Sobre el diálogo islamo-cristiano

AMOUR, TOLERANCE, PAIX




El sincretismo y el diálogo islamo-cristiano


Para comenzar un diálogo, supuestamente sincero y razonado, conviene como mínimo haber leído en su totalidad los textos fundacionales (Evangelio y Corán), ya que, al eliminar sistemáticamente todo lo que los diferencia, hay un gran riesgo de verse arrastrado por los meandros del relativismo y el sincretismo, según los cuales todas las religiones valen, son intercambiables según el entorno, manifiestan un absoluto que nadie puede conocer verdaderamente, y convergerían, por el bien de la humanidad, en un compromiso de reconciliación, porque las religiones "reflejan un rayo de la verdad que ilumina a todos los hombres" (Nostra aetate, Vaticano II).


La afirmación de la propia fe es un requisito previo para cualquier diálogo, porque "ay de mí, si no anuncio el evangelio", decía san Pablo (Corintios 9,16). No se trata de negar la propia riqueza y las tradiciones culturales, sino, en una relación de confianza, de reconocer la igual dignidad del otro y reconocerse recíprocamente como hermanos y hermanas humanos, que se aceptan en su diversidad, siendo esta aceptación recíproca y franca una condición sine qua non del diálogo.



El Corán confirma que el evangelio no está falsificado


Por sinceridad, conviene vaciar el absceso de la supuesta falsificación del Evangelio (en realidad hay 4 evangelios). Sí, los musulmanes creen que la palabra de Dios ha descendido en un libro, el Corán, y los cristianos creen que la palabra de Dios se hace hombre en Jesús, para la salvación de los hombres, y su credo lo proclama. Pero, cuando se nos explica que Jesús era musulmán y que en el Evangelio (Juan 14,16-20) no anunció al Espíritu Santo, sino a Mahoma, ¿quién falsifica el espíritu y la letra?


El Corán habla del Evangelio como una referencia a la palabra de Dios (21,7; 7,157; 2,91; 5,43; 5,66; 5,68; 29,46):


"Hicimos que viniera después Jesús, hijo de María, para confirmar lo que ya había de la Torá. Le dimos el Evangelio, que contiene dirección y luz, como confirmación de lo que ya había de la Torá y como dirección y exhortación para los temerosos de Dios" (Corán 5,46).


También dice el Corán (18,27) que Alá es especialmente cuidadoso de que su palabra no se corrompa. Pero Jesús es la palabra de Dios (Corán 3,45; 4,171; 19,34). (Véase la página sobre falsificación.)



Alá no es Dios Padre


Proclamar la existencia y la unicidad de Dios es una cosa, pero ¿qué más sabemos de este Dios solamente con esta proclamación? Dar a entender que compartimos la misma concepción monoteísta de Dios equivale a negar la fe cristiana.


Los musulmanes no pueden esperar en el otro mundo más que los placeres que deben odiar aquí, mientras que el paraíso, el reino de Dios prometido a los cristianos, es la relación con Dios, comunión en el amor divino.


El Dios de sumisión [1], que guía o extravía a quien él quiere, sin posibilidad de penitencia, no es el Padre que llama a su creación al amor. Dios Padre ha creado a todos los hombres para participar activamente en la creación e ir al paraíso. Alá ha creado a algunos predestinados para el infierno (Corán 7,179), sin redención posible, "mektub". El cristiano, que goza de libre albedrío, cree que sus pecados han sido redimidos por el sacrificio de Jesús, y que puede, mediante la confesión y el arrepentimiento, obtener el perdón. El Corán no da esta facilidad, y no propone al creyente como esperanza de redención para su salvación más que el morir como mártir, causando el mayor daño posible a los enemigos de Alá [2]. Dios Padre no tiene enemigos en esta tierra, es el buen pastor, solo tiene ovejas perdidas a las que busca incansablemente.


Una fetua del sultán malayo de Selangor afirma que la palabra "Alá", empleada para decir "Dios" por los cristianos en su traducción local de la Biblia, es "una palabra sagrada, reservada exclusivamente a los musulmanes". Por consiguiente, no es el mismo Dios.


Alá es quien escribió el Corán. ¿Es Dios Padre quien escribió el Corán? No. Entonces no es el mismo Dios.


Dios Padre ama no solo a los justos, sino que ama a los pecadores como uno amaría a su hijo, e interviene en su creación para salvarlos. Por el contrario, "Alá ama sobre todo a los que llegan a matar por su causa" (Corán 61,4) y no ama a los transgresores (Corán 2,190), los increyentes (2,276), los pecadores (4,107), los infieles (3,32), los injustos (3,57), los traidores (4,107), los presuntuosos, los orgullosos (16,23), los arrogantes (28,76), los corruptores (28,77), los sembradores de desorden (5,64), los que cometen excesos (7,31), los derrochadores (6,141), los jactanciosos (31,18) ... Y en Corán 80,17, Alá llega a decir: "Que perezca el hombre, que es tan ingrato". Entonces, ¿para qué entraría él en su creación y moriría por los pecados de aquellos a quienes no ama? Con toda evidencia no se trata del mismo Dios.


El Corán lo reafirma: "¡Oh infieles! Yo no adoro lo que vosotros adoráis, y vosotros no adoráis lo que yo adoro" (Corán 109,1-3).

"Rechazamos lo que vosotros adoráis además de Dios. Renegamos de vosotros. Entre nosotros y vosotros se ha declarado enemistad y odio para siempre, hasta que creáis únicamente en Alá" (Corán 60,4).


