La genealogía del
islam
3. Las
fuentes y la historia califal de los orígenes
PEDRO GÓMEZ
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- Las fuentes islámicas clásicas
- La cuestión de la historicidad de las fuentes
islámicas
- La cronología de los orígenes según la
historia califal
Las fuentes
islámicas clásicas
Todas las grandes tradiciones religiosas cuentan con fuentes
documentales escritas,
textos canónicos que se consideran «sagrados», es decir, revelados, o
divinamente inspirados (en otros contextos, las creencias se sacralizan
adjudicándoles el calificativo de racionales, o «científicas»). Esas
escrituras suelen estar vinculadas, directa o indirectamente, con el
personaje fundador y, en consecuencia, se vuelven preceptivas,
normativas y obligatorias para los seguidores de la respectiva
tradición. Lo singular del islamismo estriba en atribuir la autoría de
su libro sagrado a la deidad en persona.
Las fuentes autoritativas islámicas se
desarrollaron a lo largo del período de la aparición, expansión y
consolidación del sistema político islámico, dando lugar a una
jerarquía de autoridades. La fuente primaria es el Corán, seguido en
importancia por las biografías de Mahoma y las colecciones de relatos
tradicionales atrubuidos al profeta. Hay además otras fuentes que
suelen considerarse secundarias, derivadas de las primeras, que son los
comentarios exegéticos y los códigos legales. Sin embargo, con
excepción de diversos materiales que se integrarían en el futuro Corán,
aún no existía ninguna de estas fuentes escritas, hasta bien entrado el
siglo IX.
Primera fuente: el Corán. El Corán (qur’an)
fue compilado y puesto por escrito, supuestamente a partir de la
predicación de Mahoma y con reescrituras califales (entre el siglo VII
y el siglo X). Constituye el texto fundamental, canónico y sagrado para
todos los musulmanes.
Junto con el Corán, el sistema islámico sacraliza
la tradición: la zuna (recientemente el diccionario español ha
incorporado sunna). De ahí procede la denominación de suní que engloba
a la mayoría de los musulmanes. Mientras la minoría chií, que son el
partido (chía) de los seguidores de Alí Ibn Abu Talib, aunque comparten
hoy el mismo Corán, desarrollaron sus propias tradiciones.
Segunda fuente: las biografías de Mahoma.
Estas obras cuentan la vida (sira)
del profeta árabe y, en particular, sus hazañas guerreras. La más
prestigiosa es la que elaboró Ibn Hisham, según se dice, sobre la base
de una obra anterior de Ibn Ishaq, desaparecida o destruida. A su vez,
se suele atribuir la transmisión de muchas tradiciones mediníes sobre
Mahoma, recogidas por Ibn Ishaq, a Ibn Shihab Al-Zuhri (671-741), pero
este no dejó nada escrito. Todos los textos existentes actualmente son
de autores que narran la vida de Mahoma en los siglos IX y X, o sea,
entre doscientos o trescientos años después de su muerte.
– La vida del enviado de Dios (Sirat
rasul Allah), de Ibn Hisham, o Abu Muhammad Abd Al-Malik Ibn Hisham
(m. 834).
– Libro de la historia y las campañas (Kitab
al-tarij wa al-maghazi) y La conquista de Siria (Futuh
al-Sham), de Al-Waqidi, o Abu Abdullah Muhammad Ibn Omar Al-Waqidi
(747-823).
– Libro de las clases principales (Kitab
al-tabaqat al-kabir), de Ibn Sad, o Muhammad Ibn Sad Ibn Mani
Al-Baghdadi (784-845).
– Historia de los enviados y los reyes (Tarij
al-rusul wa al-muluk), de Al-Tabari, o Abu Yafar Muhammad Ibn Yarir
Al-Tabari (838-923).
Tercera fuente: los relatos de la tradición de
Mahoma, o hadices. Estos relatos (ahadith)
contienen dichos y hechos atribuidos al profeta, recopilados en «los
seis libros» o colecciones canónicas para los suníes, de las cuales las
más prestigiosas son las dos primeras, llamadas auténticas (sahih).
– El auténtico Al-Bujari (Sahih
Al-Bujari), de Muhammad Ibn Ismail Al-Bujari (810-870)
– El auténtico Muslim (Sahih Muslim),
de Abu Al-Husain Muslim Ibn Al-Hayyay (815-875).
