La genealogía del islam

3. Las fuentes y la historia califal de los orígenes

PEDRO GÓMEZ




- Las fuentes islámicas clásicas
- La cuestión de la historicidad de las fuentes islámicas
- La cronología de los orígenes según la historia califal


Las fuentes islámicas clásicas


Todas las grandes tradiciones religiosas cuentan con fuentes documentales escritas, textos canónicos que se consideran «sagrados», es decir, revelados, o divinamente inspirados (en otros contextos, las creencias se sacralizan adjudicándoles el calificativo de racionales, o «científicas»). Esas escrituras suelen estar vinculadas, directa o indirectamente, con el personaje fundador y, en consecuencia, se vuelven preceptivas, normativas y obligatorias para los seguidores de la respectiva tradición. Lo singular del islamismo estriba en atribuir la autoría de su libro sagrado a la deidad en persona.


Las fuentes autoritativas islámicas se desarrollaron a lo largo del período de la aparición, expansión y consolidación del sistema político islámico, dando lugar a una jerarquía de autoridades. La fuente primaria es el Corán, seguido en importancia por las biografías de Mahoma y las colecciones de relatos tradicionales atrubuidos al profeta. Hay además otras fuentes que suelen considerarse secundarias, derivadas de las primeras, que son los comentarios exegéticos y los códigos legales. Sin embargo, con excepción de diversos materiales que se integrarían en el futuro Corán, aún no existía ninguna de estas fuentes escritas, hasta bien entrado el siglo IX.


Primera fuente: el Corán. El Corán (qur’an) fue compilado y puesto por escrito, supuestamente a partir de la predicación de Mahoma y con reescrituras califales (entre el siglo VII y el siglo X). Constituye el texto fundamental, canónico y sagrado para todos los musulmanes.


Junto con el Corán, el sistema islámico sacraliza la tradición: la zuna (recientemente el diccionario español ha incorporado sunna). De ahí procede la denominación de suní que engloba a la mayoría de los musulmanes. Mientras la minoría chií, que son el partido (chía) de los seguidores de Alí Ibn Abu Talib, aunque comparten hoy el mismo Corán, desarrollaron sus propias tradiciones.


Segunda fuente: las biografías de Mahoma. Estas obras cuentan la vida (sira) del profeta árabe y, en particular, sus hazañas guerreras. La más prestigiosa es la que elaboró Ibn Hisham, según se dice, sobre la base de una obra anterior de Ibn Ishaq, desaparecida o destruida. A su vez, se suele atribuir la transmisión de muchas tradiciones mediníes sobre Mahoma, recogidas por Ibn Ishaq, a Ibn Shihab Al-Zuhri (671-741), pero este no dejó nada escrito. Todos los textos existentes actualmente son de autores que narran la vida de Mahoma en los siglos IX y X, o sea, entre doscientos o trescientos años después de su muerte.

La vida del enviado de Dios (Sirat rasul Allah), de Ibn Hisham, o Abu Muhammad Abd Al-Malik Ibn Hisham (m. 834).

Libro de la historia y las campañas (Kitab al-tarij wa al-maghazi) y La conquista de Siria (Futuh al-Sham), de Al-Waqidi, o Abu Abdullah Muhammad Ibn Omar Al-Waqidi (747-823).

Libro de las clases principales (Kitab al-tabaqat al-kabir), de Ibn Sad, o Muhammad Ibn Sad Ibn Mani Al-Baghdadi (784-845).

Historia de los enviados y los reyes (Tarij al-rusul wa al-muluk), de Al-Tabari, o Abu Yafar Muhammad Ibn Yarir Al-Tabari (838-923).


Tercera fuente: los relatos de la tradición de Mahoma, o hadices. Estos relatos (ahadith) contienen dichos y hechos atribuidos al profeta, recopilados en «los seis libros» o colecciones canónicas para los suníes, de las cuales las más prestigiosas son las dos primeras, llamadas auténticas (sahih).

El auténtico Al-Bujari (Sahih Al-Bujari), de Muhammad Ibn Ismail Al-Bujari (810-870)

El auténtico Muslim (Sahih Muslim), de Abu Al-Husain Muslim Ibn Al-Hayyay (815-875).

