Para acabar
de una vez con los "tres monoteísmos"
RÉMI BRAGUE
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Desde hace algunos
años, en el diálogo interreligioso y en
los medios de comunicación en general, al referirse a las religiones
cristiana, judaica
y musulmana se habla de “los tres monoteísmos”, “las tres religiones de
Abrahán” o “las tres religiones del libro”. Se utilizan estas
expresiones por motivos nobles: representan un lugar común o,
eventualmente,
un terreno de entendimiento. Sin embargo, esas expresiones son a la vez
falsas
(porque cada una oculta un grave error sobre la naturaleza de las tres
religiones a las que se pretende colocar en un mismo plano) y
peligrosas
(porque favorecen una pereza mental que nos dispensa de examinar de
cerca la
realidad. Un verdadero diálogo ha de partir de otras premisas.
¿TRES
MONOTEÍSMOS?
El
monoteísmo no es por esencia religioso
El término
“monoteísmo” viene de fuera y no del interior
de las religiones. El
monoteísmo no
se designa a sí mismo como tal. Sólo desde hace unas decenas de años
hay una caracterización del judaísmo
por parte de los propios judíos
como
“monoteísmo ético”. El término “monoteísmo” nace tardíamente, en el
siglo XVII,
por obra de Henry Moore, uno de los teólogos de Cambridge influidos por
el
platonismo. El término se desarrolla posteriormente más en el seno de
la filosofía que de la
teología y
casi nunca como expresión
de la
devoción de los creyentes.
El monoteísmo, y por
supuesto el politeísmo, no tienen
nada de religioso. Ante
todo ambos
pertenecen a la filosofía. Puede que existan religiones no
monoteístas. Pero,
al contrario, hay monoteísmos no religiosos en los cuales se encuentra
una
afirmación filosófica
sobre un Dios,
que en absoluto puede constituir el objeto de una religión. Es el caso
del deísmo, cuyos mejores ejemplos hay que buscarlos en los filósofos
griegos, que nunca habían oído hablar
del judaísmo y menos aún del cristianismo.
Así, el
presocrático Jenófanes de Colofón (VI-V a. de C.) opone “un dios
único”a la variedad imaginativa de
las naciones que se representan cada una su dios a su
propia imagen. Tras él Aristóteles llama “dios” al Primer Motor inmóvil
y único
que presupone su física y que no parece conocer nada de lo que está
fuera de
él. Al contrario, Epicuro admite la
presencia de muchos dioses que viven entre los mundos que él postula
en su cosmología.
Gozan de una perfecta beatitud y no se preocupan en absoluto de sus
mundos ni
de sus habitantes. La filosofía reconoce los dioses de la ciudad, les
rinde
culto, pero no los considera como verdaderos dioses. Por tanto, la
afirmación de un dios único no es necesariamente un fenómeno
religioso. Se puede tener un dios
sin religión; recíprocamente, puede también existir una religión sin
dios como es el caso del budismo
primitivo.
No
se trata de tres monoteísmos solamente
Cuando
se dice “los”
tres monoteísmos la utilización del artículo
da a entender que no hay más que tres. Pero los “tres monoteísmos” no
son los
primeros. El primero quizá fue Amenofis IV que tomo el nombre de
Akenaton (1250 a.C.). La idea subyacente es que un solo dios es
verdadero, no siendo los demás
sino delegados. Israel parte de un dios nacional, el único al que se
puede rendir culto, aunque los otros dioses son los dioses legítimos de
las naciones vecinas. Es a la vuelta del exilio cuando aparece la idea
de que solamente hay un Dios, siendo falsos
los otros, “ídolos” (Isaías 44,8; 47,21). Los “tres monoteísmos” no son
tampoco los últimos. La fecundidad
religiosa no se agota.
Las religiones
nacen frecuentemente a partir de una religión preexistente que
pretenden reformar. Y esas religiones-madre son monoteístas. Así, en el
siglo XIX nacieron a partir del
cristianismo religiones como la de los mormones; a partir del islam, la
religión de Baha’i,
etc. Las religiones antiguas difícilmente admiten que las nuevas puedan
reivindicar la representación de una variante legítima de aquéllas.
¿Se
enfrentan monoteísmo y politeísmo?
La verdadera
cuestión no es nunca la cantidad de dioses. Por lo
demás, cabe preguntarse si ha habido alguna vez un verdadero
politeísmo.
