El falso ‘diálogo interreligioso’ del papa Francisco con el mundo musulmán

RAYMOND IBRAHIM




Vatican News anunció recientemente el próximo "viaje apostólico del papa Francisco a Marruecos, cuyo tema es la esperanza". Antes de pasar el 30 y 31 de marzo en Marruecos, Francisco también tiene previsto visitar Emiratos Árabes Unidos. "El papa Francisco se reunirá con el líder de los musulmanes marroquíes", continúa Vatican News, "800 años después del encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil de Egipto".


Francisco ha sido aún más franco al dibujar la continuidad entre él y su homónimo, Francisco de Asís. En un discurso reciente, dijo que su visita a las dos naciones musulmanas "representa dos oportunidades importantes para promover el diálogo interreligioso y el entendimiento mutuo entre los seguidores de ambas religiones, en este año que marca el octavo centenario del encuentro histórico entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil ".


¿Qué tuvo exactamente de "histórico" ese encuentro? ¿Y cómo se relaciona con los esfuerzos del papa Francisco "para promover el diálogo interreligioso y el entendimiento mutuo"? Explorar estas preguntas ofrece lecciones útiles, con respecto a los acercamientos pasados ​​y presentes al islam.


Antes de continuar, habría que entender que el papa Francisco a menudo se describe a sí mismo siguiendo las huellas de su homónimo elegido, Francisco de Asís: "hombre de la pobreza, hombre de paz, hombre que ama y protege la creación", como Jorge Mario Bergoglio decía en 2013, cuando se convirtió en papa, explicando por qué había adoptado el nombre de Francisco.


En cuanto a lo que el papa califica como "encuentro histórico entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil", aquí está la historia: Después de siglos de invasiones islámicas que supusieron la conquista de al menos dos tercios del territorio cristiano (como queda documentado en mi reciente libro La espada y la cimitarra. Catorce siglos de guerra entre el islam y Occidente), los europeos finalmente comenzaron a rechazarlos gracias a las cruzadas a fines del siglo XI.


En 1219, durante la Quinta Cruzada, Francisco de Asís (1182-1226) y un compañero suyo buscaron participar viajando a Oriente Medio, donde solicitaron audiencia con el sultán al-Kāmil. Fueron allí a pesar de que al-Kāmil había prometido que "a todo el que le trajera la cabeza de un cristiano se le recompensaría con una moneda de oro bizantina”, según se cuenta en la obra San Francisco de Asís y la conversión de los musulmanes, una buena introducción al tema, escrita por el franciscano Frank M. Rega.


Los contemporáneos de san Francisco también le advirtieron que los musulmanes "eran mala gente, que tenían sed de sangre cristiana y cometían las atrocidades más tremendas". Pero aquellos hombres decididos emprendieron su viaje, solo para experimentar lo inevitable:


"Los primeros documentos son unánimes al relatar cómo los dos franciscanos fueron objeto de malos tratos en cuanto cruzaron al territorio musulmán. Los centinelas agarraron a los hombres de Dios violentamente, los agredieron y los encadenaron. Celano refiere que Francisco "fue capturado por los soldados del sultán, insultado y apaleado", pero no mostró temor a pesar de que lo amenazaban con la tortura y la muerte."


¿Cuál era el propósito de aquella peligrosa misión de san Francisco? ¿Estaba él, como declara el papa Francisco reiteradamente, tratando de "promover el diálogo interreligioso y el entendimiento mutuo"? Sí y no. Ciertamente él confiaba en la palabra, no en la espada. Pero la palabra que ofrecía era tan afilada como una espada. Como escribe Rega, "plenamente consciente de los peligros, san Francisco estaba decidido a ir en misión entre los incrédulos de las naciones musulmanas. Las fuentes primarias concuerdan en que estaba resuelto a sacrificar su vida y morir por Cristo, de modo que no cabe la menor duda de que la intención de su viaje era predicar el Evangelio incluso a riesgo del martirio".


