La genealogía del
islam
2. Los
métodos histórico-críticos
PEDRO GÓMEZ
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- El análisis del sistema no se refiere a las
personas
- El enfoque histórico-crítico en la
investigación
- Las métodos científicos en el estudio del
Corán y el islam
El análisis del
sistema no se refiere a las personas
Sería deseable sintonizar bien desde el principio. En el plano
personal, cada uno tiene derecho a sustentar las opiniones,
convicciones y creencias que vea o quiera. Pero aquí es obligado dejar
de lado la ideología, en lo posible, con el fin de atenerse a los
hechos, o a los textos, en cuanto referentes empíricos, y presentar los
datos, las teorías y los argumentos mejor fundados. En ningún momento
se trata de juzgar a personas, siempre respetables, ni sus ideas, para
las que son muy libres.
De lo que se trata es de analizar sistemas
ideológicos objetivados como tales, y hechos históricos que suelen
poner en práctica comportamientos derivados de aquellos. Mi ánimo se
halla tan lejos de la apologética como de la polémica, pues solo
intento una labor de ciencia en el ámbito de la historia y la
antropología, de filosofía crítica, hasta donde el método me lleve.
Siempre desde un punto de vista distante e inquisitivo.
En estos últimos tiempos, ha aumentado el volumen
de las indagaciones y las traducciones dedicadas a los textos
fundacionales del islamismo: el Corán, los relatos y la vida de Mahoma.
Nunca se habían impreso tantos libros sobre ello. Pero es en Internet
donde ha habido la mayor proliferación. Cientos de miles de sitios de
las más dispares tendencias intra y extramusulmanas dan testimonio de
una polémica sorda y una propaganda edulcorada, en la que abundan
posiciones tradicionalistas, fanatismos de todo signo y, a veces, una
refinada mendacidad. Como observaba un autor francés, hace ya años, al
tratarse de los estudios islámicos, entramos en «un ámbito
vergonzosamente trucado». Pocas páginas parecen interesadas en procurar
una exposición objetiva o veraz. Y menos aún son las que adoptan el
enfoque de la crítica histórica, textual, exegética y filosófica.
Este trabajo busca acercarse a un mejor
conocimiento del islamismo originario, en cuanto sistema semiótico,
teniendo en cuenta el examen de las fuentes fundacionales (sobre todo
el Corán, sin perder de vista los hadices y la biografía de Mahoma),
así como una selección de investigaciones de los especialistas mejor
reconocidos. No pretende ser una obra laudatoria, ni tampoco
difamatoria. El enfoque no mira a probar ninguna opción de fe, ni
tampoco a atacarla. Mi método se atiene a la regla de averiguar, en lo
posible, qué dicen los textos y qué ocurrió realmente en la historia.
Ante todo, el principal problema será dilucidar la verdadera naturaleza
del islam a partir del análisis de su libro básico, el Corán, del que
dependen las restantes fuentes.
Para comprender adecuadamente la significación de
un sistema decantado en la historia pasada y proyectado hacia el
futuro, es necesario saber observar en la escala de siglos y la escala
de milenios, pues, de lo contrario, no se percibirán los hechos y los
significados que ocurren en esas escalas y que normalmente son
invisibles a la observación en medidas de tiempo más cortas.
Recapitulando, para seguir adecuadamente los
desarrollos de estas páginas habrá que tener en cuenta, en todo
momento, cuál es la perspectiva epistemológica desde la que está
enfocada la elaboración del discurso. Resumido en pocas palabras:
1. No se trata de personas, no se habla
de
individuos, ni de comunidades. Voy a ocuparme de ideas y sistemas de
ideas, no de personas. Por ejemplo, se habla acerca del islam, no de
los musulmanes.
2. Tampoco se trata de política, no se
pretende
estudiar las implicaciones políticas o económicas, y menos aún apoyar
ninguna opción. Lo que presento es una indagación del sistema religioso
específicamente tal, utilizando instrumentos científicos normalizados,
como los métodos histórico-críticos o el análisis estructural, y
añadiendo a veces una reflexión de carácter filosófico.