Las tradiciones de Abu Dawud (Sunan Abu Dawud), recogidas por Abu Dawud Sulaiman Ibn Al-Ashat Al-Siyistani (817-888).

La colección auténtica de Al-Tirmidi (Yami Al-Sahih), recopilada por Muhammad Ibn Isa Al-Tirmidi, (824-892).

Las tradiciones de Ibn Maya (Sunan Ibn Maya), recogidas por Muhammad Ibn Yazid Ibn Maya (824-886).

Las tradiciones de Al-Sughra (Sunan Al-Sughra), recogidas por Ahmad Ibn Shuaib Ibn Ali Al-Nasai (829-915).


Algunos añaden la obra El camino fácil (Al-muwatta), de Malik Ibn Anas (711-795), el fundador de la escuela malikí, en Medina. Este libro contiene 1.720 hadices y, datado hacia 780, sería la compilación más antigua de hadices sobre leyes.


Se podría agregar también El libro de los ídolos (Kitab al-asnam), escrito por el historiador iraquí Hisham Ibn Al-Kalbi (737-819).


Por su parte, en el chiismo, se encuentran cuatro obras principales de colecciones de relatos o hadices, compuestas por tres autores del siglo X y XI:

El libro suficiente (Kitab al-kafi), de Al-Kulini, o Muhammad Ibn Yaqub Al-Kulaini (864-940).

Para quien no está en presencia de un jurista (Man la yahduruhu al-faqih), de Ali Ibn Babawayh Al-Qummi (918-991).

Rectificación de los estatutos (Tahdhib al-ahkam), y Consideración sobre las tradiciones disputadas (Al-istibsar), de Muhammad Ibn Hasan Al-Tusi (995-1068).


Cuarta fuente: las exégesis del Corán. Aunque las exégesis o comentarios (tafsir) no están entre a las fuentes primarias, gozan de una autoridad indiscutible. Se trata de estudios e interpretaciones autoritativas que desarrollan una explicación de los contenidos del Corán. Son muy numerosos estos libros de exégesis coránicas, pero unos pocos son los más venerados. En el sunismo, entre los más autorizados y antiguos destacan:

El comentario de Al-Tabari (Tafsir Al-Tabari), de Abu Yafar Muhammad Ibn Yarir Al-Tabari (838-923).

El comentario de Al-Thalabi (Tafsir Al-Thalabi), de Ahmad Ibn Muhammad Al-Thalabi (m. 1035).


Cabe mencionar asimismo El credo de Al-Tahawi (Aqida Al-Tahawiya), obra del jurista y teólogo egipcio hanafí Abu Yafar Al-Tahawi (853-933), que expone sucintamente la doctrina islámica suní en forma de un credo con 105 artículos.


En la otra gran corriente del islam, el chiismo, encontramos unas escuelas exegéticas propias, que consideran que los comentarios más importantes son tres:

El comentario de Al-Sadiq (Tafsir Al-Sadiq), de Yafar Ibn Ali Al-Sadiq (702-765).

El comentario de Al-Qummi (Tafsir Al-Qummi), de Ali Ibn Babawayh Al-Qummi (918-991).

Aclaración sobre la exégesis del Corán (Al-tibyan fi tafsir al-Quran), de Muhammad Ibn Hasan Al-Tusi (995-1068), un tratado completo sobre la interpretación del Corán.


Quinta fuente: las escuelas de jurisprudencia. La Ley islámica fue estatuida por prestigiosos imanes que formaron escuela (madhab) con su propia codificación legal. Estas escuelas de jurisprudencia (fiqh) aportan la concreción práctica del derecho islámico, o saría. Las escuelas suníes son cuatro, dos del siglo VIII y dos del siglo IX:

– Hanafí, fundada por Abu Hanifa (699-767).

– Malikí, fundada por Malik Ibn Anas (711-795).

– Shafií, fundada por Muhammad Ibn Idris Al-Shafií (767-820).

– Hambalí, fundada por Ahmad Ibn Hanbal (780-855). De esta derivaría posteriormente el wahabismo saudí.


En el chiismo, las principales escuelas jurídicas son:

– Zaydí, fundada por Zayd Ibn Ali Al-Husain (695-740).

– Yafarí, fundada por Yafar Ibn Ali Al-Sadiq (702-765), llamada también ismaelí y duodecimana.


