Desacralizar
los libros sagrados
SAMI ALDEEB
|
El problema es la evolución de las normas y de
la sociedad que proviene de la concepción que se tiene de la ley.
Hay tres concepciones de la ley:
1. La concepción democrática de la
ley: la ley está hecha por el pueblo
para el pueblo. Esta es la concepción que prevalece hoy entre los
cristianos. Se deriva del hecho de que Jesús no era legislador y no
ocupaba ningún cargo estatal.
2. La concepción dictatorial:
un dictador dicta una ley y la impone,
cortando la cabeza a los oponentes. Este es el caso de las leyes de
Stalin.
3. La concepción revelada de la ley:
un "profeta" pretende recibir una
ley y la impone, cortando la cabeza a los oponentes. Esta es la
concepción predominante entre los judíos y los musulmanes. Dos citas
son suficientes:
Leemos en la Biblia:
"Todo lo que yo os ordeno, lo guardaréis y lo practicaréis, sin añadir
ni quitar nada" (Deuteronomio 13,1).
"Estad atentos a todas estas palabras que hoy os doy como testimonio.
Se las prescribiréis a vuestros hijos, para que cuiden de poner en
práctica todas las palabras de esta ley" (Deuteronomio 29,46).
"Será una ley perpetua de generación en generación, dondequiera que
habitéis" (Levítico 23,14).
Invocando estos versículos, Maimónides, el mayor teólogo y filósofo
judío, muerto en El Cairo en 1204, escribe: "Es una noción claramente
explicada en la ley que este última sigue siendo una obligación eterna
y por los siglos de los siglos, sin estar sujeta a sufrir ninguna
variación, recorte o añadido". Quien pretendiera lo contrario debería,
según Maimónides, ser "ejecutado por estrangulamiento". Este castigo
también está previsto contra quien "cancele uno cualquiera de los
mandamientos que hemos recibido por tradición oral", como contra quien
dé una interpretación diferente a la interpretación tradicional,
incluso si aduce un signo afirmando que él es un profeta enviado por
Dios.
Leemos en el Corán:
"Los que no juzgan según lo que Alá ha hecho descender son descreídos,
(...) injustos, (...) pervertidos" (Corán 5,44. 45. 47).
"Cuando Dios y su enviado han decidido sobre un asunto, ni el creyente
ni la creyente tienen opción en ese asunto. El que desobedece a Dios y
a su enviado está extraviado con un extravío manifiesto" (Corán 33,36).
"La palabra de los creyentes, cuando se los llama a Dios y su
enviado, para que este juzgue entre ellos, es solamente decir: 'Hemos
escuchado y
hemos obedecido'" (Corán 24,51).
El jeque Al-Sharawi, personalidad religiosa y política egipcia, muerto
en El Cairo en 1998, defiende prácticamente la misma concepción de la
ley que su compatriota judío Maimónides. Explica que la revelación vino
a zanjar las cuestiones en que había divergencias, liberando así al
hombre del esfuerzo de resolverlas mediante la discusión o mediante
agotadoras experiencias repetidas. El musulmán no tiene que buscar
fuera del islam soluciones a sus problemas, porque el islam ofrece
soluciones eternas y absolutamente buenas. Y añade:
"Si yo fuera el responsable de este país o la persona encargada de
aplicar la ley de Dios, daría un plazo de un año a quien rechace el
islam, otorgándole el derecho a decir que ya no es musulmán. Entonces
lo dispensaría de la aplicación del derecho musulmán, pero condenándolo
a
muerte como apóstata".
En mi opinión, los países árabes y musulmanes, así como Israel, no
conocerán
la democracia sino cuando separen la religión de la ley, a fin de
devolver el poder al pueblo. En este sentido, es necesario poner el
Antiguo Testamento y el Corán en el museo de las antiguallas de la
historia.
¿Y qué hacer con el Nuevo Testamento? Para mí es una obra como
cualquier otra. Su ventaja con respecto a los otros "libros sagrados"
es que no es jurídico y solo contiene un número muy limitado de
normas, comparado con el Antiguo Testamento y el Corán.
Para solucionar el problema planteado por el Antiguo Testamento y el
Corán, hace falta comenzar por desacralizarlos, considerándolos como
obras humanas. Para eso hace falta redefinir la revelación. Esta no es
la palabra de Dios al hombre, sino una palabra del hombre sobre Dios,
con todo lo que esta palabra humana lleva consigo de imperfecciones y
debilidades.
|
|
|