Cuándo y por qué los cristianos «demonizaron» por primera vez a Mahoma
RAYMOND IBRAHIM
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En un artículo
reciente, vimos hasta qué punto los académicos, como el profesor de
Georgetown John Esposito, mienten para blanquear la violencia islámica
y convertir a los cristianos en chivos expiatorios. Esposito afirma que
«transcurrieron cinco siglos de coexistencia pacífica» entre musulmanes
y cristianos antes de que estos últimos rompieran esa paz con la
Primera Cruzada en 1095 d.C..
En realidad, en esos «cinco siglos de coexistencia pacífica» el islam
conquistó violentamente tres cuartas partes del mundo cristiano, con
inmensas masacres, esclavitudes masivas y destrucción sistemática de
iglesias, 30.000 de ellas bajo un solo califa (Al-Hakim bi-Amr Allah).
Veamos ahora otra mentira similar que emana de otra «autoridad» e
«historiadora de las religiones», la exmonja Karen Armstrong. Entre
otros honores y galardones, es la autora más vendida de muchos libros,
como A History of God; The Battle for God; Holy War; e Islam.
Así que seguramente ella también debe conocer su islam, ¿no?
Tal vez no
En un artículo que escribió en 2007 (al que ya me referí en su día) hacía la siguiente afirmación:
«Desde las Cruzadas, los occidentales han visto al profeta Mahoma como
una figura siniestra... Los monjes eruditos de Europa estigmatizaron a
Mahoma como un cruel caudillo que estableció la falsa religión del
islam por medio de la espada. También, con envidia mal disimulada, lo
tacharon de lascivo y pervertido sexual en una época en la que los
papas trataban de imponer el celibato al reticente clero.»
En otras palabras, está diciendo que las imágenes negativas de Mahoma
comenzaron en Europa justo antes de la Primera Cruzada de 1095, y como
pretexto para justificarla.
En realidad, por supuesto, los no musulmanes –principalmente los
cristianos, ya que son ellos quienes fueron conquistados por el islam y
vivieron bajo su dominio– han visto a Mahoma como una «figura
siniestra» y un «pervertido sexual» desde el principio.
El pergamino más antiguo que alude a un profeta guerrero fue escrito en
634, apenas dos años después de la muerte de Mahoma. En él, un hombre
pregunta a un sabio escriba judío qué sabe sobre «el profeta que ha
aparecido entre los sarracenos» de Arabia. El anciano, «entre muchos
lamentos», respondió: «Está engañando. ¿Acaso vienen los profetas con
espadas y carros de guerra? En verdad, estos acontecimientos de hoy son
obra de la confusión... No descubrirás nada verdadero en dicho profeta,
excepto el derramamiento de sangre humana».
Más historia
La primera vez que se menciona a Mahoma por su nombre es en un
fragmento siríaco, escrito también hacia el año 634. Solo son
inteligibles frases dispersas: «muchas aldeas [en Homs] fueron asoladas
por la matanza [de los seguidores] de Mahoma y mucha gente fue
asesinada y [hecha] prisionera desde Galilea hasta Beth» y «unos diez
mil» cristianos más fueron masacrados en «las cercanías de Damasco».
Escribiendo hacia 640, Tomás el Presbítero dice que «hubo una batalla
[probablemente Ajnadayn] entre los romanos y los árabes de Mahoma en
Palestina, a doce millas al este de Gaza. Los romanos huyeron... Unos
4.000 aldeanos pobres de Palestina fueron asesinados allí... Los árabes
asolaron toda la región». Incluso «escalaron la montaña de Mardin y
mataron allí a muchos monjes en los monasterios de Qedar y Bnata».
Una homilía copta, también escrita hacia el 640, es aparentemente el
primer relato que asocia a los invasores con la piedad (aunque
hipócrita). Aconseja a los cristianos ayunar, pero no «como los
sarracenos opresores, que se entregan a la prostitución, masacran y
llevan cautivos a los hijos de los hombres, diciendo 'nosotros ayunamos
y rezamos'».
Alrededor del año 650, Juan de Nikiu afirmó que los ismaelitas
invasores y conquistadores de Egipto no solo eran «enemigos de Dios»,
sino partidarios de «la detestable doctrina de la bestia, es decir,
Mahoma».
