Sobre el
diálogo
islamo-cristiano
AMOUR, TOLERANCE, PAIX
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El sincretismo y el
diálogo islamo-cristiano
Para comenzar un diálogo, supuestamente sincero y razonado, conviene
como mínimo haber leído en su totalidad los textos fundacionales
(Evangelio y Corán), ya que, al eliminar sistemáticamente todo lo que
los diferencia, hay un gran riesgo de verse arrastrado por los meandros
del relativismo y el sincretismo, según los cuales todas las religiones
valen, son intercambiables según el entorno, manifiestan un
absoluto que nadie puede conocer verdaderamente, y convergerían, por el
bien de
la humanidad, en un compromiso de reconciliación, porque las religiones
"reflejan un rayo de la verdad que ilumina a todos los hombres" (Nostra
aetate, Vaticano II).
La afirmación de la propia fe es un requisito previo para cualquier
diálogo, porque "ay de mí, si no anuncio el evangelio", decía san Pablo
(Corintios 9,16). No se trata de negar la propia riqueza y las
tradiciones
culturales, sino, en una relación de confianza, de reconocer la
igual dignidad del otro y reconocerse recíprocamente como hermanos y
hermanas humanos, que se aceptan en su diversidad, siendo esta
aceptación recíproca y franca una condición sine qua non del
diálogo.
El Corán confirma
que el evangelio no está falsificado
Por sinceridad, conviene vaciar el absceso de la supuesta
falsificación del Evangelio (en realidad hay 4 evangelios). Sí, los
musulmanes creen que la palabra de Dios ha descendido en un libro, el
Corán, y los cristianos creen que la palabra de Dios se hace hombre en
Jesús, para la salvación de los hombres, y su credo lo proclama. Pero,
cuando se nos explica que Jesús era musulmán y que en el Evangelio
(Juan
14,16-20) no anunció al Espíritu Santo, sino a Mahoma, ¿quién
falsifica el espíritu y la letra?
El Corán habla del Evangelio como una referencia a la palabra de Dios
(21,7; 7,157; 2,91; 5,43; 5,66; 5,68; 29,46):
"Hicimos que viniera después Jesús, hijo de
María, para confirmar lo que ya había de la Torá. Le dimos el
Evangelio,
que contiene dirección y luz, como confirmación de lo que ya había de
la
Torá y como dirección y exhortación para los temerosos de Dios" (Corán
5,46).
También dice el Corán (18,27) que Alá es
especialmente
cuidadoso de que su palabra no se corrompa. Pero Jesús es la palabra
de Dios (Corán 3,45; 4,171; 19,34). (Véase la página sobre falsificación.)
Alá no es Dios Padre
Proclamar la existencia y la unicidad de Dios es una cosa, pero
¿qué más sabemos de este Dios solamente con esta proclamación? Dar a
entender que
compartimos la misma concepción monoteísta de Dios equivale a negar la
fe
cristiana.
Los musulmanes no pueden esperar en el otro mundo más que los placeres
que
deben odiar aquí, mientras que el paraíso, el reino de Dios prometido a
los cristianos, es la relación con Dios, comunión en el amor divino.
El Dios de sumisión [1], que guía o extravía a quien él quiere, sin
posibilidad de penitencia, no es el Padre que llama a su creación al
amor. Dios Padre ha creado a todos los hombres para participar
activamente en la creación e ir al paraíso. Alá ha creado a algunos
predestinados para el infierno (Corán 7,179), sin redención posible,
"mektub". El cristiano, que
goza de libre albedrío, cree que
sus pecados han sido redimidos por el sacrificio de Jesús, y que puede,
mediante la confesión y el arrepentimiento, obtener el perdón. El Corán
no da esta facilidad, y no propone al creyente como esperanza de
redención para su salvación más que el morir como mártir, causando
el mayor
daño posible a los enemigos de Alá [2]. Dios Padre no tiene enemigos
en esta tierra, es el buen pastor, solo tiene ovejas perdidas a las que
busca
incansablemente.
Una fetua del sultán malayo de Selangor afirma que la palabra "Alá",
empleada para decir "Dios" por los cristianos en su traducción local de
la
Biblia, es "una palabra sagrada, reservada exclusivamente a los
musulmanes". Por consiguiente, no es el mismo Dios.
Alá es quien escribió el Corán. ¿Es Dios Padre quien escribió el
Corán? No. Entonces no es el mismo Dios.
Dios Padre ama no solo a los justos, sino que ama a los pecadores
como uno amaría a su hijo, e interviene en su creación para salvarlos.
Por el contrario,
"Alá ama sobre todo a los que llegan a matar por su
causa" (Corán 61,4) y no ama a los transgresores (Corán 2,190), los
increyentes
(2,276), los pecadores (4,107), los infieles (3,32), los injustos
(3,57), los traidores (4,107), los presuntuosos, los orgullosos
(16,23), los arrogantes (28,76), los corruptores (28,77), los
sembradores de desorden (5,64), los que cometen excesos (7,31), los
derrochadores (6,141), los jactanciosos (31,18) ... Y en Corán 80,17,
Alá
llega a decir: "Que perezca el hombre, que es tan ingrato". Entonces,
¿para qué
entraría él en su creación y moriría por los pecados de aquellos a
quienes
no ama? Con toda evidencia no se trata del mismo Dios.
El Corán lo reafirma:
"¡Oh infieles! Yo no adoro lo que vosotros adoráis, y vosotros no
adoráis lo que
yo adoro" (Corán 109,1-3).