Francisco buscó salvar tanto las almas como las vidas: "Convertir a los musulmanes por su predicación era el objetivo último de los esfuerzos de Francisco, y un final pacífico de la guerra sería consecuencia de la conversión de aquellos". Como explica Christoph Maier, "Francisco, como los cruzados, quería liberar los santos lugares de Palestina del poder musulmán. Lo diferente era su estrategia... Quería que todos aceptaran la fe cristiana".


Cuando por fin los llevaron delante del sultán al-Kāmil, los frailes trataron de "demostrar a los más sabios consejeros del sultán la verdad del cristianismo, ante la cual la ley de Mahoma [la charía] no contaba nada". Pues "si morís mientras seguís aferrados a vuestra ley", advirtió Francisco, "estaréis perdidos. Dios no acogerá vuestras almas. Por esta razón hemos venido a vosotros".


Intrigado por aquellos descarados frailes, "el sultán llamó a sus asesores religiosos, los imanes". Sin embargo, y como sucede con frecuencia hoy, cuando los musulmanes que debaten se quedan sin palabras, "ellos se negaron a discutir con los cristianos y, en vez de eso, insistieron en que había que matarlos, conforme a la ley islámica".


El sultán se negó: "Estoy en contra de lo que piden mis asesores religiosos y no os cortaré la cabeza... Habéis arriesgado vuestras propias vidas con el fin de salvar mi alma".


Durante su disputa y en referencia a "los siglos de conquista y ocupación musulmana de las tierras, las gentes y las naciones que habían sido principalmente cristianas", al-Kāmil trató de atrapar a los frailes con su propia lógica: si Jesús había enseñado a los cristianos a "poner la otra mejilla" y "responder al mal con el bien", les preguntó, ¿por qué estaban los "cruzados ... invadiendo las tierras de los musulmanes?".


Francisco bromeó citando también a Cristo: "Si tu ojo derecho te hace tropezar, sácatelo y tíralo. Es mejor para ti perder una parte del cuerpo, que no arrojarlo todo entero al infierno".


Luego, Francisco explicó: "Esta es la razón por la que los cristianos invaden la tierra que vosotros habitáis, porque blasfemáis el nombre de Cristo y alejáis a todos los que podéis de la fe en él". Con esto se refería al estatuto de los dimmíes en el islam, que, para debilitar el culto cristiano, hace que la vida de los cristianos sean tan onerosa y degradante que millones de ellos se han convertido al islam a lo largo de los siglos solo por aliviar sus sufrimientos.


Como ya debería ser evidente -y al contrario de lo que sugieren muchos, incluido el papa actual-, san Francisco no predicó pasividad ante la agresión. El profesor James Powell escribe: "Francisco de Asís fue a Damieta [en Egipto, donde estaba el sultán al-Kāmil] en misión de paz. No cabe ninguna duda sobre esto. Sin embargo, no deberíamos tratar de convertirlo en pacifista ni calificarlo como crítico de las cruzadas".


Otro estudioso de las cruzadas, Christoph Maier, subraya este punto: "Francisco aceptó la cruzada como legítima y ordenada por Dios, y obviamente no se oponía al uso de la violencia cuando llegaba el momento de la lucha entre cristianos y musulmanes".


De hecho, Francisco comentó una vez que "los paladines y los valientes caballeros que eran fuertes en la batalla perseguían a los infieles [musulmanes] hasta la muerte". Como tales, eran "santos mártires [que] morían luchando por la fe de Cristo".


Tal es el hombre cuyas huellas dice seguir el papa Francisco al reunirse con potentados musulmanes "para promover el diálogo interreligioso y el entendimiento mutuo". No es de extrañar que quienes conocen la verdadera biografía de san Francisco deploren su transformación moderna en una especie de "hippy" medieval -o, en palabras del papa Francisco, un "hombre de paz, hombre que ama y protege la creación"-. No obstante, el papa Pío XI lamentaba en 1926:


"Qué mal hacen y cuan lejos están de una verdadera apreciación del hombre de Asís [san Francisco] ​​aquellos que, para reforzar sus ideas fantásticas y erróneas sobre él, imaginan una cosa tan increíble... como si fuera el precursor y profeta de esa falsa libertad que comenzó a manifestarse al principio de los tiempos modernos y que ha causado tantas perturbaciones en la Iglesia y en la sociedad civil."