Por otro lado, en 1978, en respuesta a los representantes del Vaticano que querían celebrar una conferencia titulada La creencia común en un único Dios conlleva implicaciones humanistas y culturales y puede representar una base de acercamiento entre cristianos y musulmanes, la revista oficial de Al-Azhar (El Cairo) denuncia "el equívoco del mismo título de la conferencia [porque] la fe musulmana en Dios no es semejante a la fe cristiana, [de modo que] hacer creer que no hay diferencia no puede más que dañar tanto a los musulmanes como a los cristianos, porque el islam vino después del cristianismo para reformar su fe en Dios, como lo atestiguan las muchas intervenciones de Mahoma respecto a los cristianos de su tiempo, [cuya fe] es común con la profesada por los asociadores [mushrikun]. [...] La afirmación común de la existencia de Dios no puede ser suficiente: el problema es saber qué se entiende por 'unicidad de Dios'. Los cristianos [...] han añadido las doctrinas trinitarias que les dificultan cualquier síntesis apropiada. Solo el islam ha desarrollado perfectamente 'la ciencia de la unicidad' [...] La fe islámica no podría admitir [...] lo que el Vaticano I dice acerca de Dios, a saber, que es 'sustancia', espíritu, espiritual, natural, que tiene una 'naturaleza'. En cuanto al humanismo, ¿cómo sería común, dado que Dios, que es su base, no es el mismo? Además, ¿qué quiere decir un humanismo basado en Dios? Solamente puede significar que la razón se somete a la sabiduría divina" (citado en La iglesia frente al islam, de Joachim Véliocas).



Jesús es Dios hecho hombre


El Corán distingue entre los nazarenos [3], que creen en Jesús y que son los mejores amigos de los musulmanes, y los asociadores, que asocian con Dios a un hijo, Jesús, e incluso a una madre [4], María, y que son acusados ​​(Corán 5,116) de cometer por eso mismo el peor de los crímenes, imperdonable: el politeísmo.


Dios es amor, ama, pero ¿a quién ama? Como es autosuficiente, ese otro debe estar en él, y por tanto es un Dios en dos personas al menos. Esta relación de amor necesita ser reconocida por un tercero que es el testigo, y estas tres personas cooperan en la creación.


Además, el Corán afirma que Jesús fue confortado con el Espíritu Santo, que es la "palabra de Dios", por la cual todo ha sido creado y que aporta pruebas milagrosas "con permiso de Dios" (Corán 5,110; 3,45-49; 19,17). ¿No es esto un resto de los escritos cristianos originales, un reconocimiento de la Trinidad?


Véase también este enlace.


Uno no puede amar y ser amado por aquello que uno domina. Por eso, la revelación cristiana es el conocimiento de la esencia trinitaria de Dios y su plan de salvación por el amor, en comunión con Dios [5 ]. Y para hacer posible esta comunión con Dios, para los cristianos, el hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios (Génesis), de ahí el respeto debido a cada persona, y que Dios trate a sus criaturas con paciencia, como un padre compasivo trata a sus hijos. Los creyentes lo reconocen así cuando rezan al "padre eterno" y los cristianos, según les enseñó Jesús, dicen "Padre nuestro que estás en el cielo...". Sin embargo, para ellos, Jesús es más que un hijo de Dios, y el Corán lo reconoce al afirmar que él es la "palabra" (Corán 3,45) y el "espíritu"  de Dios (Corán 2,87 y 253; 4,171), su palabra increada e inseparable, que existe desde el principio (Juan 1,1), y que, siendo increada y eterna, se infundió en el vientre de la virgen María (Corán 66,12). Así, pues, conforme a lo anunciado por los profetas, se hizo carne sin concepción humana (Corán 3,47; 19,20; 21,91). Y cuando Dios decide algo, le basta decir: "Que sea", y se hace realidad. Al convertirse así en hombre, Jesús tomó la naturaleza de hijo de Dios para descender entre los hombres y anunciarles la buena nueva de la salvación de los pecadores que la desean.


El año 1215, durante una controversia entre tres sabios musulmanes y el abad Giorgi, tuvo lugar este debate:


"Rashid. Persisto en negar lo que vosotros defendéis, que Dios haya podido engendrar y que podáis llamar al Mesías Hijo de Dios, tanto más cuanto que Dios dice en el libro que descendió del cielo a Mahoma, nuestro profeta: Di que Dios es uno, es eterno, no engendra, no es engendrado, y no tiene asociado ni igual.

El cenobita. ¿Qué dice además el Alcorán? Dice que si Dios hubiera querido adoptar un Hijo, lo habría elegido. Es decir, lo habría tomado de entre los hijos de Adán. Sopesa estas palabras y reflexiona. [...]

Dime, Rashid, ¿no es verdad que la palabra pronunciada por la boca del hombre es engendrada y concebida en su mente?

Rashid. Sí.

El cenobita. Los rayos de luz ¿no son engendrados por el Sol? La luz que el fuego pone en movimiento ¿no es una producción de ese elemento? El vino ¿no es engendrado por la vid, y la palabra por pensamiento? ¿Puedes negar esta hipótesis?

Rashid. No, no puedo negarla.