"Rechazamos
lo que vosotros adoráis además de
Dios. Renegamos de vosotros. Entre nosotros y vosotros se ha declarado
enemistad y odio para siempre, hasta que creáis únicamente en Alá"
(Corán 60,4).
Por otro lado, en 1978, en respuesta a los representantes del Vaticano
que
querían celebrar una conferencia titulada La creencia común en un único
Dios conlleva implicaciones humanistas y culturales y puede representar
una base de acercamiento entre cristianos y musulmanes, la
revista
oficial de Al-Azhar (El Cairo) denuncia "el equívoco del mismo título
de la
conferencia [porque] la fe musulmana en Dios no es semejante a la fe
cristiana, [de modo que] hacer creer que no hay diferencia no puede más
que
dañar tanto a los musulmanes como a los cristianos, porque el islam
vino después del cristianismo para reformar su fe en Dios, como lo
atestiguan las muchas intervenciones de Mahoma respecto a los
cristianos de su
tiempo, [cuya fe] es común con la profesada por los asociadores [mushrikun].
[...] La afirmación común de la existencia de Dios no
puede ser suficiente: el problema es saber qué se entiende por
'unicidad
de Dios'. Los cristianos [...] han añadido las doctrinas
trinitarias que les dificultan cualquier síntesis apropiada. Solo el
islam ha desarrollado perfectamente 'la ciencia de la unicidad' [...]
La fe islámica no podría admitir [...] lo que el Vaticano I dice acerca
de Dios, a saber, que es 'sustancia', espíritu, espiritual, natural,
que tiene una 'naturaleza'. En cuanto al humanismo, ¿cómo sería común,
dado
que Dios, que es su base, no es el mismo? Además, ¿qué quiere decir un
humanismo basado en Dios? Solamente puede significar que la razón se
somete a la
sabiduría
divina" (citado en La iglesia frente
al islam, de
Joachim Véliocas).
Jesús es Dios hecho
hombre
El Corán distingue entre los nazarenos [3], que creen en Jesús y que
son
los mejores amigos de los musulmanes, y los asociadores, que asocian
con
Dios a un hijo, Jesús, e incluso a una madre [4], María, y que son
acusados (Corán 5,116) de cometer por eso mismo el peor de los
crímenes, imperdonable: el politeísmo.
Dios es amor, ama, pero ¿a quién ama? Como es autosuficiente, ese
otro debe estar en él, y por tanto es un Dios en dos personas al menos.
Esta relación de amor necesita ser reconocida por un tercero que es el
testigo, y estas tres personas cooperan en la creación.
Además, el Corán afirma que Jesús fue confortado con el Espíritu
Santo, que es la "palabra de Dios", por la cual todo ha sido creado y
que aporta pruebas milagrosas "con permiso de Dios" (Corán 5,110;
3,45-49; 19,17). ¿No es esto un resto de los escritos cristianos
originales, un reconocimiento de la Trinidad?
Véase también este enlace.
Uno no puede amar y ser amado por aquello que uno domina. Por eso, la
revelación cristiana es el conocimiento de la esencia trinitaria de
Dios y su plan de salvación por el amor, en comunión con Dios [5
]. Y para hacer posible esta comunión con Dios, para los
cristianos, el hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios
(Génesis), de ahí el respeto debido a cada persona, y que Dios trate a
sus criaturas con paciencia, como un padre compasivo trata a sus
hijos. Los creyentes lo reconocen así cuando rezan al "padre eterno" y
los
cristianos, según les enseñó Jesús, dicen "Padre nuestro que estás en
el
cielo...". Sin embargo, para ellos, Jesús es más que un hijo de Dios,
y el Corán lo reconoce al afirmar que él es la "palabra" (Corán 3,45) y
el
"espíritu" de Dios (Corán 2,87 y 253; 4,171), su palabra increada
e
inseparable, que existe desde el principio (Juan 1,1), y que, siendo
increada y eterna, se infundió en el vientre de la virgen
María (Corán 66,12). Así, pues, conforme a lo anunciado por los
profetas, se
hizo carne sin concepción humana (Corán 3,47; 19,20; 21,91). Y cuando
Dios
decide algo, le basta decir: "Que sea", y se hace realidad. Al
convertirse así en hombre, Jesús tomó la naturaleza de hijo de Dios
para descender entre los hombres y anunciarles la buena nueva de la
salvación de los pecadores que la desean.
El año 1215, durante una controversia entre tres sabios musulmanes y el
abad
Giorgi, tuvo lugar este debate:
"Rashid.
Persisto en negar lo que vosotros defendéis, que Dios haya podido
engendrar
y que podáis llamar al Mesías Hijo de Dios, tanto más cuanto que
Dios dice en el libro que descendió del cielo a Mahoma, nuestro
profeta:
Di que Dios es uno, es eterno, no engendra, no es engendrado, y no
tiene asociado ni igual.
El cenobita.
¿Qué dice además el Alcorán? Dice que si Dios hubiera
querido adoptar un Hijo, lo habría elegido. Es decir, lo habría tomado
de entre
los hijos de Adán. Sopesa estas palabras y reflexiona. [...]
Dime, Rashid, ¿no es verdad que la palabra
pronunciada por la boca
del hombre es engendrada y concebida en su mente?
Rashid.
Sí.
El cenobita.
Los rayos de luz ¿no son engendrados por el Sol? La luz que el
fuego pone en movimiento ¿no es una producción de ese elemento? El vino
¿no
es engendrado por la vid, y la palabra por pensamiento? ¿Puedes
negar esta hipótesis?
Rashid.
No, no puedo negarla.
El cenobita.
