Sami Aldeeb: ‘La idiotez de la creencia en que el Corán es palabra de Dios’

SAMI ALDEEB





Estoy más interesado en el Corán que el 99% de los musulmanes


Nadie puede reprocharme que no respeto el Corán. Lo he traducido al francés, al italiano y al inglés. De modo que debo ser el único traductor de la historia y del mundo que haya traducido el Corán a tres idiomas.


Además, he preparado una edición árabe del Corán que puede considerarse la mejor edición árabe del Corán. Incluye referencias a las circunstancias de la revelación, a las variantes suníes y chiíes, a los versículos abrogados y abrogantes, a las fuentes del Corán, a los significados de los términos difíciles y a los errores lingüísticos y estilísticos. Esta edición presenta el texto del Corán según la ortografía de Utmán, la ortografía normal y la ortografía kúfica sin puntos y sin signos diacríticos, siendo esta última la ortografía de los manuscritos más importantes y más antiguos del Corán. Es la primera vez que se publica el Corán en esta ortografía con el procesador de textos. Esta edición árabe se puede descargar gratuitamente de mi sitio en Internet.


Siempre invito a mis alumnos y a los oyentes de mis conferencias a leer el Corán y entenderlo tal como es. Y siempre me entristece ver que alguien destroza el Corán, lo tira al retrete como ha sucedido en Arabia Saudí y en otros lugares, o se orina sobre él. El Corán forma parte de la herencia de la humanidad, tanto como el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Lo mismo que invito a los no musulmanes a leer el Corán, también invito a los musulmanes a leer el Antiguo y el Nuevo Testamento.


Al ser yo árabe, considero el Corán como parte de mi cultura árabe, puesto que es el primer libro en lengua árabe. Y en cuanto cristiano, el Corán forma parte de mi cultura religiosa, y considero que los judíos y los cristianos tienen más derecho sobre el Corán que los musulmanes, porque el 90% de su contenido procede de fuentes judías y cristianas. Por esta razón, deben estudiarlo, comprenderlo y difundirlo.


Lo mismo que me entristezco cuando veo el Corán desgarrado o tirado, también me pongo triste cuando los movimientos islamistas hacen uso del Corán para cometer crímenes abominables, como ha hecho el Daesh en Siria y en Irak. Al hacerlo, ensucian el Corán como aquellos que lo tiran al retrete, o incluso más, y empujan a los no musulmanes, pero también a los musulmanes, a detestar el Corán hasta el punto de hacerse ateos. Yo personalmente no tengo nada contra los ateos, ni contra los religiosos, porque cada uno tiene derecho a vivir de acuerdo con sus propias convicciones y su propia conciencia. Cada uno de nosotros puede rechazar las creencias de los demás. Pero sea cual sea nuestra religión, no debemos faltarle al respeto al Corán, al Antiguo Testamento o al Nuevo Testamento.



Respetar el Corán no significa idolatrarlo


El respeto que debemos tener por el Corán, el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y otros libros que forman parte de la herencia de la humanidad, no significa que debamos abstenernos de estudiarlos de manera crítica, tanto en el plano del contenido como en el de la lengua. Tirar el Corán, el Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento al inodoro constituye una falta contra estos libros, pero idolatrar estos libros es un exceso nocivo para la humanidad.


La nocividad de tal idolatría se deriva del hecho de que va en contra del sentido común y la evidencia. Todos los libros son libros humanos. Considerar un libro como libro descendido del cielo es el colmo de la idiotez. Del cielo solo descienden la lluvia y los meteoritos, y si alguna vez veis un libro que desciende del cielo, sabed que algún viajero lo ha arrojado por la ventana de un avión para deshacerse de él.


La creencia en que el Corán es la palabra de Dios llevó a los musulmanes a lo que se conoce con el nombre de Mihna, el equivalente de los tribunales de la Inquisición cristiana. Cientos, incluso miles, de musulmanes entre partidarios y adversarios fueron asesinados: unos pensaban que el Corán es palabra de Dios desde toda la eternidad, mientras que otros afirmaban que era palabra creada. Esta inquisición ha sido ampliamente estudiada por Fehmi Jadaane en su libro en árabe: La prueba: investigación sobre la dialéctica religiosa y política en el islam.


El mismo problema se encuentra en el judaísmo y el cristianismo, en cuanto a idolatrar el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Esto está a la base de los tribunales de inquisición, costó la vida a muchas personas y amordazó a científicos y pensadores. No tiene utilidad aquí recordar el proceso de Galileo y tantos otros. En respuesta a esas abominaciones cometidas por los tribunales de inquisición, los filósofos de la Ilustración emprendieron una revolución intelectual con el fin de bajar el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento de su pedestal y considerarlos como libros humanos. Esta revolución abrió la puerta al renacimiento intelectual, social, científico e industrial en el mundo occidental.