Aristóteles diferencia los
distintos tipos de unidad de los casos en los que se dice “es
lo mismo”. De
este modo, distingue la unidad por el número (lo que se enumera), por
la
especie (tú y yo somos hombres), por el género (mi perro
y yo somos seres vivos) y por la analogía (las escamas y las plumas son
algo parecido). La verdadera cuestión sería pues preguntarse
cuál es el tipo de unidad que vincula lo divino a sí mismo.
El paganismo antiguo
conoce la
idea de un “mundo” divino, un panteón que hace a todos los dioses
miembros de una unidad. Y, por encima de la familia de los Olímpicos,
planea el
Destino, que
reglamenta la sucesión de las generaciones que la constituyen,
destronando
a los padres en beneficio
de los hijos. Quizás es esta
potencia impersonal el factor de unidad de lo divino. ¿Podemos ser aún
politeístas? Aunque la palabra
está de moda
entre algunos intelectuales, éstos no aprecian tanto su carácter
religioso como
encontrar en él una
cierta actitud
de tolerancia. Cabe preguntarse si no serían ellos monoteístas del
sujeto,
pues sólo
éste puede fabricar dioses, elegir entre ellos, fijar su número, etc.
Lo que significa que el sujeto vale más que los dioses y que por
tanto es él
mismo el único dios.
La
verdadera cuestión consiste en saber cómo Dios es uno
Esto puede
querer decir que Dios
es único. Que sólo hay un Dios:
singularidad en el conjunto “dioses”. Ahora bien, la unidad, como todo
número,
no es una propiedad de la
cosa, más
bien lo es de la clase a la que pertenece. De esta manera, afirmando la
unidad
de Dios se cree hacer de éste algo supremo
cuando en realidad lo que se
hace es minusvalorarlo en relación con la clase de las unidades.
Por esta razón a las
religiones no les basta afirmar que
Dios no existe más que en un solo ejemplar (su “unicidad”). Las
religiones dicen también
algo del modo cómo es uno
(su “unidad”). Dios puede ser uno por continuidad consigo mismo, de un
sujeto
solo. El Corán hace una representación de este tipo cuando llama a Dios
“el impenetrable” (los comentaristas explican que Él es como continuo,
como un trozo de
metal forjado).
Dios puede ser uno
por fidelidad a sí mismo dentro de un
proyecto de salvación que se despliega dentro de una historia. Es lo
que expresa,
quizá, la famosa fórmula del Dios de Israel autodefiniéndose: “Yo soy
el que soy”. Dios puede ser uno por la
concordancia en el
amor entre las tres hipóstasis de
la
sustancia divina. La Trinidad, para el cristianismo, no es un modo de
atenuar
el rigor del monoteísmo, sino un modo de decir cómo es la unidad de
Dios. El
amor es lo que debe constituir la ley interior de su ser y por tanto de
su
unidad consigo mismo.
El
monoteísmo islámico
La creencia de los árabes en un
Dios único, Alá, es
anterior al Islam. Pero puede que este Alá fuera lo que los
historiadores de
las religiones llaman un deus otiosus,
que
ha creado y se ha retirado dejando administrar lo creado a las
divinidades
secundarias. El Islam sería una especie de cortocircuito que pasa por
encima de
las divinidades encargadas de interceder para llegar directamente al
Dios creador.
La historia
tradicional supone que en la época de Mahoma la mayoría de los árabes
eran
paganos y por tanto
politeístas, con algunas
tribus cristianas y otras judías. Sin embargo, parece que la Arabia de
la época estaba mucho más cristianizada
de lo que
generalmente se cree. El Corán habla con términos muy duros de los
“asociadores”, de aquellos que asocian al Dios único
a uno o a muchos otros seres. Pero no sabemos si se referían a paganos
o más
bien a cristianos partidarios de la Trinidad tal como
la interpretan los judeocristianos.
¿TRES
RELIGIONES DE ABRAHÁN?
Denominándolas “las
tres religiones de Abrahán” se cree
estar entrando en un terreno de entendimiento
a base de invocar un antepasado común. En realidad, se pone el dedo en
la manzana de la discordia.