– Las tradiciones de Abu Dawud (Sunan
Abu Dawud), recogidas por Abu Dawud Sulaiman Ibn Al-Ashat
Al-Siyistani (817-888).
– La colección auténtica de Al-Tirmidi (Yami
Al-Sahih), recopilada por Muhammad Ibn Isa Al-Tirmidi, (824-892).
– Las tradiciones de Ibn Maya (Sunan
Ibn Maya), recogidas por Muhammad Ibn Yazid Ibn Maya (824-886).
– Las tradiciones de Al-Sughra (Sunan
Al-Sughra), recogidas por Ahmad Ibn Shuaib Ibn Ali Al-Nasai
(829-915).
Algunos añaden la obra El camino fácil (Al-muwatta),
de Malik Ibn Anas (711-795), el fundador de la escuela malikí, en
Medina. Este libro contiene 1.720 hadices y, datado hacia 780, sería la
compilación más antigua de hadices sobre leyes.
Se podría agregar también El libro de los
ídolos (Kitab al-asnam), escrito por el historiador iraquí
Hisham Ibn Al-Kalbi (737-819).
Por su parte, en el chiismo, se encuentran cuatro
obras principales de colecciones de relatos o hadices, compuestas por
tres autores del siglo X y XI:
– El libro suficiente (Kitab al-kafi),
de Al-Kulini, o Muhammad Ibn Yaqub Al-Kulaini (864-940).
– Para quien no está en presencia de un
jurista (Man la yahduruhu al-faqih), de Ali Ibn Babawayh
Al-Qummi (918-991).
– Rectificación de los estatutos (Tahdhib
al-ahkam), y Consideración sobre las tradiciones disputadas
(Al-istibsar), de Muhammad Ibn Hasan Al-Tusi (995-1068).
Cuarta fuente: las exégesis del Corán.
Aunque las exégesis o comentarios (tafsir)
no están entre a las fuentes primarias, gozan de una autoridad
indiscutible. Se trata de estudios e interpretaciones autoritativas que
desarrollan una explicación de los contenidos del Corán. Son muy
numerosos estos libros de exégesis coránicas, pero unos pocos son los
más venerados. En el sunismo, entre los más autorizados y antiguos
destacan:
– El comentario de Al-Tabari (Tafsir
Al-Tabari), de Abu Yafar Muhammad Ibn Yarir Al-Tabari (838-923).
– El comentario de Al-Thalabi (Tafsir
Al-Thalabi), de Ahmad Ibn Muhammad Al-Thalabi (m. 1035).
Cabe mencionar asimismo El credo de Al-Tahawi
(Aqida Al-Tahawiya),
obra del jurista y teólogo egipcio hanafí Abu Yafar Al-Tahawi
(853-933), que expone sucintamente la doctrina islámica suní en forma
de un credo con 105 artículos.
En la otra gran corriente del islam, el chiismo,
encontramos unas escuelas exegéticas propias, que consideran que los
comentarios más importantes son tres:
– El comentario de Al-Sadiq (Tafsir
Al-Sadiq), de Yafar Ibn Ali Al-Sadiq (702-765).
– El comentario de Al-Qummi (Tafsir
Al-Qummi), de Ali Ibn Babawayh Al-Qummi (918-991).
– Aclaración sobre la exégesis del Corán (Al-tibyan
fi tafsir al-Quran), de Muhammad Ibn Hasan Al-Tusi (995-1068), un
tratado completo sobre la interpretación del Corán.
Quinta fuente: las escuelas de jurisprudencia.
La Ley islámica fue estatuida por prestigiosos imanes que formaron
escuela (madhab) con su propia codificación legal. Estas
escuelas de jurisprudencia (fiqh) aportan la concreción práctica
del derecho islámico, o saría. Las escuelas suníes son cuatro,
dos del siglo VIII y dos del siglo IX:
– Hanafí, fundada por Abu Hanifa (699-767).
– Malikí, fundada por Malik Ibn Anas (711-795).
– Shafií, fundada por Muhammad Ibn Idris
Al-Shafií (767-820).
– Hambalí, fundada por Ahmad Ibn Hanbal
(780-855). De esta derivaría posteriormente el wahabismo saudí.
En el chiismo, las principales escuelas jurídicas
son:
– Zaydí, fundada por Zayd Ibn Ali Al-Husain
(695-740).