De donde viene
entonces que no reconozcas esta verdad patente, que la palabra de Dios,
la Palabra, es engendrada por Dios
mismo. A esta palabra es a la que llamamos Hijo de Dios. Vuestro
profeta y vuestro Alcorán dicen que Jesús, el Mesías, es el Espíritu
y la Palabra de Dios, ¿por qué, entonces, os empeñáis en negar que la
Palabra sea Hijo de Dios? Es necesario que creáis esta verdad, o bien
que acuséis de mentir a vuestro profeta y vuestro Alcorán."
María no es la
inmaculada concepción
María es la inmaculada concepción, es decir, que al nacer fue
preservada
del pecado original, que no existe en el islam.
Es un "hombre perfecto" el que vino a anunciar a María que iba a ser
madre, no es Gabriel, aunque lo añaden al texto los traductores (Corán
19,17). Y ella permanece virgen hasta la concepción del Mesías (Corán
66,12). Para los
cristianos, su matrimonio con José protege a María de la difamación,
pero según el Corán, María no está prometida ni casada con José y por
eso el espíritu de Alá le aconseja una mentira para explicar
su ausencia, que sería considerada deshonrosa: "Come, pues, bebe y
alégrate. Y, si ves a algún mortal, dile: 'He hecho voto de silencio al
Compasivo. Así que no hablaré hoy con nadie'" (Corán 19,26).
Pretender que María "aúna al conjunto de los creyentes, cristianos y
musulmanes" es un fraude, porque ¿qué creencias tienen en común estos
"creyentes" sin apostatar de su propia fe? María es la madre de Dios
encarnado para unos y esto es una blasfemia abominable para los otros.
El cristianismo no
es la religión de un libro
La Biblia y el Evangelio son libros inspirados por Dios a autores
humanos. El Corán dice ser la palabra de Dios revelada, descendida
directamente.
El cristianismo no es la religión de un libro, sino la de la Palabra de
Dios encarnada: Jesucristo, la buena nueva que hay que aceptar con fe.
Evocar la pertenencia a las gentes
del libro da a entender que no habría más que una
religión y un libro y que el cristiano se salvaría obedeciendo a una
ley, siendo así que es la fe la que salva, y las buenas obras son la
consecuencia de la salvación y de ninguna manera el medio de
obtenerla. Entre estas obras, el amor al prójimo no es más que el amor
a
Dios, ya que el Evangelio nos muestra a Dios en cada uno de nuestros
prójimos.
La expresión "gentes del libro" está asociada en el Corán con el
estatuto
discriminatorio de "dimmí"
y, alinearse falsamente entre las gentes del libro es aceptar ese
estatuto de inferioridad. Al menos podríamos reivindicarnos como gentes
de los libros, siendo los musulmanes las gentes
de un solo libro y sus comentarios. Por otro lado, pasearse por la
calle con
ese
famoso libro, la Biblia, es un delito en los países musulmanes. También
hace falta expurgar el discurso cristiano contemporáneo de expresiones
tan perniciosas como "las tres religiones abrahánicas",
"las tres religiones reveladas" e incluso "las tres religiones
monoteístas", porque hay muchas otras, y porque esto da a entender una
convergencia inexistente, rechazada por los textos fundacionales. La
asociación (creencia en la Trinidad) está condenada en el Corán como el
peor de los crímenes.
Jesús cumplió las
profecías, derogó la parte ritual y civil de la
ley judía y, confirmando los Diez mandamientos de Moisés, perfeccionó
la
ley moral
Jesús dijo: "No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas. No
he
venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Porque os aseguro, antes que
desaparezcan el cielo y la tierra, ni una letra ni una coma
desaparecerá de la Escritura antes que todo se realice" (Mateo 5,17).
Por tanto, Jesús vino a
cumplir las predicciones de los profetas y a confirmar los diez
mandamientos
dados a Moisés, de los que no cambiará ni una coma. Y el sermón de
la montaña recuerda y detalla estos mandamientos. Las
prescripciones rituales y civiles de los fariseos, Jesús se sometió a
ellas y de ellas nos liberó, de modo que los versículos tolerantes del
Evangelio derogan
a aquellos que no lo son en la Torá:
El Antiguo
Testamento contiene la ley del talión (Deuteronomio
19,21 y Levítico 24,17) y el mismo Jesús la denuncia (Mateo 5,43-48),
por lo que el Evangelio deroga la ley del talión, que es conservada por
el Corán.
El Antiguo
Testamento contiene la lapidación de la mujer adúltera
(Deuteronomio 22,13-24) y el mismo Jesús lo denuncia (Juan 8,7-11),
por lo que el Evangelio deroga la lapidación, que es conservada por el
Corán.
El Antiguo
Testamento contiene, en el contexto de la entrada de los
hebreos en la tierra prometida, múltiples ejemplos de la glorificación
del
uso de la fuerza,
de reyes que toman ciudades y exterminan a los
habitantes (Deuteronomio 20,13 , libro de los Reyes, libro de
Samuel),
y el mismo Jesús lo denuncia (Mateo 26,52 y Juan 18,36), por lo que el
evangelio deroga el uso de la violencia, que es conservada por el Corán
en la forma
teorizada de la yihad.
