probablemente diría que las gentes que redactaron esa historia intencionalmente inducen a error intencionadamente a todo el mundo, o que la autoridad que los empleó buscaba, por razones políticas, transformar el mito en realidad.


Pues esto es lo que pasa con el islam. Todo lo que se dice oficialmente a propósito de sus comienzos y de sus textos sagrados se apoya en bases similares. Por eso, es necesario no solo poner en duda la historia oficial del islam  de los orígenes y la autenticidad de los textos sagrados, sino intentar trazar un retrato aproximado, basándonos en diversos elementos objetivos.



Lo que dicen los especialistas


En 1995, en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, el renombrado islamólogo Jay Smith, en un debate que se hizo famoso en los círculos académicos, declaraba:


"La mayoría de los occidentales han tomado como moneda de curso legal las alegaciones de los doctores musulmanes, nunca las han puesto en cuestión en la medida en que fundaban su origen en el Corán. Se han mostrado muy reticentes a la hora de examinar con mirada crítica el Corán y las palabras del profeta, por miedo a reacciones violentas; en consecuencia, se han contentado con pensar que los musulmanes poseerían algunas pruebas tangibles para sustentar sus creencias."


Más adelante en su exposición, citaba el trabajo de reconocidos especialistas como John Wansbrough (Universidad de Londres), Joseph Schacht, Andrew Rippin (Canadá), Michael Cook y Patricia Crone (Oxford y Cambridge), Yehuda Nevo (Universidad de Jerusalén) y Humphreys:


"La inmensa mayoría de los investigadores independientes que han estudiado el Corán y los hadices han llegado a la conclusión de que las escrituras islámicas no fueron reveladas, sino que son el resultado de una compilación de textos tardíos y de ediciones realizadas por grupos de personas en el curso de varios cientos de años. El Corán que leemos hoy, lejos de ser idéntico al de mediados del siglo VII, es más bien un producto de los siglos VIII y IX. No fue concebido en La Meca ni en Medina, sino en Bagdad. Fue en allí y aquel tiempo cuando el islam adquirió su propia identidad y se convirtió en una religión. Por lo tanto, la génesis del islam no tuvo lugar durante la vida de Mahoma, sino que fue resultado de una elaboración gradual a lo largo de un período de 300 años."



Ausencia de documentos históricos


No existe ningún documento histórico que atestigüe la existencia del islam en cuanto religión antes del siglo IX, o sea, doscientos años después de Mahoma (muerto en 632). Es cierto que hubo una biografía de Mahoma escrita por Ibn Ishaq alrededor de 750, es decir, 118 años después de la muerte del profeta, pero el texto original se perdió y solo se ha conservado parcialmente en versiones revisadas y modificadas por historiadores posteriores, como Ibn Hisham (muerto en 834) y sobre todo Al-Tabari (muerto en 923). Este último reconoció haber censurado el texto de Ibn Ishaq porque daba una imagen desfavorable de Mahoma, aunque los elementos no censurados retenidos por Al-Tabari distan mucho de pintar un retrato simpático del profeta (robo, rapiñas, asesinatos, genocidios, matrimonio infantil, etc.) y es difícil imaginar cómo el verdadero Mahoma podría ser peor que el que se nos presenta en la historia oficial del islam.




Pero escuchemos lo que Jay Smith decía sobre el Corán y los hadices:

"para llevar a cabo el examen crítico de los textos sagrados del islam, debemos comenzar por un retorno a los orígenes, es decir, a las fuentes primarias, con el fin de obtener indicios convincentes en cuanto a su autenticidad. Esta tarea a priori debería ser fácil, puesto que se trata de escritos relativamente recientes, supuestamente aparecidos en escena hace 1.400 años. Pero las fuentes más tempranas se sitúan entre 150 y 300 años después de los acontecimientos. Por esta razón, deben considerarse como fuentes secundarias. La primera pregunta que nos viene a la mente es: ¿por qué estas tradiciones (orales) se pusieron por escrito en una época tan tardía?
    Ningún documento puede rastrearse durante los 150 años transcurridos entre las primeras conquistas islámicas y la publicación de la biografía de Mahoma y los hadices por Ibn Ishaq, Al-Tabari y Al-Bujari. Como historiadores, teníamos derecho a esperar descubrir al menos algunos fragmentos de texto como prueba del desarrollo del islam, pero no hemos encontrado nada y eso significa que la totalidad de las conquistas islámicas, desde España hasta India, tuvo lugar antes de que se pusiera por escrito el primer versículo de los textos sagrados islámicos."