La jurisprudencia islámica considera como sus fuentes primarias el Corán y la tradición de Mahoma (sunna), que abarca los hadices y la biografía. Las distintas escuelas aplican a su modo unos principios o criterios de validación, como son el consenso (iŷma) de los juristas, ulemas o mulás, y la analogía (qiyas) en relación con otros preceptos ya establecidos. En otros tiempos, la escuela de los mutazilíes defendió el uso de la razón (aql), pero esta fue descartada desde mediados del siglo IX, al decretarse que la razón tiene que someterse a la revelación. Luego, quedó prohibida toda innovación (bidah), con la idea de que solo conduce a la perdición. El balance es que no solo se afirma el cierre definitivo de la revelación, sino que, desde el siglo XI, se insiste en que está cerrada también la puerta de la interpretación (iŷtihad).


Por último, las fetuas son los dictámenes ante casos particulares, decretados por los jurisconsultos islámicos, como los ulemas o los mulás, a lo largo del tiempo, se supone que en estricta aplicación del derecho islámico.



La cuestión de la historicidad de las fuentes islámicas


La cuestión de la historicidad de la historia del islam sustentada por la tradición califal dependerá de la fiabilidad histórica que corresponda a las fuentes islámicas clásicas mencionadas.


Durante más de un milenio, pocos dudaron de la historia oficial y tradicional musulmana. Pero, en los últimos decenios, cunde el escepticismo en torno a gran parte de los acontecimientos narrados por esa historia, así como acerca de las fechas mantenidas. Se había pretendido comprender el Corán y los orígenes a partir de los hadices y las biografías de Mahoma, pero, aunque puedan contener algunos elementos factuales, las compilaciones en su conjunto pertenecen más que nada al género de la leyenda. Serían básicamente producto de la invención y la creación literaria, por lo que su fiabilidad histórica queda en entredicho. De modo que prácticamente toda la literatura musulmana acerca de los orígenes, comenzando por las fuentes clásicas, se encuentra hoy bajo sospecha y puesta en revisión.


Hay numerosos hechos que se daban por sentados y se hallan hoy cuestionados y, como mínimo, pendientes de clarificación. Por ejemplo: ¿Dónde habitaba la tribu de los curaisíes? ¿Nació Mahoma en el año 570? ¿Nació y vivió en La Meca actual? ¿Dónde estaba ubicada La Meca? ¿Fue considerado profeta durante su vida? ¿Falleció realmente en el 632 y en Medina? ¿Había tribus judías en Yatrib? ¿Por qué el nombre de Mahoma no se menciona en el Corán? ¿Hacia dónde se orientaba la alquibla? ¿Abu Bakr fue califa, en realidad, alguna vez? ¿Qué ocurrió históricamente entre los años 614 y 636? ¿La recensión de El Corán atribuida a Utmán se corresponde con el Corán actual? ¿Por qué no hay documentos árabes de los dos primeros siglos del islam?


A la vista de los datos hoy disponibles y de múltiples investigaciones en buena medida convergentes, es bastante probable que a estas preguntas y otras semejantes haya que dar, desde la ciencia histórica, respuestas muy alejadas de las tradicionales. La reconstrucción científica de los orígenes del islam, de la formación del Corán y del Mahoma histórico difiere en aspectos fundamentales del relato mantenido por la tradición islámica y sus textos canónicos, que más bien fueron compuestos e impuestos conforme a los intereses políticos de los califas, sobre todo los abasíes, y bajo su supervisión.


La argumentación de los investigadores se basa, en parte, en documentos extramusulmanes de aquella época, sirioarameos, armenios, bizantinos, etíopes, etc., que han sido escrutados también, evidentemente, desde la crítica histórica. A la vez, tienen en cuenta los resultados provistos por los métodos de la arqueología, la geografía, la epigrafía, la filología, la numismática, etc..


Mediante la aplicación de métodos histórico-críticos, lo primero que ha comprobado la investigación acerca de los orígenes del islam es que, aparte del propio Corán, no existe ninguna otra fuente histórica musulmana que nos proporcione información adicional o más clara sobre Mahoma y sobre los orígenes del islamismo. Es fuera de lo escrito en árabe donde se han hallado algunas alusiones, en la literatura bizantina, siria, persa, armenia y etíope de la época, aunque a veces sean incidentales o requieran igualmente mirarlas con ojo crítico (Hoyland 1997).