El cenobita. De donde viene entonces que no reconozcas esta verdad patente, que la palabra de Dios, la Palabra, es engendrada por Dios mismo. A esta palabra es a la que llamamos Hijo de Dios. Vuestro profeta y vuestro Alcorán dicen que Jesús, el Mesías, es el Espíritu y la Palabra de Dios, ¿por qué, entonces, os empeñáis en negar que la Palabra sea Hijo de Dios? Es necesario que creáis esta verdad, o bien que acuséis de mentir a vuestro profeta y vuestro Alcorán."



María no es la inmaculada concepción


María es la inmaculada concepción, es decir, que al nacer fue preservada del pecado original, que no existe en el islam.


Es un "hombre perfecto" el que vino a anunciar a María que iba a ser madre, no es Gabriel, aunque lo añaden al texto los traductores (Corán 19,17). Y ella permanece virgen hasta la concepción del Mesías (Corán 66,12). Para los cristianos, su matrimonio con José protege a María de la difamación, pero según el Corán, María no está prometida ni casada con José y por eso el espíritu de Alá le aconseja una mentira para explicar su ausencia, que sería considerada deshonrosa: "Come, pues, bebe y alégrate. Y, si ves a algún mortal, dile: 'He hecho voto de silencio al Compasivo. Así que no hablaré hoy con nadie'" (Corán 19,26).


Pretender que María "aúna al conjunto de los creyentes, cristianos y musulmanes" es un fraude, porque ¿qué creencias tienen en común estos "creyentes" sin apostatar de su propia fe? María es la madre de Dios encarnado para unos y esto es una blasfemia abominable para los otros.


Véase la página sobre Jesús y María.



El cristianismo no es la religión de un libro


La Biblia y el Evangelio son libros inspirados por Dios a autores humanos. El Corán dice ser la palabra de Dios revelada, descendida directamente.


El cristianismo no es la religión de un libro, sino la de la Palabra de Dios encarnada: Jesucristo, la buena nueva que hay que aceptar con fe. Evocar la pertenencia a las gentes del libro da a entender que no habría más que una religión y un libro y que el cristiano se salvaría obedeciendo a una ley, siendo así que es la fe la que salva, y las buenas obras son la consecuencia de la salvación y de ninguna manera el medio de obtenerla. Entre estas obras, el amor al prójimo no es más que el amor a Dios, ya que el Evangelio nos muestra a Dios en cada uno de nuestros prójimos.


La expresión "gentes del libro" está asociada en el Corán con el estatuto discriminatorio de "dimmí" y, alinearse falsamente entre las gentes del libro es aceptar ese estatuto de inferioridad. Al menos podríamos reivindicarnos como gentes de los libros, siendo los musulmanes las gentes de un solo libro y sus comentarios. Por otro lado, pasearse por la calle con ese famoso libro, la Biblia, es un delito en los países musulmanes. También hace falta expurgar el discurso cristiano contemporáneo de expresiones tan perniciosas como "las tres religiones abrahánicas", "las tres religiones reveladas" e incluso "las tres religiones monoteístas", porque hay muchas otras, y porque esto da a entender una convergencia inexistente, rechazada por los textos fundacionales. La asociación (creencia en la Trinidad) está condenada en el Corán como el peor de los crímenes.



Jesús cumplió las profecías, derogó la parte ritual y civil de la ley judía y, confirmando los Diez mandamientos de Moisés, perfeccionó la ley moral


Jesús dijo: "No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Porque os aseguro, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, ni una letra ni una coma desaparecerá de la Escritura antes que todo se realice" (Mateo 5,17). Por tanto, Jesús vino a cumplir las predicciones de los profetas y a confirmar los diez mandamientos dados a Moisés, de los que no cambiará ni una coma. Y el sermón de la montaña recuerda y detalla estos mandamientos. Las prescripciones rituales y civiles de los fariseos, Jesús se sometió a ellas y de ellas nos liberó, de modo que los versículos tolerantes del Evangelio derogan a aquellos que no lo son en la Torá:


El Antiguo Testamento contiene la ley del talión (Deuteronomio 19,21 y Levítico 24,17) y el mismo Jesús la denuncia (Mateo 5,43-48), por lo que el Evangelio deroga la ley del talión, que es conservada por el Corán.


El Antiguo Testamento contiene la lapidación de la mujer adúltera (Deuteronomio 22,13-24) y el mismo Jesús lo denuncia (Juan 8,7-11), por lo que el Evangelio deroga la lapidación, que es conservada por el Corán.


El Antiguo Testamento contiene, en el contexto de la entrada de los hebreos en la tierra prometida, múltiples ejemplos de la glorificación del uso de la fuerza, de reyes que toman ciudades y exterminan a los habitantes (Deuteronomio 20,13 , libro de los Reyes, libro de Samuel), y el mismo Jesús lo denuncia (Mateo 26,52 y Juan 18,36), por lo que el evangelio deroga el uso de la violencia, que es conservada por el Corán en la forma teorizada de la yihad.