3. El trabajo es con textos y con significados.
Las referencias al contexto de los hechos históricos se harán en
función del mejor entendimiento del texto. Al tratarse de ideas y
sistemas de índole semiótica, lo importante son los significados
codificados en los textos, y no tanto las prácticas que hayan podido
inspirarse en ellos.
También hay que advertir que analizar
críticamente una ideología o un sistema de ideas de determinado signo
no presupone que se está defendiendo la de signo contrario, sino
simplemente que se analiza lo que se ha tomado como objeto del análisis.
El enfoque
histórico-crítico en la investigación
Este estudio intenta centrarse en los textos fundacionales del sistema
islámico, un sistema religioso-político inserto históricamente en la
tradición más amplia de las llamadas religiones proféticas, junto con
el judaísmo y el cristianismo, respecto a los cuales difiere
esencialmente. Lo que procederá es ponerse bajo la luz de la crítica
histórica, mediante análisis aproximativos, pero rigurosos, cuyo
objetivo estriba en poner al descubierto los orígenes, las estructuras,
los mensajes y la evolución del sistema sometido a estudio.
A cierta ortodoxia musulmana no le parece
legítimo este tipo de estudios, porque considera que el texto coránico
es sagrado e intocable, y que la razón humana no debe cuestionarlo. Por
el contrario, sostenemos que el empeño es perfectamente legítimo, y la
legitimidad se ha de medir por la objetividad científica del método, y
dependerá de la solidez de su aplicación. Lo que no valdría es sostener
cualquier interpretación y de cualquier manera. Por eso, es necesario
clarificar las condiciones que deben cumplirse para que la
investigación sea legítima, bien fundamentada y contrastable por todos
los investigadores que lo deseen.
Para un planteamiento correcto de una historia
crítica, que oriente el trabajo con los métodos particulares de
análisis y hermenéutica, resulta imprescindible establecer una
distinción entre tres conceptos:
A. Los acontecimientos: son lo que
ocurrió, lo
que se hizo y se dijo realmente en su momento, en un pasado que es de
por sí irrecuperable.
B. Los datos: son la información que se
ha
transmitido en documentos tales como inscripciones, manuscritos,
artefactos, objetos, monedas, construcciones, etc. Los datos están en
el presente.
C. Los hechos: son lo que el investigador
reconstruye a partir de los datos, aplicando los métodos reconocidos.
Los hechos son siempre interpretación de los datos. Normalmente, los
datos no son brutos, sino que están cargados de significación, pero
esta no es evidente, por lo que requiere desciframiento.
Todo teoría explicativa de carácter científico,
basada en un juicio interpretativo, nunca es definitiva, sino
provisional en la medida en que sigue siendo cuestionable: 1) porque
pueden aparecer nuevos datos; 2) porque puede formularse una teoría o
interpretación mejor.
La objetividad histórica total no pasa de ser una
ilusión. Ni hay un determinismo universal, ni el entendimiento humano
es absoluto. Toda interpretación incluye la subjetividad del
intérprete, pero esta misma puede objetivarse y relativizarse.
El paso de los datos a los hechos reconstruidos
es muy complejo, exige un diálogo permanente entre el estudioso y su
objeto de estudio. La verdad del conocimiento la atribuimos a la teoría
mejor respaldada por los hechos y por la consistencia racional. Pero
será siempre solo una aproximación a los acontecimientos, marcada en
cada caso por grados de probabilidad y por una incertidumbre última
irreductible. La realidad del acontecer desbordará inexorablemente al
conocimiento. Pertenece al orden del vivir.
Durante la práctica del trabajo intelectual,
mientras se lleva a cabo la investigación, es necesario observar
sistemáticamente unas pautas metodológicas, con fundamento
epistemológico, que han de respetarse en el análisis y las hipótesis:
1. No tiene mucho valor el análisis de elementos
sueltos en aislado, porque están desconectados de las interacciones o
relaciones que les confieren significación.
2. Tampoco tiene sentido pretender explicar un
sistema directamente como un todo, más aún si se considera cerrado y
ahistórico, como si fuera una esencia metafísica.
3. El objeto de análisis debe ser un conjunto
bien delimitado, tomado del plano empírico de los datos o los
documentos históricos disponibles.