Los
personajes comunes
El judaísmo, el
cristianismo y el Islam tienen libros
comunes en los que figura el nombre de un personaje llamado Abrahán. En
el árabe del Corán con una ligera variante: Ibrahîm. Además, éste no es
el único
personaje bíblico común a
estas tres religiones. También
lo son
Adán, Noé, José, Moisés,
Jonás, que
aparecen tanto en el Antiguo
Testamento y
el Nuevo Testamento como en el Corán. Por el contrario Jesús y María
son
reconocidos por el Corán pero no aparecen,
evidentemente, en los escritos
fundacionales del judaísmo.
Además, el nombre de Jesús que
utilizamos cristianos y judíos (Yeshu)
o incluso los cristianos árabes (Yashua‘)
es muy
diferente del que emplea el Corán, ‘Issâ,
que recuerda de manera
sorprendente
el de Esaú (‘Isaaw). ¿Podemos
ver en ello una comparación implícita de
las tres
religiones: la de los judíos que procede de Jacob
(Israel), la de los árabes de Ismael
y la de los cristianos de Esaú?
En
un plano más
general surge el problema de la presencia en las tres
religiones de figuras
literarias que llevan el mismo nombre, aunque ello no quiere decir que
se trate de los mismos
personajes. Lo que los
libros sagrados de las tres religiones cuentan sobre estos personajes
no es ni mucho menos uniforme.
En algunos casos, como en
la
historia de José o de Moisés, el Corán reproduce a grandes rasgos el
relato bíblico. Pero donde el Corán y el Nuevo Testamento se
alejan más
uno del otro es a propósito de Jesús. Los milagros de que habla el
Corán son curaciones
que no se especifican. En cambio, les añade milagros espectaculares
propios del
niño maravilloso de los
evangelios apócrifos. Este Jesús no es crucificado por
los judíos, sino que,
arrebatado al cielo, no tiene necesidad de resucitar.
¿El
mismo Abrahán?
La figura de Abrahán
es más bien fuente de desacuerdo que de armonía. Para el judaísmo y el
cristianismo el Islam no es abrahámico. Jesús, los doce,
Pablo y los
primeros cristianos eran todos judíos. Se situaban por tanto en una
genealogía
abrahámica que nadie discutía. El problema se planteó cuando Pablo hizo
que
creyentes de origen pagano
fueran admitidos en la comunidad, justificándolo mediante
el relato de los dos hijos de Abrahán: el hijo de la esclava Agar
representa la
carne, en tanto que el segundo representa el espíritu (Gálatas 4,21-31).
Mahoma y
los primeros musulmanes no eran de
ascendencia judía ni vivían en Tierra Santa. Tuvieron
entonces que acogerse a la historia
bíblica
inventando una genealogía.
Y lo
hicieron asimismo tomando la historia de los dos hijos de Abrahán,
vinculándose ellos en la persona de Ismael, que según la
Biblia era el antepasado de
los nómadas del desierto (Génesis 16,12).
La historia de
Abrahán no se interpreta de la misma manera
en el judaísmo que en el cristianismo. Ambos subrayan la extraordinaria
fe del
Patriarca, dispuesto a sacrificar al hijo que Dios le había prometido.
Pero el
judaísmo prefiere poner el acento en el “no sacrificio” de Isaac,
siendo la intervención
de Dios el elemento central al contener la mano de Abrahán y al
sustituir la
víctima humana por un simple carnero. El cristianismo, en cambio, añade
al
ejemplo de la fe de Abrahán una comprensión alegórica de su sacrificio
como
prefiguración de la Cruz de Cristo. El Corán, por su parte, deja sin
definir la
identidad del hijo que tenía que ser sacrificado y se sirve de la
figura de
Abrahán y sus hijos para relatar una historia de la que nada saben ni
el
judaísmo ni el cristianismo: la de la fundación por el Patriarca de un
Templo
en el cual la tradición islámica ve el templo cúbico de la Meca, la
Caaba.
¿Tres
religiones de Abrahán o una sola?
En
Occidente es
habitual hablar de las “religiones de Abrahán” en plural. Pero, para
el Islam, no hay más que una religión de Abrahán y es justamente el
Islam. Para el
cristiano hablar de la religión
de Abrahán significa incluir el judaísmo y el Islam y asociarles el
cristianismo. Para el dogma
musulmán, el Islam era ya la religión de Abrahán, anterior tanto
al judaísmo
como al cristianismo. Era también la religión de Moisés, de Noé y
de Adán, como más tarde
fue también la de Jesús, e incluso de toda la humanidad, de acuerdo con
una
escena que relata el Corán (7, 172). ¿Cuál es el estatuto de las
otras dos
religiones que siguieron (anteriores en el tiempo)? Ellos consideran
que las otras dos religiones son deformaciones, traiciones al mensaje
originario dirigido a Abrahán, por obra de los judíos y los cristianos.
