Los mártires
de Córdoba: ‘culpar a la víctima’ llevado al extremo
RAYMOND IBRAHIM
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Martirio de Eulogio
Antes de que se pusiera de moda la idea de que "los blancos se empeñan en ser malvados", ya dominaba entre los intelectuales, sobre todo los que
se ocupaban de historia.
Era lógico. Si las conclusiones ("blancos malvados") se basan en
premisas históricas, entonces el pasado debe reescribirse de forma
que valide los relatos actuales, a saber: que los europeos siempre
han sido y, por tanto, siguen siendo un azote para la humanidad.
En muchos sentidos, las Cruzadas, que, según la historia revisionista,
consistieron en que los cristianos europeos invadieron y aterrorizaron
a los pacíficos musulmanes, son quizá el paradigma por excelencia
y, sin duda, el original.
Reescribir el pasado para adaptarlo a los relatos del presente
Sin embargo, la única forma de demonizar las Cruzadas era reescribir
completamente el pasado. La verdadera historia deja claro que las
Cruzadas fueron subproductos de siglos de atrocidades musulmanas contra
los cristianos (que continúan), incluyendo la matanza y violación al
por mayor de miles de cristianos (incluidos peregrinos europeos) y la
destrucción de miles de iglesias (incluida la más sagrada de la
cristiandad, el Santo Sepulcro de Jerusalén). Los cristianos
victimizados decidieron contraatacar.
Hoy, sin embargo, los hechos inconvenientes que dieron lugar a las
Cruzadas, las atrocidades islámicas no provocadas contra los cristianos, se
suprimen rutinariamente. Se piensa, más bien, que los cruzados (aquellos locos blancos que
simplemente odiaban a los musulmanes morenos) estaban motivados por
cualquier cosa menos por defender a los cristianos y a la cristiandad.
Así, para John Esposito, profesor en Georgetown:
"Transcurrieron cinco siglos de coexistencia pacífica
[entre el islam y Europa] antes de que los acontecimientos políticos y
un juego de poder imperial-papal desembocaran en [una] serie de siglos
de las llamadas guerras santas que enfrentaron a la cristiandad con el
islam y dejaron un legado perdurable de incomprensión y desconfianza."
En realidad, los "cinco siglos de coexistencia pacífica" que menciona
Esposito son precisamente la época en que el islam naciente
conquistó de manera salvaje tres cuartas partes del mundo cristiano, dejando a su paso
montones de cadáveres cristianos y de iglesias incendiadas.
Dicho esto, la inclinación a demonizar a los europeos premodernos cada
vez que actúan contra los musulmanes, independientemente de lo que
estos últimos hayan podido hacer para provocarlo, ha producido metástasis más allá
de esa gran culpa (las Cruzadas). Aquí examinaremos uno de los
episodios poco conocidos pero muy reveladores, incluyendo la forma en que
los intelectuales lo han refundido y por qué es importante hoy.
Los mártires de Córdoba
El año 850 d. C., cuando viajaba a la Córdoba musulmana, un monje culto
llamado Perfectus fue interceptado por unos musulmanes que conocía y en
los que, al parecer, confiaba. Le preguntaron qué pensaban los
cristianos acerca de Cristo y de Mahoma.
Él les dijo que su respuesta probablemente les disgustaría. Ellos le aseguraron
que estuviera tranquilo y hablara libremente, prometiéndole que no
compartirían su respuesta con otros.
Tras citar las advertencias de Jesús contra los falsos profetas,
Perfectus dijo que así veían los cristianos a Mahoma: como un falso
profeta. El grupo se despidió y siguió su camino.
Sin embargo, días después, cuando los mismos musulmanes vieron a
Perfectus en un bullicioso mercado, gritaron a voz en cuello que aquel había
maldecido a Mahoma. Lo arrestaron y lo metieron en un calabozo.
Conminado a retractarse y convertirse al islam o enfrentarse a la
muerte, Perfectus reafirmó desafiantemente la divinidad de Cristo y la
impostura de Mahoma, lo que ocasionó su decapitación pública. (La muerte
para quien "blasfeme" contra Mahoma a manos de jueces musulmanes o de
turbas musulmanas continúa hasta hoy en muchos países musulmanes y está
estipulada por muchos hadices, entre ellos el que dice: "Si alguien insulta [a
Mahoma], entonces cualquier musulmán que lo oiga debe matarlo
inmediatamente, sin necesidad de acudir al imán o al sultán".
Meses después, otro cristiano, llamado Isaac, joven de 24 años que había
abandonado una posición lucrativa y se había retirado a un monasterio,
regresó a Córdoba y, conociendo perfectamente las consecuencias,
declaró que Mahoma era un falso profeta. Isaac fue decapitado y su
cadáver colgado cabeza abajo a las puertas de Córdoba.
Algo había despertado. Y más cristianos siguieron su ejemplo.
Algunos eran dimmíes, otros muladíes, es decir, de familias
anteriormente cristianas que se habían convertido al islam (a menudo
nominalmente) para evitar persecuciones esporádicas o mejorar
su estatus social, al tiempo que interiorizaban su fe cristiana.