4. Hay que analizar, en primer lugar, la clase
específica de estructuras y significados del objeto estudiado, para
después, dado el caso, generalizar. De modo que la generalización debe
preceder a la comparación, si esta ha de efectuarse respecto a otros
aspectos del mismo sistema, o de otro. Pues lo que se compara no son
los hechos particulares, observables directamente en el plano empírico,
sino estructuras y significados.
5. Debe buscarse la mayor objetividad posible,
utilizando en todo caso el mismo criterio de selección del material
textual, el mismo método de descripción, análisis e interpretación, la
misma lógica de la argumentación, en la línea de los mejores
especialistas.
6. Resulta imprescindible, en un trabajo que
tiene como objeto temas de contenido religioso, disponer de una teoría
de la religión suficientemente solvente y bien fundada, con capacidad
de dar cuenta de cualquier sistema religioso que se estudie.
Necesitamos una teoría científica de la religión.
Por último, si alguien pregunta en qué fundamento
teórico se sustenta, en último término, una postura que afirma la
posibilidad y justificación de un discurso que aspira a un
reconocimiento de validez universal, sugeriría dos razones:
Primera, el supuesto aceptado por la teoría
antropológica acerca de la universalidad del espíritu humano, es decir,
que todos los miembros de la especie estamos dotados de la misma
naturaleza humana, de la misma capacidad racional básica y que nos
enfrentamos a similares desafíos adaptativos en las condiciones
generales de este planeta.
Segunda, la tesis suficientemente argumentada de
la existencia de un núcleo de valores universales, al menos de
principio, tanto en el orden cognitivo (lo verdadero) como en el orden
ético (lo bueno, lo justo), por muy discutible que sea su formulación
concreta.
Los métodos
científicos en el estudio del Corán y el islam
Una cuestión de método: para el musulmán ortodoxo, la razón humana debe
someterse al Corán, de modo que le repugna que el Corán pueda someterse
al análisis de la razón humana, como postula el investigador moderno.
Pero las ciencias humanas han ido poniendo a punto herramientas de
análisis que permiten abrir nuevos horizontes a la lectura del Corán y
de las otras fuentes islámicas, del mismo modo que han hecho con otras
tradiciones religiosas. En efecto, los estudios sobre la Biblia desde
el ángulo científico llevan ya más de dos siglos, y han provisto de
instrumentos de análisis crítico muy experimentados.
Las metodologías que se han ido desarrollando y
poniéndose a prueba son dispares, pero complementarias entre sí. Entre
unas y otras disciplinas, se lleva a efecto una especie de arqueología
textual, que pone al descubierto la historia de la composición, con
los
sucesivos estratos que se fueron sedimentando en el texto llegado hasta
nosotros, así como el mundo de significaciones que estaban escondidas.
Podemos enumerar estas metodologías exegéticas y apuntar brevemente su
cometido:
La crítica de las fuentes. Evaluación de
los
datos o documentos de todo tipo que transmiten información acerca del
objeto investigado. Interesa la autenticidad, el grado de veracidad,
fiabilidad e importancia. Hay fuentes primarias y secundarias. Puede
referirse no solo a nuestro objeto de estudio directo en cuanto fuente,
sino también a las fuentes que han desembocado en él (historia de la
tradición).
La crítica textual. Rama de la filología
que
trata de establecer el «texto original», teniendo en consideración las
múltiples variantes textuales y alteraciones que presentan los
manuscritos o las distintas recensiones hechas a lo largo de la
historia. Aunque la edición crítica será siempre solo la mejor
reconstrucción posible.
La crítica de las formas. O historia de
las
formas. Analiza la estructura de la unidad estudiada, el género
literario, el contexto vital de referencia, la intención de los
autores. Es complementada por la historia de la tradición y la de la
redacción.
La historia de la tradición. A partir de
un
hipotético punto de origen, rastrea la trasmisión oral y los mecanismos
de la evolución de formas orales, pasando por la redacción en formas
escritas, hasta la fijación de un texto final.
La historia de la redacción. Trata de
desentrañar
cómo ha utilizado las fuentes el redactor final y qué elaboración o
novedad ha aportado, en función de su propio plan, en la fase última de
redacción del texto que ha llegado hasta nosotros.