El Antiguo Testamento contiene múltiples obligaciones rituales diarias y prohibiciones (vino, cerdo, ...), y Jesús ha derogado claramente esas abluciones rituales y prohibiciones: "¿No entendéis que lo que entra por la boca pasa al vientre y se evacua en lugar retirado? En cambio, lo que sale de la boca viene del corazón, y eso sí mancha al hombre... pero comer sin lavarse las manos, no" (Mateo 15,16-20). En su carta al musulmán Al-Hasimi, el cristiano Abd Al-Masih Al-Kindi escribe:


"Con respecto a tus ideas de practicar las abluciones, lavarse después del coito, y circuncidarse para cumplir con la tradición de nuestro padre Abrahán, te responderemos con la palabra que Cristo dirigió a los judíos que le preguntaron: '¿Por qué tus discípulos no se lavan?' (Mateo 15,1-2). Él les respondió:

    "¿Qué utilidad tiene, en una casa oscura, tener en el exterior una lámpara brillante y que el interior de la casa siga a oscuras? Son las intenciones y el corazón los que deben estar purificados de los malos pensamientos y del vicio del pecado que mancha y arruina. En cuanto al exterior del cuerpo, ¿qué utilidad tiene limpiarlo? '¡Oh hipócritas que cuidáis las apariencias! Parecéis sepulcros blanqueados, cuyo interior está lleno de cadáveres descompuestos'" (Mateo 23,25-28).

   Lo mismo vosotros, laváis vuestro cuerpo, pero vuestros corazones están impuros y machados por el pecado. ¿Qué utilidad tiene lavarse las manos, los pies y el cuerpo, y celebrar el rezo y, al mismo tiempo, formar en el corazón la conciencia y la voluntad de matar personas, saquearlas y llevar cautivos a sus hijos?
   Reflexiona sobre lo que les respondió Cristo: Primero, el hombre debe purificarse interiormente, eliminando de su corazón los malos pensamientos que empujan a hacer el mal y a dañar a los demás. Y cuando la conciencia y las intenciones se hayan purificado de todo mal propósito, entonces puede uno lavarse las manos con agua."


El Antiguo Testamento contiene la obligación de la circuncisión, que no se juzga necesaria ni por los cristianos ni por los musulmanes. En su carta al musulmán Al-Hasimi, el cristiano Abd Al-Masih Al-Kindi dice:


"¿Y cómo invitas tú a la gente a hacerse circuncidar, sabiendo que tu maestro [Mahoma] no estaba circuncidado? Esto lo afirman quienes profesan tu doctrina según los relatos que nos cuentan que no estaba circuncidado, y en este punto lo comparaban con Adán, padre del género humano, con Set, Noé y Hanzala ibn Safwan. Este testimonio es algo admitido, y ninguno de tus amigos que profesan tu doctrina pone en duda su autenticidad.

   Si señalas que Cristo estaba circuncidado, te contestaremos que Cristo quiso someterse a las prescripciones de la Torá, para que nadie pudiera pretender que no las respetaba, o que las suprimía. La prueba está en esta declaración: "No he venido a abolir la ley o los profetas, sino a darle cumplimiento" (Mateo 5,17).

   Lo mismo Pablo, apóstol de la verdad, declara: "Si te haces circuncidar, porque Cristo estaba circuncidado, esto no te servirá de nada. La incircuncisión no es perjudicial para la verdadera fe y el corazón puro. De lo contrario, tendríais que ofrecer sacrificios, guardar el sábado, celebrar la Pascua, cumplir todas las prescripciones de la Torá, como lo hizo Cristo, nuestro Señor" (Gálatas 5,2-6).

   [Jesús no vino a abolir la ley, sino a perfeccionarla]: Cristo cumple las profecías y nos libera de la ley. Nos enriquece con sus prescripciones divinas y sus mandamientos espirituales, por los cuales reemplazó la ley, sobre la cual Dios dijo por boca de su profeta: 'Te he dado, oh pueblo de Israel, prescripciones que no son perfectas  y ordenanzas que no podéis cumplir y vivir por ellas' [13] (Ezequiel 20,25).

   Entonces, sé justo y reconoce que la circuncisión no es un deber necesario, puesto que tu libro que contiene, según tú, las prescripciones de tu religión [no indica que la circuncisión sea una obligación legal, e incluso indica más bien lo contrario] (Corán 30,30). No es más que una vieja costumbre: el que la encuentra bien la cumple, y el que la encuentra horrible se abstiene de ella.

   En cuanto a nuestros amigos que se circuncidan, que practican abluciones y se lavan después del coito, no lo hacen porque se trate de una tradición necesaria o una obligación indispensable, de la que no está permitido dispensarse, lo hacen como necios por seguir la costumbre corriente entre la gente y adaptarse a las prácticas de las poblaciones en las que viven."


El Antiguo Testamento, que no hace distinción entre la ley divina y el código civil, contiene las descripciones de los castigos por los delitos, pero Jesús con su célebre fórmula "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22,15-22) quería dejar que el poder político organizara la equidad entre los ciudadanos. Todo eso, sin embargo, es conservado por el Corán, bajo la denominación de charía.


¿De qué ley, de la que no cambiará una coma, habla Jesús en Mateo 5,17? La ley judía no distinguía la ley ritual, la ley civil y la ley moral. Pero ¿que queda de las prescripciones civiles y rituales de la ley judía después de que Jesús, tras cumplir las profecías y confirmar los diez mandamientos, haya derogado la ley del talión, la lapidación, el uso de la violencia, las abluciones de purificación y las prohibiciones alimentarias, y que san Pedro y san Pablo hayan derogado la circuncisión? ¿Es que no se han derogado realmente? Jesús nos libera de las prescripciones civiles y rituales de la Torá, lo mismo que los versículos tolerantes del Evangelio derogan a aquellos que no lo son en la Torá. Y el primer papa precisa: "Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros más carga que la necesaria" (Hechos 15,28-29) y porque "no es por las obras de la ley por lo que el hombre es justificado, sino por la fe (Gálatas 2,16). En cierto modo, un verdadero "nada de coacción en la religión (Corán 2,256).