– Yafarí, fundada por Yafar Ibn Ali Al-Sadiq
(702-765), llamada también ismaelí y duodecimana.
La jurisprudencia islámica considera como sus
fuentes primarias el Corán y la tradición de Mahoma (sunna),
que abarca los hadices y la biografía. Las distintas escuelas aplican a
su modo unos principios o criterios de validación, como son el consenso
(iŷma) de los juristas, ulemas o mulás, y la analogía (qiyas)
en relación con otros preceptos ya establecidos. En otros tiempos, la
escuela de los mutazilíes defendió el uso de la razón (aql),
pero esta fue descartada desde mediados del siglo IX, al decretarse que
la razón tiene que someterse a la revelación. Luego, quedó prohibida
toda innovación (bidah), con la idea de que solo conduce a la
perdición. El balance es que no solo se afirma el cierre definitivo de
la revelación, sino que, desde el siglo XI, se insiste en que está
cerrada también la puerta de la interpretación (iŷtihad).
Por último, las fetuas son los dictámenes
ante casos particulares, decretados por los jurisconsultos islámicos,
como los ulemas o los mulás, a lo largo del tiempo, se supone que en
estricta aplicación del derecho islámico.
La cuestión de la
historicidad de las fuentes islámicas
La cuestión de la historicidad de la historia del islam sustentada por
la tradición califal dependerá de la fiabilidad histórica que
corresponda a las fuentes islámicas clásicas mencionadas.
Durante más de un milenio, pocos dudaron de la
historia oficial y tradicional musulmana. Pero, en los últimos
decenios, cunde el escepticismo en torno a gran parte de los
acontecimientos narrados por esa historia, así como acerca de las
fechas mantenidas. Se había pretendido comprender el Corán y los
orígenes a partir de los hadices y las biografías de Mahoma, pero,
aunque puedan contener algunos elementos factuales, las compilaciones
en su conjunto pertenecen más que nada al género de la leyenda. Serían
básicamente producto de la invención y la creación literaria, por lo
que su fiabilidad histórica queda en entredicho. De modo que
prácticamente toda la literatura musulmana acerca de los orígenes,
comenzando por las fuentes clásicas, se encuentra hoy bajo sospecha y
puesta en revisión.
Hay numerosos hechos que se daban por sentados y
se hallan hoy cuestionados y, como mínimo, pendientes de clarificación.
Por ejemplo: ¿Dónde habitaba la tribu de los curaisíes? ¿Nació Mahoma
en el año 570? ¿Nació y vivió en La Meca actual? ¿Dónde estaba ubicada
La Meca? ¿Fue considerado profeta durante su vida? ¿Falleció realmente
en el 632 y en Medina? ¿Había tribus judías en Yatrib? ¿Por qué el
nombre de Mahoma no se menciona en el Corán? ¿Hacia dónde se orientaba
la alquibla? ¿Abu Bakr fue califa, en realidad, alguna vez? ¿Qué
ocurrió históricamente entre los años 614 y 636? ¿La recensión de El
Corán atribuida a Utmán se corresponde con el Corán actual? ¿Por qué no
hay documentos árabes de los dos primeros siglos del islam?
A la vista de los datos hoy disponibles y de
múltiples investigaciones en buena medida convergentes, es bastante
probable que a estas preguntas y otras semejantes haya que dar, desde
la ciencia histórica, respuestas muy alejadas de las tradicionales. La
reconstrucción científica de los orígenes del islam, de la formación
del Corán y del Mahoma histórico difiere en aspectos fundamentales del
relato mantenido por la tradición islámica y sus textos canónicos, que
más bien fueron compuestos e impuestos conforme a los intereses
políticos de los califas, sobre todo los abasíes, y bajo su supervisión.
La argumentación de los investigadores se basa,
en parte, en documentos extramusulmanes de aquella época, sirioarameos,
armenios, bizantinos, etíopes, etc., que han sido escrutados también,
evidentemente, desde la crítica histórica. A la vez, tienen en cuenta
los resultados provistos por los métodos de la arqueología, la
geografía, la epigrafía, la filología, la numismática, etc..
Mediante la aplicación de métodos
histórico-críticos, lo primero que ha comprobado la investigación
acerca de los orígenes del islam es que, aparte del propio Corán, no
existe ninguna otra fuente histórica musulmana que nos proporcione
información adicional o más clara sobre Mahoma y sobre los orígenes del
islamismo. Es fuera de lo escrito en árabe donde se han hallado algunas
alusiones, en la literatura bizantina, siria, persa, armenia y etíope
de la época, aunque a veces sean incidentales o requieran igualmente
mirarlas con ojo crítico (Hoyland 1997).