Durante mucho tiempo se creyó que la escasez de datos históricos concretos que aqueja al Corán, con respecto a lugares, tiempos y personajes, se podía complementar o suplir teniendo en cuenta las informaciones más pormenorizadas ofrecidas por las colecciones de relatos y la biografía del profeta de los musulmanes. Pero, las indagaciones más rigurosas han echado por tierra semejante creencia, que se ha desvanecido como un espejismo a lo largo del último siglo, hasta el punto de que se pueda afirmar taxativamente que hay «una sola fuente, el Corán» (Bruno Bonnet-Eymard 1988: XV). Ets es la tesis que tiende a imponerse (cfr. Lammens 1910c, Crone 1977 y 1987, Prémare 2002, Gibson 2011 y 2017).


De hecho, las primeras biografías de Mahoma son muy posteriores a los hechos y carecen de fuentes previas: la invocada y perdida de Ibn Ishaq (704-767) sería de un siglo largo después; y la de Ibn Sad (784-845), más de siglo y medio. La más antigua conservada hasta nuestros días es la de Ibn Hisham (m. 833), escrita en la corte abasí dos siglos después de los hechos que narra; y aún más tardía, la de Al-Tabari (838-923), casi tres siglos posterior, a lo que hay que añadir el dato significativo de que estos dos últimos autores no eran árabes, sino persas.


En cuanto a las colecciones de miles y miles de relatos o hadices de Mahoma, la tradición desarrolló toda una parafernalia para establecer las «cadenas de transmisión» (isnat) iniciadas en algún coetáneo del profeta, a fin de autentificar la veracidad de lo narrado. Pero, a pesar de la coherencia buscada en la elaboración de tales cadenas de testigos, el hecho es que no parecen representar más que un recurso literario, ya que nadie habría contado con una verdadera fuente histórica, aparte del propio Corán, de por sí oscuro. A esto hay que añadir, para subrayar lo alejados que estaban de las supuestas fuentes, que los dos principales recopiladores, Al-Bujari y Muslim, ambos también de ascendencia persa, redactaron sus colecciones a mediados del siglo IX, es decir, alrededor de dos siglos y medio después del tiempo de Mahoma. No hay fuentes árabes extracoránicas anteriores que aparezcan por ninguna parte.


Para muchos expertos, ninguna de las colecciones de hadices cumple el mínimo de criterios necesarios para ser históricamente fiables en lo que transmiten. Por consiguiente, no podemos considerarlas como documentos con historicidad reconocida, capaces de aclarar las oscuridades e imprecisiones y colmar las lagunas del texto coránico, sino todo lo contrario: en realidad, partieron del Corán y, sobre esta base, en ausencia de otras fuentes de información, fabularon una creación literaria de todo lo que allí no está. Así, desde el punto de vista de la historia crítica, de poco sirve invocar la autodenominada «ciencia del hadiz», puesto que esta da por fidedignas las colecciones de hadices, falsamente «auténticas» y, con su método acrítico, no puede aportar ningún logro verdaderamente científico, aceptable para la historiografía moderna.


Un hecho que llama la atención es que, en general, los códigos de la ley islámica son anteriores a lo que se supone que, junto al Corán, serían sus fuentes. Pues las escuelas de jurisprudencia se fundaron mayoritariamente en el siglo VIII, mientras que las biografías de Mahoma son de finales del siglo VIII y del IX; las colecciones de hadices son de los siglos IX, X y XI, igual que las exégesis. Lo más coherente es imaginar que, más bien, fueron los compiladores de los relatos quienes tuvieron a la vista la legislación para ajustarse a ella y legitimarla. Los iniciadores de las escuelas, Abu Hanifa, Malik Ibn Anas, o Al-Shafií Abu Hanifa, Malik Ibn Anas y Al-Shafií nunca pudieron consultar las obras de Al-Bujari o de Muslim, sencillamente porque aún no existían.