El Antiguo
Testamento contiene múltiples obligaciones rituales diarias y
prohibiciones (vino, cerdo, ...),
y Jesús ha derogado claramente
esas abluciones rituales y prohibiciones: "¿No entendéis que lo que
entra por la boca pasa al vientre y se evacua en lugar retirado? En
cambio, lo que sale de la boca viene del corazón, y eso sí mancha al
hombre... pero comer sin lavarse las manos, no" (Mateo 15,16-20). En su
carta al musulmán Al-Hasimi, el cristiano Abd Al-Masih Al-Kindi escribe:
"Con respecto a tus ideas de practicar las
abluciones, lavarse
después del coito, y circuncidarse para cumplir con la tradición de
nuestro padre Abrahán, te responderemos con la palabra que Cristo
dirigió a los judíos que le preguntaron: '¿Por qué tus discípulos no se
lavan?' (Mateo 15,1-2). Él les respondió:
"¿Qué utilidad tiene, en
una casa oscura, tener en el exterior una lámpara brillante y que el
interior de la casa siga a oscuras? Son las intenciones y el
corazón los que deben estar purificados de los malos pensamientos y del
vicio del pecado que mancha y arruina. En cuanto al exterior del
cuerpo, ¿qué utilidad tiene limpiarlo? '¡Oh hipócritas que cuidáis las
apariencias! Parecéis sepulcros blanqueados, cuyo interior
está lleno de cadáveres descompuestos'" (Mateo 23,25-28).
Lo mismo vosotros, laváis vuestro
cuerpo, pero vuestros corazones están impuros y machados por el pecado.
¿Qué utilidad tiene lavarse las manos, los pies y
el cuerpo, y celebrar el rezo y, al mismo tiempo, formar en el
corazón la conciencia y la voluntad de matar personas, saquearlas y
llevar cautivos a sus hijos?
Reflexiona sobre lo que les respondió Cristo: Primero, el
hombre debe
purificarse interiormente, eliminando de su corazón los malos
pensamientos que empujan a hacer el mal y a dañar a los demás. Y cuando
la conciencia y
las intenciones se hayan purificado de todo mal propósito, entonces
puede uno lavarse las manos con agua."
El Antiguo
Testamento contiene la obligación de la circuncisión, que no
se juzga necesaria ni por los cristianos ni por los musulmanes. En
su carta al musulmán Al-Hasimi, el cristiano Abd Al-Masih Al-Kindi dice:
"¿Y cómo invitas tú a la gente a hacerse
circuncidar, sabiendo que tu
maestro [Mahoma] no estaba circuncidado? Esto lo afirman quienes
profesan tu doctrina según los relatos que nos cuentan que no
estaba
circuncidado, y en este punto lo comparaban con Adán, padre del género
humano, con Set, Noé y Hanzala
ibn
Safwan. Este testimonio es algo admitido, y ninguno de tus amigos que
profesan tu doctrina pone en duda su autenticidad.
Si señalas que Cristo estaba
circuncidado, te contestaremos que Cristo
quiso someterse a las prescripciones de la Torá, para que nadie pudiera
pretender que no las respetaba, o que las suprimía. La prueba está en
esta
declaración: "No he venido a abolir la ley o los profetas, sino a
darle cumplimiento" (Mateo 5,17).
Lo mismo Pablo, apóstol de la
verdad, declara: "Si te haces circuncidar,
porque Cristo estaba circuncidado, esto no te servirá de nada. La
incircuncisión no es
perjudicial para la verdadera fe y el corazón puro. De lo contrario,
tendríais que ofrecer sacrificios, guardar el sábado, celebrar la
Pascua, cumplir todas las prescripciones de la Torá, como lo hizo
Cristo, nuestro Señor" (Gálatas 5,2-6).
[Jesús no vino a abolir la ley, sino
a perfeccionarla]: Cristo
cumple las profecías y nos libera de la ley. Nos enriquece con sus
prescripciones divinas y sus mandamientos espirituales, por los cuales
reemplazó la ley, sobre la cual Dios dijo por boca de su profeta: 'Te
he dado, oh pueblo de Israel, prescripciones que no son perfectas
y
ordenanzas que no podéis cumplir y vivir por ellas' [13] (Ezequiel
20,25).
Entonces, sé justo y reconoce que la
circuncisión no es un deber
necesario, puesto que tu libro que contiene, según tú, las
prescripciones de tu religión [no indica que la circuncisión sea una
obligación legal, e incluso indica más bien lo contrario] (Corán
30,30). No es más que una
vieja costumbre: el que la encuentra bien la cumple, y el que la
encuentra horrible se abstiene de ella.
En cuanto a nuestros amigos que se
circuncidan, que practican abluciones y se
lavan después del coito, no lo hacen porque se trate de una tradición
necesaria
o una obligación indispensable, de la que no está permitido
dispensarse,
lo hacen como necios por seguir la costumbre corriente entre la gente y
adaptarse a las prácticas de las poblaciones en las que viven."
El Antiguo
Testamento, que no hace distinción entre la ley divina y el código
civil, contiene las descripciones de los castigos por los
delitos, pero Jesús
con su célebre fórmula "Dad al César lo que es del César y a Dios lo
que es de
Dios" (Mateo 22,15-22) quería dejar que el poder político organizara la
equidad entre los ciudadanos. Todo eso, sin embargo, es conservado por
el Corán, bajo la denominación de charía.
¿De qué ley, de la que no cambiará una coma, habla Jesús en Mateo
5,17?
La ley judía no distinguía la ley ritual, la ley civil y la ley moral.
Pero ¿que queda de las prescripciones civiles y rituales de la ley
judía después de que Jesús, tras cumplir las profecías y
confirmar los diez mandamientos, haya derogado la ley del talión, la
lapidación, el uso de la violencia, las abluciones de purificación y
las prohibiciones alimentarias, y que san Pedro y san Pablo hayan
derogado la circuncisión? ¿Es que no se han derogado realmente? Jesús
nos libera de las prescripciones
civiles y rituales de la Torá, lo mismo que los versículos tolerantes
del
Evangelio derogan a aquellos que no lo son en la Torá. Y el primer papa
precisa: "Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no
imponeros más carga que la necesaria" (Hechos 15,28-29) y porque
"no es por las obras de la ley por lo que el hombre es justificado,
sino por la
fe (Gálatas 2,16). En cierto modo, un verdadero "nada de coacción en
la religión (Corán 2,256).