Así, gracias a la invocación de la figura de Abrahán, el Islam lleva a
cabo una
operación paradójica que le hace presentarse a la vez como la última de
las religiones y como la primera
de todas.
¿LAS
TRES RELIGIONES DEL LIBRO?
Una
expresión engañosa
La expresión es
engañosa. Primero, porque ya tiene un significado en una de
las tres religiones, el Islam. En la ciudad islámica no hay sitio para
los paganos quienes han de
elegir entre la
conversión o la
muerte. Por el contrario, los representantes de las dos religiones que
ya tenían un texto sagrado cuando Mahoma entró en escena tienen una
situación jurídicamente definida por las reglas
de la dhimma. Pero el Islam
no se
considera a sí mismo como
formando parte de las
“gentes del
libro”.
El segundo defecto de
esta expresión es su imprecisión. Una “religión
del libro” ¿significa una religión en la que existe un libro o muchos
libros
sagrados? Cabe hacer notar que toda religión que nace
en un pueblo que conoce la escritura tiene uno o muchos textos escritos
que
pueden ser relatos, lo que llamamos mitos o leyendas sobre el dios o
los dioses de dicha religión. También puede
tratarse de
instrumentos o prescripciones sobre el culto. En estos libros se pueden
encontrar normas
de conducta, de moral o consejos para agradar a la divinidad. Cabe, en
fin, que se
encuentren allí recogidas las enseñanzas del fundador de la
respectiva religión.
Por tanto, conviene
no identificar las religiones del libro con las tres
religiones: judaísmo,
cristianismo, Islam. Además, una religión en la que existe un libro no
es por ello una “religión del libro”. La
relación de cada una de estas tres religiones con su libro no es la
misma en
los tres casos.
Tres libros
diferentes: el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Corán
Esto
se explica ante todo por la
diferencia de naturaleza de estos tres libros. Han sido redactados a un
ritmo
diferente: La redacción del Antiguo Testamento duró aproximadamente
siete siglos; la del Nuevo
Testamento, unos setenta
años y la del Corán,
aproximadamente veinte años. Por otra parte, no han sido redactados con
la misma finalidad. Los textos reunidos en el Antiguo Testamento y el
Nuevo
Testamento sólo han
formado un
libro sagrado una vez reunidos. El Corán, en cambio, parece haber sido
redactado para servir de libro
sagrado a una comunidad.
El
Antiguo Testamento es
un conjunto de libros que pertenecen a todos los géneros literarios. En
ellos
encontramos historia, poesía, exhortaciones proféticas, literatura
sapiencial, etc. Los textos más antiguos datan probablemente del 1200
a. C.; los
más recientes difieren un poco entre
judíos y cristianos (que incorporan
textos
escritos en griego, que van hasta el siglo
primero anterior a nuestra era). En el curso de esos mil años de
redacción, los textos
posteriores contienen reflexiones
sobre textos anteriores, a los que comentan y a los que reenvían. Para
el lector del Antiguo Testamento el peligro está en colocar todos los
textos en el mismo plano, cuando es necesario prestar mucha
atención al
género literario de cada uno de ellos.
El Nuevo Testamento
también contiene géneros literarios
diferentes: los cuatro
evangelios,
relatos de la vida, enseñanzas y Pasión de Jesucristo, los Hechos de
los
Apóstoles, historia de los inicios de la predicación cristiana, las
epístolas,
cartas escritas por los principales apóstoles, y finalmente el
Apocalipsis, libro de
revelaciones. Los
autores y estilos son diferentes, pero el Nuevo
Testamento presenta
una mayor unidad que el Antiguo
Testamento, está escrito en una sola lengua
y fue redactado en sólo unas decenas de años.
El Corán tiene, al
menos aparentemente, una mayor unidad y es obra de un único redactor.
Abundan las
repeticiones, las citas y alusiones.
Pero la dificultad de su lectura reside en la gran oscuridad de su
vocabulario.
