François Jourdan: ‘¡No podemos decir que no sabemos lo que hay en el Corán!’

FRANÇOIS JOURDAN / PAUL SUGY





François Jourdan es islamólogo y teólogo de la congregación de Juan Eudes. Es autor del libro Islam y cristianismo. Comprender las diferencias de fondo, publicado por Éditions du Toucan, en 2015, y reeditado en formato de bolsillo en 2018. Paul Sugy lo entrevista para Le Figaro.


PAUL SUGY. Cuando la primera edición de su libro, usted señaló la superficialidad del diálogo interreligioso entre cristianos y musulmanes desde el Vaticano II. ¿Cree que la situación es diferente hoy?


FRANÇOIS JOURDAN. No, la situación no ha cambiado porque todavía está bloqueada por el miedo mutuo (inconfesado) y la falta implícita de libertad que impide trabajar para entender al otro y entenderse mejor a uno mismo. Por conveniencia, nos contentamos y estamos instalados, desde 1980 más o menos, en encuentros de salón, simpáticos y poco costosos. Lo esencial se reduce entonces a darse buena conciencia, a decirse que uno está abierto (¡a condición de no exponerse!). Quien quiera perturbar esta situación pasará por "antimusulmán", "islamófobo" y opuesto al "diálogo". La islamología está en declive en la universidad francesa, igual que en las iglesias. Esta no es una buena señal, y es gravemente imprudente con una religión como el islam de hoy, que lleva en crisis mucho tiempo y sobre unas bases propias que plantean problema.


En una tribuna, muchas personalidades mediáticas, intelectuales y políticas han pedido a los musulmanes que abroguen los pasajes del Corán que llaman al antisemitismo. Según usted, ¿el Corán llama al odio hacia los judíos?


Esto es políticamente muy incorrecto, pero el Manifiesto contra el nuevo antisemitismo de 300 personalidades exige la obsolescencia de los versículos coránicos violentos contra los judíos, los cristianos y los no creyentes. Esto tenía que suceder un día, de una manera o de otra. Ya no estamos en las sociedades antiguas, donde no se sabía leer ni escribir; hoy tenemos acceso a los textos religiosos de toda la humanidad. Pero, para los musulmanes, el Corán es intocable, puesto que habría sido redactado por Dios mismo desde toda la eternidad; y, entonces, esa petición pone en tela de juicio la divinidad del texto coránico. Por miedo, hasta ahora, se evitaba esta crítica, o nos contentábamos con huir invocando el contexto o la interpretación variable, sin hacer nada. Una de las consecuencias de los atentados, particularmente contra los judíos, cometidos en nombre del Dios del islam, ha sido provocar esta reacción del Manifiesto, y habrá otras.


Los yihadistas tienen sus imanes y conocen esos versículos y esa actitud de Dios según el Corán. En su absoluta trascendencia, Dios es "el más astuto", y "extravía a quien él quiere", y suscita muchos peligros contra los no musulmanes. ¡Cállate! No hay que decirlo... Bueno, pues sí.


¿Tiene el Estado que censurar ciertos pasajes de los textos coránicos, para hacer posible un "islam de Francia"?


El Estado no debe entrar en soluciones técnicas internas para el islam, que corresponden a los propios musulmanes; pero debe ser tan lúcido como todos los demás y actuar por el bien común y la vida en sociedad. Por lo tanto, debe ayudar a toda la sociedad para seguir viviendo en libertad fundamental, sobre todo en asuntos religiosos, en una sociedad con una pluralidad religiosa. Ahora bien, a causa del miedo, se ha ocultado, por ejemplo, el dictamen del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que, en 2001 y 2003, ha declarado que la saría se opone a la libertad religiosa. Tenemos, pues, que mirar de frente a nuestros problemas, y cada uno debe comprometerse a su nivel, si no, tendremos la violencia en nuestras puertas.


Después de su discurso en los bernardinos, ¿cree usted que Emmanuel Macron debería ahora dirigirse a la comunidad musulmana?


Todos tenemos que actuar: el problema es de alcance cultural, político y religioso. Se trata de una maduración general de nuestra sociedad, con un caso particularmente difícil debido al estatuto divino e "increado" del Corán, según la idea que los musulmanes se hacen de él y que deben revisar sin duda.


¿Cree que tiene razón Christophe Castaner cuando compara el velo de las mujeres musulmanas con el "velo católico" de su abuela? Sobre la cuestión de la dignidad de la mujer, ¿las diferencias entre cristianos y musulmanes son solamente el resultado de un retraso del islam en su entrada en la modernidad?


Tenemos que discernir entre el velo de las mujeres musulmanas y el de las religiosas católicas. No todas las musulmanas son monjas, y no todas las cristianas son monjas. Pero en un contexto de laicidad del Estado, y ahora de pluralidad religiosa de facto, es indudablemente necesario avanzar también hacia una laicidad de la sociedad. La laicidad no es la ausencia de visibilidad de lo religioso, sino la discreción de lo religioso. Debemos aprender a evitar la trampa de la ostentosidad de nuestras religiones. Entre una joya alrededor del cuello y una vestimenta característica que estigmatiza, hay una ostentación seriamente imprudente, que (sin decirlo) anima a otros a imitar ese camino demostrativo y de competencia inconfesada. No todas las religiosas cristianas llevan velo, y la cuestión se discute aún entre los cristianos que están en desacuerdo entre sí. Todos tenemos que adaptarnos a esta situación nueva. Ya no estamos en una sociedad de cristiandad, sino en una era interreligiosa totalmente nueva en la historia humana.


Al escribir su libro, usted quería promover "la paz entre las religiones". ¿Le parece que esta paz es aún alcanzable hoy día?


Si nos dormimos con palabras autocomplacientes para ser positivos y tranquilizarnos, sin resolver los problemas reales, eso es mero pacifismo: no ayuda a la paz. Dejemos de hacer el avestruz negando la realidad. Entonces la paz avanzará. De lo contrario, seremos indignos de la paz y no la obtendremos. Ayudémonos, entre miembros de religiones, a comprender realmente las situaciones teniéndolas en cuenta. La paz requiere un trabajo con nosotros mismos y que lleva tiempo. ¡Así que a trabajar!



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