La antropología histórica. Pretende
comprender
los acontecimientos y los datos del pasado como enmarcados en un
sistema sociocultural diferente y alejado del nuestro. Tiene en cuenta
los modelos elaborados por la antropología general y sectorial.
El método comparativo. Plantea
procedimientos en
busca de semejanzas y diferencias entre productos o temas culturales
del mismo orden, mediante el análisis de sus estructuras, funciones y
significados, a fin de establecer las relaciones evolutivas o
correspondencias de algún tipo. Un ejemplo pertinente lo tenemos en la
historia comparada de las religiones.
La epigrafía, la paleografía y la codicología.
Centra su análisis en las inscripciones sobre piedra u otro material
duro (epigrafía), y sobre manuscritos (paleografía). Trata de averiguar
la datación. Identifica el sistema de escritura. Establece la
transcripción correcta. Se ocupa también de la historia del texto y de
la identificación de los autores a partir de sus «huellas» en el estilo
(codicología).
A estas metodologías histórico-críticas, de
análisis diacrónico, se pueden añadir otras metodologías lingüísticas y
literarias, de análisis sincrónico, como:
– La teoría de la enunciación: proceso de
producción de los enunciados.
– La narratología: estructura y esquemas de
funcionamiento de la narración.
– La semiótica: los sistemas de signos.
– La semántica: el significado de los signos,
palabras o expresiones.
– La retórica: la forma del lenguaje utilizado en
orden a una finalidad.
Desde el punto de vista de la aportación de
distintos tipos de datos y su estudio, cabe señalar varias disciplinas
auxiliares:
– La arqueología, que descubre monumentos y
documentos.
– La toponimia, que estudia los nombres de
lugares.
– La onomástica, que estudia los nombres propios.
– La numismática, que estudia las monedas.
– La epigrafía, que estudia las inscripciones
sobre piedra.
– La lingüística del árabe y especialmente la del
sirioarameo.
En fin, los resultados de la investigación
deberían ser básicamente reconocidos y suscritos por cualquier
investigador y por cualquier persona culta. En la realidad, lo más
frecuente hasta ahora es que tales resultados sean rechazados y
atacados por los eruditos musulmanes, sin duda debido al atasco
intelectual en que está sumido el islam al enfrentarse con la
modernidad. Este impedimento incide de forma muy real y en él convergen
estos elementos:
1. El rechazo de la filosofía en el islam, desde
el siglo XI al menos, que obstaculiza toda crítica racional. El califa
fatimí Al-Hakim (m. 1021) prohibió someter a interpretación el Corán.
2. La sacralización del derecho islámico, de la
saría, que no reconoce las libertades individuales y que reprime la
libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Con el agravante
de concebir que solo Dios y su revelación es el único fundamento del
derecho.
3. El tabú que pesa sobre los musulmanes con
respecto al examen crítico del texto «sagrado», que veta u obstaculiza
de hecho todo análisis histórico y científico del Corán.
El trabajo del investigador decidido a preservar
la cientificidad de su disciplina requiere la autonomía en su campo
específico. Como repetía John P. Meier en su obra Un judío marginal,
sobre el Jesús histórico, no se debe mezclar la teología con la
historia, como tampoco la creencia personal con la explicación
científica. Esta precaución es generalizable al estudio de cualquier
religión, y debemos suscribirla:
«La búsqueda del Jesús histórico es por
definición un empeño estrictamente histórico y, por naturaleza,
prescinde de la fe cristiana o la pone entre paréntesis. Esto no
significa que la niegue, rechace o ataque, sino simplemente que hace
abstracción de ella del mismo modo que un buen astrónomo que además
fuera cristiano creyente haría abstracción de una teología de Dios
Creador al examinar los bordes de una galaxia. Todo esto es simplemente
una cuestión de especialización funcional, por emplear una expresión
favorita de Bernard Lonergan. Siempre existe, claro está, la
posibilidad de una correlación crítica entre distintas disciplinas
después de que cada una haya hecho su trabajo con arreglo a su propio
método. Pero intentar correlacionarlas prematuramente sería saltarse
todo el proceso y violar la integridad y autonomía de cada disciplina»
(Meier 2009: 34).
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