Véase también este enlace.


Y por esto los cristianos siguen la ley moral de Moisés, los diez mandamientos escritos en las tablas de la ley, pero no los constreñimientos de las prescripciones civiles y rituales de la Torá, porque no hay coacción en la religión, y sin duda comen cerdo y beben vino, lo mismo que los musulmanes comen camello (Corán 16,80), mientras que tanto el cerdo como el camello están prohibidos por la Torá (Deuteronomio 14,3). Así como Dios le dice a Abrahán "sé perfecto" (Génesis 17,1), mal traducido como "sé sumiso", Jesús cumplió las profecías y perfeccionó la ley, poniendo por encima de todo el mayor mandamiento: amar, perdonar y orar por los que nos persiguen. Y es esta nueva alianza, este nuevo rito lo que los cristianos celebran, pero carece de sentido para ellos imitar a Marción [12] y rechazar el Antiguo Testamento, que es mucho más que un ritual, civil y moral, puesto que en el Génesis proclama la existencia del Dios único y creador de todas las cosas, canta sus alabanzas con salmos, cánticos y poemas, define la ley moral y anuncia por medio de los profetas la venida del mesías Jesucristo. Es el fundamento de su fe y una etapa de su historia, de la pedagogía de Dios, y no están lo bastante locos para cortar sus propias raíces.


Los cuatro grandes profetas del Antiguo Testamento llevan sobre sus hombros a los cuatro evangelistas. De izquierda a derecha: Jeremías lleva a san Lucas (la buena nueva anunciada a los paganos), Isaías lleva a san Mateo (Jesús hombre y judío), Ezequiel lleva a san Juan (Jesús palabra de Dios) y Daniel lleva a san Marcos (Jesús hijo de Dios).


Bernardo de Chartres, maestro del siglo XII, decía: "Somos como enanos encaramados sobre hombros de gigantes, de tal manera que podemos ver más cosas y más lejos de lo que ellos vieron. Y esto, no porque nuestra vista sea potente o nuestra talla aventajada, sino porque vamos llevados y elevados por la alta estatura de los gigantes".



El amor al prójimo es incompatible con la yihad


Por lo tanto, el Evangelio deroga una parte del Antiguo Testamento, pero es exactamente lo inverso lo que ocurre en el Corán, con los versículos intolerantes de Medina, que abrogan los versículos de La Meca, más antiguos. Jesús nos enseña la misericordia, incluso hacia los enemigos, pero el Corán, al contrario del amor al prójimo, nos llama, por medio de la yihad, a conquistar el mundo para agradar a Dios, y a matar o someter aquí abajo en su nombre a todos los no musulmanes. Hay que matar o hacerse matar, "amar por Alá y odiar por Alá" (Al-Ghazali). El Corán incluso pide rechazar toda compasión hacia los no musulmanes (Corán 24,2). "Mi reino no es de este mundo", dijo Jesús.


Mahoma propaga su religión por la espada y la yihad. Jesús nos llama a amarnos los unos a los otros [6]. Hay que leer los textos fundacionales: el islam no es lo que nos gustaría que fuera. No se define ni por las buenas palabras de algunos, ni por los actos de desequilibrados; se define por los textos fundacionales, que es necesario leer antes para hablar de ello.


Del Evangelio, los islamistas concluyen muy en serio que Jesús era un yihadista, porque se fijan especialmente en una parábola sobre el juicio final, donde Jesús presenta a un rey que manda a la muerte a un mal siervo (Lucas 19,17-27), y en el momento de enviar a sus discípulos para predicar la buena nueva de la palabra de Dios a los pueblos del mundo, les advierte que los envía a un duro combate de la fe contra el mal: "No he venido a traer la paz, sino la espada, porque he venido a enemistar..., así que los enemigos de uno serán los de su casa... y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí" (Mateo 10,34-42). "Golpeará la tierra con su palabra como con una vara, y con el soplo de su boca hará morir al malvado" (Isaías 11,4). Y Pablo explica que "La palabra de Dios es más tajante que una espada de dos filos, penetra hasta la unión de alma y espíritu, de órganos y médula, juzga sentimientos y pensamientos" (Hebreos 4,12). "De su boca salía una espada aguda" (Apocalipsis 19,15). Esta espada es la acción salvadora del Espíritu Santo que separa el bien del mal (Juan 20,21-22), porque la paz de Cristo y el combate al que nos llama en el contexto del conjunto del Evangelio, asó como su mayor mandamiento del amor al prójimo, no tienen nada que ver con la kufarofobia [odio al infiel] y la yihad (combate en la senda de Alá) del Corán.


Decir que tenemos valores comunes no quiere decir nada, mientras que no especifiquemos cuáles son [7]. Hemos salido, en efecto, de la misma fuente, judía, pero esto se ha reescrito y reinterpretado de tal manera que se ha vuelto irreconocible. Sí, el Corán habla en positivo de Jesús y María, pero Jesús, un simple profeta, no es Jesús, persona de la Trinidad divina, Dios hecho hombre, muerto en la cruz, resucitado, redentor de los pecados del mundo. El Corán contradice al Evangelio en todo que se refiere al mensaje y la misión de Jesús: allí Jesús no es Dios, no murió en la cruz, no resucitó, no redimió los pecados. Como los otros profetas, está sometido a Dios y ¡es musulmán! En el último día él regresará, junto al Mahdi, para abatir las cruces, matar a los cerdos (que son los cristianos) y a los monos (que son los judíos) y establecer el islam. El Corán no cuenta la historia real de Jesús y encubre su mensaje, al que no concede absolutamente ningún lugar.