Véase también este enlace.
Y por esto los cristianos siguen la ley moral de Moisés, los diez
mandamientos escritos en las tablas de la ley, pero no los
constreñimientos de las prescripciones civiles y rituales de la Torá,
porque no hay coacción en la religión, y sin duda comen cerdo
y beben vino, lo mismo que los musulmanes comen camello (Corán 16,80),
mientras que tanto el cerdo como el camello están prohibidos por la
Torá (Deuteronomio 14,3). Así como Dios le dice a Abrahán "sé
perfecto" (Génesis 17,1), mal traducido como "sé sumiso", Jesús cumplió
las
profecías y perfeccionó la ley, poniendo por encima de todo el mayor
mandamiento: amar, perdonar y orar por los que nos persiguen. Y es esta
nueva alianza, este nuevo rito lo que los cristianos celebran, pero
carece de sentido para ellos imitar a Marción [12] y rechazar el
Antiguo
Testamento, que es mucho más que un ritual, civil y moral, puesto que
en
el Génesis proclama la existencia del Dios único y creador de todas
las cosas, canta sus alabanzas con salmos, cánticos y poemas, define la
ley
moral y anuncia por medio de los profetas la venida del mesías
Jesucristo. Es
el fundamento de su fe y una etapa de su historia, de la pedagogía de
Dios, y no están lo bastante locos para cortar sus propias
raíces.
Los cuatro grandes profetas del Antiguo Testamento llevan sobre sus
hombros a los cuatro evangelistas. De izquierda a derecha: Jeremías
lleva a san Lucas (la buena nueva anunciada a los paganos), Isaías
lleva a san Mateo (Jesús hombre y judío), Ezequiel lleva a san Juan
(Jesús palabra de Dios) y Daniel lleva a san Marcos (Jesús hijo de
Dios).
Bernardo de Chartres, maestro del siglo XII, decía: "Somos como enanos
encaramados sobre hombros de gigantes, de tal manera que podemos ver
más
cosas y más lejos de lo que ellos vieron. Y esto, no porque
nuestra vista sea potente o nuestra talla aventajada, sino porque
vamos llevados y elevados por la alta estatura de los gigantes".
El amor al prójimo
es incompatible con la yihad
Por
lo tanto, el Evangelio deroga una parte del Antiguo Testamento, pero es
exactamente lo inverso lo que ocurre en el Corán, con los versículos
intolerantes de Medina, que abrogan los versículos de
La Meca, más antiguos. Jesús nos enseña la misericordia, incluso hacia
los enemigos, pero
el Corán, al contrario del amor al prójimo, nos llama, por medio de la
yihad, a conquistar el mundo para agradar a Dios, y a matar o someter
aquí abajo
en su nombre a todos los no musulmanes. Hay que matar o hacerse matar,
"amar por Alá y odiar por Alá" (Al-Ghazali). El Corán incluso pide
rechazar toda
compasión hacia los no musulmanes (Corán 24,2). "Mi reino no es de este
mundo",
dijo Jesús.
Mahoma propaga su religión por la espada y la yihad. Jesús nos llama a
amarnos los unos a los otros [6]. Hay que leer los textos
fundacionales: el islam
no es lo que nos gustaría que fuera. No se define ni por las buenas
palabras de algunos, ni por los actos de desequilibrados; se define por
los textos fundacionales, que es necesario leer antes para hablar de
ello.
Del Evangelio, los islamistas concluyen muy
en serio que Jesús era un yihadista, porque se fijan especialmente en
una parábola sobre el juicio
final, donde Jesús presenta a un rey que manda a la muerte a un mal
siervo (Lucas 19,17-27), y en el momento de enviar a sus discípulos
para
predicar la buena nueva de la palabra de Dios a los pueblos del mundo,
les advierte que los envía a un duro combate de la fe contra el mal:
"No
he venido a traer la paz, sino la espada, porque he venido a
enemistar..., así que los enemigos de uno serán los de su casa... y el
que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí" (Mateo 10,34-42).
"Golpeará la tierra con su palabra como con una vara, y con el soplo de
su boca hará morir al malvado" (Isaías 11,4). Y Pablo explica que "La
palabra de Dios es más tajante que una
espada de dos filos, penetra hasta la unión de alma y
espíritu, de órganos y médula, juzga sentimientos y pensamientos"
(Hebreos 4,12). "De su boca salía una espada
aguda" (Apocalipsis 19,15). Esta espada es la acción salvadora del
Espíritu Santo que separa el bien del mal (Juan 20,21-22), porque la
paz de Cristo y el combate al que nos llama en el contexto del conjunto
del Evangelio, asó como su mayor mandamiento del amor al prójimo, no
tienen nada que ver con la kufarofobia
[odio al infiel] y la yihad (combate en la senda de Alá) del Corán.
