Las muchas caras de la yihad

RAYMOND IBRAHIM




Una de las más antiguas apologías que se hacen del islam es que la palabra árabe yihad no significa "guerra santa", como la tradujeron los primeros eruditos (en su mayoría orientalistas). Más bien, se nos recuerda repetidamente, sobre todo por parte de aquellos que destacan por blanquear el islam, que yihad simplemente significa "esforzarse" por algo, sin tener necesariamente la connotación de violencia.


Aunque eso es absolutamente cierto, más bien irónicamente, también se subraya lo peligrosa, multifacética y subversiva que es la yihad realmente.


Comencemos por la etimología. El prestigioso Diccionario del árabe moderno escrito, de Hans-Wehr, traduce la raíz triconsonántica j-h-d (de la que deriva la palabra yihad) así: "esforzarse, empeñarse, trabajar, tomarse la molestia y cansarse en nombre o por el bien de algo [a saber, el islam]".


Publicado en 1961, es decir, antes de la era de la corrección política, el diccionario académicamente riguroso también hace hincapié en colocar bajo j-h-d y traducir la propia palabra yihad como "lucha, batalla; yihad, guerra santa contra los infieles, como deber religioso".


Hay una muy buena razón para explicitar esa acepción. Históricamente, la yihad se ha manifestado en realidad como una "guerra santa contra los infieles"; y se desplegó expandiendo las fronteras del islam (y ocasionalmente defendiéndolas, como durante las cruzadas).


Siglo tras siglo, la única forma en que los imperios musulmanes se expandieron en territorio no musulmán fue a través de una guerra ofensiva. Los no musulmanes, celosos de su fe y su legado, no estaban dispuestos a someterse al islam sin luchar. La fuerza -la invasión y la conquista islámicas- fue el único camino.


Los tiempos han cambiado. Con el meteórico ascenso moderno de Occidente —económico, militar y científico— ha llegado a prevalecer una actitud laxa, si no crédula, que permite a algunos musulmanes manipular el significado básico de yihad. Si ya no pueden subyugar al infiel a través de la guerra convencional, pueden al menos, por citar la definición antes mencionada, "esforzarse, empeñarse, trabajar, tomarse la molestia y cansarse en nombre o por el bien de algo", es decir, potenciar el islam en contra de Occidente.


Una de las formas más obvias, recomendadas tanto en el Corán como en los hadices, es conocida como yihad al-mal, la "yihad del dinero". En vez de participar físicamente en la yihad, el musulmán la apoya financiera o materialmente. Esto solía ser responsabilidad del califato; en la actualidad y en su ausencia, los musulmanes, incluidos los que viven en Occidente, financian cada día la yihad con su azaque o "limosna". Por ejemplo, en 2001, el gobierno de Estados Unidos designó a la Holy Land Foundation, entonces el mayor grupo de beneficencia islámico en los Estados Unidos, como organización terrorista dedicada a financiar la yihad y el terrorismo de Hamas contra Israel.


Otros dos "esfuerzos" son más sutiles. En otro tiempo inútiles contra los europeos premodernos, hoy son ambos altamente efectivos contra sus descendientes occidentales, que los ignoran ampliamente.


El primero es la yihad demográfica, también conocida como la "yihad bebé" (yihad al-wilada). Los hombres musulmanes "se esfuerzan" por reproducirse con tantas mujeres como sea posible, musulmanas o no musulmanas, con el fin de aumentar las filas del islam frente a unos infieles cada vez más estériles. Esta no es solo una vigorosa racionalización para el sexo ilícito. Los clérigos islámicos elogian este "esfuerzo" como una yihad legítima. Su éxito se puede ver en Europa occidental, algunas de cuyas regiones tienen ahora más recién nacidos con el nombre de Mohamed [Mahoma] que con los nombres tradicionales locales. Tal es el verdadero ímpetu detrás del mantra: "El islam es la religión que más rápido crece en el mundo".


La otra forma especialmente efectiva de "esfuerzo" se conoce mediante distintos nombres árabes, yihad al-kalam, yihad al-lisan, yihad al-qalam, la "yihad de la palabra, la lengua y la pluma", respectivamente, y se puede entender con una sola palabra: propaganda. Ya sea al hablar o al escribir, aquí el principal objetivo del musulmán es potenciar el islam y desmoralizar a Occidente. Esta yihad se presenta generalmente como apologética del islam y como polémica contra Occidente, y con frecuencia consiste en mentiras descaradas, propaladas por musulmanes profesores, activistas, periodistas, políticos y otros.


Por ejemplo, cuando el escritor Qasim Rashid usó su "pluma" para engañar a los lectores infieles del Washington Post con respecto a la palabra yihad -diciendo que solo se refiere a la guerra defensiva, nunca a la ofensiva-, él mismo estaba llevando a cabo la yihad. Otro ejemplo reciente se refiere al Council of American-Islamic Relations (CAIR), un "conspirador" vinculado con la organización terrorista ya mencionada, Holy Land Foundation, que se enmascara como un grupo de "derechos civiles". Con el fin de paralizar, en el US Army War College, el conocimiento acerca de cómo combatir con éxito el terrorismo islámico, el CAIR levantó el grito de "racismo", con lo que consiguió que el College se achantara.


En resumen, sí, la palabra "yihad" no significa simplemente "guerra santa" para potenciar el islam frente a los infieles. Significa cualquier "esfuerzo", cualquier clase de "empeño" o "trabajo" que otorga poder al islam sobre los infieles. Esas afirmaciones que suelen hacer los los apologistas, debería suscitar no menos, sino más aprensión en lo referente a la yihad.


La reflexión sobre las semejanzas y las diferencias entre el pasado y el presente ofrece una lección final: históricamente, ninguna cantidad de palabras (mentiras, propaganda, o embaucamiento) fue suficiente nunca para potenciar al islam en menoscabo de Occidente. Antes del siglo XX, acusar a los europeos de ser "islamófobos", "racistas" o faltos de "multiculturalismo" era inútil, como podrá imaginarse. Era necesaria una guerra a la antigua usanza, con invasiones y conquistas (tal como se documenta extensamente en el libro Sword and Scimitar).


Hoy, muchos musulmanes siguen comprometidos con la yihad contra Occidente y en pro de su subyugación. Pero mientras que no pueden, tampoco necesitan recurrir a la guerra convencional. Les basta con palabras, palabras y más palabras, retorcidas y falsas, para así manipular a Occidente.



FUENTE



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