La revelación coránica es únicamente una ley y unos ritos que hay que aplicar. Por un lado, se centra en la apariencia: "la barba", "el velo", "la chilaba", "la peregrinación", "las abluciones", "el rezo", "el ayuno", "la prohibición del cerdo", "la prohibición del vino", imitar, hacer lo mismo, los mismos rituales, las mismas prohibiciones. No son más que signos externos, fácilmente controlables por la comunidad, que así puede ejercer presión sobre los "malos musulmanes", que no respeten ese apartheid. Es exactamente lo contrario del mensaje de Cristo en el Evangelio. La palabra de Cristo es espiritual, es la libertad, la elección de la fe, sin coacciones, el don de uno mismo al otro, enteramente sin esperar contrapartida, sin deseo de dominación, y menos aún de humillación o de relación de fuerza. Es el perdón para el que ha caído, y por su sacrificio en la cruz, se le perdona todo al hombre.



Jesús anunció la venida de falsos profetas


¿Quién puede traer un nuevo mensaje después del Mesías, Jesús, sino un anticristo? Juan escribe: "Ese es un anticristo, el que niega que son Padre e Hijo" (1 Juan 2,22). Pues Alá, en el Corán (9,30), niega al Padre y al Hijo.


Sí, Jesús en el Evangelio anunció falsos profetas (Mateo 24,11, Marcos 13,6). "Guardaos de los falsos profetas, que se acercan a vosotros con piel de oveja, pero por dentro son lobos feroces. Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,15). Y "se acerca la hora en que todo el que os dé muerte se figure que ofrece un culto a Dios" (Juan 16,2).


El angelismo y la ignorancia son malos consejeros. Y hasta el Corán lo reconoce: "Alá es el mejor de que actúan con astucia" (Corán 3,54; 8,18-30).


Lo mismo que, por astucia, Mahoma se prosternó ante las "sublimes diosas" de los idólatras de La Meca para aplacarlos, así hoy se pretende venerar a Jesús y María (coránicos), y hoy como ayer algunos se congratulan de que "Mahoma hablara bien de ellos y los considerara eminentes y aprobara su intercesión".



¿Orar juntos? ¿A qué Dios?


Orar juntos, a no ser que sea en silencio, será imposible [8]. Un musulmán no podrá pronunciar sin blasfemar el credo o el padrenuestro [11]. Y un cristiano no podrá recitar la fatiha sin injuriarse a sí mismo, salvo que no se hayan enterado de que los cristianos son "los descarriados del camino recto" por el que rogamos a Dios que nos guíe [9]. En tanto que los judíos, saben que ellos son "aquellos que han incurrido en la ira de Dios" [10].



La visión del diálogo islamo-cristiano por los Hermanos Musulmanes


Insisten en que el comunismo por un lado y el laicismo por otro son los enemigos de todas las religiones y que, por eso, a los cristianos les resultaría ventajoso encontrarse bajo la protección de un Estado islámico. Así, Yusef Al-Qaradaui, en Prioridades del movimiento islámico en la próxima fase, en 1990, afirmaba:


"Un cristiano que acepta estar sometido al sistema laico no religioso no estará incómodo bajo un régimen islámico. Además, un cristiano que comprende su derecho religioso debe acogerse al régimen del islam, porque dicho régimen se basa en la creencia en Alá, los mensajes del cielo y la recompensa en el más allá. Tal régimen mira igualmente a reforzar los valores de la fe y la moral que han sido invocados por todos los profetas. También venera a Cristo, María y el Evangelio, y tiene una atención particular para las gentes del Libro. Entonces, ¿cómo podría tal régimen, con su naturaleza celestial, moral y humanitaria, ser fuente de inquietud o de temor para un creyente dentro de una religión que reconoce a Dios, sus mensajeros y al más allá, cuando ese creyente no se preocupa con un régimen secular que desprecia todas las religiones y no le deja más que un rinconcillo en la vida? [...]

   Los sabios cristianos con una mentalidad abierta han dado la bienvenida al régimen islámico como una formidable barrera capaz de detener el avance del horrible materialismo que amenaza a todas las religiones a manos del comunismo mundial".


Al-Qaradaui pone el diálogo como una de las prioridades de su movimiento: "Que haya un diálogo religioso entre el islam y el cristianismo, con diversos objetivos, entre ellos los siguientes:


"1. Mantenerse firmes ante la tendencia del ateísmo y el materialismo que quiere terminar por la espada con todos los mensajeros del cielo, que se burla de la creencia en lo invisible y rechaza a Dios, sus mensajeros, sus castigos y los valores morales, y que tiende a la permisividad y las costumbres livianas que han destruido casi por completo las nobles características que la humanidad adquirió con la orientación de los mensajes del cielo.


"2. Confirmar los puntos de acuerdo entre las dos religiones, que son señalados por el sagrado Corán, que evoca la forma de discutir con las gentes del Libro: 'Y decid: Creemos en lo que se nos ha revelado a nosotros, y en lo que se os ha revelado a vosotros. Nuestro Dios y vuestro Dios es uno, y nos sometemos a él' (sura 29,46).