Durante mucho tiempo se creyó que la escasez de
datos históricos concretos que aqueja al Corán, con respecto a lugares,
tiempos y personajes, se podía complementar o suplir teniendo en cuenta
las informaciones más pormenorizadas ofrecidas por las colecciones de
relatos y la biografía del profeta de los musulmanes. Pero, las
indagaciones más rigurosas han echado por tierra semejante creencia,
que se ha desvanecido como un espejismo a lo largo del último siglo,
hasta el punto de que se pueda afirmar taxativamente que hay «una sola
fuente, el Corán» (Bruno Bonnet-Eymard 1988: XV). Ets es la tesis que
tiende a imponerse (cfr. Lammens 1910c, Crone 1977 y 1987, Prémare
2002, Gibson 2011 y 2017).
De hecho, las primeras biografías de Mahoma son
muy posteriores a los hechos y carecen de fuentes previas: la invocada
y perdida de Ibn Ishaq (704-767) sería de un siglo largo después; y la
de Ibn Sad (784-845), más de siglo y medio. La más antigua conservada
hasta nuestros días es la de Ibn Hisham (m. 833), escrita en la corte
abasí dos siglos después de los hechos que narra; y aún más tardía, la
de Al-Tabari (838-923), casi tres siglos posterior, a lo que hay que
añadir el dato significativo de que estos dos últimos autores no eran
árabes, sino persas.
En cuanto a las colecciones de miles y miles de
relatos o hadices de Mahoma, la tradición desarrolló toda una
parafernalia para establecer las «cadenas de transmisión» (isnat)
iniciadas en algún coetáneo del profeta, a fin de autentificar la
veracidad de lo narrado. Pero, a pesar de la coherencia buscada en la
elaboración de tales cadenas de testigos, el hecho es que no parecen
representar más que un recurso literario, ya que nadie habría contado
con una verdadera fuente histórica, aparte del propio Corán, de por sí
oscuro. A esto hay que añadir, para subrayar lo alejados que estaban de
las supuestas fuentes, que los dos principales recopiladores, Al-Bujari
y Muslim, ambos también de ascendencia persa, redactaron sus
colecciones a mediados del siglo IX, es decir, alrededor de dos siglos
y medio después del tiempo de Mahoma. No hay fuentes árabes
extracoránicas anteriores que aparezcan por ninguna parte.
Para muchos expertos, ninguna de las colecciones
de hadices cumple el mínimo de criterios necesarios para ser
históricamente fiables en lo que transmiten. Por consiguiente, no
podemos considerarlas como documentos con historicidad reconocida,
capaces de aclarar las oscuridades e imprecisiones y colmar las lagunas
del texto coránico, sino todo lo contrario: en realidad, partieron del
Corán y, sobre esta base, en ausencia de otras fuentes de información,
fabularon una creación literaria de todo lo que allí no está. Así,
desde el punto de vista de la historia crítica, de poco sirve invocar
la autodenominada «ciencia del hadiz», puesto que esta da por
fidedignas las colecciones de hadices, falsamente «auténticas» y, con
su método acrítico, no puede aportar ningún logro verdaderamente
científico, aceptable para la historiografía moderna.
Un hecho que llama la atención es que, en
general, los códigos de la ley islámica son anteriores a lo que se
supone que, junto al Corán, serían sus fuentes. Pues las escuelas de
jurisprudencia se fundaron mayoritariamente en el siglo VIII, mientras
que las biografías de Mahoma son de finales del siglo VIII y del IX;
las colecciones de hadices son de los siglos IX, X y XI, igual que las
exégesis. Lo más coherente es imaginar que, más bien, fueron los
compiladores de los relatos quienes tuvieron a la vista la legislación
para ajustarse a ella y legitimarla. Los iniciadores de las escuelas,
Abu Hanifa, Malik Ibn Anas, o Al-Shafií Abu Hanifa, Malik Ibn Anas y
Al-Shafií nunca pudieron consultar las obras de Al-Bujari o de Muslim,
sencillamente porque aún no existían.