Por otro lado, en el Corán apenas se encuentran referencias circunstanciales que permitan la datación de los pocos acontecimientos históricos a los que parece aludir, en general de forma elusiva. Tampoco existe confirmación ni datación de tales acontecimientos en otras fuentes documentales árabes antiguas. La única excepción parece ser la batalla de Muta (al lado oriental del río Jordán), de la que quizá hay referencias en el capítulo 30 del Corán, pues las fuentes bizantinas datan en el año 629 la derrota que las tropas de Bizancio infligieron, en esa ocasión, en Muta, a las huestes sarracenas de Mahoma.


En conjunto, cada día resulta más probable que las fechas mantenidas y repetidas como verdad histórica por la tradición islámica, con respecto a los orígenes del islam, no sean en absoluto exactas ni auténticas. En ciertos casos no pasan de ser meras conjeturas o especulaciones debidas a una reconstrucción poco rigurosa, si es que no fantasiosa, llevada a cabo por eruditos o escribas califales en época muy posterior. Para empezar, poco podemos comprobar en fuentes primarias musulmanas, dado que, como ya he dicho, la documentación de los dos primeros siglos islámicos desapareció, o quizá fue destruida intencionadamente. La propia historia musulmana refiere expresamente cómo se purgaron los códices coránicos divergentes respecto al oficial: la quema ordenada por Utmán, según se cuenta, después de que una comisión dictaminara la recensión oficial del texto coránico (hacia 651); la destrucción de coranes distintos del oficial, tras la reforma de Abd Al-Malik y Al Hayyay Ibn Yusuf (a partir de 692); otras cribas efectuadas por los califas abasíes, que posiblemente agregaron hasta una veintena de suras (cfr. Bouvard 2020). Si esto se hacía con el texto sagrado, ¿qué no se haría con otros documentos?


Hoy, no falta quien llega a impugnar incluso la autoría de Al-Bujari como recopilador de los hadices que llevan su nombre. Se argumenta que «no hay ningún rastro escrito de Al-Bujari, ni de sus discípulos. Entre la muerte de Al-Bujari y la aparición de los primeros escritos, hay seis generaciones, o sea 239 años» (Rachid Aylal, en su libro Sahih Al-Bujari, el fin de una leyenda, 2017). Este libro suscitó en seguida una enorme polémica en Marruecos, de tal manera que fue prohibido y requisado por el alcalde de Marrakech, con la acusación de constituir un «atentado contra la seguridad espiritual de los ciudadanos y transgresión de las constantes religiosas».


Ante el creciente escepticismo argumentado con respecto a la autenticidad de los hadices, en la actualidad, la conclusión es que la única fuente existente es el propio Corán (cfr. Bonnet-Eymard 1988: XV). Ahora bien, la misma vulgata del Corán que nos ha llegado incorpora ya numerosos retoques y cambios de sentido, por lo que requiere más estudios críticos rigurosos. Por esta razón, no basta el proyecto de aquellos musulmanes que sustentan la tesis del coranismo. Estos coranistas defienden que hay que volver al Corán y quedarse solamente con el Corán, abandonando las demás fuentes tradicionales, como son los relatos y la biografía de Mahoma, en todo lo que no esté contenido en el Corán. Pero no consideran el Corán críticamente, de modo que tal escapatoria comporta también dificultades insalvables, señaladas por Sami Aldeeb en un artículo sobre la posición de los coranistas (cfr. Aldeeb 2020b).



La cronología de los orígenes según la historia califal


La historia canónica de los orígenes del sistema islámico, vinculado a Mahoma y sus seguidores, tal como la narran las fuentes y como la relata la tradición musulmana, establecida y oficializada bajo la supervisión de los califas abasíes, presenta a grandes rasgos un esquema cronológico difundido por doquier. Es conveniente conocerlo como una referencia ampliamente legendaria, que, mientras no se demuestre lo contrario, necesita ir siendo sustituido por lo que desvele la investigación.


El nacimiento y vida oculta de Mahoma en La Meca (570-610)


La tradición musulmana asigna unas fechas determinadas a los acontecimientos de la vida y las obras de quien es considerado fundador del sistema religioso islámico. Reseñamos aquí la datación de los hechos que parecen más destacados en la historia de los orígenes del islam, utilizando la cronología de la era cristiana común. Según la investigación histórica, ninguna de estas fechas encuentran documentación fehaciente y, en conjunto, posiblemente no serían más que invenciones:


570: El individuo cuyo verdadero nombre, según la tradición musulmana, unos dicen que era Abu Al-Qasim Ibn Abd Allah, otros afirman que era Qatham Ibn Abd-al-Lat, y que ulteriormente recibiría el sobrenombre honorífico de Mahoma, nació, según la tradición, en «La Meca», en el seno de una familia del clan Banu Hashim, de la tribu Curáis.

