El Corán.
Orígenes
de un gran bricolaje
MIREILLE
VALLETTE
|
Durante las últimas décadas, los investigadores
han estado utilizando
métodos modernos para abordar científicamente los orígenes del islam.
Epigrafistas,
filólogos, lingüistas, historiadores han despejado ya un campo rico.
Revelan
una realidad muy alejada de los relatos religiosos.
Otra bella historia que se derrumba. La de las letras que descienden de
las
nubes como estrellitas cayendo sobre el ángel Gabriel e iluminando a
Mahoma en
su cueva. Sin intervención humana. De hecho, solo los sustentadores de
la magia
divina se asombrarán: los humanos lo han hecho todo. El Corán no es ni
increado
ni perfecto. Y sus versiones han evolucionado mucho a lo lardo del
tiempo.
Sobre sus orígenes, descritos por los investigadores, no daré aquí más
que unos
pocos ejemplos destinados a abrir el apetito de los amigos del saber.
Encontrarán enlaces para profundizar sus conocimientos en la parte
inferior del
artículo. Digamos de entrada que el sitio capucins.net hizo un notable
resumen
de los avances actuales. Hoy se puede hallar en otro sitio especializado.
De ahí he tomado prestado bastante. Todavía hay
divergencias sobre estos
temas, pero la historia, la verdadera, está en marcha.
Primeros textos,
primeros coranes
Según la tradición, las revelaciones de Mahoma
(supuestamente muerto en
632, fecha que hay que retener para lo que sigue) fueron anotadas en
las
piedras planas, omóplatos de camellos, hojas de palmera y… en la
memoria de sus
discípulos. Extraño, cuando el pergamino existía desde hacía varios
cientos de
años. Y que a propósito de La Meca, "los especialistas están de acuerdo
en
el hecho de que en ese lugar, en aquella época, nadie sabía escribir.
Siempre
según los tradicionalistas musulmanes, el libro al principio estaba
compuesto
de fragmentos, de códices (conjuntos de hojas cosidas como un
cuaderno). La búsqueda
y la recopilación de esos textos habrían comenzado alrededor del año
650. Las
primeras versiones no contenían vocales cortas, ni puntos diacríticos
que
permitieran distinguir las consonantes. En esa escritura, una palabra
puede
tener hasta 30 sentidos diferentes. Estos textos son ilegibles para los
no
especialistas.
Un hallazgo extraordinario ocurrió en Saná (Yemen) en 1972: miles de
manuscritos coránicos, que datan de los siglos VII y VIII, la mayoría
de los
cuales está aún por estudiar. Confirman ya que el Corán oficial,
supuestamente intocable
e intacto, ha sufrido muchas alteraciones.
Según la ortodoxia musulmana, fue el califa Utmán quien habría hecho
una recensión
definitiva en 656, enviando de cuatro a siete copias a las capitales
del imperio,
y luego habría mandado destruir el material. No tenemos ninguna traza
de este
Corán. Los especialistas histórico-críticos creen que su formalización
prosiguió
cerca de 200 años después de Utmán.
Las primeras versiones completas aparecen en el siglo VIII y sobre todo
en el
IX en época abasí. Los puntos y los acentos fueron añadidos por
gramáticos
persas a fin de evitar falsas lecturas. También anotaron numerosos
comentarios para
explicar los contenidos incomprensibles. Solo al término de violentas
disputas
y de versiones diferentes se decidió el sentido final.
La versión final, que se supone que es la de Utmán, se fijó en el Cairo
en 1923, mil
trescientos años después de la muerte de Mahoma. Pero incluso con todos
estos añadidos
y explicaciones, el libro sagrado no se entiende fácilmente. Quizá esta
sea la
razón de la importancia de aprenderlo de memoria. Es mucho más simple
que
preguntarse por qué Dios creó un libro tan imperfecto.