Por otro lado, en el Corán apenas se encuentran
referencias circunstanciales que permitan la datación de los pocos
acontecimientos históricos a los que parece aludir, en general de forma
elusiva. Tampoco existe confirmación ni datación de tales
acontecimientos en otras fuentes documentales árabes antiguas. La única
excepción parece ser la batalla de Muta (al lado oriental del río
Jordán), de la que quizá hay referencias en el capítulo 30 del Corán,
pues las fuentes bizantinas datan en el año 629 la derrota que las
tropas de Bizancio infligieron, en esa ocasión, en Muta, a las huestes
sarracenas de Mahoma.
En conjunto, cada día resulta más probable que
las fechas mantenidas y repetidas como verdad histórica por la
tradición islámica, con respecto a los orígenes del islam, no sean en
absoluto exactas ni auténticas. En ciertos casos no pasan de ser meras
conjeturas o especulaciones debidas a una reconstrucción poco rigurosa,
si es que no fantasiosa, llevada a cabo por eruditos o escribas
califales en época muy posterior. Para empezar, poco podemos comprobar
en fuentes primarias musulmanas, dado que, como ya he dicho, la
documentación de los dos primeros siglos islámicos desapareció, o quizá
fue destruida intencionadamente. La propia historia musulmana refiere
expresamente cómo se purgaron los códices coránicos divergentes
respecto al oficial: la quema ordenada por Utmán, según se cuenta,
después de que una comisión dictaminara la recensión oficial del texto
coránico (hacia 651); la destrucción de coranes distintos del oficial,
tras la reforma de Abd Al-Malik y Al Hayyay Ibn Yusuf (a partir de
692); otras cribas efectuadas por los califas abasíes, que posiblemente
agregaron hasta una veintena de suras (cfr. Bouvard 2020). Si esto se
hacía con el texto sagrado, ¿qué no se haría con otros documentos?
Hoy, no falta quien llega a impugnar incluso la
autoría de Al-Bujari como recopilador de los hadices que llevan su
nombre. Se argumenta que «no hay ningún rastro escrito de Al-Bujari, ni
de sus discípulos. Entre la muerte de Al-Bujari y la aparición de los
primeros escritos, hay seis generaciones, o sea 239 años» (Rachid
Aylal, en su libro Sahih Al-Bujari, el fin de una leyenda,
2017). Este libro suscitó en seguida una enorme polémica en Marruecos,
de tal manera que fue prohibido y requisado por el alcalde de
Marrakech, con la acusación de constituir un «atentado contra la
seguridad espiritual de los ciudadanos y transgresión de las constantes
religiosas».
Ante el creciente escepticismo argumentado con
respecto a la autenticidad de los hadices, en la actualidad, la
conclusión es que la única fuente existente es el propio Corán (cfr.
Bonnet-Eymard 1988: XV). Ahora bien, la misma vulgata del Corán que nos
ha llegado incorpora ya numerosos retoques y cambios de sentido, por lo
que requiere más estudios críticos rigurosos. Por esta razón, no basta
el proyecto de aquellos musulmanes que sustentan la tesis del coranismo.
Estos coranistas defienden que hay que volver al Corán y quedarse
solamente con el Corán, abandonando las demás fuentes tradicionales,
como son los relatos y la biografía de Mahoma, en todo lo que no esté
contenido en el Corán. Pero no consideran el Corán críticamente, de
modo que tal escapatoria comporta también dificultades insalvables,
señaladas por Sami Aldeeb en un artículo sobre la posición de los
coranistas (cfr. Aldeeb 2020b).
La cronología de
los orígenes según la historia califal
La historia canónica de los orígenes del sistema islámico, vinculado a
Mahoma y sus seguidores, tal como la narran las fuentes y como la
relata la tradición musulmana, establecida y oficializada bajo la
supervisión de los califas abasíes, presenta a grandes rasgos un
esquema cronológico difundido por doquier. Es conveniente conocerlo
como una referencia ampliamente legendaria, que, mientras no se
demuestre lo contrario, necesita ir siendo sustituido por lo que
desvele la investigación.