Deleitándose en el alivio de sus almas, aunque sabiendo muy bien las
consecuencias de hacerlo, todos empezaron entonces a confesar públicamente la
divinidad de Cristo y su corolario, el fraude de Mahoma.
Álvaro (800-861), un contemporáneo, los describió como
almas atormentadas "que sostenían la fe cristiana solo en secreto",
pero que finalmente "sacaron a la luz lo que habían ocultado".
Al final, unos 50 cristianos fueron encarcelados, torturados y
conminados a retractarse de sus "blasfemias" y convertirse o
reintegrarse al islam, a menudo con palabras halagadoras y tentadoras
recompensas.
Todos se negaron y finalmente fueron ejecutados, a menudo de forma
sádica. Una monja fue arrojada a un caldero de plomo fundido; un monje
anciano fue azotado hasta la muerte; un joven soldado fue empalado; y
dos hermanas acusadas de apostatar y volverse al cristianismo fueron
detenidas, se
les ofrecieron numerosos incentivos para regresar al islam y se
negaron.
Fueron decapitadas públicamente.
Culpar a las víctimas (de su propia
decapitación)
Si esas personas fueran cualquier cosa menos cristianas, hoy serían celebradas por su
resistencia frente a la tiranía. Y si sus ejecutores no fueran musulmanes,
serían condenados por su barbarie. Sin embargo, como explica el
historiador Darío Fernández Morera en su obra El mito del paraíso
andalusí:
"Aunque
la mayoría de los eruditos de hoy día no
discuten la evidencia en las fuentes primarias de la brutal matanza de
estos cristianos por parte de los omeyas, destacan el 'extremismo' de
los mártires, no de los supuestamente tolerantes gobernantes omeyas
que ordenaron su matanza. Han llamado a estos cristianos ejecutados
'fanáticos', 'alborotadores' y 'autoinmoladores'. Como sugiere este
último término, los eruditos han argumentado, en esencia, que los
católicos 'se lo buscaron' al hacer abiertamente cosas [esto es,
hablar en conciencia] claramente castigadas por el islam. Así, el
episodio de los mártires de Córdoba se ha convertido en una versión
académica de 'culpar a la víctima'."
Como prueba de ello, basta citar a John V. Tolan, un reconocido historiador europeo. En su libro Los sarracenos: el islam en la imaginación europea medieval, cita a Eulogio, un cristiano famoso por su humildad y
caridad que también fue martirizado en Córdoba, quien dijo una vez: "No
repetiré el sacrilegio que ese perro impuro [Mahoma] se atrevió a
proferir sobre la Santísima Virgen [María]... Afirmó que en el otro
mundo él la desfloraría".
Semejante discurso "blasfemo" no le cae nada bien a Tolan, que expone:
"Esta
escandalosa afirmación [de que Mahoma 'desflorará' a María], al
parecer, es una invención de Eulogio; no conozco
a ningún otro polemista cristiano que haga esta acusación contra
Mahoma. Eulogio fabrica mentiras destinadas a escandalizar a su lector
cristiano. De este modo, incluso los elementos del islam que se parecen
al cristianismo (como la reverencia a Jesús y a su madre virgen) son
deformados y oscurecidos, para impedir que el cristiano admire nada
del musulmán. El objetivo es inspirar odio hacia los 'opresores' ...
Eulogio se propone demostrar que el musulmán no es un amigo, sino
un violador potencial de las vírgenes de Cristo."
Sin embargo, como he demostrado recientemente, fue el propio Mahoma
quien declaró que "Alá me desposará en el paraíso con María, la hija de
Imran" (a quien el islam identifica como la madre de Jesús). Así pues,
fue el propio profeta, y no ningún "polemista cristiano", quien
"fabrica mentiras destinadas a escandalizar", a saber, que la madre de
Cristo será su concubina eterna.
Pero, como en el caso de las Cruzadas, estos inconvenientes
imprevistos se pierden por el camino, de modo que incluso los mártires
cristianos son ahora demonizados para exonerar a los "ofendidos"
musulmanes que los masacraron. En cualquier caso, si incluso las
víctimas evidentes de la opresión musulmana son presentadas como
agresores, sin haber levantado una mano, ni siquiera un dedo, sino solo
su lengua
"contra" los musulmanes, seguramente no hace falta decir que cuando los
cristianos armados marchan hacia territorios retenidos desde hacía
mucho tiempo por los musulmanes, como hicieron durante las Cruzadas,
son ellos
los malvados, sin necesidad de más explicaciones y sin considerar el
contexto.
Para ser justos, hay otra razón por la que los mártires son tan
rotundamente condenados. A lo largo de toda la historia islámica, los
intelectuales occidentales afirman haber encontrado unas pocas décadas
en
la Córdoba gobernada por los musulmanes que apoyan el relato de una
civilización musulmana superior, sin necesidad de demasiada distorsión.
Para su desgracia, sin embargo, el episodio de los mártires de Córdoba,
que
parece sacado de un espantoso vídeo del Estado Islámico, ocurrió en el
apogeo de esta supuesta "edad de oro andalusí", y es por tanto otro
revés para el relato que tienen que suprimir sin miramientos.
Al-Ándalus, o el mito de la coexistencia
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