Los suras (capítulos) están clasificados no por orden cronológico, sino
por su
longitud, unos versículos abrogan a otros, sin mencionar, y muchos
pasajes
permanecen oscuros. No sabemos ni donde, ni cuando se desarrollan
muchos relatos
o alusiones, y no se presenta a los personajes.
El texto conlleva, por lo demás, un gran número de errores lingüísticos
y
estilísticos, expresiones ambiguas y palabras con múltiple sentido
(véase la
entrevista con Sami Aldeeb maestro indiscutible en el tema). Las
ambigüedades
representan el 20-25% del total del texto. Algunos pasajes permanecen
incomprensibles.
Otros son objeto de interpretaciones contradichas por la historia. Este
es el
caso del "viaje nocturno" de Mahoma, que se supone que, en un sueño,
fue
llevado por una yegua a "la mezquita sagrada" o "mezquita lejana ", que
los musulmanes sitúan en
Jerusalén. Ahora bien, no había mezquita en Jerusalén en la época del
profeta.
La "mezquita al-Aqsa", que adopta el nombre de la designación coránica,
fue construida más tarde.
El origen
religioso
La elaboración del Corán primitivo se desarrolló lugar en un contexto
judeocristiano tormentoso, que abarcaba una multitud de sectas y
corrientes. Las
investigaciones actuales se inclinan por un origen nazareno del islam,
una
tendencia que hacía una síntesis del judaísmo y el cristianismo desde
una
perspectiva mesiánica.
Consideran a Jesús como un profeta. Esta secta se oponía enérgicamente
a los
judíos tradicionales, lo que explica la agresividad antijudía del
Corán. Una
hipótesis concreta es que los primeros manuscritos coránicos serían
borradores
de predicadores nazarenos que querían convertir a los árabes.
Se tomaron prestados muchos elementos de las religiones preislámicas,
por
ejemplo, el maniqueísmo ("sello de los profetas", Biblia falsificada,
revelaciones de un ángel en una cueva, ayuno tipo ramadán, etc.), así
como de
las leyendas y escritos cristianos y judíos, en particular la Biblia.
Esos relatos
se distorsionan a menudo.
Nada de Mahoma en La
Meca
Muchísimas indicaciones del Corán y de otros textos importantes (la
sunna, la
biografía) hacen poco creíble, y hasta imposible, que Mahoma tuviera
sus
primeras revelaciones en La Meca. Una de las obras más recientes, la de
Dan
Gibson, es especialmente convincente. Alain Jean-Mairet se ha relatado
aquí sus
principales descubrimientos. Las descripciones climáticas, geológicas,
geográficas y topográficas no corresponden a La Meca, pero sí
perfectamente a
Petra, en Jordania. Otros investigadores estiman que es en Siria donde
se
desarrollaron los acontecimientos descritos y donde se escribieron los
primeros
suras.
La Meca era como mucho una aldea. No estaba
situada en la ruta de las
caravanas, cuando este elemento juega un papel importante en los
relatos
islámicos. Los primeros restos arqueológicos y la mención de este lugar
en un
mapa geográfico data del año 900. No encontramos tampoco ni rastro en
esta ciudad
de las tres diosas citadas en varios versículos; por el contrario, su
presencia
está atestiguada en Jordania, en la Siria actual y en el noroeste de
Arabia
Saudí.
Según Patricia Crone, de La Meca no encontramos "ninguna mención, ya
sea
en griego, en latín, en siríaco, en arameo, en copto, o en otra
literatura
compuesta fuera de Arabia antes de la época de las conquistas".
Otra rareza: ¿a qué viene la idea de prohibir el consumo de cerdo en el
siglo
VII en revelaciones mequíes, cuando el cerdo no existía en la región?
Los
investigadores deducen de ahí que esos suras se escribieron más al
norte, en
Palestina o en Jordania, donde esa especie sí estaba presente.
Por último, La Meca no se menciona más que dos veces en el Corán.