"3. Purificar las relaciones de los restos de sentimientos hostiles dejados por las cruzadas del pasado y el imperialismo presente, y promover los sentimientos de fraternidad, el humanismo y la caridad. Abrir una nueva página para mayor pureza y relaciones más claras. Esto incluye que la Iglesia cese de apoyar a los cristianos contra los musulmanes en todas las batallas que se libran entre ambas partes, como las del sur de Sudán, las de Filipinas y en otras regiones. Pues, si no, la Iglesia se mantendría al lado de los comunistas y los paganos contra los musulmanes" (citado por Joachim Véliocas en Los Hermanos Musulmanes en el texto. Yihad, califato, charía, 2016).



El Vaticano II y el diálogo islámico-cristiano


La Congregación para la doctrina de la fe declara que "es contrario a la fe católica considerar a la Iglesia como un camino de salvación entre otros, del que las otras religiones serían complementarias" (Dominus Jesus, 21, 6 agosto 2000).


Y Pío XI condenó "la empresa de esos hombres que están convencidos de llevar sin dificultad a los pueblos, a pesar de sus diferencias religiosas, a un entendimiento fraternal sobre la profesión de ciertas doctrinas consideradas como un fundamento común de vida espiritual (...) Tales empresas no pueden, de ninguna manera, ser aprobadas por los católicos, ya que se apoyan en la teoría errónea de que todas las religiones son más o menos buenas y loables, en el sentido de que todas igualmente, aunque de manera diferente, manifiestan y significan el sentimiento natural e innato que nos lleva hacia Dios y nos impulsa a reconocer su poder con respeto. En verdad, los partidarios de esta teoría incurren en un completo error, pervierten la noción de la verdadera religión, la repudian. (...) Solidarizarse con los partidarios y los propagadores de semejantes doctrinas es alejarse totalmente de la religión divinamente revelada" (Pío XI, Mortalium animos).


Por esta razón, el catecismo proclama: "La economía cristiana de la salvación, basada en la Nueva y definitiva Alianza, no pasará nunca, y no se debe esperar ninguna nueva revelación pública antes de la manifestación gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, aunque la revelación esté terminada, no está completamente explicitada. Corresponderá a la fe cristiana ir percibiendo gradualmente todo el alcance en el curso de los siglos" (Catecismo, nº 66).


Lamentablemente, la declaración Nostra aetate del Vaticano II no establece una clara diferencia entre las religiones aparecidas antes de la llegada de Cristo y las que aparecieron después de él. Ahora bien, antes de esa venida, los hombres podían extraviarse en la búsqueda de la verdad, pero ya no pueden, una vez que han recibido el conocimiento de Cristo. Así, el concilio Vaticano II, para no excluir ya de la salvación a aquellos que no tienen conocimiento del Evangelio ni de Cristo, ha admitido que hay varios caminos que llevan a Dios, de donde, lógicamente, se ha ido a la idea de que estaríamos rezando al mismo Dios. Y al final del razonamiento, se desemboca en negarse a anunciar el Evangelio, y por último en querer confirmar en sus religiones a aquellos a los que ahora parece inútil evangelizar, puesto que estarían en un camino correcto. (Hay ejemplos alucinantes: cursos de islam en Taizé para inmigrantes, recitación desde el púlpito del capítulo primero del Corán, reconocimiento de Mahoma como profeta, del Corán como revelación y palabra de Dios (de ahí los abrazos al Corán), reconocimiento del islam como camino de salvación.)


Joachim Véliocas, en su libro La iglesia ante el islam, presenta una gran cantidad de declaraciones de obispos italianos y franceses que se ofuscan  con la prohibición del velo integral, que piden la construcción de mezquitas con financiación pública y a veces incluso parroquial, así como el préstamo o la donación de terreno, iglesias o salones parroquiales para transformarlos en mezquitas, la extensión del concordato al islam, y discursos increíbles en la inauguración de esas mezquitas, demostrando una falta de conocimiento total de los textos fundacionales y de la vida de Mahoma, o renegando a todas luces de su antigua fe.


Por mucho que sea justo abrirse a cada musulmán individualmente como a un hermano humano, resulta un grave y funesto error el reconocer al islam únicamente como una religión, portadora de un mensaje espiritual, una explicación de la vida y la muerte y una esperanza en el más allá, cuando al mismo tiempo es una ideología política de conquista, una entidad imperial, una ley, un Estado, una civilización. Pues es, más bien, una herejía o una apostasía proclamar que se estiman sus valores y apoyar sus fundamentos tal como están descritos en el Corán, los hadices y el ejemplo de Mahoma, fundamentos inequívocamente contrarios a los valores del Evangelio. La verdad es que todos los papas desde Pablo VI (véase la página de documentos) han cometido este error, con excepción de Benedicto XVI, que precisamente fue difamado a causa de ello.


Véase el vídeo de Guy Pagès.


Véase la página con las controversias en el diálogo islamo-cristiano durante los primeros siglos.




Notas

[1] La palabra islam no significa "paz", sino "sumisión" y procede de una mala traducción de lo que dijo Dios a Abrahán: "sé perfecto" mal traducido como "sé sumiso" (Génesis 17,1: haweî şelim, sé perfecto). La paz es salam, como en salam aleikum, o en shalom alekhem, saludo muy extendido en Oriente: "la paz sea contigo".