Decir que tenemos
valores comunes no quiere decir nada, mientras que no especifiquemos
cuáles son [7]. Hemos salido, en efecto, de la misma fuente,
judía, pero esto se ha reescrito y reinterpretado de tal manera que se
ha
vuelto irreconocible. Sí, el Corán habla en positivo de Jesús y María,
pero
Jesús, un simple profeta, no es Jesús, persona de la Trinidad
divina, Dios hecho hombre, muerto en la cruz, resucitado, redentor de
los pecados del mundo. El Corán contradice al Evangelio en todo que se
refiere al mensaje y la misión de Jesús: allí Jesús no es Dios, no
murió en la cruz, no resucitó, no redimió los pecados. Como los otros
profetas, está sometido a Dios y ¡es musulmán! En el último día
él regresará, junto al Mahdi, para abatir las cruces, matar a los
cerdos
(que son los cristianos) y
a los monos (que son los judíos) y establecer el islam. El Corán no
cuenta la
historia real de
Jesús y encubre su mensaje, al que no concede absolutamente ningún
lugar.
La revelación coránica es únicamente una ley y unos ritos que hay que
aplicar. Por un
lado, se centra en la apariencia: "la barba", "el velo", "la chilaba",
"la peregrinación", "las abluciones", "el rezo", "el ayuno", "la
prohibición del cerdo", "la prohibición del vino", imitar, hacer lo
mismo, los mismos rituales, las mismas prohibiciones. No son más que
signos externos, fácilmente controlables por la comunidad, que así
puede
ejercer presión sobre los "malos musulmanes", que no respeten ese
apartheid. Es exactamente lo contrario del mensaje de Cristo en el
Evangelio. La palabra de Cristo es espiritual, es la libertad, la
elección de la fe, sin coacciones, el don de uno mismo al otro,
enteramente sin esperar contrapartida, sin deseo de dominación, y
menos aún de humillación o de relación de fuerza. Es el perdón para el
que ha caído, y por su sacrificio en la cruz, se le perdona todo al
hombre.
Jesús anunció la
venida de falsos profetas
¿Quién puede traer un nuevo mensaje después del Mesías, Jesús, sino
un anticristo? Juan escribe: "Ese es un anticristo, el
que niega que son Padre e Hijo" (1 Juan 2,22). Pues Alá, en el Corán
(9,30), niega al
Padre y al Hijo.
Sí,
Jesús en el Evangelio anunció falsos profetas (Mateo 24,11,
Marcos 13,6). "Guardaos de los falsos profetas, que se acercan a
vosotros con piel de
oveja, pero por dentro son lobos feroces. Por sus
frutos los conoceréis" (Mateo 7,15). Y "se acerca la hora en que todo
el que os dé muerte se figure que ofrece un culto a Dios" (Juan 16,2).
El angelismo y la ignorancia son malos consejeros. Y hasta el Corán lo
reconoce: "Alá es el mejor de que actúan con astucia" (Corán 3,54;
8,18-30).
Lo
mismo que, por astucia, Mahoma se prosternó ante las "sublimes diosas"
de
los idólatras de La Meca para aplacarlos, así hoy se pretende venerar a
Jesús y María (coránicos), y hoy como ayer algunos se
congratulan de que "Mahoma hablara bien de ellos y los considerara
eminentes y aprobara su intercesión".
¿Orar juntos? ¿A qué
Dios?
Orar juntos, a no ser que sea en silencio, será imposible [8]. Un
musulmán no podrá pronunciar sin blasfemar el credo o el padrenuestro
[11]. Y un cristiano no podrá recitar la fatiha
sin injuriarse a sí mismo, salvo que no se hayan enterado de que los
cristianos son "los descarriados del camino recto" por el que rogamos a
Dios
que nos guíe [9].
En tanto que los judíos, saben que ellos son "aquellos que han
incurrido en la
ira de Dios" [10].
La visión del
diálogo islamo-cristiano por los Hermanos
Musulmanes
Insisten en que el comunismo por un lado y el laicismo por otro son los
enemigos de todas las religiones y que, por eso, a
los cristianos les resultaría ventajoso encontrarse bajo la protección
de un Estado
islámico. Así, Yusef Al-Qaradaui, en Prioridades
del movimiento islámico en la próxima fase, en 1990, afirmaba:
"Un cristiano que acepta estar
sometido al sistema laico no religioso no estará incómodo bajo un
régimen islámico. Además, un cristiano que comprende su derecho
religioso debe acogerse al régimen del islam, porque dicho
régimen se basa en la creencia en Alá, los mensajes del cielo y la
recompensa en el más allá. Tal régimen mira igualmente a reforzar los
valores de la fe y la moral que han sido invocados por
todos los profetas. También venera a Cristo, María y el Evangelio, y
tiene una atención particular para las gentes del Libro. Entonces,
¿cómo
podría tal régimen, con su naturaleza celestial, moral y humanitaria,
ser fuente de inquietud o de temor para un creyente dentro de una
religión
que
reconoce a Dios, sus mensajeros y al más allá, cuando ese
creyente no se preocupa con un régimen secular que desprecia todas
las religiones y no le deja más que un rinconcillo en la vida? [...]
Los sabios cristianos con una
mentalidad abierta han dado la bienvenida al régimen islámico
como una formidable barrera capaz de detener el avance del horrible
materialismo que amenaza a todas las religiones a manos del
comunismo mundial".
Al-Qaradaui pone el diálogo como una de las
prioridades de su movimiento: "Que haya
un diálogo religioso entre el islam y el cristianismo, con diversos
objetivos, entre ellos los siguientes:
"1. Mantenerse firmes
ante la tendencia del ateísmo y el materialismo
que quiere terminar por la espada con todos los mensajeros del cielo,
que se burla
de la creencia en lo invisible y rechaza a Dios, sus mensajeros,
sus castigos y los valores morales, y que tiende a la permisividad y
las costumbres livianas que han destruido casi por completo las nobles
características que la humanidad adquirió con la orientación de los
mensajes
del cielo.
"2.