Mahoma, profeta post
mortem
La palabra Mahoma no aparece más que cuatro veces en el Corán, y
probablemente
no es un nombre propio, sino un título. E incluso esas cuatro menciones
habrían
sido añadidas. Para compensar esta carencia, la ortodoxia considera que
los
términos "profeta, anunciador, admonitor, enviado, etc.", que
aparecen 405 veces en el Corán, son menciones indirectas de Mahoma.
Según
algunos especialistas, a quien se aplican estos términos sería más bien
a
Moisés, un nombre mencionado 150 veces.
El término musulmán apareció alrededor del año 720, casi un siglo
después de la
muerte del profeta. En el plano numismático, en las monedas califales
figura la
cruz hasta el 696. Solo con el califa Abd Al-Malik, hacia el año 700,
comienza
el proceso de desaparición del símbolo cristiano.
La huella del arameo
La escritura árabe fue creada por monjes cristianos a partir del
nabateo, el
siríaco y el arameo, hacia el año 400, cerca de Bagdad. La lengua era
hablada
por las tribus árabes. Las primeras y escasas inscripciones árabes en
el
Hijaz,
la región de La Meca, datan del 652, veinte años después de la muerte
de Mahoma.
No se multiplicarán hasta un siglo más tarde. Esta es una razón de más
para
descartar que el profeta haya vivido en La Meca en el momento de sus
primeras
revelaciones.
La influencia del arameo aclara muchos de los primeros escritos
coránicos,
incluyendo los manuscritos de Saná. Un gran número de términos se
derivan de
esta lengua, como "islam", "musulmán", "ramadán".
Pero el árabe, en la ortodoxia musulmana, es considerado como la lengua
que Alá
habla con los ángeles desde antes de la creación del mundo. Y
supuestamente el
Corán está escrito en "árabe puro".
Un lingüista alemán, Christoph Luxenberg, ha mostrado que muchas
oscuridades y sinsentidos
del Corán se aclaran si buscamos el significado de las palabras y los
giros
gramaticales no en la lengua árabe, sino en el arameo hablado en Siria.
Los
fragmentos de Saná incluyen gran cantidad de "aramaísmos". De las
versiones posteriores se eliminaron palabras y formas para mantener
la idea
del "árabe puro".
El gran número de términos y formas procedentes
del sirioarameo presentes en el Corán indica que su origen se encuentra
más bien
en Medina o más al norte, en el corazón del territorio sirioarameo.
Pero
no en La
Meca, que se encontraba fuera de esta área lingüística. Un ejemplo de
estas
investigaciones lingüísticas: los versículos sobre las huríes, esas
jóvenes vírgenes
que pueblan el paraíso. Son particularmente difíciles de entender. De
hecho, nos
enseña Christoph Luxenberg, la palabra hurí del Corán deriva de la raíz
aramea hur, que significa
racimo de uva. ¿Por
qué contorsiones semánticas los autores del Corán lo han traducido por
jóvenes vírgenes
y cómo han amañado los versículos que se relacionan con ello? Os invito
a leer
el resumen de la brillante demostración de Luxenberg, que concluye así:
"Recordemos
que su búsqueda en la gramática y en el vocabulario arameo resuelve
todos los
problemas de estos versículos de una forma simple, sin tener que
imaginar interpretaciones
por alegorías, o por hipótesis ad hoc
acerca de lo que podría haber
sido el
dialecto de La Meca o el árabe del paraíso, o incluso por explicaciones
que pretenden
que blanco significa negro, o por sobreentendidos que conducen a decir
que blanco
significa jovencita y adolescente de grandes senos. (...) Esta elección
se basaba
probablemente en la voluntad de ocultar la presencia de los nazarenos,
de su
lengua y del valor simbólico que atribuían al vino y a la viña".
Hay una entrevista de una hora a Leila Qadr,
autora de Las tres caras del islam,
donde recoge
una docena de ejemplos de préstamos que el Corán toma de textos
preexistentes: enlace
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