Es la primera obra en lengua árabe de la
que tengamos noticia,
salvo ciertas inscripciones y poemas (la “poesía ante-islámica”),
que podrían
haber sido reescritos en fecha posterior para una más fácil comprensión.
Tres
relaciones con el libro
Tenemos pues
tres religiones, cada una con su libro, que tienen con él diferentes
relaciones: la religión de Israel es una historia que conduce a un
libro, el cristianismo
es una historia relatada en un libro, el Islam es un libro que conduce
a una historia.
El
judaísmo
La biblioteca que
conocemos como el Antiguo
Testamento fue escrita en circunstancias estrechamente vinculadas
al desarrollo de la vida política del pueblo. La religión del
antiguo Israel es una
religión nacional con sus sacrificios, fiestas y lugares de culto que,
en una época determinada, fueron
reducidos a uno solo: el templo de Jerusalén. En el marco
de esta historia se redactaron las crónicas de los
reyes y la historia de los Patriarcas. Israel redactó
también su código penal, el reglamento del Templo de Jerusalén y su
repertorio de cánticos.
El judaísmo propiamente
dicho se constituyó como consecuencia de una serie de
acontecimientos trágicos en
la historia de Israel. Hacia
el
año setenta de la era cristiana los romanos, después de destruir
el Templo, prohibieron a
los judíos vivir en
Palestina. El pueblo ya no tiene un principio de identidad pero le
queda un modo de vida cuyas reglas políticas, morales y familiares
quedaron formuladas
en la Torá.
El judaísmo es la
religión del Libro, pero en un sentido totalmente
diferente al que
tenía en el antiguo Israel: éste se asentaba en la vida política,
económica,
cultural de una nación que produjo un libro. El judaísmo es casi lo
contrario:
es el libro el que produce la
nación. Ser judío es aplicar las reglas de la Torá, que constituyen la
identidad más profunda de un pueblo.
Se le añadirán las discusiones
sobre
el modo de interpretar las prescripciones y prohibiciones dictadas por
Dios
(el Talmud).
El
cristianismo
El cristianismo es,
ante todo, un hecho, un
acontecimiento, vinculado a Jesús de Nazaret, siendo posterior el
libro. Los evangelistas
no pretenden redactar una
biografía de Jesús, sino mostrar que su vida volvía a dar un sentido a
la
historia de Israel, a toda la vida humana. El inicio del cristianismo
es la predicación de Jesús y el mensaje de sus discípulos
que dicen que
ha resucitado, que se ha aparecido a varios testigos y que volverá.
Los
primeros
cristianos pensaban que esta vuelta estaba cercana, que Jesús iba a
manifestarse en su gloria inmediatamente.
No había
tiempo ni necesidad de escribir el mensaje. Todo lo más se puede
escribir a la comunidad para pedirle que no pierda la paciencia. Éste
es el
contenido de los
textos más antiguos del Nuevo
Testamento, de
las dos cartas de Pablo a los cristianos de Tesalónica. Los cristianos
comenzaron a recoger las
manifestaciones de Jesús que
contienen principios de gran relieve en época bastante
tardía. Parece
que los dejaron establecidos en relaciones de las
que los cuatro
evangelistas tuvieron noticia y que a su vez combinaron con un esquema
histórico de hechos
para redactar los evangelios a partir de estos dos corpus.
Estamos en presencia de un acontecimiento
que se relata posteriormente en un libro, pero lo esencial es el
acontecimiento.
El islam
El Islam es también un acontecimiento:
la conquista del sur del Mediterráneo y del Oriente Medio hasta el Irán
por las
tribus árabes en el siglo VII. El
origen de esta expansión puede ser la predicación de un jefe
excepcional que logró federar las
tribus lanzándolas a la
conquista. Según la tradición musulmana,
Mahoma habría empezado a recibir
mensajes del “más allá” hacia el
año 610 o el 615 d. de C. Hacia el 622 emigró a Medina desde donde
inició sus
conquistas. Falleció en La Meca en el
632.
No sabemos
exactamente cuándo se compiló el
Corán. Según la
tradición dominante, el tercer sucesor de Mahoma, Osmán (del 644 al
656), habría
establecido un texto unificado
ordenando destruir todas las versiones que se
desviaban.