El nacimiento y vida oculta de Mahoma en La Meca
(570-610)
La tradición musulmana asigna unas fechas determinadas a los
acontecimientos de la vida y las obras de quien es considerado fundador
del sistema religioso islámico. Reseñamos aquí la datación de los
hechos que parecen más destacados en la historia de los orígenes del
islam, utilizando la cronología de la era cristiana común. Según la
investigación histórica, ninguna de estas fechas encuentran
documentación fehaciente y, en conjunto, posiblemente no serían más que
invenciones:
570: El individuo cuyo verdadero nombre, según la
tradición musulmana, unos dicen que era Abu Al-Qasim Ibn Abd Allah,
otros afirman que era Qatham Ibn Abd-al-Lat, y que ulteriormente
recibiría el sobrenombre honorífico de Mahoma, nació, según la
tradición, en «La Meca», en el seno de una familia del clan Banu
Hashim, de la tribu Curáis.
576: Abu Al-Qasim, o Qatham, tras la muerte de su
madre, Amina, quedó huérfano y el niño fue acogido bajo tutela por su
abuelo Abd Al-Mutalib.
578: Al morir su abuelo Abd Al-Mutalib, se hizo
cargo de él su tío Abu Talib, mercader dedicado al comercio caravanero.
582: Se dice que, en compañía de su tío Abu
Talib, viajó por Siria en varias ocasiones.
595: Qatham, o Abu Al-Qasim, contrajo matrimonio
con una rica viuda, llamada Jadiya, que antes lo había empleado para
dirigir sus caravanas y comerciar.
605: Colaboró en la reconstrucción de la caaba en
La Meca.
El período de predicación de Mahoma en La Meca
(610-622)
Los coranólogos que dan por válida la tradición musulmana suelen
distinguir tres fases a lo largo del período en que se creía que había
tenido lugar la predicación de Mahoma en La Meca.
Primera fase mequí (610-615)
610: Abu Al-Qasim recibió la primera revelación,
en agosto de 610, cuando se hallaba retirado para meditar en una cueva
del monte Hira, cercano a La Meca.
613: Mahoma dio comienzo a su predicación y, poco
a poco, fue congregando un grupo de seguidores.
Segunda fase mequí (616-618)
615: Unos seguidores de Mahoma viajaron desde La
Meca al reino cristiano de Abisinia.
616: Los dirigentes mequíes se mostraban cada vez
más hostiles hacia la actividad de Mahoma y sus adeptos.
Tercera fase mequí (619-622)
619: Falleció su esposa Jadiya y, poco después,
su tío y protector Abu Talib.
620: Mahoma se trasladó a la ciudad de Taif, a
tres jornadas de camino desde La Meca, para predicar allí, pero no le
hicieron mucho caso.
620, verano: Unos árabes llegados de Yatrib, a
unos 450 km al norte de La Meca, entraron en conversaciones con Mahoma.
621: En La Meca, no cesaba de crecer la
hostilidad de los prohombres hacia Mahoma y sus adeptos.
622, septiembre: Mahoma, con un séquito de sus
más fieles compañeros, emigró (hégira) desde «La Meca» a la ciudad
oasis de Yatrib, donde tenía algunos allegados.
El período de poder de Mahoma en Yatrib [Medina]
(622-632)
622, octubre: Mahoma y sus compañeros están refugiados en Yatrib (luego
llamada Medina). Este mismo año serviría, más tarde, de referencia para
marcar el inicio del calendario musulmán, a partir del 16 de julio de
622 (día 1 del mes de muharrán).
623: Mahoma ordenó cambiar la alquibla del rezo,
que antes se orientaba hacia el templo de Jerusalén, mirando en
adelante hacia la caaba de La Meca.
624, principios de año: Se desató el conflicto
con las tribus judías residentes en Yatrib. Entonces, Mahoma empezó a
asumir el poder político y militar en la ciudad, hasta llegar a actuar
como enviado (rasul) de Dios y como profeta (nabí).
624, marzo: En la batalla de Badr, Mahoma y los
suyos vencieron a los curaisíes de La Meca.
624, abril: Mahoma expulsó de Yatrib a la tribu
judía de los Banú Qainuqa, que fue a instalarse en Transjordania.
624: Mahoma acordó una alianza con los beduinos
de las proximidades de Yatrib.
624, septiembre: Mahoma casó a su hija Umm Kultum
con Utmán (que luego le sucedería como tercer califa).
624/625: Mahoma casó a su hija Fátima con su
primo Alí (tiempo después, cuarto califa).
625, enero: Mahoma contrajo matrimonio con Hafsa,
hija de Omar (el segundo califa).
625, marzo: En la batalla de Uhud, los mequíes
derrotaron a las tropas de Mahoma.