576: Abu Al-Qasim, o Qatham, tras la muerte de su madre, Amina, quedó huérfano y el niño fue acogido bajo tutela por su abuelo Abd Al-Mutalib.

578: Al morir su abuelo Abd Al-Mutalib, se hizo cargo de él su tío Abu Talib, mercader dedicado al comercio caravanero.

582: Se dice que, en compañía de su tío Abu Talib, viajó por Siria en varias ocasiones.

595: Qatham, o Abu Al-Qasim, contrajo matrimonio con una rica viuda, llamada Jadiya, que antes lo había empleado para dirigir sus caravanas y comerciar.

605: Colaboró en la reconstrucción de la caaba en La Meca.


El período de predicación de Mahoma en La Meca (610-622)


Los coranólogos que dan por válida la tradición musulmana suelen distinguir tres fases a lo largo del período en que se creía que había tenido lugar la predicación de Mahoma en La Meca.


Primera fase mequí (610-615)

610: Abu Al-Qasim recibió la primera revelación, en agosto de 610, cuando se hallaba retirado para meditar en una cueva del monte Hira, cercano a La Meca.

613: Mahoma dio comienzo a su predicación y, poco a poco, fue congregando un grupo de seguidores.


Segunda fase mequí (616-618)

615: Unos seguidores de Mahoma viajaron desde La Meca al reino cristiano de Abisinia.

616: Los dirigentes mequíes se mostraban cada vez más hostiles hacia la actividad de Mahoma y sus adeptos.


Tercera fase mequí (619-622)

619: Falleció su esposa Jadiya y, poco después, su tío y protector Abu Talib.

620: Mahoma se trasladó a la ciudad de Taif, a tres jornadas de camino desde La Meca, para predicar allí, pero no le hicieron mucho caso.

620, verano: Unos árabes llegados de Yatrib, a unos 450 km al norte de La Meca, entraron en conversaciones con Mahoma.

621: En La Meca, no cesaba de crecer la hostilidad de los prohombres hacia Mahoma y sus adeptos.

622, septiembre: Mahoma, con un séquito de sus más fieles compañeros, emigró (hégira) desde «La Meca» a la ciudad oasis de Yatrib, donde tenía algunos allegados.


El período de poder de Mahoma en Yatrib [Medina] (622-632)


622, octubre: Mahoma y sus compañeros están refugiados en Yatrib (luego llamada Medina). Este mismo año serviría, más tarde, de referencia para marcar el inicio del calendario musulmán, a partir del 16 de julio de 622 (día 1 del mes de muharrán).

623: Mahoma ordenó cambiar la alquibla del rezo, que antes se orientaba hacia el templo de Jerusalén, mirando en adelante hacia la caaba de La Meca.

624, principios de año: Se desató el conflicto con las tribus judías residentes en Yatrib. Entonces, Mahoma empezó a asumir el poder político y militar en la ciudad, hasta llegar a actuar como enviado (rasul) de Dios y como profeta (nabí).

624, marzo: En la batalla de Badr, Mahoma y los suyos vencieron a los curaisíes de La Meca.

624, abril: Mahoma expulsó de Yatrib a la tribu judía de los Banú Qainuqa, que fue a instalarse en Transjordania.

624: Mahoma acordó una alianza con los beduinos de las proximidades de Yatrib.

624, septiembre: Mahoma casó a su hija Umm Kultum con Utmán (que luego le sucedería como tercer califa).

624/625: Mahoma casó a su hija Fátima con su primo Alí (tiempo después, cuarto califa).

625, enero: Mahoma contrajo matrimonio con Hafsa, hija de Omar (el segundo califa).

625, marzo: En la batalla de Uhud, los mequíes derrotaron a las tropas de Mahoma.

625, agosto: En Yatrib, las huestes de Mahoma atacaron a la tribu judía de los Banú Nadir, que fueron expulsados y se asentaron más al norte, en el oasis de Jaibar.