Confirmar los puntos de acuerdo entre las dos religiones, que son
señalados por el sagrado Corán, que evoca la forma de discutir con las
gentes del Libro: 'Y decid: Creemos en lo que se nos ha revelado a
nosotros,
y en
lo que se os ha revelado a vosotros. Nuestro Dios y vuestro Dios es
uno, y nos sometemos a él' (sura 29,46).
"3.
Purificar las relaciones de los restos de sentimientos hostiles
dejados por las cruzadas del pasado y el imperialismo presente, y
promover los sentimientos de fraternidad, el humanismo y la caridad.
Abrir una nueva página para mayor pureza y relaciones más claras. Esto
incluye que la Iglesia cese de apoyar a los cristianos contra los
musulmanes en todas las batallas que se libran entre ambas
partes, como las del sur de Sudán, las de Filipinas y en otras
regiones.
Pues, si no, la Iglesia se mantendría al lado de los comunistas y los
paganos contra los
musulmanes" (citado por Joachim Véliocas en Los Hermanos Musulmanes
en el texto. Yihad, califato, charía, 2016).
El Vaticano II y el
diálogo islámico-cristiano
La Congregación para la doctrina de la fe declara que "es contrario a
la fe católica considerar a la Iglesia como un camino de salvación
entre otros, del que las otras religiones serían complementarias"
(Dominus Jesus, 21, 6 agosto
2000).
Y Pío XI
condenó "la empresa de esos hombres que están convencidos de llevar sin
dificultad a los pueblos, a pesar de sus diferencias religiosas, a un
entendimiento fraternal sobre la profesión de ciertas doctrinas
consideradas como un fundamento común de vida espiritual (...) Tales
empresas no pueden, de ninguna manera, ser aprobadas por los católicos,
ya que se apoyan en la teoría errónea de que todas las religiones son
más o menos buenas y loables, en el sentido de que todas igualmente,
aunque
de manera diferente, manifiestan y significan el sentimiento natural e
innato que nos lleva hacia Dios y nos impulsa a reconocer su poder con
respeto. En verdad, los partidarios de esta teoría incurren en un
completo
error, pervierten la noción de la verdadera religión, la repudian.
(...) Solidarizarse con los partidarios y los propagadores de
semejantes
doctrinas es alejarse totalmente de la religión divinamente
revelada" (Pío XI, Mortalium animos).
Por esta razón, el catecismo proclama: "La
economía cristiana de la salvación,
basada en la Nueva y definitiva Alianza, no pasará nunca, y no se
debe esperar ninguna nueva revelación pública antes de la manifestación
gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, aunque la revelación
esté terminada, no está completamente explicitada. Corresponderá a la
fe cristiana ir percibiendo gradualmente todo el alcance en el curso de
los siglos" (Catecismo, nº 66).
Lamentablemente, la
declaración Nostra aetate del
Vaticano II no establece una clara diferencia
entre las religiones aparecidas antes de la llegada de Cristo y
las que aparecieron después de él. Ahora bien, antes de esa venida, los
hombres
podían extraviarse en la búsqueda de la verdad, pero ya no pueden, una
vez que han recibido el conocimiento de Cristo. Así, el concilio
Vaticano
II,
para no excluir ya de la salvación a aquellos que no tienen
conocimiento del Evangelio ni de Cristo, ha admitido que hay varios
caminos que llevan a Dios, de donde, lógicamente, se ha ido a la
idea de que estaríamos rezando al mismo Dios. Y al final del
razonamiento, se desemboca en negarse a anunciar el Evangelio, y
por último en querer confirmar en sus religiones a aquellos a
los que ahora parece inútil evangelizar, puesto que estarían en
un
camino correcto. (Hay ejemplos alucinantes: cursos de islam en Taizé
para inmigrantes, recitación desde el púlpito del capítulo primero del
Corán,
reconocimiento de Mahoma como profeta, del Corán como revelación y
palabra de Dios (de ahí los abrazos al Corán), reconocimiento del islam
como camino de salvación.)
Joachim Véliocas, en su libro La iglesia ante el
islam,
presenta una gran cantidad de declaraciones de
obispos italianos y franceses que se ofuscan con la prohibición
del velo integral, que piden la construcción de mezquitas con
financiación pública y a veces incluso parroquial, así como el préstamo
o la donación de terreno, iglesias
o salones parroquiales para transformarlos en mezquitas, la extensión
del
concordato al islam, y discursos increíbles en la inauguración de esas
mezquitas, demostrando una falta de conocimiento total de los textos
fundacionales y de la vida de Mahoma, o renegando a todas luces de su
antigua
fe.
Por
mucho que sea
justo abrirse a cada musulmán individualmente como a un hermano humano,
resulta un grave y funesto error el reconocer al islam únicamente como
una religión, portadora de un mensaje espiritual, una explicación
de la vida y la muerte y una esperanza en el más allá, cuando al mismo
tiempo es una ideología política de conquista, una entidad imperial,
una
ley, un Estado, una civilización. Pues es, más bien, una herejía o una
apostasía
proclamar que se estiman sus valores y apoyar sus
fundamentos tal como están descritos en el Corán, los hadices y el
ejemplo de Mahoma, fundamentos inequívocamente contrarios a los valores
del Evangelio. La verdad es que todos los papas desde Pablo VI (véase
la página de documentos) han cometido este error, con
excepción de Benedicto XVI, que precisamente fue difamado a causa de
ello.
Notas
[1] La palabra islam no
significa "paz", sino "sumisión" y procede de una mala traducción
de lo que dijo Dios a Abrahán: "sé perfecto" mal traducido como "sé
sumiso" (Génesis 17,1: haweî şelim,
sé perfecto). La paz es salam,
como en salam aleikum, o en shalom alekhem, saludo muy
extendido en
Oriente: "la paz sea contigo".