Pero ya hacia finales del siglo VII y principios del VIII –unos cuatro
siglos antes de la Primera Cruzada– los cristianos ilustrados
conocieron y escudriñaron las pretensiones teológicas del islam. La
imagen de Mahoma fue de mal en peor.
Los primeros historiadores
El mejor representante de esto es san Juan de Damasco (n. 676), cuyo
minucioso análisis de Mahoma y el islam es el más antiguo de su clase.
Basándose en su lectura del Corán y en su familiaridad con otras
fuentes islámicas, llegó a la conclusión de que el único «milagro» que
había realizado Mahoma fue invadir, masacrar y esclavizar a quienes se
negaban a someterse a él, un «milagro que pueden realizar incluso
vulgares ladrones y salteadores de caminos». El profeta puso en boca de
Dios las palabras que más le convenían, «simulando así la revelación
para justificar su propia permisividad sexual»; hizo atractiva su
religión y justificó su propio comportamiento suavizando los códigos
sexuales y morales de los árabes y fusionando la noción de obediencia a
Dios con la guerra para engrandecerse con el botín y los esclavos.
En el siglo VIII, Nicetas Byzantinos, que estudió el Corán, lo presentó
como el «más lamentable y más torpe librillo del árabe Mahoma... lleno
de blasfemias contra el Altísimo, con todas sus feas y vulgares
inmundicias», en particular su afirmación de que el cielo venía a ser
como un «burdel sexual».
En su referencia a los años 629-630, Teófanes el Confesor (n. 758) escribió:
«Él [Mahoma] enseñó a sus súbditos que quien mata a un enemigo o es
matado por un enemigo va al paraíso [Corán 9,111]; y dijo que este
paraíso consistía en comer y beber carnalmente y en el coito con
mujeres, y que allí había un río de vino, miel y leche, y que las
mujeres no eran como las de aquí abajo, sino diferentes, y que el coito
era prolongado y el placer continuo; y otras cosas llenas de
libertinaje y estupidez.»
Alá fue denunciado como una deidad impostora, como Satanás: «Yo
anatematizo al Dios de Mahoma», decía un rito canónico romano oriental.
Las cosas claras
Tal vez lo más importante era que la negación y la guerra de Mahoma
contra todo lo que era claramente cristiano (la Trinidad, la
resurrección y «la cruz, que ellos abominan») demostraba que era siervo
de Satanás. Así, «el falso profeta», «el hipócrita», «el mentiroso»,
«el adúltero», «el precursor del Anticristo» y «la Bestia» se
convirtieron en calificativos habituales para Mahoma entre los
cristianos durante siglos.
En resumen, no fue solo durante las Cruzadas –cuando, según
Armstrong, los papas necesitaban desesperadamente demonizar a Mahoma y
al islam para conseguir apoyo a las Cruzadas–. Desde el principio, los
cristianos lo vieron como una «figura siniestra», un «cruel señor de la
guerra», un «lascivo y pervertido sexual» (palabras de Armstrong, no
mías). Así lo vieron los cristianos desde siempre.
Por cierto, la afirmación de Armstrong de que los monjes eruditos de
Europa, «con envidia mal disimulada, lo tacharon de lascivo y
pervertido sexual en un momento en que los papas estaban tratando de
imponer el celibato al clero reacio», parece ser un poco de proyección.
Como exmonja que traicionó sus propios votos, ¿no será ella quien
alberga una «envidia mal concebida» contra sus antiguas colegas que se
mantuvieron en el camino?
Sea como fuere, concluyamos considerando los paralelismos entre la
mentira de Esposito y la de Armstrong. Aunque los musulmanes ejercieron
la violencia y la conquista contra los cristianos durante casi cinco
siglos, Esposito afirma que pasaron «cinco siglos de coexistencia
pacífica» entre musulmanes y cristianos antes de que los cruzados lo
arruinaran todo. Y aunque los cristianos siempre han visto a Mahoma
como una «figura siniestra», Armstrong afirma que esta visión se
fabricó como pretexto para justificar las Cruzadas.
En ambos casos, se exonera a los musulmanes de su mal comportamiento
constatable y, una vez más, se culpa de todo a aquellos malvados
cruzados cristianos.
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