El libro goza en
el Islam de una posición particular. Había que
dar a los conquistadores de un territorio inmenso reglas de vida para
que pudieran distinguirse de los otros. Se han
buscado dichas reglas en el Corán. Aunque se han encontrado algunas
indicaciones del propio profeta, la mayor parte han sido complementadas
por
declaraciones que se le han atribuido, reales o supuestas, que se
convierten
así en fuente de derecho.
La
idea de revelación
Para terminar, el
concepto de “religión revelada” es
asimismo engañoso porque la revelación no tiene el mismo significado en
las
tres religiones. Lo revelado en el judaísmo es la historia del pueblo
de
Israel, y los mandamientos han sido dictados por Dios en un preciso
momento de
dicha historia. Para el cristianismo lo revelado no es el Nuevo
Testamento, es Cristo
mismo: el libro no hace
sino relatar la historia y transmitir sus
enseñanzas. En el Islam lo revelado en realidad es el libro. La persona
de
Mahoma ha tenido poca importancia por lo que se
puede considerar que la única religión del libro es el Islam: El autor
del Corán
es Dios. Mahoma es únicamente el escriba.
En el judaísmo y en
el cristianismo el libro santo es un libro compuesto
por un hombre “ayudado” por Dios. Por tanto, la Biblia puede tener
errores, por ejemplo cronológicos, o apoyarse en una cosmología hoy
totalmente superada. Para el
Islam, por el contrario, el Corán no puede tener errores,
contradicciones o alguna regla provisional.
¿Tres
religiones?
Podrían prolongarse
estas observaciones con una reflexión más explosiva:
¿existen verdaderamente
tres religiones?
El cristianismo es
una forma de judaísmo: Jesús de Nazaret, los apóstoles y los
redactores del Nuevo
Testamento eran judíos. El cristianismo se separó progresiva y
dolorosamente
del judaísmo, por una parte, porque
los cristianos se volvieron hacia
los paganos para anunciarles el mensaje de
la resurrección y, por otra, porque los judíos
consideraron que los cristianos eran herejes.
Por el contrario, el
Islam nació
independientemente de Israel, en el seno de un pueblo que no era judío.
Mahoma ni era judío ni cristiano. Por eso “teorizó” esta diferencia
remitiéndose a Abrahán, anterior a la ley de
Moisés y a la
vida de Jesús. En cierto modo, se puede considerar que estamos en
presencia de dos “semi-religiones”, el judaísmo y el desgarro cristiano
de la
unidad judía, y de una tercera, el Islam.
¿Tres
libros?
La respuesta no es sencilla porque
el cristianismo tiene un libro sagrado doble que comprende el libro
sagrado del judaísmo. La expresión
“la biblia”
merece atención: Antiguo
Testamento y
Nuevo Testamento parecen constituir una evidencia. Sin embargo,
conservar el Antiguo Testamento no
era algo evidente, y
en el siglo II el cristianismo primitivo superó la tentación de
alejarse del Antiguo Testamento. El
judaísmo y el cristianismo
tienen en común el Antiguo
Testamento. Éste constituye el
modo como los cristianos interpretan los acontecimientos de la vida de
Jesús a la luz de lo que había sido anunciado según ellos en el Antiguo
Testamento.
Por el contrario, el
Islam tiene un libro sagrado propio,
el Corán, que no concibe como una especie de “Tercer Testamento”. El
Islam no considera auténticos ni el Antiguo Testamento ni el Nuevo
Testamento, incluso
a veces prohíbe su lectura. Así, pues, más que tres religiones existen
dos y
media, como en el
caso de los libros, estando la diferencia entre judaísmo y cristianismo
en la
lectura que se hace del Antiguo Testamento.
CONCLUSIÓN
El uso de las tres
expresiones estudiadas pretende
encontrar elementos
comunes sobre los que todos estén de acuerdo para hacer posible
así un diálogo pacífico. Sin embargo, el vocabulario que hemos
criticado más
bien suscita confusión, ya que enmascara los verdaderos problemas bajo
una armonía meramente
superficial. Un verdadero
diálogo ha de empezar por respetar al otro. Y esto implica comprenderle
como se comprende él mismo, tomar
sus
expresiones en el sentido que tienen para él, y aceptar la situación
inicial de
desacuerdo para evolucionar hacia una mejor
comprensión.
"Para acabar de una
vez con los 'tres monoteísmos'", Communio
29 (2007) 33-49.
Condensó:
Joquim Pons Zanotti
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