[2] Es obvio que la mayoría de los musulmanes son como tú y como yo:
aman la
tolerancia, el amor y la paz, y buscan seguir del Corán los versículos
tolerantes, llamados "mequíes", que son en su mayoría los traducidos
del arameo y el hebreo al árabe por los nazarenos, inspirados por el
Evangelio
y el Antiguo Testamento (véase la página versión del padrenuestro).
Pero entonces viene un predicador que predica literalmente el Corán
completo, con sus versículos de conquista llamados "mediníes", y se
forma sobre esta base una minoría de agitadores yihadistas, la más
pura, según el texto
fundacional, la más consumada, y luego, bajo la amenaza permanente de
la acusación por blasfemia o apostasía, lleva rápidamente a la mayoría
a favor del terror. El drama para la humanidad es que, según el Corán y
los eruditos del islam, estos versículos de Medina, revelados al final,
abrogan a los anteriores, y la solución más razonable, que consiste en
rechazar los versículos mediníes se considera lamentablemente como una
blasfemia.
[3] Pero hoy, las haberse borrado los orígenes nazarenos del Corán, la
palabra nazareno es la que se utiliza para designar a los
cristianos (de ahí la "N" que sirve para señalar sus casas cuando
llegan las hordas yihadistas.
[4] El error proviene de que el espíritu, que es femenino en hebreo y
en arameo, en el Corán se ha identificado erróneamente con María, pero
esta jamás fue deificada por los cristianos. Además, al contrario de lo
que dice
el Corán, María no es la hija de Imrán ni la hermana de Aarón (Corán
19,28) ni,
por lo tanto, de Moisés, que vivieron 1.500 años antes que ella.
[5] Juan Pablo II, en una entrevista, declara: "Cualquiera que lea el
Corán, conociendo ya bien el Antiguo y el Nuevo Testamento, percibirá
claramente el
proceso de reducción del cual es objeto la Revelación Divina. Es
imposible no sorprenderse por la incomprensión de lo que Dios dijo de
sí
mismo, primero en el Antiguo Testamento por los profetas, y luego
de manera definitiva en el Nuevo Testamento por su Hijo. Toda esta
riqueza
de autorrevelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo y
Nuevo Testamento, de hecho, se ha dejado de lado en el islam. El Dios
del Corán es [...] un Dios que permanece extraño al mundo. Un Dios
que es solamente Majestad y nunca Emmanuel,'Dios con nosotros'. El
islam no
es una religión de redención. [...] Por ello, no solo la
teología, sino también la antropología del islam están muy alejadas de
las
del cristianismo.
[6] Véase este enlace.
[7]
Fraternidad ¿es el amor a los demás, a todos los demás, incluso
los de otras religiones? No. El Corán proclama incluso que uno no debe
tomar como amigos a los no creyentes (Corán 5,51). ¿Tolerancia y
libertad de
religión, cuando a los no musulmanes, considerados impuros, hasta que
sean erradicados, se les mantiene en un estatuto inferior de dimmíes?
(véase por ejemplo: Corán 9, 5; 8,39; o 4,56). ¿Paz, cuando el Corán
incita a la yihad, cuando el mundo musulmán está a sangre y fuego,
cuando los
refugiados huyen de él por miles? ¿Igualdad, entre el musulmán y el dimmí,
entre el musulmán
y el esclavo, entre el hombre y la mujer? No. ¿Laicidad y la
democracia, cuando debe aplicarse solo la ley de Dios, la charía, no
reformable por el voto
de los ciudadanos? ¿Libertad, cuando
islam significa sumisión,
sumisión del musulmán a Dios y de no musulmán
al musulmán? No. Una y otra vez no. Aquellos valores que los
nazarenos transmitieron en los versículos tolerantes de La Meca han
sido recubiertos y abrogados por los versículos conquistadores de
Medina.
[8] Para evitar el engaño, no se debe admitir el rezo en latín o en
árabe,
porque el mismo papa Francisco, durante la oración por la paz en el
Vaticano en 2014, se vio sorprendido traicioneramente: el imán añadió
una una
oración no prevista, en árabe, que terminaba con "y concédenos la
victoria
sobre los pueblos infieles" (Corán 2,286). Para una plegaria por la
paz, por
una religión de paz, estuvo efectiva y particularmente bien escogida...
[9] Esto no impidió al cardenal Barbarin hacer que se recitara la fatiha desde el
púlpito, con ocasión de varios encuentros "ecuménicos" en torno al Dios
de la
misericordia. ¿Ignorancia, o ingenuidad?
Una pregunta: ¿dónde tienen lugar las reuniones del
diálogo islamo-cristiano? En iglesias y salones parroquiales. ¿Por qué
?
Respuesta: ellos piensan "no tenéis nada que enseñarnos, todo está en
el Corán". Véase el enlace.
[10] Véase el interesantísimo artículo de Jacques
Ellul.
[11] Tareq Ubru: "El encuentro de religiones en
torno a una oración común me molesta enormemente. Es muy difícil
encontrar un lenguaje común: los cristianos dicen padre nuestro; eso no
es posible para nosotros".
[12] Marción rechazaba incluso tres de los cuatro
evangelios (manteniendo solo Lucas), y muchas epístolas que consideraba
demasiado impregnadas de judaísmo.
[13] Pío IX precisa que "la revelación divina es
imperfecta y, por consiguiente, está sujeta a un progreso continuo e
indefinido que responde al desarrollo de la razón humana"( Syllabus 5, Qui pluribus, 9 11 1846).
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