[2] Es obvio que la mayoría de los musulmanes son como tú y como yo: aman la tolerancia, el amor y la paz, y buscan seguir del Corán los versículos tolerantes, llamados "mequíes", que son en su mayoría los traducidos del arameo y el hebreo al árabe por los nazarenos, inspirados por el Evangelio y el Antiguo Testamento (véase la página versión del padrenuestro). Pero entonces viene un predicador que predica literalmente el Corán completo, con sus versículos de conquista llamados "mediníes", y se forma sobre esta base una minoría de agitadores yihadistas, la más pura, según el texto fundacional, la más consumada, y luego, bajo la amenaza permanente de la acusación por blasfemia o apostasía, lleva rápidamente a la mayoría a favor del terror. El drama para la humanidad es que, según el Corán y los eruditos del islam, estos versículos de Medina, revelados al final, abrogan a los anteriores, y la solución más razonable, que consiste en rechazar los versículos mediníes se considera lamentablemente como una blasfemia.

[3] Pero hoy, las haberse borrado los orígenes nazarenos del Corán, la palabra nazareno es la que se utiliza para designar a los cristianos (de ahí la "N" que sirve para señalar sus casas cuando llegan las hordas yihadistas.

[4] El error proviene de que el espíritu, que es femenino en hebreo y en arameo, en el Corán se ha identificado erróneamente con María, pero esta jamás fue deificada por los cristianos. Además, al contrario de lo que dice el Corán, María no es la hija de Imrán ni la hermana de Aarón (Corán 19,28) ni, por lo tanto, de Moisés, que vivieron 1.500 años antes que ella.

[5] Juan Pablo II, en una entrevista, declara: "Cualquiera que lea el Corán, conociendo ya bien el Antiguo y el Nuevo Testamento, percibirá claramente el proceso de reducción del cual es objeto la Revelación Divina. Es imposible no sorprenderse por la incomprensión de lo que Dios dijo de sí mismo, primero en el Antiguo Testamento por los profetas, y luego de manera definitiva en el Nuevo Testamento por su Hijo. Toda esta riqueza de autorrevelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo y Nuevo Testamento, de hecho, se ha dejado de lado en el islam. El Dios del Corán es [...] un Dios que permanece extraño al mundo. Un Dios que es solamente Majestad y nunca Emmanuel,'Dios con nosotros'. El islam no es una religión de redención. [...] Por ello, no solo la teología, sino también la antropología del islam están muy alejadas de las del cristianismo.

[6] Véase este enlace.

[7] Fraternidad ¿es el amor a los demás, a todos los demás, incluso los de otras religiones? No. El Corán proclama incluso que uno no debe tomar como amigos a los no creyentes (Corán 5,51). ¿Tolerancia y libertad de religión, cuando a los no musulmanes, considerados impuros, hasta que sean erradicados, se les mantiene en un estatuto inferior de dimmíes? (véase por ejemplo: Corán 9, 5; 8,39; o 4,56). ¿Paz, cuando el Corán incita a la yihad, cuando el mundo musulmán está a sangre y fuego, cuando los refugiados huyen de él por miles? ¿Igualdad, entre el musulmán y el dimmí, entre el musulmán y el esclavo, entre el hombre y la mujer? No. ¿Laicidad y la democracia, cuando debe aplicarse solo la ley de Dios, la charía, no reformable por el voto de los ciudadanos? ¿Libertad, cuando islam significa sumisión, sumisión del musulmán a Dios y de no musulmán al musulmán? No. Una y otra vez no. Aquellos valores que los nazarenos transmitieron en los versículos tolerantes de La Meca han sido recubiertos y abrogados por los versículos conquistadores de Medina.

[8] Para evitar el engaño, no se debe admitir el rezo en latín o en árabe, porque el mismo papa Francisco, durante la oración por la paz en el Vaticano en 2014, se vio sorprendido traicioneramente: el imán añadió una una oración no prevista, en árabe, que terminaba con "y concédenos la victoria sobre los pueblos infieles" (Corán 2,286). Para una plegaria por la paz, por una religión de paz, estuvo efectiva y particularmente bien escogida...

[9] Esto no impidió al cardenal Barbarin hacer que se recitara la fatiha desde el púlpito, con ocasión de varios encuentros "ecuménicos" en torno al Dios de la misericordia. ¿Ignorancia, o ingenuidad?

Una pregunta: ¿dónde tienen lugar las reuniones del diálogo islamo-cristiano? En iglesias y salones parroquiales. ¿Por qué ? Respuesta: ellos piensan "no tenéis nada que enseñarnos, todo está en el Corán". Véase el enlace.

[10] Véase el interesantísimo artículo de Jacques Ellul.


[11] Tareq Ubru: "El encuentro de religiones en torno a una oración común me molesta enormemente. Es muy difícil encontrar un lenguaje común: los cristianos dicen padre nuestro; eso no es posible para nosotros".

[12] Marción rechazaba incluso tres de los cuatro evangelios (manteniendo solo Lucas), y muchas epístolas que consideraba demasiado impregnadas de judaísmo.


[13] Pío IX precisa que "la revelación divina es imperfecta y, por consiguiente, está sujeta a un progreso continuo e indefinido que responde al desarrollo de la razón humana"( Syllabus 5,  Qui pluribus, 9 11 1846).



FUENTE





Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común




La amistad de Francisco y Al-Tayyeb, o la ‘esperanza de un futuro brillante para todos los seres humanos’



Los "dialogantes" clericales se niegan a reconocer la naturaleza de la yihad