Según Schimmel, Gilchrist, Ling y Safadi, no existe absolutamente ningún rastro material del Corán original. Ningún fragmento ha sobrevivido de las cuatro copias supuestamente transcritas por orden de Utmán, el tercer califa, veinte años después de la muerte de Mahoma en 632, para servir de referencia en La Meca, Medina, Basora y Damasco. A finales del siglo VII, las conquistas islámicas se extendían desde el Magreb en occidente hasta India en oriente. El Corán era supuestamente el elemento central que alimentaba la fe de los conquistadores y, sin embargo, ni un solo fragmento del Corán datado en aquella época se ha descubierto en todo ese espacio geográfico. El contraste con el cristianismo es sorprendente, cuando consideramos que se han descubierto o conservado no menos de veinticinco mil manuscritos del Nuevo Testamento, desde el siglo I, apenas unas decenios después del comienzo de la misión evangélica.





Los hadices: Alá y Mahoma no tienen nada que ver


Joseph Schacht estudió los documentos jurídicos y las actas de los juicios de principios del siglo IX, o sea, 170 años después de la muerte de Mahoma. En esa época, no se utilizaban los hadices como referencia en los juicios, aunque constituyen la base de la Ley islámica (charía). Por consiguiente, Schacht data la creación de los Hadices a partir del momento en que fueron utilizados en los juicios de los tribunales, o sea, más de 200 años después de la muerte de Mahoma. Hizo además otro descubrimiento: los hadices cuya autenticidad recibe los mejores apoyos son, paradójicamente, aquellos que son más sospechosos. En efecto, las cadenas de transmisión que autentifican los primeros hadices son aproximativas y poco detalladas, aunque estaban menos distantes de Mahoma en el tiempo; por el contrario, los hadices tardíos, los que aparecieron como por arte de magia a fines del siglo IX o en el X, ofrecen testimonios de autenticidad muy elaborados.


La primera publicación de los hadices coincide con la aparición de la charía, la ley islámica. En el islam hay cuatro escuelas jurídicas, que vieron la luz en los siglos IX y X. La primera es la escuela shafií cuyo fundador fue el jurista islámico Al-Shafii, que murió en 820, se basa exclusivamente en los hadices y no en la jurisprudencia adquirida durante los dos siglos anteriores. Para introducir una nueva disposición de ley era suficiente para justificarla tomar como referencia una palabra que el profeta Mahoma hubiera pronunciado supuestamente. Así se creó una gran cantidad de hadices en apoyo de la charía. Según Schacht: "Nació una cantidad ingente de tradiciones legales que invocaban la autoridad de Mahoma, durante la vida de Al-Shafii y en las décadas siguientes. En consecuencia, reflejan las doctrinas abasíes de Irak y no las más antiguas de Arabia (de tiempos del profeta y sus sucesores), o de Siria (del tiempo de los omeyas). La agenda legal y política de los califas que sustenta cada una de las cuatro escuelas jurídicas del islam demuestra que los hadices se fabricaron en Irak, en los siglos IX y X. Alá y Mahoma no tienen nada que ver con ellos.



Una gigantesca fabulación


Al historiador objetivo se le ofrece una sola conclusión: la ausencia de fragmentos del Corán y de los hadices que daten de los primeros siglos del islam, y la coincidencia entre la publicación de los hadices y la promulgación de las leyes islámicas que de ellos dependen, es una indicación de que esos textos sagrados no existían y que fueron creados en su totalidad en una fecha tardía, esto es, durante los siglos IX y X, bajo el califato abasí. En otras palabras, toda la "historia sagrada" islámica, la sunna del profeta, no es más que una gigantesca fabulación.


El estudio objetivo de los textos inflige un golpe mortal a la tesis de los islamistas: los hadices y la charía que deriva de ellos son producto de una época precisa, la era abasí y, por lo tanto, no poseen ningún carácter sagrado. La imposición de la charía a las masas musulmanas pertenece al dominio del oscurantismo y la tiranía.



El Corán


La segunda parte de esta crónica tratará del Corán. Los musulmanes afirman que fue dictado por el ángel Gabriel a Mahoma y que el texto coránico nunca ha sido alterado. El libro sagrado que los musulmanes leen o recitan hoy sería una copia puntualmente conforme con la que fue revelada. Esta afirmación es falsa, pues el texto del Corán, como veremos, atestigua una dilatada elaboración. Sus fuentes son innumerables. Las escasas pruebas arqueológicas y los fragmentos más antiguos del texto coránico confirman que su contenido fue modificado a lo largo de los primeros tres siglos del islam.



FUENTE



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