625, agosto: En Yatrib, las huestes de Mahoma
atacaron a la tribu judía de los Banú Nadir, que fueron expulsados y se
asentaron más al norte, en el oasis de Jaibar.
627, abril: Un ejército coligado bajo mando de
los jefes mequíes asedió Yatrib/Medina, en la batalla del Foso, que
perdieron los mequíes.
627, abril: En Yatrib, Mahoma atacó, derrotó y
exterminó a la tribu judía de los Banú Quraiza, mandando decapitar a
novecientos hombres.
627: Mahoma dirigió algaras o incursiones de
castigo contra la tribu judía de los Banú Mustaliq.
628, marzo: Mahoma firmó con los mequíes el
tratado de Hudaibiya, un armisticio por diez años y un acuerdo para
peregrinar al año siguiente a La Meca.
628, mayo-junio: Mahoma atacó y tomó del oasis de
Jaibar, donde se habían refugiado los Banú Nadir.
628: Mahoma dirigió una aceifa contra los judíos
de Wadi Al-Qura, en un valle situado en la ruta hacia Siria.
629, marzo: Mahoma hizo la peregrinación «menor»
a La Meca. Allí contrajo matrimonio con Maimuna, cuñada de Al-Abbas.
Tanto este como Abu Sufián Ibn Harb, aristócratas mequíes, se aliaron
secretamente con Mahoma y empezaron a conspirar a su favor.
629, agosto-septiembre: En la batalla de Muta, en
la actual Jordania, las tropas de Mahoma efectuaron una expedición
hacia el norte (encaminada conjeturalmente a tomar Jerusalén), pero
fueron derrotadas por los ejércitos imperiales del Imperio Romano de
oriente.
629: Mahoma, con un pretexto, rompió el tratado
de Hudaibiya, que había firmado con los gobernantes mequíes, y dirigió
sus fuerzas contra La Meca. Allí, en virtud de la traición de Abu
Sufián, los mequíes quedaron indefensos, y los mahometanos tomaron
fácilmente la ciudad.
630, enero: Mahoma preparó y realizó su entrada
triunfal en la ciudad de La Meca, como conquistador y rey absoluto.
630, 31 enero: En la batalla de Hunain, Mahoma
derrotó a sus enemigos, tras lo cual impuso un duro asedio a la ciudad
de Taif.
630, octubre: En la batalla de Tabuk, Mahoma
venció a unos príncipes cristianos, en una expedición más allá del
norte de Arabia, traspasando la frontera con el Imperio Romano oriental.
631: Mahoma recibió en Yatrib/Medina a una
delegación de cristianos venida desde Najrán, al sur de la península
arábiga.
631: El general Abu Bakr, enviado por Mahoma a La
Meca, dictó un decreto por el que, a partir de entonces, solo los
creyentes podían entrar en la ciudad. Y dio un ultimátum de cuatro
meses a todos los habitantes para que se convirtieran, o se marcharan.
632, febrero: Mahoma hizo la peregrinación de
despedida a La Meca.
632, 8 junio: Mahoma falleció en Yatrib/Medina,
según algunas fuentes musulmanas, a consecuencia de un veneno que le
habían dado en Jaibar. Tras su muerte, numerosas tribus se sublevaron
contra el poder implantado por el profeta y sus huestes.
Los primeros califas sucesores de Mahoma
632-634: Califato de Abu Bakr, quien sofocó militarmente la
rebelión surgida tras la muerte de Mahoma.
633, enero: En la batalla de Yamama, perecieron
muchos compañeros de Mahoma, de los que se dice que sabían de memoria
el Corán.
633-650: Se fueron recopilando distintas
colecciones de hojas sueltas que contenían textos coránicos.
634-644: Califato de Omar.
636: Los ejércitos de Omar derrotaron a los del
emperador Heraclio en la batalla del río Yarmuk, en Siria.
638: Después de la rendición de Jerusalén, a
finales del año 637, pactada por el patriarca cristiano Sofronio, el
califa Omar entró triunfalmente en la ciudad santa.
644-656: Califato de Utmán.
651: El califa Utmán creó una comisión para
compilar el Corán en un libro oficial. Al mismo tiempo, ordenó la
destrucción de todas las demás versiones. La tradición musulmana supone
que el Corán recoge las revelaciones hechas a Mahoma a lo largo de 23
años, de 610 a 632.
656-661: Califato de Alí, el último de
los cuatro califas que la tradición consagra como «bien guiados».
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