627, abril: Un ejército coligado bajo mando de los jefes mequíes asedió Yatrib/Medina, en la batalla del Foso, que perdieron los mequíes.

627, abril: En Yatrib, Mahoma atacó, derrotó y exterminó a la tribu judía de los Banú Quraiza, mandando decapitar a novecientos hombres.

627: Mahoma dirigió algaras o incursiones de castigo contra la tribu judía de los Banú Mustaliq.

628, marzo: Mahoma firmó con los mequíes el tratado de Hudaibiya, un armisticio por diez años y un acuerdo para peregrinar al año siguiente a La Meca.

628, mayo-junio: Mahoma atacó y tomó del oasis de Jaibar, donde se habían refugiado los Banú Nadir.

628: Mahoma dirigió una aceifa contra los judíos de Wadi Al-Qura, en un valle situado en la ruta hacia Siria.

629, marzo: Mahoma hizo la peregrinación «menor» a La Meca. Allí contrajo matrimonio con Maimuna, cuñada de Al-Abbas. Tanto este como Abu Sufián Ibn Harb, aristócratas mequíes, se aliaron secretamente con Mahoma y empezaron a conspirar a su favor.

629, agosto-septiembre: En la batalla de Muta, en la actual Jordania, las tropas de Mahoma efectuaron una expedición hacia el norte (encaminada conjeturalmente a tomar Jerusalén), pero fueron derrotadas por los ejércitos imperiales del Imperio Romano de oriente.

629: Mahoma, con un pretexto, rompió el tratado de Hudaibiya, que había firmado con los gobernantes mequíes, y dirigió sus fuerzas contra La Meca. Allí, en virtud de la traición de Abu Sufián, los mequíes quedaron indefensos, y los mahometanos tomaron fácilmente la ciudad.

630, enero: Mahoma preparó y realizó su entrada triunfal en la ciudad de La Meca, como conquistador y rey absoluto.

630, 31 enero: En la batalla de Hunain, Mahoma derrotó a sus enemigos, tras lo cual impuso un duro asedio a la ciudad de Taif.

630, octubre: En la batalla de Tabuk, Mahoma venció a unos príncipes cristianos, en una expedición más allá del norte de Arabia, traspasando la frontera con el Imperio Romano oriental.

631: Mahoma recibió en Yatrib/Medina a una delegación de cristianos venida desde Najrán, al sur de la península arábiga.

631: El general Abu Bakr, enviado por Mahoma a La Meca, dictó un decreto por el que, a partir de entonces, solo los creyentes podían entrar en la ciudad. Y dio un ultimátum de cuatro meses a todos los habitantes para que se convirtieran, o se marcharan.

632, febrero: Mahoma hizo la peregrinación de despedida a La Meca.

632, 8 junio: Mahoma falleció en Yatrib/Medina, según algunas fuentes musulmanas, a consecuencia de un veneno que le habían dado en Jaibar. Tras su muerte, numerosas tribus se sublevaron contra el poder implantado por el profeta y sus huestes.


Los primeros califas sucesores de Mahoma


632-634: Califato de Abu Bakr, quien sofocó militarmente la rebelión surgida tras la muerte de Mahoma.

633, enero: En la batalla de Yamama, perecieron muchos compañeros de Mahoma, de los que se dice que sabían de memoria el Corán.

633-650: Se fueron recopilando distintas colecciones de hojas sueltas que contenían textos coránicos.

634-644: Califato de Omar.

636: Los ejércitos de Omar derrotaron a los del emperador Heraclio en la batalla del río Yarmuk, en Siria.

638: Después de la rendición de Jerusalén, a finales del año 637, pactada por el patriarca cristiano Sofronio, el califa Omar entró triunfalmente en la ciudad santa.

644-656: Califato de Utmán.

651: El califa Utmán creó una comisión para compilar el Corán en un libro oficial. Al mismo tiempo, ordenó la destrucción de todas las demás versiones. La tradición musulmana supone que el Corán recoge las revelaciones hechas a Mahoma a lo largo de 23 años, de 610 a 632.

656-661: Califato de Alí, el último de los cuatro califas que la tradición consagra como «bien guiados».



Capítulo 4. La historia científica de la génesis del islam