En el contexto de la confrontación con el islam, Rega lamenta de manera similar que, "para los revisionistas, el 'verdadero' Francisco fue no un audaz evangelizador, sino un hombre tímido, cuyo objetivo sería que los frailes tuvieran que vivir pasivamente entre los sarracenos y 'estar subyugados a ellos'".


Pues estas son precisamente las diferencias entre san Francisco y el papa Francisco: aunque ambos quieren dialogar pacíficamente con los musulmanes, el santo medieval no estaba dispuesto a comprometer las verdades cristianas o ignorar la realidad violenta del islam, mientras que el papa posmoderno sí lo está.


Por ejemplo, cuando un periodista le preguntó al papa Francisco acerca del asesinato por un yihadista de un sacerdote de 85 años en Francia, que había sido "masacrado en nombre del islam", Francisco respondió:


"No me gusta hablar de violencia islámica, porque todos los días, cuando hojeo los periódicos, veo violencia aquí en Italia... uno que ha asesinado a su novia, otro que ha asesinado a la suegra... y ¡son católicos bautizados! ¡Hay católicos violentos! Si hablo de violencia islámica, tengo que hablar de violencia católica... y no, no todos los musulmanes son violentos, no todos los católicos son violentos. Es como una macedonia de frutas; hay de todo."


El papa no alcanzaba a mencionar o a comprender que la violencia cometida de acuerdo con una religión y la violencia cometida en contradicción con una religión son radicalmente diferentes. Sí, personas de todas las religiones cometen actos de violencia. Pero los católicos que Francisco citó no asesinaron a sus novias o suegras por causa de ninguna enseñanza cristiana; por el contrario, las enseñanzas cristianas de misericordia y perdón están destinadas a contrarrestar tales impulsos. En cambio, gran parte de la violencia y la intolerancia que cometen los musulmanes por todo el mundo es con frecuencia un resultado de las enseñanzas islámicas (por ejemplo, perseguir y ejecutar a los "apóstatas", es decir, a los musulmanes de nacimiento que desean abandonar el islam o abrazar otra religión).


En la misma entrevista, después de que Francisco reconociera que hay "personas violentas de esta religión [el islam]", agregó de inmediato que "en casi todas las religiones siempre hay un pequeño grupo de fundamentalistas. Los fundamentalistas. Los tenemos".


Es verdad, pero lo que es "fundamental" para cada religión difiere. Mientras que los fundamentalistas musulmanes y cristianos se adhieren a una lectura literal o estricta de sus escrituras, Francisco no menciona qué es lo que enseñan realmente la Biblia y el Corán. El fundamentalista cristiano puede verse obligado a orar por sus perseguidores, mientras que el fundamentalista musulmán puede verse impulsado a atacar, subyugar, saquear, esclavizar y asesinar a los infieles no musulmanes. En ambos casos, las escrituras, la Biblia y el Corán, lo dicen así.


Un último punto importante: san Francisco no se burló de Mahoma -aunque de todos modos aquellos piadosos imanes reclamaban su cabeza-, pero sí retrató inequívocamente el mensaje del profeta musulmán como falso. A diferencia del diplomático papa Francisco, que nunca parece predicar a Cristo a los musulmanes, sino que más bien los confirma en su religión y la reconoce, el santo sincero estaba realmente más preocupado por las almas de los musulmanes, hasta el punto de arriesgar su propia vida. Por lo demás, encabezar la defensa del cristianismo contra el islam (véase La espada y la cimitarra) era también una de las preocupaciones tradicionales de los papas, los "vicarios de Cristo".


Pero al parecer no lo es para el papa actual.


En resumen, cuando se trata de enfrentarse al islam con honestidad y sinceridad, y defender la fe, el papa Francisco lamentablemente no está a la altura del valiente fraile cuyo nombre adoptó.



FUENTE



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