Desafortunadamente, el mundo árabe y musulmán no pudo seguir la evolución de la civilización y continuó idolatrando el Corán. Y como consecuencia, hoy vivimos los más sombríos momentos de la historia con los crímenes abominables del Daesh y otros movimientos islámicos, cometidos contra musulmanes y no musulmanes, contra las mujeres, el arte y todo lo que es bello en la humanidad. Y así, el mundo árabe y musulmán se ve invadido por bandas de criminales bajo la bandera del Corán y la bandera de Mahoma, sustentadas abiertamente o en secreto por instituciones religiosas, incluidos Al-Azhar y otros centros islámicos suníes o chiíes; y esta bandas criminales están financiadas por individuos, instituciones e incluso gobiernos imbuidos de barbarie. De este modo, hemos regresado al sistema de los cautivos de guerra vendidos en el mercado de esclavos, a la imposición de la yizia y a las masacres que aterrorizan a los civiles, los expulsan de sus hogares y los despojan de sus bienes, que destruyen los monumentos y los manuscritos. , por no hablar de la destrucción de ciudades y los saqueos.



El Corán es un libro como cualquier otro libro, hecho por el hombre


Actualmente estoy escribiendo una serie de artículos sobre los errores lingüísticos y estilísticos del Corán en un famoso foro árabe (situado fuera de los países árabes y musulmanes). Al comienzo de mis artículos, repito que no están destinados a aquellos que creen que el Corán es palabra de Dios, y que yo trato el Corán como si fuera Las mil y una noches.


A pesar de esta advertencia explícita, repetida muchas veces, algunos lectores vuelven a la carga como si no supieran leer, o no entendieran o no quisieran entender. Uno de ellos, llamado Ayden Hussein, escribió el siguiente comentario:


"Si usted dice que Mahoma escribió el Corán, usted sabe que deifica a Mahoma. El Corán contiene conocimientos científicos, cuya presencia en el Corán solo puede explicarse por el origen divino de este libro. No me diga que no se trata de prodigios. Usted tiene un ordenador e Internet, y puede leer sobre esos prodigios. Con mis saludos."


Mi respuesta fue:


"Estimado señor Ayden Hussein:

Como mencionaba en mi artículo, no dirijo mis artículos a quienes creen que el Corán es palabra de Dios, porque soy de la opinión de que esta creencia constituye el culmen de la idiotez, y no tengo tiempo para discutir con idiotas. Pero, si usted no ha leído lo que escribí, está disculpado y lo remito al libro en árabe de Khalid Muntassir, La ilusión del prodigio científico en el Corán."



¿A quién le escribes, Sami?


Permito a mis lectores, sean cuales sean sus creencias y sus idioteces, que comenten mis artículos, pese a la posibilidad de suprimir esos comentarios o de impedirlos. No obligo a nadie a leer mis artículos, lo mismo que tampoco me obligo a responder a todos los idiotas que los comenten. Si permito los comentarios, es por simple compasión, esperando que esto cuente a mi favor en el más allá. En efecto, debemos tolerar a los idiotas al máximo, porque forman parte de la sociedad. Si han alcanzado tan alto nivel de idiotez, la sociedad es responsable de ello directa o indirectamente. Estos idiotas son el producto de nuestras escuelas, de nuestras universidades, de nuestras mezquitas y de los medios de comunicación que han plantado en ellos la idiotez. Y esta idiotez no se limita a los analfabetos, los semianalfabetos o los semiintelectuales, sino que afecta también a los intelectuales que tienen títulos universitarios. La idiotez, en efecto, es como la peste, el cólera y el cáncer que no distinguen entre analfabetos e intelectuales. Grandes científicos y médicos pueden morir por estas enfermedades, lo mismo que pueden verse afectados por la enfermedad de la idiotez.


La idiotez puede infectar tanto a un príncipe como al arriero de un burro. Pero es evidente que la infección de un analfabeto por la enfermedad de la idiotez es menos grave que la infección de los intelectuales y los dirigentes políticos o religiosos, ya que estos últimos se consideran modelos para la sociedad. Cuando escucho a un jefe de Estado o un profesor que repite, después de la recitación de un versículo coránico, la frase usual: "Dios ha dicho la verdad", me pego en la cabeza y me rasgo las vestiduras porque sé entonces que la idiotez ha alcanzado la cumbre de la pirámide social. Y como dice el proverbio árabe: "Si el dueño de la casa toca el tambor, toda su familia se pondrá a bailar". ¿Qué esperanza podemos tener de semejante sociedad?


Lo repito: la creencia de que el Corán es la palabra de Dios es el colmo de la idiotez.


Todos nosotros debemos luchar, todo lo que podamos, contra esta idiotez.


El Corán no tiene nada que ver con Dios, ni de cerca ni de lejos. El Corán no es más que un borrador desordernado escrito por un rabino algo aturdido.



FUENTE



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